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El Testigo Fiel
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Hechos 2,1-4 Biblia de Jerusalén (2ª)
2,
1:
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
2,
2:
De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
2,
3:
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
2,
4:
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Notas (de Biblia de Jerusalén (2ª)):

=>2:1 (a) Es decir, concluido ya el período de cincuenta días entre la Pascua y Pentecostés. Pentecostés, que primeramente fue fiesta de la siega, Ex 23,14+, se había convertido también en la fiesta de la renovación de la Alianza, ver 2Cro 15,10-13; Jubileos 6:20; Qumrán. Este nuevo valor litúrgico pudo inspirar la escenificación de Lucas, que evoca la entrega de la Ley en el Sinaí.

=>2:1 (b) No la asamblea de los ciento veinte de Hch 1,15-26, sino el grupo apostólico presentado en Hch 1,13-14.

=>2:2 Hay afinidad entre el Espíritu y el viento: la misma palabra significa «espíritu» y «soplo», ver Jn 3,8+.

=>2:3 La forma de las llamas (Is 5,24; ver Is 6,6-7) se relaciona aquí con el don de lenguas.

=>2:4 Según uno de sus aspectos, vv. Hch 2,4, Hch 2,11, Hch 2,13, el milagro de Pentecostés es afín al carisma de la glosolalia, frecuente en los comienzos de la Iglesia: ver Hch 10,46; Hch 11,15; Hch 19,6; 1Co 12-14; ver Mc 16,17. Sus antecedentes se hallan en el antiguo profetismo israelita, ver Nm 11,25-29; 1S 10,5-6, 1S 10,10-13; 1S 19,20-24; 1R 22,10. Ver Jl 3,1-5 , citado por Pedro, vv. Hch 2,17s.

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