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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

La trampa de los “pasatiempos religiosos”

27 de jun de 2019
La denuncia de unas vidas atrapadas en la superficialidad no debe dejar de lado la similar denuncia a formas religiosas, incluso cristianas, que también se quedan en la superficie del exigente camino de Jesús.

En el conocido libro de Milan Kundera “La insoportable levedad del ser” se describe a esas personas que en la vida cambian permanentemente de amistades, cosas, experiencias y parejas, sin ellas cambiar nunca. El mismo título de la obra advierte al lector que esa levedad es insoportable. Se trata de una descripción de esa vida atrapada en el entretenimiento, en la superficie; de esa manera de vivir que huye de la profundidad y del compromiso como si se trataran de aterradores demonios.

Muchos textos y discursos de diversos referentes eclesiales abundan en críticas a eso que se ha llamado “la cultura del entretenimiento” y que, especialmente a través de los medios de comunicación y las actuales tecnologías, se está convirtiendo en una forma de alienación colectiva. Se trata de un fenómeno que está a la vista y que resulta fácil de denunciar y criticar. Por desgracia, esas críticas habitualmente caen en la misma trampa: suelen ser consideraciones también superficiales y aptas para alimentar la atracción que ofrecen los argumentos ya conocidos y fáciles de repetir hasta el cansancio. En otras palabras: también son insoportables.

Quizás ya sea tiempo de detenerse a reflexionar en la Iglesia con seriedad sobre otra “insoportable levedad”. Aquella que no se encuentra en la superficialidad de las propuestas televisivas o en las simplificaciones facilitadas por las redes sociales; tampoco en aquellas frivolidades que abundan en los labios de los políticos; sino en esas otras, las que se encuentran en discursos, libros, devociones y prácticas diversas que abundan y sobreabundan en la vida de nuestras comunidades. Allí también la profundidad y el rigor intelectual se han convertido en malas palabras.

Es muy alto el precio que se paga por esa levedad de vivir en la superficie de las enseñanzas del Maestro de Galilea. Atrapadas entre frases e imágenes “bonitas” y que “hacen bien” muchísimas personas acceden a un conocimiento infantil del Evangelio que en nada se parece a la invitación del Señor a “ser como niños”. Al contrario, es una superficialidad que permite instalarse con naturalidad en ese divorcio entre la fe y la vida que denunció enérgicamente el Concilio Vaticano II “como uno de los más graves errores de nuestra época” (G.S. 43).

La levedad insoportable

Es un error pensar que esa manera superficial de presentar el mensaje evangélico es algo “insoportable” para quienes desde una supuesta superioridad intelectual observan “desde arriba” y juzgan y critican a quienes “practican la religión” como un entretenimiento. Es algo más grave. Esa manera de vivir la fe es “insoportable” en primer lugar para quienes, por comodidad o ignorancia, pretenden vivir de esa forma.

La palabra “insoportable” hace referencia a algo que no puede sostenerse a sí mismo, a una realidad que no ofrece seguridad, que es frágil y vacilante. Por eso muchos pierden su fe cuando aparecen en escena esas cargas reales de las que se pretende huir reemplazando la fuerza del Evangelio con las ilusiones de la levedad. También por ese motivo muchos se alejan de la Iglesia cuando pasan los años y comienzan los verdaderos problemas de la vida. Otros se encierran en sí mismos y se niegan a crecer aferrados a “prácticas piadosas”.

Jesús habla con mucha sencillez, pero no oculta los misterios. Dice sin vueltas a sus discípulos que él debe “padecer, morir y resucitar”; ellos quedan perplejos y no entienden. Les dice que es más fácil para un camello pasar por el ojo de la aguja que a un rico entrar en el Reino. O que su cuerpo debe ser comido y su sangre bebida. Más perplejidad. Caminar junto al Señor significa para sus amigos un esfuerzo constante para intentar comprender, es un desafío permanente. Seguir al Maestro es estar dispuesto a “nacer de nuevo”. Ninguna palabra de los evangelios se asemeja a un “entretenimiento”.

Evangelizar no se trata de cambiar unas ilusiones por otras. No es cuestión de procurar alejar a las personas de los espejismos que ofrece “el mundo” y aproximarlas a fantasías “religiosas”. El desafío es ofrecer desde la Iglesia un camino alternativo que permita salir de esos laberintos de ilusiones que alejan de la realidad y enseñe a soportar la carga y la verdad de la vida. Se trata de ofrecer con ternura y valentía la “alegría del Evangelio”, que no se parece en nada a la evasión irresponsable ni a esa “insoportable levedad” que se ofrece a raudales con formas “religiosas”, con frases ya gastadas, con discursos obvios en los que no creen ni los que los pronuncian.

Tomado del blog «No basta con un click», de Jorge Oesterheld, Sacerdote

Comentarios
por Toni (i) (84.79.142.---) - mi , 17-jul-2019, 08:35:29

Está bien.pero a todo esto, aunque viejo, se le puede aplicar aquel aforismo popular que dice..."Obras son amores y no buenas razones", dicho retomado del otro más profundo que dice el Apóstol.."Muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré con mis obras la fe"---------Suele en la vida real, confundirse los términos demasiado a menudo.

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