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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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Oración: Lecturas de la misa
Jueves 13 de abril: Año litúrgico 2016 ~ 2017

Tiempo del Santo Triduo Pascual ~ Ciclo A ~ Año Impar
Hoy celebramos:
Jueves Santo, solemnidad
Misa Crismal
Is 61,1-3a.6a.8b-9: El Señor me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, y darles un perfume de fiesta.
Sal 88,21-22.25.27: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Ap 1,5-8: Nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios Padre.
Lc 4,16-21: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Misa vespertina de la Cena del Señor (comienza el Santo Triduo)
Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual.
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18: El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo.
1Co 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo.
Comentario: ¿Tú me vas a lavar a mí?
Traducción de las lecturas de Misa: oficial CEE (España) - escoger Alonso Schökel y eq.
Independientemente de la traducción escogida, si la referencia de la lectura aparece en rojo, el texto está en la traducción del P. Alonso Schökel, que es la única que está completa en la base de datos.
Misa Crismal
Is 61,1-3a.6a.8b-9: El Señor me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, y darles un perfume de fiesta.
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad;
para proclamar un año de gracia del Señor,
un día de venganza de nuestro Dios,
para consolar a los afligidos,
para dar a los afligidos de Sion
una diadema en lugar de cenizas,
perfume de fiesta en lugar de duelo,
un vestido de alabanza en lugar de un espíritu abatido.
Vosotros os llamaréis «Sacerdotes del Señor»,
dirán de vosotros: «Ministros de nuestro Dios».
Les daré su salario fielmente
y haré con ellos un pacto perpetuo.
Su estirpe será célebre entre las naciones,
y sus vástagos entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán
que son la estirpe que bendijo el Señor.
Sal 88,21-22.25.27: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso. R.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». R.
Ap 1,5-8: Nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios Padre.
Gracia y paz a vosotros
de parte de Jesucristo,
el testigo fiel,
el primogénito de entre los muertos,
el príncipe de los reyes de la tierra.
Al que nos ama,
y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre,
y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre.
A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra.
Sí, amén.
Dice el Señor Dios:
«Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso».
Lc 4,16-21: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Misa vespertina de la Cena del Señor (comienza el Santo Triduo)
Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual.
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer". Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis.
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18: El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
1Co 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

¿Tú me vas a lavar a mí?

Meditación para el Jueves Santo

por Lic. Abel Della Costa
18 de abr de 2012

No en vano llamamos al evangelista san Juan "el teólogo", ¡sus relatos son tan distintos al modo como los otros evangelios nos cuentan las cosas! Se trata, desde luego, esencialmente de lo mismo: todos los que rodearon a Jesús participaron de las mismas experiencias. Sin embargo, san Juan y su comunidad llegaron a una madurez en la fe a la que otras comunidades dentro de la misma Iglesia, llegaron mucho más tarde... ¡si eso sigue pasando! hoy una parroquia tiene una experiencia del Señor, y otra, a 500 metros, en el barrio de al lado, tiene una vida espiritualmente mucho menos, o mucho más intensa. A veces pretendemos igualarlo todo, medirlo todo, ponerlo todo en una caja donde todas las experiencias de Jesús se amolden, y lo que sobra... pues que se tire.

Los evangelios nos muestran un mundo espiritual muy distinto, cada uno de los cuatro tiene un modo de llegar a Jesús, un modo distinto de preguntarse "¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?" El modo que tiene san Juan es tan peculiar, que lo reconoceríamos en la oscuridad.

Por lo pronto hoy celebramos la institución de la eucaristía, ¿y que hace san Juan? ¡no cuenta la institución de la Eucaristía! Quizás porque cuando san Juan escribe (que es unos años después que los otros tres), el rito de la Eucaristía estaba ya tan afirmado, tan asimilado por todas las comunidades cristianas, que no hacía falta insistir en ello: Juan da por supuesto que sabemos, que su lector sabe, que Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomo pan y vino, y consagrando esos sencillos elementos como su Cuerpo y Sangre, los dio a los suyos, y les ordenó realizar esa misma acción a perpetuidad, en memoria suya.

 

Entonces san Juan reemplaza el relato de la institución de la Eucaristía por el relato de la institución del servicio del mayor al menor, del fuerte al débil, del maestro al discípulo. Si tuviéramos solamente los relatos de la institución de la Eucaristía, podríamos quedarnos en lo exterior, en el puro rito, en una mera repetición mecánica de unas acciones que a un despistado le pueden parecer casi mágicas; ¡pero tenemos también el lavado de pies! San Juan nos explica por medio de ese relato ejemplar cómo debemos entender realmente la Eucaristía, cuál es el fondo: y el fondo podríamos decirlo así: es el mundo al revés. Jesús vino a poner el mundo patas arriba, eso nos dice Juan: a que el maestro sirva y el discípulo sea servido, a que el que quiera ser grande se haga pequeño y a que el que se hace grande a sí mismo, se pierda en su grandeza.

 

Hay en esto mucho para meditar y extraer. Me gustaría detenerme en la actitud de Pedro: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" me atrevería a decir que lo que nos quiere enseñar Juan en este relato está contenido en esa frase, o incluso en su primera palabra: "Señor". "Señor" es una palabra fundamental de nuestra fe. Es uno de los títulos principales de Jesús: "Jesucristo es SEÑOR para gloria de Dios Padre", nos dice el hermoso himno de Filipenses, y "Señor" (en hebreo Adonai) era la palabra que los judíos usaban para reemplazar el nombre de "Dios" cada vez que aparecía en el texto sagrado, ya que el nombre de Dios no debía pronunciarse.

 

"Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Que todo el diálogo de Pedro con Jesús empiece con la palabra "Señor" sitúa ese diálogo en un peldaño fundamental: a Pedro no se le escapa lo que Jesús va a hacer, entiende perfectamente que si le deja a Jesús, al SEÑOR, que le lave los pies, todo un mundo religioso se derrumbará: Dios arriba, yo abajo, Dios manda, yo obedezco, Dios es importante, yo soy accesorio, Dios se sienta en su trono, yo le sirvo... suena piadoso y devoto, es verdad. Es más, vayamos al punto del planeta que vayamos, si le preguntamos a cualquier hombre religioso (aunque no conozca el cristianismo) por las palabras "Dios" y "yo", cuando dice "Dios" señalará arriba, y cuando dice "yo" señalará abajo. Todo ese mundo religioso Jesús lo lavó de un solo gesto: Dios sirviendo al hombre, Dios abajado más bajo que el hombre. Pedro sabe lo que significa el gesto que va a hacer Jesús, por eso, antes de que Jesús lo haga lo llama al orden: "¡Señor!".

 

"Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo". Jesús es lapidario: o se acepta el mundo al revés que él propone, o quedamos afuera de su mundo. Jesús es muy flexible en muchas cosas, pero no en eso, en eso es tajante: no hay lugar para las componendas: o aceptamos que él decida cómo se deben repartir los papeles, o quedamos afuera. Y los papeles los repartió tal como en el lavatorio de pies: el mayor sirviendo, el menor servido. El más grande, abajo, el más pequeño, sostenido arriba por el más grande. El más limpio, a la cruz, el más sucio, a ser lavado por la cruz...

 

"Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros." La obra de Jesús no acaba en una mera inversión anárquica de las cosas: el más limpio, comenzando por Jesús, a la cruz. En la cruz nos lava a nosotros, que estábamos sucios... pero ahora ya no lo estamos. En tanto limpios, ahora estamos aptos para ser clavados en la cruz, para lavar a otros en ella. Nuestra sangre está limpia en la sangre del Cordero, por eso nuestra propia sangre puede limpiar a los demás. El mundo al revés que quiere Jesús no es una vacía inversión de las jerarquías, es poner en movimiento algo enteramente nuevo: si Dios puede lavar al hombre, los hombres, una vez limpios, quedamos capacitados para lavarnos unos a otros. ¡Y nuestro lavado es eficaz! salvados en Jesús, somos asociados a su salvación: nos convertimos en motor y fuerza de salvación para los que nos rodean.

 

El hombre religioso natural, ese que encontrábamos en cualquier parte del planeta, pensaba que las humillaciones y dolores de cada día -de la que ninguna vida humana está libre- eran un castigo por sus pecados, a lo sumo podía pensar que eran una "prueba" a la que la divinidad, desde el cielo, lo sometía. Pero nosotros sabemos que esos pequeños dolores y humillaciones son mucho más que eso, son más que castigo y que prueba, ¡son cruz! ¿Y qué es la cruz, según la ley del "mundo al revés" que trae Jesús? es salvación para los otros, es el limpio que está lavando al sucio. Cada una de nuestras pequeñas cruces cotidianas son la parte que gloriosamente nos toca en la activa salvación del mundo, en ella no sufrimos sin sentido, sino que lavamos los pies unos a otros, tal como lo pide Jesús.

 

No pido a Dios que me haga comprender esto, porque tanto misterio me excede, pero le pido que nunca mi mentalidad natural y acostumbrada a poner a Dios arriba y a mí mismo abajo, aplastado por el peso de todo el dolor y el sinsentido de cada día, impida que Dios haga en mí su proyecto, que dé vuelta mi vida y haga que me anime a ser salvador con él, lavador de pies junto a él.

 

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