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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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Oración:
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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).
Dies irae (castellano)

Secuencia de difuntos, se utilizaba en las misas exequiales.
 

¡Día de ira, aquel Día!
el mundo se disolverá en ceniza:
lo atestiguan David y la Sibila.

¡Cuánto temblor ocurrirá
cuando haya llegado el Juez
a derribar todo con severidad!

Una trompeta, esparciendo un sonido admirable
por la región de los sepulcros,
convocará a todos ante el Trono.

La Muerte estupefacta, y la Naturaleza,
cuando se pongan en pie las creaturas
a responder ante el Juez.

Se proclamará el Libro
en el que todo se contiene
y por el cual será juzgado el mundo.

Pues cuando el Juez haya tomado asiento
lo que está oculto, se hará patente:
nada quedará sin castigo.

¿Qué –mísero de mí- diré entonces?
¿A qué patrono me acogeré,
cuando apenas el justo está seguro?

Rey de tremenda majestad,
que salvas gratis a quienes deben salvarse:
¡sálvame, fuente de piedad!

Recuerda, Jesús piadoso,
que fui causa de tu camino:
no me pierdas aquel Día.

Tratando de encontrarme, te sentaste fatigado;
me redimiste, padeciendo en la cruz:
¡tanto trabajo no sea inútil!

Justo Juez de la venganza:
regálame el perdón
antes del día de cuentas.

Gimo, como el reo que soy,
la culpa enrojece mi rostro:
¡oh Dios, perdona a quien te suplica!

Tu, que absolviste a María
y que escuchaste al ladrón,
también a mí me has dado esperanza.

Mis plegarias no son dignas,
mas Tú, Bondad, haz benignamente
que no arda en el fuego eterno.

Concédeme un lugar entre las ovejas
y arrebátame de entre las cabras,
colócame a la derecha.

Una vez confundidos los malditos
y entregados a las llamas ardientes,
llámame con los benditos.

Ruego suplicante y de rodillas,
el corazón contrito, como en cenizas:
¡Lleva tú el cuidado de mi fin!

¡Día de lágrimas aquel!
en que resurgirá de la ceniza
el hombre reo que será juzgado.

Perdónalo, pues, Dios.
Jesús, Señor piadoso,
concédeles el descanso.

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