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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
Sábado, XXXIII semana del Tiempo Ordinario, feria
Salterio: sábado de la primera semana del tiempo ordinario
Oficio de Lecturas
Inicio

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
[Salmo 94] [Salmo 94] [Salmo 99] [Salmo 99] [Salmo 23] [Salmo 23] [Salmo 66] [Salmo 66] [quitar]
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

-se repite la antífona

Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

-se repite la antífona

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

-se repite la antífona

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

-se repite la antífona

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

-se repite la antífona

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

-se repite la antífona

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Del Señor es la tierra y cuanto la llena; venid, adorémosle.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio. Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno

se utiliza el himno de Laudes:

Gracias, Señor, por la aurora;
gracias, por el nuevo día;
gracias, por la Eucaristía;
gracias, por nuestra Señora:

Y gracias, por cada hora
de nuestro andar peregrino.

Gracias, por el don divino
de tu paz y de tu amor,
la alegría y el dolor,
al compartir tu camino.

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
Primer Salmo
Salmo 130: Abandono confiado en los brazos de Dios
Ant: El que se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29)
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El que se haga pequeño como un niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.
Segundo Salmo
Salmo 131-I: Promesas a la casa de David
Ant: Dios mío, con sincero corazón te lo ofrezco todo.
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre (Lc 1,32)
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

"No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob".

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dios mío, con sincero corazón te lo ofrezco todo.
Tercer Salmo
Salmo 131-II:
Ant: El Señor juró a David una promesa: su reino permanecerá eternamente.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
"A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono".

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
"Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema".

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor juró a David una promesa: su reino permanecerá eternamente.
Lectura Bíblica
V/. Venid a ver las obras del Señor.
R/. Las maravillas que hace en la tierra.

Israel es rebaño del Señor
Lectura del libro del profeta Ezequiel
Ez 34,1-6.11-16.23-31 (del lecc. par-impar)
En aquellos días, Me fue dirigida esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza y diles: “¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas? Os coméis las partes mejores, os vestís con su lana; matáis las más gordas, pero no apacentáis el rebaño. No habéis robustecido a las débiles, ni curado a la enferma, ni vendado a la herida; no habéis recogido a la descarriada, ni buscado a la que se había perdido, sino que con fuerza y violencia las habéis dominado. Sin pastor, se dispersaron para ser devoradas por las fieras del campo. Se dispersó mi rebaño y anda errante por montes y altos cerros; por todos los rincones del país se dispersó mi rebaño y no hay quien lo siga ni lo busque.
Porque esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—. Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».
Suscitaré un único pastor que las apaciente: mi siervo David; él las apacentará, él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David, príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, he hablado. Estableceré con mi rebaño una alianza de paz: exterminaré los animales dañinos de la tierra para que pueda habitar seguro en el desierto y dormir en los bosques. De bosques y desiertos en torno a mi montaña haré una bendición. Enviaré la lluvia a su tiempo, lluvia de bendición. El árbol del campo dará su fruto, y la tierra su cosecha. Estarán seguros en su tierra, y reconocerán que yo soy el Señor, cuando rompa las coyundas de su yugo y los libre del poder de quienes lo esclavizan.
No volverán a ser presa de las naciones, ni los devorarán las bestias salvajes; habitarán seguros, sin temores. Para ellos crecerán plantaciones renombradas: nunca más serán consumidos por el hambre en esta tierra, ni tendrán que soportar la burla de otros pueblos, y reconocerán que yo, el Señor, soy su Dios, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo —oráculo del Señor Dios—. Vosotros sois mi rebaño, las ovejas que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios —oráculo del Señor Dios—».
Ez 34,12.13.14; Jn 10,10
R/. Libraré a mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por donde se dispersaron en un día de oscuridad y nubarrones, y las traeré a su tierra. Las apacentaré en ricos pastizales.
V/. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
R/. Las apacentaré en ricos pastizales.
Lectura Patrística
Me saciaré de tu semblante
Santo Tomás de Aquino, presbítero
Conferencia sobre el Credo
Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable. Amén». Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.
La vida perdurable consiste, primariamente, en nuestra unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu escudo y tu paga abundante.
Esta unión consiste en la visión perfecta: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. También consiste en la suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.
Consiste, asimismo, en la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta vida nadie puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el infinito; por esto, el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como dice san Agustín: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti».
Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de un modo perfecto, y, por esto, sus deseos quedarán saciados y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto, dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice: «Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán colmado su gozo. Me saciaré de tu semblante; y también: El sacia de bienes tus anhelos».
Todo lo que hay de deleitable se encuentra allí superabundantemente. Si se desean los deleites, allí se encuentra el supremo y perfectísimo deleite, pues procede de Dios, sumo bien: Alegría perpetua a tu derecha.
La vida perdurable consiste, también, en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía sumamente agradable, ya que cada cual verá a los demás bienaventurados participar de sus mismos bienes. Todos, en efecto, amarán a los demás como a sí mismos, y, por esto, se alegrarán del bien de los demás como el suyo propio. Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán aumentados con el gozo de todos.
R/. Con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
V/. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce.
R/. Y al despertar me saciaré de tu semblante.
Final

Oremos:

Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
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