Esta escena pertenece a «Los comulgantes» (o «Luz de invierno»), película de 1962 de Ingmar Bergman. Es posiblemente la escena clave de la película, porque explicita el concepto que recorre toda la trama: el silencio de Dios. No es una película sobre la Pasión, sino una película donde cada uno de los seres que la pueblan -un pastor en crisis de fe, un campesino aterrado por las amenazas de conflagración atómica, un sacristán lisiado que abre la iglesia para que sólo venga el organista, borracho desencantado, y la novia del pastor, atea- vive una pasión donde Dios persistentemente calla. También en la muerte de Jesús calló Dios, y ése es -y no los flagelos, tremendos, ni la corona de espinas, muy dolorosa, ni las burlas, crudelísimas- el mayor de todos los sufrimientos de cuantos atravesó Jesús: «Dios mío, por qué me has abandonado», recita, uniendo su voz a la del salmista.
Pero desde otro punto de vista ese silencio de Dios es esperanzador, quizás sea otro nivel de respuesta a nuestra pregunta fundamental; quizás el propio Cristo debía morir para que en él se llevara a término todo el silencio posible de Dios, de tal modo que todo otro silencio, todo ese misterio del alejamiento de Dios, que por momentos parece desentenderse, herido, de su creación, está ya incluido en esa Pasión de Jesús que debía ocurrir... para entrar así en su gloria.
En la Pasión de Jesús tenemos la certeza, la prueba y la confirmación, a la vez que el anticipo, de que no hay silencio de Dios definitivo; que el silencio de Dios es necesario, para depurar el lenguaje con el que es posible hablar de Dios y con Dios, «para entrar así en su gloria».
¿Por qué dices, Jacob, y hablas, Israel: «Oculto está mi camino para Yahveh, y a Dios se le pasa mi derecho»?
¿Es que no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? Que Dios desde siempre es Yahveh, creador de los confines de la tierra, que no se cansa ni se fatiga, y cuya inteligencia es inescrutable.
Que al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas la energía le acrecienta. Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes tropiezan y vacilan, mientras que a los que esperan en Yahveh él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.
(Isaías 40,27ss)
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