=>1:9 Este v. Jn 1,9 debe unirse a los v-5: l 46; ver Jn 6,14; Jn 9,39; Jn 11,27; Jn 18,37, porque fue enviada por Dios a él, Jn 10,36; Jn 17,18. Otros prefieren traducir: «... todo hombre que viene a este mundo».
=>1:10 El «mundo» puede designar simplemente el universo creado, Jn 17,5, Jn 17,24, pero según las tradiciones judías, tiene a menudo un matiz peyorativo. Sometido al poder de Satán, Jn 12,31; Jn 14,30; Jn 16,11; 1Jn 5,19, se niega a creer en la misión de Cristo, Jn 16,8, Jn 16,11, y persigue con su odio a Jesús y a sus discipulos; Jn 15,18-19; Jn 17,14, cuya luz denuncia su perversión; Jn 7,7; Jn 3,19-21. Su malicia es profunda, Jn 17,9, pero será vencido por Cristo, Jn 16,33. Comparar con el sentido peyorativo de «tierra» en Ap 6,15; Ap 13,3; Ap 13,8; Ap 14,3; Ap 17,2, Ap 17,5, Ap 17,8. Según las tradiciones judías, a este mundo malo sucederá un día «el mundo futuro»; para Juan, el mundo escatológico está ya presente «arriba», Jn 8,23, junto al Padre, Jn 13,1, donde los discípulos de Cristo gozan de la vida eterna, Jn 12,25. Pero otros textos presentan el mundo con un tono más optimista. Así, es capaz de creer en Cristo a la vista de los signos que realiza, Jn 12,19. Dios lo ama y ha enviado a su Hijo para salvarlo dándole la vida, Jn 3,16-17; Jn 12,47; Jn 6,33, Jn 6,51. Por cuanto le quita su pecado, Jn 1,29, Cristo es el salvador del mundo, Jn 4,42.
=>1:11 Probablemente el pueblo judío.
=>1:12 La Palabra es una semilla divina, 1Jn 3,9; Lc 8,11, que, cuando la recibimos, nos hace hijos de Dios, 1Jn 3,1; 1P 1,23; St 1,18. Según Jn 3,5-6, nuestro nuevo nacimiento es el fruto del Espíritu, ver Rm 8,14.
=>1:13 La lectura en plural «los cuales no nacieron», atestiguada por el conjunto de manuscritos griegos, es la lectura corriente. Var.: «Él que no nació». En el libro apócrifo de Henoc, Jn 15,4, se reprocha a los ángeles que se hayan unido a las mujeres según Gn 6,1-5 : «En la sangre de mujeres os habéis manchado y en la sangre de la carne habéis engendrado y en la sangre de hombres habéis dado pasto a la concupiscencia». En el supuesto de la lectura en singular, Juan, que conoce esta tradición judía, quiere hacer ver que Jesús no fue concebido como los Gigantes a partir de ángeles caídos, sino «de Dios», ver Lc 1,34-35.
=>1:14 (a) Ver 1Jn 4,2; 2Jn 1,7; Rm 1,3. - La «carne» designa a la humanidad en su condición de debilidad y de mortalidad, Gn 6,3; Sal 56,5 ; Is 40,6-8; Jn 3,6; Jn 17,2. Al revestirse de nuestra humanidad, la Palabra de Dios ha asumido todas sus debilidades, incluida la muerte, Flp 2,6-8.
=>1:14 (b) Verbo griego eskénôsen, ver skenê. Lit.: «su tienda». Alusión a la Tienda «miskân» que, en tiempo del Éxodo, simbolizaba la presencia de Dios, Ex 26,1+, presencia que se hizo manifiesta por la irrupción de la gloria de Dios en ella en el momento de su inauguración, Ex 40,34-35. La Palabra, Unigénito del Padre, en quien reside el nombre temible «Yo soy», Ex 3,14-15; Jn 8,24+, resplandeciente de esa gloria que tiene del Padre, realiza en la nueva alianza esta presencia divina que debe asegurar la salvación del pueblo de Dios, Ex 34,9. Él es verdaderamente el Emmanuel, «Dios con nosotros», anunciado por Is 7,14; Mt 1,23.
=>1:14 (c) La gloria era la garantía de la presencia de Dios, Ex 24,16+. Ella misma no podía ser vista, Ex 33,20+, pero se manifestaba a través de los prodigios realizados por Dios en favor de su pueblo, Ex 15,7; Ex 16,7. Lo mismo sucederá con la Palabra encarnada, cuyos «signos» manifiestan la gloria, Jn 2,11+; Jn 11,40, «en espera del signo» por excelencia de la resurrección, Jn 2,18-19; Jn 17,5. También del mismo modo que la gloria de Dios se reflejaba en el rostro de Moisés después de la teofanía del Sinaí, Ex 34,29, Ex 34,35, así el rostro de Cristo resplandeció cuando la Transfiguración (similar a la teofanía del Sinaí, ver Mat 17+), y sus discípulos pudieron ver así el reflejo de su gloria, Lc 9,32; 2P 1,16-18.
=>1:14 (d) La fórmula corresponde a la de Ex 34,6+: «rico en amor y fidelidad» en la definición que Dios da de sí mismo a Moisés. Al régimen de la Ley sucede el del amor indefectible de Dios, que se manifiesta en Cristo, Jn 1,17.