Este domingo, la Iglesia recuerda a los protomártires cristianos. Fueron fieles romanos de los primeros tiempos del cristianismo perseguidos y torturados horriblemente tras haberse convertido gracias a la predicación de Pedro y Pablo.
Francisco ha evocado a esos primeros mártires para advertir de que «también nosotros vivimos en un tiempo de martirio, todavía más que en los primeros siglos».
El Papa lo ha denunciado en numerosas ocasiones y este domingo ha querido recordar de nuevo a aquellos que «en distintas partes del mundo sufren discriminación y persecución a causa de la fe fecundando así la Iglesia». «Otros se enfrentan a un martirio de “guante blanco”. Apoyémosles con nuestra oración y dejemos que nos inspiren con su testimonio de amor por Cristo», ha destacado.
Francisco ha vuelto a implorar la paz para «Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar y otros lugares donde se sufre tanto a causa de la guerra». Ha deseado que «el Sagrado Corazón de Cristo toque el corazón de cuantos quieren la guerra para que se conviertan y opten por el diálogo».
«Una Iglesia y una sociedad que no excluyan a nadie»
Antes de la oración del ángelus, el Papa se ha centrado en la relación entre los dos milagros que este domingo narran los Evangelios: la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo.
Ha explicado que en ambos casos media el contacto físico entre Cristo y ambas mujeres. Una toca su manto y Jesús toma la mano de la niña muerta. De esta forma, «desafía una concepción religiosa equivocada, según la cual Dios separa a los puros por un lado y a los impuros por otro».
El Santo Padre ha indicado que esa concepción humana nada tiene que ver con cómo Dios hace las cosas «porque todos somos sus hijos, y la impureza no deriva de alimentos, enfermedades y ni siquiera de la muerte, sino que viene de un corazón impuro».
El Señor no se aleja de sus hijos en las situaciones de sufrimiento físico o psicológico o incluso frente al pecado, sino que se acerca para salvarnos incluso de la muerte, ha asegurado Francisco.
«Él no discrimina a nadie porque ama a todos», subrayaba el Papa. Por eso, ha preguntado si intentamos hacer como Jesús o etiquetamos a las personas en base a nuestros gustos y a nuestras preferencias.
Por último, ha hecho una petición: «Miremos al corazón de Dios, porque necesitamos una Iglesia y una sociedad que no excluyan a nadie, que no traten a nadie como “impuro”, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas ni prejuicios».