Tercera Palabra
Franz Joseph Haydn - traducción: Sergio Castrejón
Llegamos a la más larga y probablemente la más hermosa de las ocho sonatas-movimientos sinfónico corales de los que consta este oratorio.
Es la referida a las siguientes palabras: "FRAU, HIER SIEHE DEINEN SOHN. UND DU, SIEHE DEINE MUTTER!"
Haydn elige para esta ocasión la tonalidad de mi mayor, difícil tonalidad, extraña en la época, muy rara vez aparece en la obra de Haydn: en un cuarteto de cuerda, en dos sonatas para piano, alguna sinfonía.
El empleo de los solistas es aquí especialmente eficaz, pero esta sección deja un regusto ácido, pues dificilmente se pueden expresar con serena alegría las siguientes palabras.
Realmente enternecedora esta petición: Que ella permanezca a nuestro lado a la hora de la muerte, al lado de sus hijos, igual que estuvo al lado de su Hijo a la hora de la Muerte.
Esta es la traducción más libre, menos literal, menos acertada y más trabajosa de todas, pero es que el texto se las trae.
«Mujer, he aquí a tu hijo. Y tú, he ahí a tu madre.» (Jn 19,26-27)
Madre de Jesús,
tú, que llorando amargamente permaneces firme al pie de la Cruz,
suspirando de tristeza...
Tú, a quien de siete formas atraviesan los tormentos del sufrimiento de tu Hijo,
ahora precisamente, en la hora de la amarga separación...
Tú, como mar de constancia serena, firme, impasible,
acoges como hijo al fiel muchacho,
y asimismo también a nosotros, ¡a nosotros!
Madre de Jesús,
tú, refugio de todos los atormentados por el pecado que comenten,
permanece a nuestro lado a la hora de nuestro final angustioso destino.
¡Madre de la Ternura, no nos dejes!
Cuando nos encaremos con la muerte y brote de nuestro corazón aterrado
un suspiro a ti dirigido, Madre, tú, no nos dejes sucumbir,
sino ampáranos para que podamos vencer las últimas acechanzas del Maligno.
Pero sobre todo, ¡permanece a nuestro lado en el instante de nuestra muerte,
cuando, encaminándonos a nuestro fin temblemos,
muéstrate como Madre nuestra y ruega por nosotros a tu Hijo!
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Texto alemán:
«Frau, hier siehe deinen Sohn. Und Du, siehe deine Mutter.»
Mutter Jesu, die du trostlos weinend,
seufzend bei dem Kreuze standst.
Und die Qualen seines Leidens
in der Stund(e) des bittern Scheidens
siebenfach in dir empfandst.
Kaum mehr fähig, dich zu fassen,
nimmst als Sohn den treuen Jünger
und mit ihm auch uns als Kinder an.
Mutter Jesu, o du Zuflucht aller Sünder,
hör das Flehen deiner Kinder.
O du Zuflucht aller Sünder,
steh uns bei im letzten Streit,
Mutter foll der Zärtlichkeit,
o steh uns allen bei!
Wenn wir mit dem Tode ringen
und aus dem beklemmten Herzen
unsere Seufzer zu dir dringen,
lass uns, Mutter, lass uns da nich unterliegen!
Hilf uns dann den Feind besiegen.
Und steh uns bei im lezten Streit!
Wenn wir mit dem Tode ringen,
o da zeige dich als Mutter
und empfehl(e) uns deinem Sohn,
o Mutter!