«Es tan importante comulgar; es tan importante ir a Misa y recibir la comunión«, la Eucaristía «es don de sí hasta el sacrificio», un destino muy diferente de los «triunfos y espejismos de éxito». Lo dijo el Papa Francisco durante el Ángelus, en el que también rezó por las poblaciones hindúes de Kerala, afectadas duramente por las lluvias torrenciales y las inundaciones.
Francisco comentó el pasaje evangélico sobre el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, después de que dio de comer a una gran multitud con cinco panes y dos peces. «Jesús se presenta – dijo Francisco –como el pan vivo bajado del cielo; el pan que da la vida eterna. Y añade Cristo: “el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”».
El Papa Francisco señaló en primer lugar, que este pasaje del Evangelio es «decisivo», porque «provoca la reacción de quienes lo escuchan”, quienes se ponen a discutir entre ellos preguntándose “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”».
De este modo explicó que, cuando el signo del pan compartido lleva a su significado verdadero, es decir, el don de sí mismo hasta el sacrificio, surge la incomprensión, «e inclusive el rechazo» de Aquel que poco antes se quería llevar al triunfo. Y llamó a recordar que Jesús tuvo que marcharse, esconderse, porque querían hacerlo rey. Primero «el momento del triunfo, y luego la distancia porque no había gustado esta palabra de Jesús».
Pero de ahí surge la respuesta asertiva de Jesús: «Les aseguro, que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes». Y Francisco subrayó que en este punto de la lectura «junto con la carne aparece también la sangre»:
«Carne y sangre en el lenguaje bíblico -explicó - expresan la humanidad concreta. La gente y los mismos discípulos intuyen que Jesús los invita a entrar en comunión con Él, a “comer” a Él, a su humanidad, para compartir con Él el don de la vida por el mundo. ¡Nada de triunfos y espejismos de éxito!». Es precisamente el sacrificio de Jesús que se dona a sí mismo por nosotros.
Francisco afirmó que alrededor del altar encontramos aquello que nos alimenta y apaga espiritualmente nuestra sed hoy y por la eternidad:
«Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, se nos dona gratuitamente en el banquete Eucarístico». Y añadió: «Cada vez que participamos en la Santa Misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo sobre la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Cristo aprendemos lo que es la vida eterna. Es vivir para el Señor: “el que me come vivirá por mí”(v. 57). La Eucaristía nos plasma para que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino para el Señor y para nuestros hermanos y hermanas. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fructífero el amor evangélico que recibimos en la Eucaristía».
Francisco recordó lo que repite Jesús a cada uno de nosotros y que podemos leer en el versículo 53: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes». Y se detuvo en este punto para aclarar que «no se trata de un alimento material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios», y que «para tener esta vida, es necesario nutrirse del Evangelio y del amor e los hermanos».
Pero el Papa también puso en guardia sobre cuáles pueden ser nuestras reacciones a la invitación de Jesús a nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre: «Podemos sentir la necesidad de discutir y de resistir», como lo hicieron quienes escuchaban a Jesús, en el Evangelio que leemos hoy.
Esta necesidad de discutir y resistir sucede – aseguró Francisco - cuando nos cuesta modelar nuestra existencia según la de Jesús, actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo:
«Nutriéndonos de este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, con sus sentimientos, con sus comportamientos. Por ello es tan importante comulgar; es tan importante ir a Misa y recibir la comunión, porque es recibir el Cuerpo de Cristo, es recibir a este Cristo que nos transforma desde dentro y recibir este Cristo Vivo que nos prepara para el cielo».
En la conclusión de su catequesis y antes de la oración mariana, el Pontífice oró para que «la Virgen María sostenga nuestra intención de hacer comunión con Jesucristo, nutriéndonos con su Eucaristía, para que a su vez nos convirtamos en pan partido para los hermanos».
Después de la oración, el llamado por las poblaciones de la India. «En los últimos días, los habitantes del Kerala en India –dijo con tristeza el Papa– fueron afectados duramente por lluvias intensísimas, inundaciones y deslizamientos de tierra, con grandes pérdidas de vidas humanas, numerosos dispersos y desplazados, e ingentes daños a los cultivos y a las casas».
«Que no falte a estos hermanos –continuó– nuestra solidaridad y el concreto apoyo de la Comunidad Internacional. Estoy cercano a la Iglesia en Kerala, que está en primera línea para socorrer a la población. También todos nosotros estamos cerca de la Iglesia en Kerala. Recemos juntos por cuantos han perdido la vida y por todas las personas que están probadas por esta gran calamidad. Recemos juntos en silencio». El Papa después invitó a los fieles reunidos a rezar un Ave María.