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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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Oración: Lecturas de la misa
Domingo 10 de febrero: Año litúrgico 2018 ~ 2019

Tiempo Ordinario ~ Ciclo C ~ Año Impar
Hoy celebramos:
V Domingo del Tiempo Ordinario, solemnidad
Is 6,1-2a.3-8: Aquí estoy, mándame.
Sal 137,1-2a.2bc-3.4-5.7c-8: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Co 15,1-11: Predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Lc 5,1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.
Comentario: «No temas»
Hay videos para complementar la lectura: ver el video 1 ver el video 2
Traducción de las lecturas de Misa: oficial CEE (España) - escoger Alonso Schökel y eq.
Independientemente de la traducción escogida, si la referencia de la lectura aparece en rojo, el texto está en la traducción del P. Alonso Schökel, que es la única que está completa en la base de datos.
Is 6,1-2a.3-8: Aquí estoy, mándame.
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».
Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».
Sal 137,1-2a.2bc-3.4-5.7c-8: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.
1Co 15,1-11: Predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Lc 5,1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

«No temas»

Domingo V del tiempo ordinario, ciclo C: Is 6,1-2a.3-8; Sal 137; 1Co 15,1-11; Lc 5,1-11

por Lic. Abel Della Costa
10 de feb de 2013

El evangelio de hoy puede ser enfocado, como siempre, desde muchos ángulos; está, por ejemplo, la cuestión de la relación de Jesús con el pueblo, que se acercaba ávido a escucharlo, está la cuestión del milagro, hecho portentoso que nos obliga a preguntarnos "¿quién es este?"; está la cuestión de la reacción de Pedro; está la cuestión del seguimiento, del discipulado... de entre todo ello, la primera lectura nos ayuda a concentrarnos en un aspecto: notemos que en Isaías se destaca la reacción de temor, "soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros". Esa reacción ante una manifestación patente de Dios -ante una teofanía- está en el centro de la actitud religiosa del hombre; no sólo de la religión bíblica, sino de cualquier religión. Una religión se especifica como tal precisamente cuando es capaz de integrar, entre otros aspectos, la percepción que el hombre tiene de la majestad divina (el aspecto de «misterio tremendo»), y la consiguiente reacción de respeto y temor.

La Biblia está llena de escenas donde esa reacción de temor es puesta en primer plano, y es encomiada como la verdadera actitud religiosa; incluso cuando se quiere calificar una realidad que está fuera de la verdad religiosa, basta una palabra: "no hay temor de Dios allí" (ver, por ejemplo, Génesis 20,11, auqnue la expresión es constante para referirse a los no creyentes, o a los creyentes infieles a la Alianza). También en el Nuevo Testamento se habla del temor de Dios, si bien un poco más ambiguamente. Por ejemplo, según Juan, cuando Jesús está en el huerto, luego de la Cena, vienen los soldados y la turba movilizada por los judíos y preguntan donde está Jesús, y él responde "Yo soy"; comenta Juan «Cuando les dijo: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra.» (Jn 18,6). "Yo soy" es una forma griega para aludir al nombre divino, Yahveh, por tanto la reacción de caer en tierra es la reacción propia del temor religioso: han reconocido la manifestación de Dios en Jesús, y caen a tierra espantados ante la majestad (Juan lo destaca, porque quiere indicar que son inexcusables: sabían de quién se trataba).

En el fragmento de Isaías leído hoy, el profeta va a orar al templo, y de repente se ve envuelto en una escena teofánica, con ángeles que alaban al Señor Tres-veces-santo, humo... naturalmente su primera reacción fue de santo temor: "soy un hombre de labios impuros". La reacción de Dios no se hizo esperar: purificó a Isaías con un ascua encendida y le confió una misión. También en la escena del evangelio el milagro es presentado no como una mera acción taumatúrgica (los profetas y otros enviados divinos pueden hacer signos para demostrar que el poder de Dios está con ellos), sino como una auténtica teofanía, una manifestación visible de la grandeza divina. La reacción de Pedro no se hace esperar: «Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: 'Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.'». Es la reacción religiosa universal, de aquellos que han cultivado en su vida el santo temor del Señor.

Pero a diferencia del relato de Isaías, la reacción de Jesús no es la del "Dios religioso" (si se me permite la expresión); no convalida el santo temor de Pedro, sino que le indica inmediatamente: "no temas". Esa expresión, en el contexto teofánico del relato, suena mucho más fuerte que un simple "no tengas miedo". Jesús se atribuye una potestad que va más allá de la potencia divina desplegada en el Antiguo Testamento. En este, ni siquiera Dios niega la "convención religiosa" fundamental: Dios en el cielo, el hombre en la tierra, Diso sagrado, el hombre profano, Dios santo, el hombre pecador. La dualidad religiosa es esencial a la religión, no podría haber religión sin espacios sagrados y profanos, sin tiempos sagrados y profanos, sin personas sagradas y profanas. Sin embargo Jesús, en la primera oportunidad teofánica, pone en entredicho esl sistema de la religión: "no temás, más bien sígueme".

¿Podría haber pedido Jesús el seguimiento sin romper con el sistema de la religión, con el santo temor que pone a Dios en un sitio y al hombre en otro? ¡Sí, naturalmente! También Isaías es un relato de vocación, también allí Dios le pide a Isaías el seguimiento, sin necesidad, como hemos visto, de romper con el sistema de la religión. La de Jesús no es una ruptura obligada por la situación, no es una ruptura "dialéctica". Por el contrario, como parte del mensaje que los seguidores de Jesús tenemos para llevar al mundo es que Jesús inauguró -libremente- una nueva relación con Dios, no sólo Dios se acercó al hombre, se acercó de una manera creativamente nueva, ningún profeta ni enviado de Dios había roto el sistema de la religión, ni la Palabra de Dios había roto el sistema de la religión. Pero Jesús sí, porque frente al natural y esperable temor del Señor, Jesús dice (y no sólo en este evangelio sino en muchas otras partes del Nuevo Testamento): «No temas».

¿Qué hacer entonces con la religión? ¿quedó abolida? No diría abolida, porque el propio Jesús realizó gestos religiosos, alabó prácticas religiosas -como rezar, bendecir- y nos enseñó prácticas religiosas, como partir el pan eucarístico. Pero no hay duda que con Jesús el sistema religioso queda subordinado a otra cosa anterior y más fundamental: «dejándolo todo, lo siguieron». Seguirlo a él, estar en relación con él; él y sus forma de hacer las cosas, él y su forma de moverse en el mundo, son el criterio, y no la espontánea actitud religiosa que se muestra piadosa y santificada, que respeta los derechos de Dios, mientras lo deja en su cielo, venerable y lejano.

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