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El Testigo Fiel
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Documentación: Clemente de Alejandría: Stromata
Libro I
Título completo: «Stromata de notas gnósticas según la verdadera filosofía» (o: «Stromatéis de las memorias gnósticas conforme a la verdadera filosofía»).
Texto griego en «Sources Chrétiennes», n. 30, Paris, Éds. du Cerf, 1951; y en «Fuentes Patrísticas» [= FP], n. 7 [...]

(también libro I), Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 1996, pp. 64 ss. Seguimos fundamentalmente la traducción castellana de esta última edición, con el agregado de subtítulos; pero hemos tomado en cuenta las variantes propuestas en la versión la realizada por Domingo Mayor, sj: «Clemente Alejandrino. Stromatéis. Memorias gnósticas de verdadera filosofía», Abadía de Silos, Ed. Abadía de Santo Domingo de Silos, 1994 (Studia Silensia, XVI) [aparecida en 1997]. Otras traducciones consultadas: «Clemente Alessandrino. Stromati. Note di vera filosofia. Introduzione, traduzione e note di Giovanni Pini», Milano, Ed. Paoline, 1985 (Letture cristiane delle origini, 20/Testi); y la versión inglesa (ver link). Habitualmente traducimos el vocablo «Lógos» por «Verbo». Se trata de una opción discutible, pero que facilita la lectura de quienes no frecuentan habitualmente textos patrísticos. El término Stromata, que algunos traducen por tapiz, puede tener diversos significados. Era un título corriente en aquellos tiempos, "que permitía a los autores tratar de las más variadas cuestiones sin tener que sujetarse a un orden estricto" (FP 7, p. 27). Ver asimismo la advertencia preliminar de D. Mayor, «op. cit»., pp. 9-10, donde señala que el título correcto de la obra de Clemente es: «Stromatéis», en singular «Sotromateús»(Centones, Centón).

Toda esta nota y fuentes provienen del sitio del Monasterio Benedictino de Santa María de los Toldos (ver link) que es de donde tomamos (sin cambios más que de algún formato) el texto completo



Partes de esta serie: Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII

LIBRO I

Capítulo I: Prefacio. Primera parte. Finalidad que persigue Clemente en esta obra. Necesidad de creer. La enseñanza escrita y oral

La plantación espiritual

1.1. [Falta el inicio] ... "para que los leas continuamente y puedas conservarlos" (Hermas, El Pastor, Visiones, 5,5; Platón, Fedro, 257 D). Pero ¿está permitido a todo el mundo legar escritos o únicamente a algunos? En el primer caso, ¿qué tendría de provechoso la escritura? Y en el segundo, ¿sólo se permitiría a los diligentes o también a los que no lo son? En verdad, sería ridículo rechazar como indignos los escritos de los hombres honrados, y admitir los libros de quienes no lo son.

1.2. Además, ¿acaso se han de dar por buenos los mitos y blasfemias que aparecen en Teopompo, Timeo, Epicuro -el iniciador de la impiedad-, o igualmente los escritos que se atribuyen a Hiponacte y a Arquíloco, y, en cambio, vamos a prohibir dejar algo de provecho a la posteridad a quien proclama la verdad? Pienso yo que es preferible dejar buenos hijos a la posteridad. En efecto, las palabras son descendientes del alma, al igual que los niños lo son del cuerpo.

1.3. Por eso llamamos padres a los que nos han catequizado, puesto que la sabiduría es comunicativa y amiga de los hombres. Por ello, Salomón afirma: "Hijo, si, recibiendo la expresión de mi precepto, la escondieres dentro de ti, tu oído obedecerá sabiamente" (Pr 2,1-2). Esto indica que la palabra es sembrada y enterrada, como semilla en la tierra, en el alma del discípulo, y ésta es la plantación espiritual (cf. Mt 13,8; 15,13).

Debemos salir de la ignorancia espiritual

2.1. Por eso también añade: "Dirigirás tu corazón a la prudencia y lo enderezarás para instrucción de tu hijo" (Pr 2,2). Así, por tanto, me parece a mí que un alma que se une a [otra] alma y un espíritu a [otro] espíritu, cuando se siembra la palabra, hacen crecer la semilla y producen vida; y todo el que es educado viene a ser hijo del educador en virtud de la obediencia. Dice [Salomón]: "Hijo, no olvides mis leyes" (Pr 3,1).

2.2. Y aunque la gnosis no es [patrimonio] de todos, como el tocar la lira para el asno, conforme afirman los amigos de proverbios; sin embargo, los libros son para las multitudes. Por cierto, los cerdos "prefieren revolcarse en el barro" (2 P 2,22) más que en el agua limpia.

2.3. "Por eso -dice el Señor- les hablo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no oigan ni entiendan" (Mt 13,13). El Señor no provoca en ellos la ignorancia -puesto que no sería lícito pensar así-, sino que de manera profética les hace ver su actual ignorancia, y les da a entender que son incapaces de comprender lo que les anuncia.

El cristiano se sostiene en su fe por la gracia de Cristo Jesús

3.1. He aquí cómo el Salvador mismo se presenta distribuyendo a los siervos, conforme a la capacidad de quien recibe y que es necesario incrementar con la práctica, sus riquezas de lo que le sobra. Y vuelve más tarde para revisar cuentas (o: entablar razón; o: ajustar cuentas) con ellos. A los que acrecentaron su dinero, los "fieles en lo poco" (Mt 25,21) les aprueba y les promete "constituirlos en lo mucho" (Mt 25,23), y les manda entrar "en la alegría del Señor" (Mt 25,23).

3.2. Por el contrario, a quien enterró el dinero que se le había confiado para que lo colocara a interés, y lo devolvió tal como lo había recibido, improductivo, le dijo: "Siervo malo y perezoso, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al volver yo habría recobrado lo mío (Mt 25,26; Lc 19,12); y el siervo inútil será arrojado "a las tinieblas exteriores" (Mt 25,30).

3.3. Así, tú también -dice igualmente Pablo-, confirmado en la gracia de Cristo Jesús, lo que de mí has oído ante muchos testigos, transmítelo a hombres fieles, que sean capaces ellos mismos de enseñar a otros" (2 Tm 2,1-2).

3.4. Y de nuevo: "Mira bien cómo presentarte ante Dios, como hombre probado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que distribuye rectamente la palabra de la verdad" (2 Tm 2,15).

Importancia de la predicación

4.1. Si dos [personas] anuncian la Palabra, una por escrito y otra oralmente, ¿cómo no aprobar a ambas, puesto que por la caridad han hecho operativa la fe (cf. Ga 5,6)? La responsabilidad de no escoger lo mejor es de quien elige; Dios no es culpable (o: no es responsable). De ahí que a unos les corresponda colocar a interés la palabra, y a otros examinarla y elegirla o no; el juicio se juzga en ellos mismos.

4.2. No obstante, la ciencia de la predicación es en cierta medida [tarea] angélica y de cualquier forma que se realice, con la mano o mediante la voz, es provechosa. "Porque quien siembra en espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna; no nos cansemos de hacer el bien" (Ga 6,8. 9).

4.3. Por tanto, a quien le haya tocado, por divina Providencia, (la tarea de enseñar), obtiene los mejores bienes(2): el comienzo de la fe, el deseo de una conducta recta, el caminar hacia la verdad, el anhelo de la investigación, la huella de la gnosis; por decirlo brevemente, se le conceden los medios de salvación. Además, quienes se alimentan auténticamente con las palabras de la verdad también reciben el viático para la vida eterna y le conceden alas para volar al cielo.

4.4. Por eso, el Apóstol afirma de la forma más admirable: "Mostrémonos en todo cual servidores de Dios; como mendigos, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, pero poseyéndolo todo: les abrimos nuestra boca" (2 Co 6,4. 10. 11). "Te conjuro -dice escribiendo a Timoteo- delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos, que hagas esto sin prejuicios, sin parcialidad" (1 Tm 5,21).



Que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde

5.1. Es necesario, por tanto, que entre ambos nos examinemos a nosotros mismos, el que habla, si es digno de hablar y de dejar memorias escritas, el que escucha, si merece escuchar y leer. Así, quienes reparten la Eucaristía, según es costumbre, también encarecen a cada uno de los asistentes que tomen la porción que les corresponde.

5.2. De hecho, lo mejor para elegir o rehusar con [plena] seguridad es la conciencia, cuyo sólido fundamento es una vida recta unida a la conveniente doctrina. Pero, para [alcanzar] el conocimiento de la verdad y practicar los mandamientos, lo mejor es seguir a otros que ya han sido probados y que obraron con rectitud.

5.3. "Puesto que quien come el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, entonces, el hombre a sí mismo y coma luego de ese pan y beba de ese cáliz" (1 Co 11,27-28).

Deberes del buen servidor de la palabra de Dios

6.1. Igualmente es preciso que quien presta un servicio al prójimo examine si no se ha lanzado a la enseñanza con audacia o por envidia; si no ambiciona la fama [mediante la predicación] de la Palabra; si recoge como único salario la salvación de los oyentes; y, si el que habla mediante apuntes escritos evita el peligro de hacerlo por conquistar favores (cf. Platón, Gorgias, 521 A) y para que no que se le acuse de corrupción.

6.2. "Porque nunca hemos usado de lisonjas en discurso [alguno], como bien saben -dice el Apóstol- ni hemos procedido por lucro, Dios es testigo; ni hemos buscado la alabanza de los hombres, ni la de ustedes, ni la de ningún otro. Pudiendo, como apóstoles de Cristo, hacer sentir nuestra autoridad; sin embargo, fuimos bondadosos en medio de ustedes, como una nodriza que cuida con ternura a sus hijos" (1 Ts 2,5-7).

6.3. Por eso, quienes pretenden participar de las palabras divinas deben estar muy atentos, no sea que indagando con curiosidad, como si se tratase de visitar monumentos de una ciudad, consigan precisamente eso, es decir, tener parte en las cosas mundanas, sabiendo a la vez que los consagrados a Cristo no carecen jamás de lo necesario. Esos tales son hipócritas a los que se debe dejar de lado. No obstante, si alguien "no quiere parecer justo sino serlo" (Platón, República, II,362 A; Esquilo, Siete contra Tebas, 592), debe ser consciente de lo que es lo mejor para él.

El obrero siembra, y el Señor da el crecimiento

7.1. Puesto que "la mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37-38; Lc 10,2), en realidad conviene pedir, de forma que tengamos gran abundancia de trabajadores. Pero el cultivo es doble: uno sin escritura; el otro con ella. De cualquier manera que el obrero del Señor siembre los granos de trigo de buena calidad, haga crecer y sigue las espigas, resultará un agricultor realmente divino.

7.2. "Trabajen -dice el Señor- no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna" (Jn 6,27). Ahora bien, la alimentación se consigue mediante el pan y mediante las palabras (cf. Mt 4,4). Y, en verdad, son "bienaventurados los pacíficos" (Mt 5,9), los que enseñan a los [hombres] que en esta vida de errores son víctimas de la ignorancia(o: que se han vuelto enemigos de un determinado género de vida y extravío por ignorancia), y les conducen a la paz del Verbo y de la vida según Dios, y alimentan con la distribución del pan a quienes tienen hambre de justicia (cf. Mt 5,6).

7.3. También las almas tienen sus alimentos propios: unas crecen mediante el conocimiento y la ciencia; otras, en cambio, son apacentadas con la filosofía helénica, en la que, al igual que en las nueces, no todo es comestible.

7.4. "El que planta y el que riega -ministros de quien da el crecimiento- son uno respecto al ministerio; y cada uno recibirá el salario conforme a su trabajo. Porque nosotros somos cooperadores de Dios; ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios" (1 Co 3,8. 9), según el Apóstol.

Estamos invitados a participar en el banquete de la fe

8.1. No se ha de permitir, por tanto, a los oyentes poner a prueba la doctrina mediante la comparación, ni exponerla al examen de quienes están educados en toda clase de artificios humanos, y cuya alma está llena de esos falsos sofismas de los que ni siquiera pretenden librarse.

8.2. Por el contrario, cuando uno elige participar en el banquete de la fe, pisa en firme (o: adquiere el juicio necesario) para recibir las divinas palabras, porque posee la fe misma como criterio razonable de juicio. Luego le viene, como sobreabundancia, la persuasión. Y eso mismo es lo que significa aquel [dicho] profético: "Si no creen, no comprenderán" (Is 7,9). "Por consiguiente, mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe" (Ga 6,10).

8.3. Que cada uno dé gracias salmodiando según el bienaventurado David: "Rocíame con el hisopo y quedaré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, y saltarán de júbilo los huesos quebrantados. Aparta tu rostro de mis pecados y borra mis iniquidades.

8.4. Crea en mí un corazón puro, oh Dios, y renueva en mis entrañas un espíritu recto. No me arrojes de tu presencia, y no apartes de mí tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación y confírmame con un espíritu generoso" (Sal 50,9-14).

La palabra oral y la palabra escrita

9.1. Ahora bien, quien habla delante de personas y, con tiempo, las somete a examen, valora con juicio, y distingue al que es capaz de oír de los demás, observando las palabras, el carácter, las costumbres, el modo de vivir, los movimientos, las actitudes, la mirada, la voz, lo que es crucial, el camino pedregoso, el camino trillado, la tierra fértil, la cubierta de zarzales. Y también la que es fecunda, buena, bien labrada, y que puede multiplicar la semilla (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,3-8; Lc 8,4-8).

9.2. Pero quien habla mediante escritos se purifica ante Dios, si proclama estas cosas por escrito, sin ánimo de lucro ni por vanagloria; sin dejarse vencer por el deseo de la pasión, ni esclavizar por el temor, ni excitar por la voluptuosidad. Sino que sólo disfruta con la salvación de sus lectores, de cuya recompensa ni siquiera él participa en el presente, sino que aguarda con esperanza aquella otra que le será otorgada por quien prometió dar a los obreros el salario merecido (cf. Mt 20,4).

9.3. Tampoco debe desear la recompensa quien ha alcanzado la edad adulta. Porque quien se gloría de su buen obrar, ¿no ha recibido ya su compensación en la buena reputación? Y quien realiza una buena acción para ser premiado, como el que obtiene un beneficio por la buena acción realizada, o el que evita el castigo por [culpa] de una mala acción, ¿no está dominado por el espíritu del mundo? Es necesario, por tanto, imitar en lo posible al Señor.

9.4. Quien lo hiciere cumplirá la voluntad de Dios, dando gratis lo que recibe gratuitamente (cf. Mt 10,8), y acepta como digna recompensa su misma buena conducta (lit.: la ciudadanía). Así dice [la Escritura]: "No entrará en el santuario el salario de una meretriz" (Dt 23,19). Y también está prohibido ofrecer en el altar del sacrificio "el precio de un perro" (Dt 23,19)(1).

(1) Sigo la opción adoptada por D. Mayor («op. cit»., p. 55), que coloca esta última cita al fina del párrafo 9.

El ojo del alma

10.1. Quien por mala alimentación y enseñanza tenga obstruido el ojo del alma (Platón, República, VII,533 D), respecto a la luz que le es propia, diríjase a la verdad que revela por la Escritura lo no escrito: "Los que tengan sed, acudan al agua", dice Isaías (Is 55,1); y Salomón aconseja: "Bebe el agua de tus depósitos" (Pr 5,15).

10.2. En Las Leyes, Platón, el filósofo aleccionado (o: discípulo de) por los hebreos, prescribe a los agricultores no regar ni tomar agua de otros, si antes no han cavado en su propio terreno, hasta la llamada capa virgen y no han comprobado su tierra sin agua (cf. Platón, Leyes, VIII,844 A-B).

10.3. Porque aunque sea justo socorrer en la necesidad, sin embargo no es bueno fomentar la pereza. Y aunque es razonable ayudar a uno a llevar su carga, sin embargo no lo es ayudar a descargarla, dijo Pitágoras (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 42).

10.4. La Escritura enciende al mismo tiempo el ardor vital del alma y orienta el ojo interior a la contemplación, bien infundiendo un germen, como el labriego que injerta, bien renovando lo ya existente.

10.5. "Muchos, en efecto, hay entre nosotros enfermos y débiles, y bastantes que están dormidos (= muertos), como dice el divino Apóstol. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados" (1 Co 11,30-31).

Capítulo I: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata

La verdadera tradición de la bienaventurada doctrina

11.1. Esta obra no es un escrito compuesto con todas las reglas del arte para la ostentación, sino que atesora memorias para mi vejez; y son un remedio contra el olvido, sencillamente un reflejo (o: apunte) y esbozo de aquellos brillantes y animados discursos que tuve el honor (lit.: fui juzgado digno) de oír a bienaventurados y realmente dignos varones.

11.2. De entre ellos, uno era el Jónico, que vivía en Grecia; otros dos habitaban en la Gran Grecia (uno era oriundo de la bahía de Siria, otro de Egipto); y otros [eran] de Oriente: uno de Asiria y otro de Palestina, hebreo de nacimiento. Al encontrarme con el último (en realidad era el primero por su capacidad), descansé tras hallarlo (lit.: darle caza) en Egipto, donde estaba oculto. Realmente era como una abeja siciliana que recogía (el néctar) de las flores del campo profético y apostólico, y que engendró un fruto puro de "gnosis" en el alma de sus discípulos (lit.: oyentes).

11.3. Estos [maestros] conservan la verdadera tradición de la bienaventurada doctrina que procede directamente de los santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan y Pablo, al igual que un hijo recibe la herencia de su padre (aunque son pocos los hijos que se parecen a sus padres [Homero, Odisea, II,276]); y llegaron con la ayuda de Dios, para depositar en nosotros aquellas semillas de sus antepasados y de los Apóstoles.

El Salvador siempre salva y continuamente actúa

12.1. Bien sé que [los lectores] se alegrarán; y no por la forma con la que yo me expreso, sino porque en ella sólo se conserva lo que ellos prescribieron. Porque me parece que la acción de un alma, que, sin perder nada, desea conservar la bienaventurada tradición, es la de emprender semejante investigación: "El hombre que ama la sabiduría alegrará al padre" (Pr 29,3).

12.2. Los pozos de los que se saca agua con frecuencia, la tienen más limpia; en cambio, de los que no se saca nada, se pudren. También el hierro conserva el brillo con el uso; en tanto que la herrumbre es producida por el desuso. En términos generales, el ejercicio engendra la buena disposición tanto de las almas como de los cuerpos.

12.3. "Nadie enciende una lámpara y la coloca debajo de un celemín" (Mt 5,15), sino sobre el candelero, para que alumbre a los que han sido invitados (o: dignos [de participar]) al banquete común (cf. Lc 14,24). ¿Para qué sirve una sabiduría que no hace sabio a quien es capaz de entenderla? El Salvador siempre salva y continuamente actúa, como ve [que hace] el Padre (cf. Jn 5,17 ss.; 9,4). Cuando uno enseña es cuando más aprende, y al hablar uno se convierte muchas veces en oyente de su propio auditorio. En efecto, "uno sólo es el Maestro" (Mt 23,8), tanto del que habla como del que escucha; y uno solo es también el que hace brotar tanto la inteligencia como la palabra.

Los misterios de la fe se confían a la palabra

13.1. De ahí que el Señor no prohibiera hacer el bien en sábado (cf. Mt 12,12), sino que permitió participar de los misterios divinos y de aquella luz santa "a quienes pudieron comprender" (Mt 19,11).

13.2. Y tampoco [el Señor] reveló a la mayoría lo que no estaba al alcance de todos, sino a unos pocos, a aquellos a quienes Él sabía que convenía, ya que podían entender y configurarse con aquellas cosas. Por eso los misterios, como Dios mismo, se confían a la palabra y no a los escritos.

13.3. Si alguno dijere que está escrito: "Nada hay oculto que no llegue a descubrirse., ni secreto que no venga a conocerse" (Mt 10,26), nosotros le diremos que el Verbo ha profetizado con esa sentencia que lo secreto será revelado a quien lo escucha secretamente, y que le serán manifestadas las cosas ocultas a quien sea capaz de recibir la tradición veladamente; y que lo que está oculto para la mayoría será manifiesto para unos pocos.

13.4. ¿Por qué no todos conocen la verdad? ¿Por qué no es amada la justicia, si es patrimonio común de todos? No obstante, los misterios se transmiten misteriosamente, para que estén en la boca del que habla y en la del que escucha; o mejor aún, no en la voz sino en el pensamiento (o: inteligencia; lit.: en el entender).

13.5. "Dios dio a la Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para el perfeccionamiento de los santos, en orden a la realización del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo" (Ef 4,11-12).

Clemente explica las limitaciones de su obra

14.1. Conozco bien la fragilidad de estas notas escritas (o: colección de memorias), en comparación con aquel espíritu lleno de gracia, a quien tuvimos el honor de escuchar; podrán ser, no obstante, una imagen que a quien haya sido herido por el tirso (= vara enramada) le avive el modelo del ejemplar. "Porque quien hable a un sabio -dice [la Escritura]-, también se hará más sabio" (Pr 9,9), y "al que tiene, se le dará más" (Lc 19,26).

14.2. Pero, esto lo decimos no como quien interpreta suficientemente los misterios, puesto que se necesitaría mucho más; sino sólo para recordarlos, tanto en el caso de que los hayamos olvidado por completo, como para que no los olvidemos. Sé muy bien que con el tiempo se nos han olvidado muchas cosas, desvanecidas por no tenerlas escritas. Para soslayar la debilidad de mi memoria, también me he procurado un saludable remedio mnemotécnico: la forma de exposición continuada mediante resúmenes, que es obligatoriamente la que presentaremos en este [nuestro] proyecto.

14.3. En efecto, hay cosas de las que no recordamos nada (pues aquellos bienaventurados hombres tenían una extraordinaria capacidad [intelectual]); hay otras que, por no tenerlas anotadas, las hemos recordado alguna vez, pero ahora se nos han olvidado con el [paso del] tiempo; no obstante, las [que escribo] no son otras que aquellas, que permaneciendo en mi memoria casi habían desaparecido de la misma, puesto que no es fácil memorizar a quien no está bien ejercitado; precisamente ésas [quiero] reavivar en estas notas. Hay cosas que, escogiendo de lo conocido, tengo que pasar por alto voluntariamente, ya que tengo miedo de poner por escrito incluso aquello que reservamos al hablar, y no por envidia (pues no sería lícito), sino por respeto para quienes las lean, no sea que se precipiten [en ellas] de manera infundada, y venga a suceder que tendamos una espada al niño, como afirman quienes gustan de proverbios.

14.4. "Porque es imposible que haya escritos que no lleguen a divulgarse" (Seudo Platón, Epístolas, II,314 B), aunque yo no los haya dado a conocer [jamás]; sin embargo, lo que va y viene anunciado de continuo y de modo uniforme por la sola palabra escrita, no responde a un [posible] interrogador nada más que lo que está escrito, puesto que carece de la obligada ayuda, tanto del autor mismo como de cualquier otro que [anteriormente] haya recorrido el mismo camino(1).

(1)"... Quien se enfrenta a la lectura de cualquier escrito -dice Clemente- no posee otra ayuda que su propia inteligencia para comprender lo que lee; o sea, nadie podrá entender otra cosa distinta de lo que literalmente puede leerse en dicho libro. Ya antes Platón había comparado la escritura con la pintura, producciones que se presentan como seres vivos, pero guardan el más solemne silencio a quien les interroga algo" (FP 7, p. 101, nota 129).

La evangelización de la cultura

15.1. Mi escrito aludirá a algunas cosas e insistirá en otras y sólo mencionará unas pocas, pero procurará hablar de lo que permanece olvidado; desvelará lo oculto e indicará lo secreto.

15.2. También ofrecerá las opiniones de las sectas (o: herejías) más importantes; contradecirá todo aquello que debe ser dispensado providencialmente según la contemplación epóptica (o: contemplación suprema) y que se refiere a la gnosis, la cual progresará en nosotros conforme a la "gloriosa y venerable regla de la tradición" (Clemente de Roma, Primera epístola a los Corintios, 7,2), al comenzar por el origen del mundo, y expondrá primeramente aquellas ideas de la teoría física que hay que presuponer necesariamente, y desechará aquellos obstáculo que se interpongan a la concatenación de los pensamientos; y tendrá los oídos dispuestos para recibir la tradición gnóstica, a la manera que un labrador limpia de espinos y de toda clase de arbustos la tierra para plantar un viñedo.

15.3. Efectivamente, el que prepara un combate también pelea, y los ritos preparatorios de los misterios son ya misterios; por eso nuestra obra no titubeará en utilizar los [mejores] recursos de la filosofía y de cualquier otra propedéutica que nosotros recordemos.

15.4. No sólo hay que hacerse judío en virtud de los judíos y de quienes están bajo la Ley, como dice el Apóstol (cf. 1 Co 9,20-21), sino también griego por los griegos, con el fin de ganarlos a todos.

15.5. Y en la Epístola a los Colosenses escribe: "Amonestando a todo hombre e instruyéndolo en toda sabiduría, para que sea presentado como hombre totalmente perfecto en Cristo" (Col 1,28).

Importancia de la mediación humana

16.1. Además, la cumplida elegancia de la cultura se ajusta perfectamente a la forma de estas notas. La riqueza de la selección de textos es precisamente como un condimento sobreañadido a la nutrición del atleta; no del que es voluptuoso, sino de quien desea tener un buen alimento en aras de la competición. Por eso, cantando, distenderemos armoniosamente la tensión excesiva de nuestra gravedad en el hablar.

16.2. Al igual que quienes desean hablar delante de una multitud, a menudo lo hacen a través de un pregonero con el fin de que lo que dice sea mejor oído; así también nosotros -puesto que a muchos debemos hablar antes de tratar sobre la tradición misma- les acercaremos los pensamientos y los términos que les son familiares, y con los que el auditorio se sentirá más atraído.

16.3. En resumidas cuentas, ya que entre muchas perlas pequeñas una sola es la [mejor], y en una pesca abundante uno es el pez hermoso, con tiempo y esfuerzo la verdad resplandecerá, si tenemos ayuda suficiente; en efecto, la mayoría de los bienes divinos nos son comunicados a través de los hombres.

Un esbozo del plan de la obra

17.1. Todos los que tenemos ojos contemplamos lo que se pone delante de ellos, aunque de manera diferente unos de otros. Así, el cocinero y el pastor no contemplan de igual manera el rebaño (o: las ovejas); el primero observa si está gordo; el segundo, en cambio, mira la pureza de su raza (cf. Jn 10,11. 14). Aquel, si necesita alimento, ordeña la leche de las ovejas; el otro, no obstante, esquila la lana, si se encuentra necesitado de ropa.

17.2. De igual manera, a mí me interesa el fruto de la selección de los textos griegos. Pienso que en tales circunstancias nadie titule de afortunado un escrito al que nadie contradice; en cambio, deberá llamarse razonable aquel otro al que nadie puede contradecir razonablemente. Hay que aceptar no la acción y la doctrina que no reciben reproche alguno, sino aquellas a las que nadie puede contradecir de manera razonable.

17.3. Aunque uno no pueda realizar una empresa correctamente desde sus inicios, no puede decirse que actúa indiscriminadamente, sino que explicará su actividad inspirándose en la sabiduría de Dios o adaptándose [a ella]. Porque quien posee ya la virtud no necesita de camino [alguno] para conseguirla, como el que está sano [no tiene necesidad] de medicina.

17.4. Lo mismo que los agricultores riegan la tierra antes [de sembrar], así también nosotros regamos con el agua potable de los pensamientos griegos, regamos la tierra que ellos son, para que reciban la semilla espiritual que ha sido sembrada, y así pueda crecer [en ellos] fácilmente.

Sobre la filosofía

18.1. Por tanto, estos Stromata recorrerán la verdad mezclada a las enseñanzas de la filosofía, o mejor, envuelta y oculta en ellas, como el fruto comestible de la nuez; me parece que sólo a los labradores de la fe corresponde el custodiar las semillas de la verdad.

18.2. No se me ocultan tampoco las murmuraciones de algunos ignorantes timoratos que dicen que es necesario ocuparse de lo más imprescindible, o sea, de lo que contiene la fe, y prescindir, en cambio, de las cosas externas y superfluas, que nos fatigan inútilmente y nos ocupan el tiempo sin aportar nada al objetivo final.

18.3. Incluso hay quienes piensan que la filosofía es mala, porque se ha introducido en la vida de los hombres para su perdición por un malvado inventor.

18.4. Pero, yo mostraré a lo largo de estos Stromata que el vicio (lit.: la maldad) es de naturaleza mala, de la que ningún labrador puede jamás hacer crecer nada bueno, e insinuaré de alguna manera que la filosofía también es obra de la divina Providencia.

Capítulo II: Prefacio. Segunda parte. Qué son los Stromata (continuación)

Utilidad de la filosofía

19.1. Además de estos recuerdos escritos, que incorporan en los momentos precisos, la doctrina helénica, yo quisiera añadir a mis detractores lo siguiente: en primer lugar, para suponer que la filosofía es inútil, al menos sería útil establecer la afirmación de su inutilidad.

19.2. En segundo lugar, tampoco se puede condenar a los griegos contentándose con la mera mención de sus opiniones, sin adentrarse con ellos hasta descubrir en profundidad los detalles de su pensamiento.

19.3. Porque sólo es válida la refutación cuando se basa en la experiencia, ya que la más perfecta demostración se manifiesta con el conocimiento de lo refutado.

19.4. Hay muchas cosas, en verdad, que no contribuyen al objetivo que prestigia al artista (o: al especialista); además, la cultura general (o: erudición) viene en ayuda de quien expone las verdades más importantes, está orientada a obtener la persuasión de los oyentes y, engendrando admiración en los catecúmenos, les orienta hacia la verdad.

La filosofía no separa de la fe

20.1. Digna de confianza es una conducción de las almas mediante la cual, los que gustan de aprender, reciben la verdad oculta, para que no piensen que la filosofía perjudica por sí misma la vida, y que ha sido producida por un demiurgo de falsas obras y acciones perversas, como algunos han hecho observar; puesto que la filosofía es una imagen clara de la verdad, un regalo divino concedido a los griegos.

20.2. Además, no nos separa de la fe, como embaucados por un arte engañoso, sino que, por decirlo de alguna manera, nos predispone con un más amplio bagaje, que sirve como de gimnasia común en la demostración de la fe.

20.3. Sí, también el contraste de opiniones provoca en sí mismo la verdad, mediante la cual se alcanza la gnosis; porque la filosofía no se impone por la razón anteriormente expuesta, sino gracias al fruto de la gnosis. Nosotros adquirimos el seguro convencimiento de poseer la verdadera ciencia de los significados ocultos.

20.4. No es necesario decir que los Stromata, repletos de ingente sabiduría, pretenden ocultar hábilmente las semillas de la gnosis.

El esfuerzo por alcanzar la verdad

21.1. Porque al igual que el apasionado de la caza captura la presa después de buscar, rastrear, seguir las huellas y azuzar a los perros, así también la verdad se manifiesta como algo dulce, una vez buscada y conseguida con esfuerzo.

21.2. ¿Por qué razón hemos preferido este género literario para nuestras notas? Porque existe el gran peligro de divulgar el contenido realmente misterioso de la verdadera filosofía a quienes desean injustamente contradecirlo todo, desechando todas las palabras y expresiones sin prudencia alguna, engañándose a sí mismos y hechizando a sus seguidores.

21.3. Como dice el Apóstol: "Los hebreos piden milagros; pero los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22).

Capítulo III: Contra los sofistas

Los sofistas: herejes gnósticos

22.1. Pero, la gente de esa clase es numerosa. Algunos de ellos, esclavizados por los placeres y decididos a no creer, se burlan de la verdad, que es digna de todo respeto, y celebran lo bárbaro como cosa de niños.

22.2. Otros, gloriándose de sí mismos, se esfuerzan en hallar acusaciones falsas en nuestros discursos, procurando temas de discusión; buscadores de palabras, abundan en hábiles argucias y "son pendencieros y perturbadores", como afirma el mismo Abderita (Demócrito, Fragmentos, 68 B 150).

22.3. "La lengua de los mortales es voluble, se dice, y mucha locuacidad hay en ella, es pasto abundante en el que por doquier hay toda clase de palabras. Además, cual sea la palabra que dices, así la oirás" (Homero, Ilíada, XX,248-250).

22.4. Engreídos por esa técnica, los desdichados sofistas, son ingeniosos por la sutileza que emplean acerca de la distinción de los términos, y dedican su vida a una determinada manera en el modo de hablar, y también se ocupan de tergiversarlo todo, mostrándose más locuaces que las tórtolas.

22.5. Halagan y lisonjean de forma inhumana, me parece a mí, los oídos de quienes desean ser halagados; son un río de palabras sin más, pero sin una gota de inteligencia. Frecuentemente se olvida que son como sandalias viejas, débiles y que hacen agua [por todas partes], conservando únicamente la lengüeta.

La falsa y la verdadera sabiduría

23.1. El ateniense Solón se explica magníficamente cuando escribe: "Atienden a los discursos y a las palabras del hombre adulador. Cada uno de ustedes camina por huellas de zorra, pero su pensamiento carece de toda consistencia" (Solón, Fragmentos, 8,7. 5. 6).

23.2. Eso mismo es quizá lo que da a entender aquella expresión del Salvador: "Los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58), A mí me parece que sólo en quien cree, diferente en todo de aquellos que son llamados fieras en la Escritura, descansa el Príncipe de los seres, el Verbo bueno y pacífico.

23.3. "El que caza (o: sorprende) a los sabios en su astucia; porque sólo el Señor conoce cuan vanos son los razonamientos de los sabios" (1 Co 3,19-20); sin duda, la Escritura llama sabios a los sofistas, quienes sobreabundan en modos y técnicas de hablar superfluos.

Contra los vanos discursos

24.1. Los griegos, por su parte, llaman indiferentemente sabios y sofistas, porque derivan de la misma raíz, a los atareados y curiosos en cualquier menester.

24.2. Por eso, Cratino, en los "Arquílocos" (o: Arquiloquios), después de mencionar a los poetas, dice: "¡Qué enjambre de sofistas han encontrado!" (Cratino, Fragmentos, 2 K).

24.3. Y como el cómico, también Jofonte (o: Iofonte) en la sátira Los Flautistas, al referirse a los cantores ambulantes (lit.: rapsodas) y a algunos otros, afirma: "En efecto, entró una muchedumbre de innumerables sofistas bien preparados" (Jofonte, Fragmentos, 1).

24.4. La Divina Escritura dice estupendamente de ellos y de otros semejantes, especializados en vana palabrería: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la, inteligencia de los prudentes" (1 Co 1,19).





Capítulo IV: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual

La habilidad del ser humano

25.1. Homero llama sabio al artesano, y en el "Margites", si es de él, escribe de la siguiente manera: "Cuando los dioses no lo habían hecho ni cavador, ni labrador, ni tampoco sabio en algo, porque fallaba en toda profesión" (Margites, Fragmentos, 2 C y 2 A).

25.2. Hesíodo dijo que Lino el citarista "poseía toda la sabiduría" (Hesíodo, Fragmentos, 306), y no duda en llamar sabio al marinero, cuando escribe: "... por nada soy experto en el arte de la navegación" (Hesíodo, Los trabajos y los días, 649).

25.3. Y el profeta Daniel dice: "Lo que el rey solicita es el misterio que ni sabios, ni magos, ni astrólogos, ni adivinos son capaces de exponérselo al rey; pero existe un Dios en el cielo que revela lo secreto" (Dn 2,27-28). También él llama sabios a los Magos de Babilonia (cf. Dn 2,24).

25.4. La Escritura llama sabiduría de igual manera a toda ciencia y arte profano, porque muchas son las cosas inventadas por el genio creador del hombre; y de Dios vienen tanto la técnica como la sabia facultad de la inventiva, como se verá claramente con la siguiente cita:

25.5. "El Señor habló a Moisés diciendo: "Sabrás que yo llamo por su nombre a Beseleel, hijo de Urí, hijo de Or (o: Hur), de la tribu de Judá; le he llenado del espíritu divino de sabiduría, inteligencia y conocimiento en todo trabajo, para que proyecte y construya; para que labre el oro, la plata, el bronce, el jacinto, la púrpura, el carmesí, (para) el labrado de piedras y la talla de maderas, y para que haga cualquier tipo de trabajo"" (Ex 31,1-5).

La "percepción" de quienes se ocupan de la educación

26.1. Luego añade una expresión genérica: "He dado la inteligencia a todo corazón inteligente" (Ex 31,6), es decir, al que es capaz de recibirla con trabajo y ejercicio. Y también está escrito claramente en nombre del Señor: "Tú hablarás a. todos los sabios en inteligencia, a los que he llenado del espíritu de conocimiento" (Ex 28,3).

26.2. Los "sabios en inteligencia" tienen un don natural especial; reciben de la suprema Sabiduría un doble "espíritu de conocimiento", cuando se hacen aptos para recibirlo.

26.3. En efecto, quienes practican oficios manuales gozan de una peculiar sensibilidad: del oído, el vulgarmente llamado músico; del tacto, el modelador. El cantor, de voz; el perfumero, del olfato; el grabador de relieves en sellos, de la vista.

26.4. Pero quienes se ocupan de la educación gozan de una percepción (sunaísthesis: sentimiento íntimo; percepción simultánea; sentido superior; con-captación), gracias a la cual los poetas perciben la métrica, los sofistas la dicción, los dialécticos los silogismos y los filósofos sus respectivas doctrinas.

26.5. La percepción ingeniosa e inventiva anima convincentemente a nuevos intentos, y ese ejercicio acrecienta la inclinación a la ciencia.

La sabiduría de Dios

27.1. Con razón el Apóstol dijo que la sabiduría de Dios es "multiforme" (Ef 3,10) y [ella] muestra su poder "de muchas maneras y repetidas veces" (Hb 1,1) para nuestro bien mediante el arte, la ciencia, la fe y la profecía, porque toda sabiduría viene del Señor y está con Él para siempre" (Si 1,1), como dice [el libro de] la Sabiduría de Jesús.

27.2. "Si invocas la sensatez y llamas con grande voz al conocimiento superior y lo buscas como [se buscan] los tesoros de plata y sigues resueltamente su camino, comprenderás el temor de Dios y hallarás el conocimiento divino" (Pr 2,3-5); el profeta habla también [de sentido divino] para diferenciarlo del sentido filosófico, y nos enseña a buscarlo con una gran nobleza y generosidad para progresar hacia la religión (o: temor de Dios; piedad para con Dios).

27.3. Le contrapone la percepción religiosa, y alude a la gnosis cuando dice: "Porque Dios da de su misma boca la sabiduría, y a la vez percepción e inteligencia, y acumula, ayuda para los justos" (Pr 2,6. 7) En efecto, para los justificados por la filosofía se les reserva como ayuda la percepción superior que conduce a la religión.

Capítulo V: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

"Dios es la causa de todos los bienes"

28.1. Antes de la venida del Señor, la filosofía era necesaria para la justificación de los griegos; ahora, sin embargo, es provechosa para la religión, y constituye una propedéutica para quienes pretenden conseguir la fe mediante demostración racional; por eso se dice: "Tu pie no tropezará" (Pr 3,23), refiriendo a la Providencia lo que es bueno, tanto griego como nuestro.

28.2. Ciertamente, Dios es la causa de todos los bienes; de algunos de modo directo, como del Antiguo y del Nuevo Testamento, de otros mediatamente, como de la filosofía.

28.3. Quizás también la filosofía haya sido dada primitivamente a los griegos antes de que el Señor les llamara a la fe, ya que también la filosofía educaba a los griegos, al igual que la Ley a los hebreos, hacia Cristo (cf. Ga 3,24). En verdad, la filosofía, abriendo camino, predispone al que va a ser perfeccionado por Cristo.

28.4. Por eso dice Salomón: "Haz acopio de sabiduría y te ensalzará, y te coronará con diadema espléndida" (Pr 4,8. 9); una vez que tú la hayas fortificado con la almena (lit.: coronación de un muro) de la filosofía y de toda clase de bienes, la mantendrás inaccesible a los sofistas.

La conveniente preparación para recibir la palabra del Señor

29.1. Porque uno solo es el camino de la verdad; pero, es como un río que siempre fluye y en el que desembocan afluentes de acá y de allá.

29.2. De ahí que por inspiración divina se diga: "Escucha, hijo mío, y recibe mis palabras, para que se acrecienten los abundantes caminos de tu vida. Te enseño los caminos de la sabiduría, para que no te falten los manantiales" (Pr 4,10. 11. 23) que brotan de la misma tierra.

29.3. Y no declaraba tan sólo que para un justo hay muchos caminos de salvación, sino que añade otras muchas vías para muchos justos, proclamando: "Los caminos de los justos brillan como una luz" (Pr 4,18). Así también los mandamientos y las primeras instrucciones son caminos e impulsos de vida.

29.4. "¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como una gallina a sus polluelos" (Mt 23,37; Lc 13,34). Jerusalén significa visión de paz (cf. Ez 8,3; 13,16; 40,2). Así, se hace visible de forma profética que, quienes son iniciados de modo pacífico, han sido educados de muchas maneras para una llamada.

29.5. Así, entonces, ¿qué? Verdaderamente quiso, pero no pudo. ¿Cuántas veces y de qué manera? Dos veces, mediante los profetas y mediante la venida. Por ello la expresión "cuántas veces" muestra que la sabiduría es multiforme (cf. Hb 1,1), porque salva totalmente a algunos, conforme a la cualidad y cantidad de cada uno, en el tiempo y en la eternidad, "porque el espíritu del Señor ha llenado el universo" (Sb 1,7).

29.6. Y si alguien forzare la frase: "No tomes a la mujer frívola, porque los labios de la meretriz destilan miel" (Pr 5,3), aplicándola a la educación griega, que escuche lo que sigue: "Ella unge oportunamente tu garganta" (Pr 5,3), se dice; pero la filosofía no adula.

29.7. ¿A quién, entonces, se alude con la figura de la meretriz? La Escritura lo dice con claridad: "Después de la muerte, los pies de la insensatez hacen descender al Hades a quienes la utilizan, y sus pasos no son seguros. Por consiguiente, camina, lejos del placer irracional, y no te acerques a la puerta de su casa, para no arrojar tu vida a los extraños" (Pr 5,5. 8-9).

29.8. Y añade también: "Luego te arrepentirás en la vejez, cuando se consuman las carnes de tu cuerpo" (Pr 5,11). Porque ese es el fin del placer insensato. Esto baste al propósito.

29.9. Luego [la Escritura] dice: "No vayas frecuentemente tras los pasos de la extraña" (Pr 5,20); en efecto, anima a utilizar la cultura mundana (kosmikē paideía), pero no a permanecer e instalarnos en ella. Porque lo convenientemente concedido a su debido tiempo a cada generación es una educación preparatoria para la palabra del Señor.

29.10. "Ahora bien, hay quienes, seducidos por los encantos de las esclavas, se han preocupado poco de la señora, la filosofía, y han envejecido" (Aristón, Fragmentos, 350), unos con la música, otros con la geometría, otros con la gramática, y los más con la retórica.

Interpretación alegórica de la historia de Sara y Agar

30.1. Al igual que el ciclo de estudios es útil para la filosofía, que es su señora (o: reina), así también la misma filosofía contribuye a la adquisición de la sabiduría. La filosofía es una práctica (o: búsqueda) de la sabiduría; la sabiduría, en cambio, es la ciencia de las cosas divinas y humanas y de sus causas. La sabiduría es la señora de la filosofía, como ésta lo es de la propedéutica.

30.2. Si la filosofía profesa templanza de la lengua, del vientre y de lo que está por debajo de él; también es deseable por sí misma, y se muestra más augusta y señora, si se practica por el honor Dios y por la gnosis.

30.3. La Escritura presenta un testimonio de lo que decimos en lo que sigue: Sara, estéril hacía tiempo, (era) esposa de Abraham. Al no poder dar a luz, Sara entrega a Abraham su esclava, la egipcia de nombre Agar, para que le diera descendencia (cf. Gn 11,30; 16,1-2).

30.4. La sabiduría, conviviendo con el creyente (y Abraham fue reputado como creyente y justo) [cf. Gn 15,6], era todavía estéril y no tenía hijos por aquel entonces, puesto que todavía no había engendrado nada bueno para Abraham; sin embargo, juzgaba conveniente, ya llegado el tiempo del progreso, de unirse primero con la cultura mundana (ya que Egipto simboliza el mundo); luego, acercándose a ella, conforme a la providencia divina, engendró a Isaac.

Tipología de los nombres de los tres patriarcas de Israel

31.1. El mismo Filón interpreta Agar como "residencia en país extranjero" [Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244] (porque se dice en el texto citado: "No te apasiones en demasía de una extraña" [Pr 5,20]), en cambio, a Sara como "mi soberana" (Filón de Alejandría, De specialibus legis, III,87,244). Ciertamente, una vez pre-educados, es posible atender a la sabiduría soberana por la que crece la raza de Israel.

31.2. Esto prueba que la sabiduría es didáctica (o: es enseñable). Abraham la obtuvo, pasando de la contemplación de los fenómenos celestiales (cf. Gn 15,5) a la fe y a la justicia según Dios.

31.3. En cambio, Isaac significa "el autodidacta" (Filón de Alejandría, De plantatione, 40,169). Por eso se manifiesta como figura (týpos: prefiguración) de Cristo. (Isaac) mismo tuvo como única mujer a Rebeca, que significa constancia (o: paciencia; cf. Rm 9,10-11).

31.4. Se dice que Jacob tuvo relación con varias mujeres, y su nombre es interpretado como el "el que se ejercita" [asketés] (puesto que el ejercicio se consigue por medio de muchas y diversas doctrinas); por eso también recibe el nombre de Israel (cf. Gn 35,9), [es decir,] el de mirada penetrante (o: perspicaz; el que ve a Dios; cf. Gn 32,30) puesto que era hábil (o: astuto; muy experimentado) y capaz de ejercitarse (lit.: ejercitado).

31.5. Pero también podría tener lugar otra interpretación acerca de los tres patriarcas: que el sello de la gnosis es soberano, porque consta de naturaleza, aprendizaje y ejercicio.

31.6. Otra imagen de lo que hemos dicho podría ser Tamar, que sentada en la encrucijada y exhibiéndose en apariencia de ramera, a quien tomó el deseoso de saber, Judá (que significa el que puede), y que no dejaba nada sin descubrir y sin investigar, y "se desvió hacia ella" (Gn 38,16), sin dejar de confesar a Dios (o: salvando la confesión respecto a Dios).



Cristo es la Verdad

32.1. Por eso, también el mismo Abraham, estando celosa Sara porque Agar la superaba en honor, al elegir únicamente lo útil de la filosofía mundana, le dijo: "Mira, en tus manos está la esclava, haz con ella lo que te plazca" (Gn 16,6). Queriendo decir: "Me uno a la cultura mundana por ser más joven y esclava tuya, pero también amo y venero la ciencia que posees como perfecta señora de la casa.

32.2. "Y Sara la maltrató" (Gn 16,6) que equivale a: reprendió y corrigió (o: amonestó). Por cierto, rectamente se dice: "Hijo, no desprecies la enseñanza de Dios ni estés enojado cuando te corrija. Porque el Señor corrige al que ama, y aflige al que de verdad es hijo" (Pr 3,11-12; Hb 12,5-6).

32.3. Sin duda, estos mismos pasajes de la Escritura, examinados bajo otros aspectos, recuerdan la existencia de otros misterios.

32.4. Manifestamos, por tanto, abiertamente desde ahora que la filosofía consiste en la búsqueda de la verdad y de la naturaleza de los seres (esa verdad de la que dijo el Señor mismo: "Yo soy la verdad" [Jn 14,6]); y además, la educación preparatoria del descanso en Cristo ejercita el espíritu y despierta la inteligencia, generando la afición investigadora mediante la verdadera filosofía. Es la que han descubierto y tienen los iniciados, o mejor, la han recibido de la Verdad misma.

Capítulo VI: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (continuación)

Necesidad del trabajo sobre sí mismo

33.1. Mediante los ejercicios preparatorios se consigue la mejor ayuda para ver lo que es necesario. Ahora bien, las ideas constituyen la gimnasia de la mente. La naturaleza de las ideas es triple, según sean consideradas por la cantidad, el tamaño y por ambas a la vez.

33.2. El razonamiento [que procede] de las demostraciones infunde una fe segura en el alma del que lo sigue, de tal modo que no permite suponer que lo demostrado sea de otra manera; además no da cabida a los errores que tratan de insinuársenos.

33.3. Así, con estas lecciones el alma es purificada de las impresiones sensibles y se reanima (o: reaviva), para que, al fin, pueda discernir la verdad.

33.4. "Porque una educación y la buena cultura, si es constante, producen buenas naturalezas; y las buenas naturalezas, beneficiadas por esa educación, llegan incluso a ser mejores que sus precedentes por razón de la descendencia, como [sucede] también en los demás seres vivos" (Platón, República, IV,424 A; VII,527 D-E).

33.5. Por eso, también se dice: "Mira, perezoso, a la hormiga, y sé más sabio que ella" (Pr 6,6), porque ella deposita alimento abundante y variado, durante la cosecha, para la amenaza del invierno.

33.6. "Mira también a la abeja y aprende cómo trabaja" (Pr 6,8). También ella se extiende por todo el prado produciendo un solo panal de miel.

La administración del alma

34.1. Si rezas en tu aposento, como el Señor enseñó (cf. Mt 6,6; Jn 4,24), adorando en espíritu, no te preocupes sólo de la administración de la casa, sino también de la del alma: lo que en ella se debe atesorar, cómo y cuánto, lo que se debe guardar y atesorar dentro de sí, lo que debe arrojar lejos, y por qué. Porque los hombres de bien no lo son por naturaleza, sino por educación, al igual que los médicos y pilotos.

34.2. Ciertamente, todos vemos comúnmente la viña y el caballo, pero el agricultor sabe si el viñedo producirá buenos o malos frutos; y el buen jinete distingue fácilmente al [caballo] torpe del veloz.

34.3. Respecto de la virtud, algunos están mejor dotados por naturaleza que otros, como lo demuestran las actitudes (o: actuaciones) de los así dotados frente a los otros.

34.4. Pero lo más perfectamente realizado conforme a la virtud no constituye una prueba demostrativa de los mejor dotados, puesto que, cuando los peor dotados para la virtud reciben la educación conveniente, consiguen de ordinario una conducta intachable; y, por el contrario, enfrente están los convenientemente dotados, que se hacen malos por abandono. Dios, no obstante, nos creó sociables y justos por naturaleza.

Importancia de la enseñanza y del aprendizaje en la vida del cristiano

35.1. De ahí no debe deducirse que la justicia se manifieste por el mero hecho de estar depositada en nosotros, sino que se debe pensar que el bien de la creación es reanimado gracias al mandato divino, para que el alma, educada mediante aprendizaje, desee escoger lo mejor.

35.2. Pero lo mismo que afirmamos que se puede ser fiel sin letras (cf. 1 Co 1,27), de igual manera confesamos que comprender la doctrina de la fe no es posible sin aprendizaje. Ya que, en efecto, aceptar lo que se dice con verdad, y rechazar lo ajeno [a la verdad] no se debe a la fe sin más, sino a la fe relacionada con el aprendizaje.

35.3. Pero si la ignorancia es falta de educación, al mismo tiempo es también falta de conocimientos. La enseñanza engendra la ciencia de las cosas divinas y humanas.

35.4. Y de la misma manera que es fácil vivir rectamente en la penuria, también lo es en la abundancia; y confesamos que la virtud se alcanza más fácilmente y más pronto con la educación preparatoria, y no que no pueda ser alcanzada (o: cazada) de otra manera, aunque ciertamente antes, por los que han tenido algún estudio (o: hayan aprendido), y "por los que han ejercitado sus facultades" (Hb 5,14).

35.5. "Porque el odio ciertamente, dice Salomón, suscita disensiones; pero la educación guarda los caminos de la vida" (Pr 10,12), a fin de no ser engañado, ni sorprendido por quienes profesan la astucia para perjudicar a sus oyentes.

35.6. También dice:"La educación sin reprensión, yerra" (Pr 10,17); así, es necesario interesarse por la técnica de la refutación, para rebatir las opiniones engañosas de los sofistas.

Los peligros de una vasta erudición

36.1. También Anaxarco, el feliz (Eydaimonikós), escribe rectamente en el [tratado] "Sobre la Monarquía": "La mucha erudición presta un gran servicio, pero también mucho daño al que la posee; en efecto, sirve al que es hábil, pero daña a quien fácilmente habla de todo y en cualquier sitio. Es necesario, por tanto, conocer las reglas del momento; porque ésa es la definición de la sabiduría. Sin embargo, cuantos cacarean un discurso a destiempo, aunque de alguna manera lo proclamaren sensato, no son tenidos por sabios, sino como necios" (Anaxarco, Fragmentos, 72 B 1).

36.2, Y Hesíodo: "... de las Musas, que hacen al hombre muy sagaz, inspirado y cantor..." (Hesíodo, Fragmentos, 310), llama muy sagaz al experto en razonamientos, cantor al que es hábil, e inspirado al que es experto, filósofo e instruido de la verdad.



Capítulo VII: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual (conclusión)

Cómo se define la filosofía

37.1. Así, entonces, se hace evidente que la educación preparatoria griega, juntamente con su filosofía, ha venido hasta los hombres por decreto divino, no como guía, sino al modo como las lluvias irrumpen sobre la tierra fértil, sobre el estiércol y encima de los edificios. Pero hace germinar igualmente hierba y trigo; hace brotar también la higuera silvestre junto a los sepulcros, y cualquier otra planta más lozana todavía, y las salvajes crecen de igual manera que las buenas, ya que se benefician igualmente de la misma facultad de la lluvia, pero no tienen la misma lozanía que las que crecen en tierra fértil, y por eso se secan o se arrancan.

37.2. También aquí es útil la parábola de la siembra, que el Señor explicó (cf. Mt 13,3-8; Mc 4,2-8; Lc 2,5-8). Efectivamente, uno es el cultivador de la tierra [que hay] en los hombres: Aquel que desde la creación del mundo siembra las semillas alimenticias, el que hace llover su palabra poderosa en cada ocasión; sin embargo, son los tiempos y los lugares receptores quienes han originado las diferencias.

37.3. Por otra parte, el agricultor no siembra únicamente trigo (del que hay muchas especies), sino también otras semillas: cebada, habas, guisantes, arvejas, semillas de árboles frutales y semillas de flores.

37.4. También el cultivo de las plantas es propio de esa labor del campo, al igual que el estar ocupado en las mismas plantas, en los viveros, en los jardines, en las plantas estacionales, en la producción y cuidado de toda clase de árboles.

37.5. De igual manera, no sólo el pastoreo, sino también el apacentar bueyes, criar caballos, perros y abejas tienen su arte propio; en una palabra, el arte de apacentar rebaños y de cuidar su alimentación difieren más o menos entre ellos, aunque todos son de vital utilidad.

37.6. Pero, yo no llamo filosofía a la estoica, ni a la platónica, ni a la epicúrea, ni a la aristotélica, sino a lo que en cada uno de esos sistemas se dice convenientemente, y que enseña la justicia al mismo tiempo que el saber piadoso; a todo ese conjunto ecléctico denomino filosofía. Pero cuanto [los filósofos] han falsificado, producto de razonamientos humanos, eso no lo llamaré jamás divino.

El camino y la puerta

38.1. Consideremos ahora esta otra cuestión: si hay gente que sin ciencia vive correctamente. En efecto, han venido a dar por casualidad en el bien obrar, aunque algunos aciertan sagazmente en la doctrina de la verdad. "Porque Abraham no fue justificado por las obras, sino por la fe" (Rm 4,12. 16).

38.2. Porque si no tienen fe, las buenas obras del presente no encierran ninguna utilidad para ellos después de esta vida.

38.3. Por eso, las Escrituras fueron traducidas a la lengua de los griegos, a fin de que nunca pudieran excusarse ellos con pretexto de ignorancia, pudiendo haberlas escuchado también de nosotros, si es que lo desean.

38.4. Además, una cosa es que alguien hable sobre la verdad, y otra que la verdad se explique a sí misma. Una cosa es la conjetura sobre la verdad, y otra la verdad misma; una cosa es la semejanza, y otra [diferente] la realidad misma; porque una se puede obtener por aprendizaje y esfuerzo, la otra en cambio por virtud y fe.

38.5. La enseñanza de la religión es un regalo (o: un don), mientras que la fe es una gracia. Nosotros conocemos la voluntad de Dios haciendo su voluntad (cf. Jn 7,17). Dice la Escritura: "Abran, por tanto, las puertas de la justicia, y entraré por ellas para, alabar al Señor" (Sal 117 [118],19).

38.6. Pero los caminos [que llevan] hacia la justificación, porque Dios salva de muchas maneras (puesto que es bueno), son numerosos y variados (cf. Hb 1,1), y conducen hacia la puerta y el camino del Señor. Si buscas la entrada regia y auténtica, se [te] dirá (u: oirás): "Ésta es la puerta del Señor, los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],20).

38.7. "Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, [la puerta] de la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezan sus pasos en santidad" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,4) gnóstica.

38.8. A continuación, en la "Carta a los Corintios", Clemente dice textualmente, al exponer las diferencias de los que son estimados en la Iglesia: "Sea uno fiel, sea capaz de exponer ciencia (o: de exponer la gnosis), sea sabio en la distinción de razones, sea casto en las obras" (Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 48,5).

Capítulo VIII: Contra la sofística

Definición de la sofística

39.1. El arte de la sofística, que los griegos han practicado con ahínco, es una fuerza (o: habilidad) de la imaginación, puesto que mediante discursos pomposos hace aparecer como verdadero lo que es falso. En efecto, ella da origen a la retórica para convencer, y a la erística para vencer en las discusiones. Ahora bien, esas mismas artes, si no son practicadas después de la filosofía, son las más perjudiciales para cualquiera (o: resultarán muy dañinas para todos).

39.2. Platón mismo designa abiertamente a la sofística [como] "un mal arte" (cf. Platón, El Sofista, 226 A; Epicuro, Fragmentos, 51), y Aristóteles también la proclama como un determinado arte de robar (cf. Aristóteles, Topica, IV,5,126 A), porque usurpa mediante persuasión toda la tarea de la sabiduría, y promete una sabiduría de la que nunca se ha ocupado.

39.3. Por decirlo en forma resumida, lo mismo que el principio de la retórica es la capacidad de persuadir, su tarea es la argumentación, y su finalidad convencer; así también, el origen de la erística es la opinión, su tarea la disputa y su meta la victoria.

39.4. De igual manera, el principio de la sofística es lo aparente, y su tarea es doble: lo que se deriva de la retórica, que es lo aparente, y aquello (que proviene) de la dialéctica, que es la habilidad para interrogar; mientras que su finalidad es la admiración (o: estupor, desconcierto).

39.5. Ahora bien, la dialéctica, tan alabada en las disputas, se manifiesta como una gimnasia del filósofo en lo concerniente a lo verosímil (o: renombrado), respecto de la habilidad de contradicción. Sin embargo, la verdad no se halla en nada de eso.

Peligros de la elocuencia vacía

40.1. Con razón el noble Apóstol, despreciando esas extraordinarias técnicas en el hablar, dice: "Si alguno no se atiene a las saludables palabras, sino a cualquier enseñanza, está engañado y nada sabe; es más, desvaría en disputas y vanidades, de donde nace envidia, contienda, blasfemia, suspicacias malignas, altercados de hombres de mentalidad corrompida y privados de la verdad..." (1 Tm 6,3-5).

40.2. Mira cómo se irrita (lit.: movido) contra ellos, llamando enfermedad su arte de la elocuencia, por el que se vanaglorian quienes estiman o pregonan aquel mal arte, sean sofistas griegos o bárbaros.

40.3. También Eurípides el trágico dice bellamente en "Las Fenicias": "El discurso injusto, enfermo en sí mismo, necesita de los sabios medicamentos" (Eurípides, Phoenissa, 471-472).

40.4. En efecto, se llama "sano" (1 Tm 6,3) al Verbo salvador, porque Él mismo es verdad, y lo sano permanece siempre inmortal; sin embargo, la separación de lo sano y de lo divino es impiedad y enfermedad mortal.

40.5. Ésos son lobos rapaces, disimulados con pieles de oveja (cf. Mt 7,15), que esclavizan a los hombres (cf. 1 Tm 1,10) y seducen con elocuencia a las almas; engañan secretamente, pero en realidad son ladrones desenmascarados (cf. Jn 10,8), que luchan para dominarnos engañosamente y a la fuerza, a nosotros, que somos sencillos, y, por así decirlo, indefensos.

Hay que valorar más las obras que las palabras

41.1. "Muchas veces un hombre por falta de elocuencia, aunque diga cosas justas, consigue menos que el que habla bien" (Eurípides, Fragmentos, 56). "Ahora con bocas desbordantes nos roban lo más verdadero, tanto que no parece lo que debería parecer" (Eurípides, Fragmentos, 439), dice la tragedia.

41.2. Así son los aficionados a la discusión, quienes o siguen una secta herética o practican también artísticas astucias dialécticas; son éstos los que tiran los hilos y no tejen nada, dice la Escritura (?), y que admiran el trabajo inútil, al que el Apóstol calificó de juego de azar y habilidad humana, apropiado "para la maquinación del error" (Ef 4,14).

41.3. "Porque, dice, hay muchos indisciplinados, charlatanes y embaucadores" (Tt 1,10). Por consiguiente no se ha dicho a todos: "Ustedes son la sal de la tierra" (Mt 5,13).

41.4. Hay algunos de los que escuchan a la Palabra que se parecen a los peces en los mares, los cuales, alimentados desde su nacimiento en agua salada, sin embargo, requieren también el condimento (de la sal).

41.5. Yo, por tanto, también acepto totalmente lo que dice la tragedia: "Oh niño, los discursos que han sido bien hilvanados pueden ser engañosos, y vencen la verdad por su elegante verborrea; pero la perfección mayor no reside en eso, sino en su naturaleza y rectitud. En verdad, es hábil (lit.: sabio) quien vence con su elocuencia, pero siempre estimo más las obras que las palabras" (Eurípides, Fragmentos, 206).

41.6. Nunca se debe aspirar a satisfacer a la muchedumbre. Nosotros no practicamos lo que le agrada; al contrario, lo que nosotros sabemos se encuentra lejos de sus gustos. Dice el Apóstol: "No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Ga 5,26).

Mantener la verdad, y juzgar de acuerdo a la realidad

42.1. Por eso, el mismo Platón, amante de la verdad, dice como inspirado por Dios: "Así, soy yo tal, que no me dejo persuadir por tal o cual discurso, sino sólo por aquel razonamiento que, una vez examinado, se manifieste como el mejor" (Platón, Critón, 46 B).

42.2. Con eso él acusa a los que creen por simples opiniones, sin reflexión ni ciencia, porque no es conveniente que los que se apartan de la razón recta y buena (o: sana) crean al que participa de la mentira. Apartarse de la verdad es malo; mantener la verdad y juzgar conforme a la realidad es bueno.

42.3. Aunque los hombres sólo son privados contra su voluntad de los bienes, también son despojados, o engañados, o embaucados, o coaccionados, y porque no han tenido fe. [Otra traducción: Ahora bien, cuando se trata de bienes, los hombres son privados contra su voluntad, pero son privados a pesar de todo, cuando han sido presa o del engaño o de la seducción o de la violencia, y que no han dado su asentimiento].

42.4. Quien voluntariamente ha dado su asentimiento, es evidente que es responsable de su propia ruina. Es víctima de engaño quien cambia de parecer por olvido, porque el tiempo se lleva a unos, el sofisma a otros, sin que se den cuenta. Con frecuencia hay violencia cuando la pena y el dolor o incluso el ardor de la discusión y la cólera hacen cambiar de parecer; y sobre todo, uno es víctima de seducción bien por el encanto del placer o por temor del miedo. Todos estos cambios son involuntarios, y la ciencia no recibirá jamás nada de ellos.



Capítulo IX: La necesidad del estudio

Dirigir todos los esfuerzos hacia la verdad

43.1. Algunos (= los gnósticos) que se creen de buenas condiciones estiman que es inútil dedicarse tanto a la filosofía como a la dialéctica, ni tampoco adquirir la ciencia natural, sino que se adhieren a la fe sola y simple (o: desnuda), como si pensaran que se puede empezar en seguida a recoger las uvas, sin haber tenido ningún cuidado de la viña.

43.2. La "viña" (Jn 15,1) designa alegóricamente al Señor, del que es necesario recoger su fruto después del cultivo y técnica de la agricultura conforme a la razón. Es necesario podar, cavar, injertar y hacer todo lo demás; se necesita, me parece, de la podadera, de la azada y de los otros instrumentos agrícolas para cultivar la viña, a fin de que nos proporcione el fruto comestible.

43.3. Lo mismo que en la agricultura, así también en la medicina está bien instruido el que posee los conocimientos más variados, para poder cuidar y curar mejor.

43.4. Así, digo también que está mejor instruido quien dirige todos sus esfuerzos a la verdad, recogiendo adecuadamente cuanto de útil tiene la geometría, la música, la gramática, y la misma filosofía, para mantener la fe libre de asechanzas. También es despreciado el atleta que, como se ha dicho anteriormente (cf. I,16,1 ?), no se prepara para la competición.

El Señor ha vencido la tentación de la ambigüedad

44.1. Al mismo tiempo, también alabamos al piloto que es gran experto y "vio ciudades de muchos hombres" (Homero, Odisea, I,3); y al médico que ha adquirido una gran experiencia. Por ella, algunos le llaman experto (o: empírico).

44.2. El que utiliza [todo] con miras a la vida recta y toma prestados argumentos tanto de los griegos como de los bárbaros, ése tal es un gran experto rastreador de la verdad, y es realmente de "gran utilidad" (Homero, Ilíada, I,331. 440; III,200. 216); a modo de piedra de toque (como es la de Lidia, por la que, según se cree, se distingue el oro verdadero del falso), ese [hombre] también es capaz de distinguir al "que sabe mucho" (Homero, Odisea, XV,459), de nuestro gnóstico; la sofística, de la filosofía; el arte de adornarse (la cosmética), de la gimnasia; el arte culinario, de la medicina; la retórica, de la dialéctica; y además de otras, en la filosofía bárbara: la herejía, de la verdad misma.

44.3. ¿Cómo no va ser necesario que quien desee tener consigo la fuerza de Dios pueda, detalladamente y de manera filosófica, explicar las cosas inteligibles? ¿Cómo no va a ser útil que sepa discernir los términos ambiguos y los homónimos que cambian de sentido en los [dos] Testamentos?

44.4. Mediante una ambigüedad, cuando fue tentado, el Señor argumenta al diablo (cf. Mt 4,4; Lc 4,1); y desde entonces no veo cómo el inventor de la filosofía y de la dialéctica, como algunos pretenden, se deje engañar y perder por el método de la ambigüedad.

La acción del Espíritu Santo

45.1. Los Profetas y los Apóstoles no conocieron ciertamente aquellas técnicas con las que se practica los ejercicios filosóficos; no obstante, también el pensamiento del Espíritu profético y didáctico, hablando en términos obscuros, puesto que no pertenece a todos la audición comprensiva (cf. 1 Co 8,7), reclama los métodos didácticos para hacerlo evidente.

45.2. Los Profetas y los discípulos del Espíritu conocieron claramente aquel pensamiento; porque el Espíritu habló desde la fe y no para [ser comprendido] fácilmente; y tampoco para ser conocido por quienes no han recibido instrucción alguna.

45.3. Dice [la Escritura]: "Se escribieron dos veces los mandamientos para tu voluntad y tu ciencia, a fin de que respondas palabras verdaderas a los que te pregunten" (Pr 22,20-21).

45.4. Ahora bien, ¿cuál es la ciencia (gnosis) de lo que hay que responder? Acaso sea también la del preguntar, o sea, la dialéctica misma.

45.5. Pero, ¿qué? ¿No es también el razonar una tarea, y el trabajar no nace de la razón? Sí, porque si no actuamos con la razón, trabajamos irracionalmente. La tarea razonable se realiza según Dios. [La Escritura] dice: "Y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), [o sea] sin el Verbo divino. O también, ¿no hizo todo el Señor mediante la Palabra? (cf. Gn 1,3 ss.).

45.6. También las bestias trabajan, pero obligadas por el temor de quien castiga. ¿Y acaso, en verdad, los llamados de opinión recta han de trabajar bien sin saber lo que hacen? (cf. Lc 23,34).

Capítulo X: Contra la sofística (tercer desarrollo)

Las Sagradas Escrituras: alimento esencial y diario

46.1. Por eso el Salvador, después de tomar el pan, primero habló y dio gracias (cf. Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19; 24,30; 1 Co 11,23-24). Luego, partiendo el pan, lo ofreció para que comiéramos espiritualmente, y, conociendo las Escrituras, nos condujéramos conforme a obediencia.

46.2. Al igual que quienes tienen una conversación vil y en nada se diferencian de los que realizan una mala obra (porque la calumnia es servidora de la espada, y la blasfemia produce tristeza, causando los trastornos de la vida: tales son los efectos del mal discurso), así también quienes producen una buena palabra colaboran con los que hacen buenas obras.

46.3. También la palabra (o: la actividad racional) regenera al alma y la orienta hacia una conducta intachable; pero dichoso quien se maneja bien en los dos campos (lit.: el ambidextro). El que tiene el don de las buenas obras no debe desacreditar al que es hábil en palabras, y quien tiene la capacidad de hablar bien no debe menospreciar a quien está acostumbrado a obrar bien; cada uno haga [aquello] para lo que ha nacido.

46.4. Así, lo que muestra la acción, lo explica la palabra, preparando así el camino del buen obrar y conduciendo a los oyentes a la práctica del bien. En efecto, hay una palabra salvadora, como hay una obra salvadora. La justicia, por tanto, no subsiste sin un pensamiento racional.

La verdadera sabiduría

47.1. De la misma forma que se elimina la posibilidad de recibir un beneficio, si quitamos la facultad de hacerlo, así también la obediencia y la fe desaparecen, si no recibimos al mismo tiempo tanto el precepto como el que explica el precepto.

47.2. Por eso, con la ayuda de unos y otros, nosotros somos ricos en palabras y obras; pero hay que rechazar completamente tanto el arte erístico como el sofístico, ya que las expresiones mismas de los sofistas no sólo engañan y sorprenden a muchos, sino que, en ocasiones, violentándolo han conseguido una victoria cadmea.

47.3. Lo más verdadero de todo es aquél salmo: "El justo vivirá hasta el fin, porque no verá la destrucción, sino que verá cómo mueren los sabios" (Sal 48,10). Y ¿a quiénes llama sabios? Escucha [el libro] de "La sabiduría de Jesús": "La sabiduría no es la ciencia del mal" (Si 19,22). Llama [sabiduría] a esa que han concebido la elocuencia y la dialéctica.

47.4. "Buscarás la sabiduría entre los malvados y no la encontrarás" (Pr 14,6). Y si de nuevo se preguntara: ¿Cuál es esa [sabiduría]? Te dirá: "La boca del justo destila sabiduría" (Pr 10,31). Por el contrario, el arte de la sofística es llamado sabiduría por homonimia con la verdad.



El arte de hablar mesuradamente

48.1. En cuanto a mí, pienso que me conviene una vida conforme al Verbo y comprender sus dictámenes, sin buscar jamás elegancias de lenguaje, contentarme sólo con dar a entender mi pensamiento. Porque lo que yo deseo exponer no me importa con qué expresión se designe. Sé bien que para salvarme y ayudar a salvarse a los que lo desean es lo mejor, y no el utilizar expresiones como bien adornadas.

48.2. Dice el Pitagórico en "El político" de Platón: "Si cuidas de no preocuparte en exceso de los nombres, te mostrarás como el más rico de inteligencia en la ancianidad" (Platón, Político, 261 E).

48.3. Y todavía encontrarás nuevamente en el "Teeteto": La habilidad en los nombres y expresiones y el no observar críticamente muchas cosas, no es indicio de ánimo vil; incluso lo contrario sería servilismo, aunque alguna vez es necesario" (Platón, Teeteto, 184 C).

48.4. Eso mismo es lo que dice la Escritura con gran concisión: "No te extiendas en palabras" (Jb 11,3). En efecto, el estilo es como el vestido sobre el cuerpo, pero lo importante son las carnes y los nervios. No conviene cuidar más del vestido que de la salud del cuerpo (cf. Mt 6,25; Lc 12,22-23).

48.5. Cuando se ha elegido la verdadera vida debe mantener no sólo una conducta sencilla, sino también un lenguaje modesto, ajeno a las superfluas minuciosidades, si de verdad rehusamos la vida confortable, por ser engañosa y funesta, a ejemplo de los antiguos espartanos que prescribían el perfume y la púrpura, porque pensaban y declaraban, con razón, engañosos los vestidos teñidos y los ungüentos. Tampoco es buena comida la que contiene más especias que alimentos nutritivos; ni el ejercicio elegante de la palabra vale más cuando divierte a los oyentes que cuando les es de alguna utilidad.

48.6. Pitágoras aconseja que es mejor gustar de las Musas que de las Sirenas (cf. Porfirio, Vida de Pitágoras, 39), y enseña a practicar la sabiduría sin placer, rechazando por completo como engañoso el encantamiento. Para navegar pasando frente a las Sirenas bastó tan solo uno (= Ulises; cf. Homero, Odisea, XII,142-200), y para responder a la Esfinge también uno (= Edipo) solo fue suficiente, aunque, si están de acuerdo, ni siquiera uno (o: ninguno valía nada).

La moderación del lenguaje

49.1. No es, por lo tanto, conveniente "ensanchar las filacterias" (Mt 23,5) cuando se desea vanagloria; al gnóstico le basta un solo oyente.

49.2. Podemos escuchar lo que escribe Píndaro de Boecia: "No abras para todos el archivo de la antigua palabra, los caminos del silencio son los más seguros; la mejor palabra puede convertirse en espada de combate" (Píndaro, Fragmentos, 180).

49.3. El bienaventurado Apóstol con razón nos recomienda vivamente: "No discutan sobre palabras, lo cual para nada sirve, sino para perdición de los oyentes; y evita las profanas vacías charlas. Conducen, en efecto, a una mayor impiedad, y su palabra se extenderá como una gangrena" (2 Tm 2,14. 16-17).

Capítulo XI: Contra la sofística (continuación). Saber usar y superar la filosofía

La fe de los cristianos se apoya en el poder de Dios

50.1. Así, entonces, "la sabiduría del mundo es necedad ante Dios" (1 Co 3,19), y por ello "el Señor conoce los razonamientos de los sabios que son vanos" (1 Co 3,20). Nadie se vanaglorie de sobresalir en inteligencia humana.

50.2. En Jeremías está muy bien escrito: "No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni se gloríe el fuerte en su fortaleza, ni se gloríe el rico en su riqueza, sino que el que se gloría gloríese de esto: comprender y conocer que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia sobre la tierra, porque en eso está, mi voluntad, dice el Señor" (Jr 9,22-23).

50.3. "Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, dice el Apóstol, quien nos libró de tan grande muerte (2 Co 1,9-10), para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios" (1 Co 2,5). Porque el [hombre] espiritual todo lo juzga, pero él mismo no es juzgado por nadie" (1 Co 2,15).

50.4. Entiende, por tanto, lo que afirma: "Esto les digo, para que nadie los engañe con lenguaje persuasivo" (Col 2,4), ni se deslice "el saqueador" (Col 2,8).

50.5. Y de nuevo: "Miren que nadie entre ustedes les esté robando mediante la filosofía y el vacío engaño de todo tipo, conforme a la tradición de los hombres, según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

50.6. En verdad, denigra no a toda filosofía, sino a la epicúrea, de la que también Pablo hace mención en los "Hechos de los Apóstoles" (Hch 17,18), desacreditándola, porque niega la Providencia y diviniza el placer, y también a cualquiera otra que estime en gran medida las cosas visibles (o: los elementos) sin anteponer la causa creadora que está por encima de esas cosas, ni da a conocer al Demiurgo.

Los cristianos deben ser intrépidos y sabios

51.1. Pero también los estoicos, de los que se hace igualmente mención, dicen que Dios, siendo cuerpo, va y viene a través de la materia más deleznable; no está bien.

51.2. Por eso [el Apóstol] llama "tradición humana" (Col 2,8) a ese malabarismo intelectual (o. charlatanería dialéctica). De ahí que ordene lo siguiente: "Huye de las indagaciones juveniles" (2 Tm 2,22). En verdad, tales discusiones son propias de muchachos. Dice el filósofo Platón: "La virtud no es cosa de niños" (texto desconocido).

51.3. Conforme (dice) Gorgias de Leontino, "nuestro combate requiere dos virtudes: audacia y sabiduría. La audacia para enfrentar el peligro, sabiduría para descifrar el enigma. Porque la palabra, como la proclamación en Olimpia, llama al que quiere, pero premia al que puede (o: al que es capaz)" (Gorgias, Fragmentos, 82 B 8).

51.4. Efectivamente, el Verbo no quiere que el creyente sea inerte (lit: inmóvil) frente a la verdad, ni que sea perezoso. Así dice: "Busquen y hallarán" (Mt 7,7; Lc 11,9), pero limita a la búsqueda al descubrimiento, rechazando la charlatanería vacía, admitiendo la contemplación (theorían) que robustece nuestra fe.

51.5. "Digo esto para que nadie los engañe con sofismas" (Col 2,4), afirma el Apóstol; para que los que han sido instruidos disciernan lo que les dicen para engañarles y estén preparados frente a los ataques.

"La economía concerniente al Salvador"

52.1. "Ahora bien, como han recibido al Señor Cristo Jesús, anden en Él, arraigados y fundados en Él, consolidados en la fe" (Col 2,6-7); la persuasión es la consolidación de la fe. "Miren que nadie los engañe" (Col 2,8), respecto de la fe en Cristo, "mediante la filosofía y el vacío engaño" (Col 2,8), que niega la Providencia, "según la tradición humana" (Col 2,8)

52.2. Según la tradición divina, la Providencia se mantiene en pie y se consolida por la filosofía, y quitada ésta la economía concerniente al Salvador parece un mito, al ser nosotros gobernados "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8).

52.3. La enseñanza que sigue a Cristo reconoce como Dios (lit.: mira como divino) al Creador (Demiurgo), ve la Providencia hasta en los detalles, sabe que la naturaleza de los elementos es creada y cambiante, enseña a dirigirnos hacia la poderosa semejanza con Dios, y a aceptar la economía [salvífica] como principio hegemónico de toda educación.

52.4. Hay quienes adoran a los elementos: Diógenes al aire, Tales al agua, Ippasso al fuego, y aquellos que sitúan los principios fundamentales en los átomos, ocultándose bajo el nombre de la filosofía, ciertos hombrecillos ateos y amigos del placer (= los epicúreos).

Aprender a examinarlo todo

53.1. [El Apóstol] dice: "Por eso suplico que el amor de ustedes crezca más y más en el conocimiento y en toda percepción, para que sepáis discernir qué es lo mejor" (Flp 1,9-10). El mismo Apóstol afirma: "Cuando éramos niños, vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo (Ga 4,3). Pero el niño, aun cuando sea heredero, no difiere en nada del siervo hasta el tiempo prefijado por el Padre" (Ga 4,1. 2).

53.2. Ahora bien, los filósofos son niños, a menos que se hagan hombres por (obra de) Cristo. Porque "el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre" (Ga 4,30; cf Gn 21,10), sin embargo es linaje de Abraham, aunque no según la promesa, y recibió como don su propio patrimonio.

53.3. "Pero el alimento sólido es de los perfectos, de los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir tanto del bien como del mal (Hb 5,14). Porque todo el que se alimenta de leche (es) inexperto en la palabra de justicia" (Hb 5,13); siendo todavía niño, no conoce la Palabra, por la que cree y obra, sin poder siquiera darse explicación de sí mismo.

53.4. "Examínenlo todo, dice el Apóstol, y quédense con lo bueno" (1 Ts 5,21), refiriéndose a los [hombres] espirituales, que examinan todo, y si se ajusta lo que se les dice a la verdad o realmente se aparta de la verdad.

La verdad, no la palabra, es poderosa

54.1. "Una educación sin reprensiones se equivoca (Pr 10,17), porque los golpes y las reprensiones confieren una educación de sabiduría" (Pr 29,15); las reprensiones (se hacen) sin duda por amor. "Porque el corazón recto busca el conocimiento (Pr 15,14), y quien busca a Dios hallará conocimiento con justicia, y quienes le han hallado con rectitud encuentran la paz" (cf. Pr 16,8).

54.2. Dice [el Apóstol]: "Y conoceré, no la palabrería de los que se hinchan, sino [su] poder" (1 Co 4,19); escribe para fustigar a quienes parecen sabios y creen ser sabios, pero en realidad no lo son.

54.3. "Porque el reino de Dios no está en la palabra" (1 Co 4,20), no sólo en la que no es verdadera, sino tampoco en la que parece que persuade, "sino en el poder" (1 Co 4,20), se dice; efectivamente, sólo la verdad es poderosa.

54.4. Y nuevamente: "Si alguno piensa saber algo, todavía no sabe como conviene saber" (1 Co 8,2); porque la verdad nunca es una opinión, sino que la conjetura del conocimiento "infla" (1 Co 8,1) y se llena de vanidad; por el contrario, "la caridad edifica" (1 Co 8,1), porque no se alimenta de la opinión, sino de la verdad. De ahí que se diga: Si uno ama [a Dios], ése es conocido [por Él]" (1 Co 8,3).



Capítulo XII: Saber usar y superar la filosofía (continuación)

La grandeza del Verbo debe ser proclamada a los bien dispuestos

55.1. Puesto que la tradición no es cosa vulgar y pública, al menos para darse cuenta de la grandeza del Verbo, es preciso ocultar "la sabiduría proclamada en el misterio" (1 Co 2,7), que enseñó el Hijo de Dios.

55.2. También el profeta Isaías purificó la lengua con el fuego, para poder explicar la visión (cf. Is 6,1-7); y no solamente la lengua, sino también los oídos debemos purificar nosotros, si pretendemos al menos ser partícipes de la verdad.

55.3. Estas cosas se me presentaban como obstáculo para escribir; incluso ahora todavía tengo reparos, como dice [la Escritura], "en arrojar las perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con las patas y, volviéndose, los despedacen" (Mt 7,6).

55.4. Porque en verdad es peligroso decir palabras puras y luminosas acerca de la verdadera luz ante oyentes semejantes a los puercos e "ignorantes; porque no hay relatos más ridículos para el vulgo que ésos, a la vez que no hay nada más maravilloso y más inspirado para los bien dispuestos" (Seudo Platón, Epístolas, II,314).

Para proclamar el mensaje cristiano hace falta un buen agricultor

56.1. "El hombre psíquico no recibe lo que [viene] del Espíritu de Dios, porque para él es una locura" (1 Co 2,14). "En cambio, los sabios no dejan salir de la boca lo que se habla en el consejo" (Pr 24,7).

56.2. Con todo, dice el Señor: "Lo que oyen al oído, proclámenlo sobre los tejados" (Mt 10,27), exhortando a recibir las tradiciones ocultas de la verdadera gnosis, interpretándolas de forma elevada y excelente, y, como las escuchamos al oído, así también las hemos de transmitir a quien se deba; pero no las hemos de publicar a todos sin más, explicando lo que a ellos se les ha dicho en parábolas.

56.3. Pero, en realidad, la exposición sumaria de estas notas contiene la verdad de una manera desparramada y dispersa, como las semillas, de modo que no estén al alcance de los que las picotean, como los cuervos. Pero si tienen la suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano germinará y mostrará el trigo.

Capítulo XIII: Saber usar y superar la filosofía (conclusión)

La verdad dispersa en las filosofías griega y bárbara

57.1. Ahora bien, la verdad es una -la mentira, en cambio, posee mil desvíos-; al igual que las Bacantes, que desgarraron los miembros de Penteo, así también las escuelas (o: sectas) filosóficas, la bárbara como la griega, recibieron una parte cada una, aunque se gloríen de [poseer] toda la verdad. Y es que, me parece a mí, todo se ilumina con la salida de la luz.

57.2. En efecto, se puede demostrar que todos juntos, griegos y bárbaros, en cuanto que aspiran a la verdad, han participado del Verbo verdadero, unos más, otros menos, según el caso.

57.3. La eternidad contiene en sí misma y en un instante el pasado, el presente y el futuro; sin embargo, la verdad es más capaz de reunir sus propias semillas que la eternidad, aunque hayan caído en tierra extranjera.

57.4. En efecto, encontraríamos numerosísimas opiniones en las escuelas (o: sectas) -aquellas que no están enteramente embotadas ni tienen amputado el orden natural, por haber despedazado al Verbo, como lo hace el harén con el pobre hombre-, aunque parezca que son diferentes por otras cosas, sin embargo confiesan pertenecer a la misma familia y tener toda la verdad. Forman un único todo como miembro, como parte, como especie, o como género.

57.5. De igual manera, la cuerda más alta [de la lira] se opone a la más baja, pero de ambas resulta una única armonía musical; y como el número par es diferente del impar, y sin embargo ambos se combinan en la aritmética; lo mismo que han sido concebidos en la geometría el círculo, el triángulo, el cuadrado y el resto de las diferentes figuras. También en el universo las partes todas, aunque difieran unas de otras, conservan entre sí una relación respecto al todo.

57.6. Así también, tanto la filosofía bárbara como la griega constituyen un fragmento de la verdad eterna, no la del mito de Dioniso, sino la de la teología del eterno Verbo. Pero quien reúne de nuevo lo que se ha diseminado y reconstruye la unidad podrá contemplar con seguridad al Verbo en su perfección, a la Verdad.

El verdadero gnóstico

58.1. Está escrito en el Eclesiastés: "He acumulado sabiduría más que todos los que han existido antes que yo en Jerusalén; y mi corazón ha visto muchas cosas: sabiduría y gnosis, porque conoce las parábolas y la ciencia. Porque también eso es voluntad del Espíritu, puesto que en la abundancia de la sabiduría está la abundancia de la gnosis" (Qo 1,16-18).

58.2. Quien es versado en toda clase de sabiduría, ése será gnóstico con pleno derecho. También está escrito: "La ventaja de la gnosis (es que) la sabiduría da vida a quienes la poseen" (Qo 7,12).

58.3. Y nuevamente, para consolidar aún más lo dicho, está la cita siguiente: "Todo es accesible para los que comprenden (y "todo" se refiere a lo griego y a lo bárbaro, porque lo uno sin lo otro no es "todo"), y recto para los que quieren adquirir un conocimiento superior (o: la intuición espiritual).

58.4. Prefieran la educación y no la plata, y la gnosis al oro acrisolado; prefieran también el conocimiento (o: la intuición espiritual) al oro puro; porque la sabiduría vale más que las piedras preciosas, y todo lo valioso no puede compararse con ella" (Pr 8,9-11).

Capítulo XIV: Los siete sabios

La prehistoria de la filosofía

59.1. Dicen los griegos que, después de Orfeo, Lino y los más antiguos poetas, los primeros en ser admirados por su sabiduría fueron los llamados Siete Sabios; de los cuales cuatro eran oriundos de Asia: Tales de Mileto, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene y Cleóbulo de Lindos (Rodas); otros dos eran de Europa: Solón de Atenas y Quilón de Esparta; unos afirman que el séptimo era Periandro de Corinto;

59.2. según otros fue Anacarsis el Escita; o también Epiménides de Creta -a quien se le conoce también como el profeta griego-, y que menciona el Apóstol Pablo en la "Carta a Tito", diciendo: "Dijo uno de ellos, su propio profeta: "Los cretenses siempre mentirosos, malas bestias y glotones ociosos"; este testimonio es verdadero" (Tt 1,12-13).

59.3. ¿Ven cómo atribuye también alguna parte de verdad a los profetas griegos y no se avergüenza de escoger-para edificación y para reprensión- algunos poemas de los griegos?

59.4. Cuando habla a los Corintios, porque el (anterior) ejemplo no es el único, sobre la resurrección de los muertos emplea un (verso) yámbico de la tragedia [griega], diciendo: "¿Qué hay de provecho para mi? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos (cf. Is 22,13). No se engañen: las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Co 15,32-33).

59.5. Algunos incluyeron a Acusilao de Argos entre los siete sabios; otros a Ferécides de Siros. Platón incluye a Misón de Chenas en lugar de Periandro (cf. Platón, Protágoras, 343 A), indigno de la sabiduría por haber sido un tirano.

"No es posible conocer las partes sin conocer la esencia del todo"

60.1. Un poco más adelante (libro I, cap. 21) mostraré cómo los sabios de Grecia son en verdad un poco posteriores a la época de Moisés. Vamos ahora a examinar el estilo de su filosofía, (que es) enigmática, como la hebrea.

60.2. Estos [filósofos] buscaban la concisión, propia para exhortar, la más útil. También Platón dice que ese estilo nació hace mucho tiempo, gracias al esfuerzo de todos los griegos, especialmente de los espartanos (lit.: lacedemonios) y de los cretenses, que tenían muy buenas leyes (cf. Platón, Las Leyes, I,641 E).

60.3. Algunos atribuyen a Quilón (el dicho) "conócete a ti mismo"; en cambio, Cameleón, en su "Tratado sobre los dioses", (lo atribuye) a Tales, y Aristóteles a la Pitia.

60.4. (Esa máxima) pretende ser una exhortación a alcanzar la gnosis. En efecto, no es posible conocer las partes sin la esencia del todo; por ello es necesario ocuparse del origen del mundo, mediante el cual será posible comprender la naturaleza del hombre.



"Sucesión de filósofos"

61.1. También a Quilón de Lacedemonia refieren (el dicho) "nada en demasía"; pero Estratón, en el Tratado sobre los inventos, atribuye el apotegma a Sodamos de Tegea; Dídimo lo atribuye a Solón, al igual que a Cleóbulo la expresión "la medida es lo mejor" (cf. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, I,6,4)

61.2. Y el [proverbio] "sal fiador y te arruinarás", según Cleomenes en su "Hesíodo", dice que fue enunciado por Homero bajo esta forma: "Las garantías de los miserables son malas para ser recibidas como tales" (Homero, Odisea, VIII,351). Según Aristóteles, algunos piensan que el dicho es de Quilón; en cambio Dídimo afirma que el consejo es de Tales.

61.3. También los que siguen: "Todos los hombres son malos", o: "La mayoría de los hombres son malos" (porque el apotegma es enunciado de esas dos maneras), unos dicen que son de Bías, conforme a la opinión de Sotades de Bizancio, y "todo lo consigue el trabajo", quiere atribuirlo de Periandro, e igualmente establece la recomendación de Pitaco: "Aprovecha la ocasión".

61.4. De otra parte, Solón legisló a los atenienses y Pitaco a los de Mitilene. Sólo mucho tiempo después Pitágoras, el amigo de Perecidas, se designó a sí mismo primer filósofo.

Las tres escuelas filosóficas

62.1. Además de los hombres que hemos mencionado, hubo tres escuelas filosóficas, denominadas según las regiones en que residieron: la itálica, que es la de Pitágoras; la jónica, de Tales y la eleática, de Jenófanes.

62.2. Pitágoras, hijo de Menexarco, era de Samos, como dice Hipoboto; sin embargo, Aristoxeno (o: Aristógenes), en la "Vida de Pitágoras", Aristarco (o: Aristóteles?) y Teopompo afirman que [Pitágoras] era tirreno, pero según Neantes de Siria o de Tiro; de modo que Pitágoras era, según la mayoría, de ascendencia bárbara.

62.3. Pero también Tales, como refieren Leandro y Heródoto, era fenicio; o como otros sugieren (o: suponen), era milesio.

62.4. El mismo Tales parece que fue el único que se encontró con los profetas egipcios; pero no se le atribuye ningún maestro, como Ferecides de Siria, de quien fue discípulo Pitágoras.

Sócrates, Platón, Aristóteles. El Liceo y la Academia

63.1. No obstante, la filosofía pitagórica o itálica, permaneció hasta el final en el Metaponto de Italia.

63.2. Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, sucede a Tales, y a éste le sucede Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, y más tarde Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo. Precisamente éste trasladó la escuela desde Jonia hasta Atenas.

63.3. A éste le sucede Arquelao, de quien fue discípulo (u: oyente) Sócrates. "Después de ésos llegó el pulidor de piedras, el que habla sin cesar de las leyes, el oráculo (lit.: encantador, el que fascina) de los griegos", afirma Timón en "Los Silos" (Sillois), por haber pasado de los temas físicos a los morales.

63.4. Antístenes, siendo discípulo de Sócrates, se hizo (filósofo) cínico; en tanto que Platón se retiró a la Academia.

63.5. Aristóteles, después de estudiar filosofía al lado de Platón, se pasó al Liceo y fundó la escuela peripatética. A éste le sucede Teofrasto; a éste, Estratón; a éste, Licón; luego Critolao y más tarde Diodoro.

63.6. Espeusipo sucede a Platón; a ése, Jenócrates; a éste, Polemón. Polemón, a su vez, tuvo como discípulos a Grates y a Crantor, con quienes terminó la Antigua Academia nacida [bajo la dirección] de Platón. Crantor tuvo como discípulo a Arcesilao, bajo cuya dirección se fundó la Academia Media que duró hasta Hegesinos.

Las escuelas estoica y eleática

64.1. Después, a Hegesinos le sucede Carnéades y así los otros que siguen. Zenón de Citia, el fundador de la escuela estoica, es discípulo de Grates. A aquél le sucede Cleantes; a éste Crisipo y los posteriores.

64.2. Jenófanes de Colofón fue el fundador de la escuela eleática, del que Timeo dice que es contemporáneo de Hierón, tirano de Sicilia y del poeta Epicarmo; no obstante, Apolodoro afirma que [Jenófanes] nació en la Olimpiada cuarenta, y vivió hasta los tiempos de Darío y de Ciro.

64.3. Jenófanes tuvo como discípulo a Parménides y éste a Zenón, después a Leucipo y más tarde a Demócrito.

64.4. Discípulos de Demócrito son Protágoras de Abdera y Metrodoro de Quíos; y continúa: Diógenes de Esmirna, Anaxarco, Pirrón y Nausifanes. Hay quienes afirman que éste tuvo como discípulo a Epicuro.

64.5. Ésta es, en resumen, la serie de los filósofos griegos. Hemos ahora de exponer seguidamente la cronología de los iniciadores de la filosofía, para demostrar, por comparación de fechas, que la filosofía de los hebreos es anterior en muchas generaciones.

Indicaciones cronológicas

65.1. Ya se ha mencionado (cf. I,64,2) que Jenófanes fue el iniciador de la filosofía eleática, pero Eudemo en su "Historia Astrológica", dice que Tales predijo el eclipse de sol que tuvo lugar durante el día que duró la batalla entre Medos y Lidios (= 28 de mayo de 585 antes de Cristo), siendo rey de los Medos Ciaxares, padre de Astiages, y de los Lidios, Aliate, padre de Creso. Heródoto, en el libro primero [de "Las Musas"] coincide con Eudemo. Esta época tuvo lugar alrededor de la Olimpiada cincuenta.

65.2. Pitágoras se encuentra en el reinado del tirano Polícrates hacia la Olimpiada sesenta y dos (= 529-526 antes de Cristo).

65.3. Solón es nombrado maestro de Menesífilo, condiscípulo de Temístocles. Así, entonces, Solón estuvo en plena actividad en la Olimpiada cuarenta y seis (= 596-593 antes de Cristo).

65.4. Heráclito, hijo de Blisón, convenció al tirano Melancomas para que abdicara. Y él mismo desestimó la llamada del rey Darío, que lo invitaba a ir a Persia.

Capítulo XV: El origen bárbaro de la filosofía griega

Los sabios y filósofos griegos eran de origen bárbaro

66.1. Éstos son los datos cronológicos de los sabios y filósofos más antiguos entre los griegos. ¿Es necesario añadir que la mayoría de ellos fueron de origen bárbaro y fueron educados por bárbaros, si Pitágoras era de Tirrene o de Tiro, Antístenes de Frigia y Orfeo de Odrisa o de Tracia? Homero es presentado por la mayoría como egipcio.

66.2. Tales era fenicio de raza, como se dice, y estuvo relacionado con los profetas egipcios; lo mismo que Pitágoras, quien se hizo circuncidar por ellos para poder acceder a los santuarios secretos y aprender la filosofía mística de los egipcios; y frecuentó igualmente a los Caldeos y a los Magos más distinguidos, y lo que nosotros llamamos hoy iglesia está prefigurado por su "sala común" (o: "asamblea común"; sala de conferencias pitagórica).

66.3. Tampoco Platón niega haber importado de los bárbaros lo mejor de su filosofía, y confiesa haber ido a Egipto. En el "Fedón" afirma que el filósofo puede sacar provecho de todo, al escribir: "Grecia es grande, oh Cebes, dice aquel; en ella hay hombres muy buenos. Pero también es abundante la estirpe de los bárbaros" (Fedón, 78 A).

El testimonio de Platón

67.1. Así, Platón estima también que hay algunos filósofos entre los bárbaros, en tanto que Epicuro sostiene que sólo los griegos son capaces de filosofar.

67.2. Y en "El Banquete", elogiando a los bárbaros como los únicos que de verdad practicaron las leyes de forma eminente, Platón afirma: "También hay otros muchos [filósofos] en otras partes, tanto entre los griegos como entre los bárbaros, en honor de los cuales son muchos los templos que se han edificado por sus muchos hijos [espirituales]" (El Banquete, 209 D-E).

67.3. Es evidente que los bárbaros estimaron de manera extraordinaria a sus legisladores y maestros, llamándoles dioses.

67.4. Sostienen que las almas buenas, abandonando la región supracelestial, como piensa Platón, sufren el descenso a este nuestro Tártaro y asumen un cuerpo, y se hacen partícipes de toda clase de males y heridas de la raza humana; éstas [almas] establecieron las leyes y pregonaron la filosofía, "que es el mejor de todos los bienes que los dioses han enviado y jamás enviarán a la raza humana" (Platón, Timeo, 47 B).

Admiración de Platón por los filósofos bárbaros

68.1. Me parece que también comprenden el gran beneficio que les llega a través de los sabios, cuya filosofía es oficialmente estudiada por los Brahamanes todos, por los Odrisos y los Getos, y el pueblo egipcio hace teología precisamente de sus opiniones (o: han estudiado cuidadosamente sus libros), y también los Caldeos y los Árabes, denominados prósperos, al igual que la región Palestina, y la mayoría del pueblo Persa, y otros muchos miles de pueblos.

68.2 Es evidente que Platón admira continuamente a los bárbaros; recuerda cómo él mismo y Pitágoras han aprendido de los bárbaros las más numerosas y nobles de sus opiniones.

68.3. Por ello, al decir "pueblos bárbaros" (Platón, Fedro, 78 A) quiere decir pueblos de filósofos bárbaros; y así en el "Fedro" (274 E) nos muestra que el rey egipcio es más sabio que [el dios] Theuth, al que identifica con Hermes. Más aún, en el "Cármides" muestra que él conoce a determinados tracios, quienes afirman la inmortalidad del alma (PLatón, Cármides, 156 D).

Demócrito, discípulo de los sabios bárbaros

69.1. Se refiere que Pitágoras fue discípulo de Sonchidis (o: Sonchis), el primero de los profetas de los egipcios; Platón [fue discípulo] de Sechnufis (Sechnoýphis) de Heliópolis, y Eudoxo de Gnido (Knídio) [fue discípulo] de Jenófanes (Kovoýphidi), también egipcio.

69.2. En el "Diálogo sobre el alma", ... (¿hay una laguna en el texto?) Platón muestra de nuevo que conoce la profecía, ya que admite un profeta que da a conocer el dicho de Laques sobre la suerte de las almas y la predicción del futuro (cf. PLatón, República, X, 617 D).

69.3. También en el "Timeo" presenta al sapientísimo Solón aprendiendo del bárbaro. He aquí lo que dice: "¡Oh Solón, Solón! Ustedes los griegos siempre son niños; ningún griego es anciano, porque no tienen doctrina encanecida por el tiempo" (Platón, Timeo, 22 B).

69.4. Demócrito se apropió de las enseñanzas morales de los mismos babilonios. Se dice, en efecto, que habiendo descifrado la estela de Ahikar (o: Aquicar), la agregó a sus propios escritos y la presentó como suya escribiendo: "Esto dice Demócrito".

69.5. En verdad, sobre él mismo y vanagloriándose de su erudición, dice en alguna parte: "De entre mis contemporáneos yo he sido el que ha recorrido más tierra, el que ha investigado las cosas más remotas, el que ha conocido más climas y continentes, el que ha escuchado a los hombres más elocuentes, y nadie me ha superado en la composición de figuras [geométricas] acompañadas de demostraciones, ni los llamados "arpedonáptos" (= agrimensores; lit.: los ajustadores de cuerdas) de Egipto, con quienes yo he vivido en total cinco años como vecino en tierra extranjera" (Demócrito, Fragmentos, 68 B 299).

69.6. Efectivamente, visitó Babilonia, Persia, Egipto y fue discípulo de los Magos y de los sacerdotes. Pitágoras mismo emuló a Zoroastro, el mago persa, y los defensores de la secta de Pródico se glorían de poseer libros secretos de aquel hombre.

Otros testimonios de la influencia de la sabiduría de los bárbaros sobre los griegos

70.1. Alejandro, en (su libro) acerca de los "Símbolos Pitagóricos", relata que Pitágoras fue discípulo de Zaratos el asirio -algunos le identifican a éste con Ezequiel, pero no es así, como luego demostraré-, y pretende que Pitágoras haya aprendido también de los Gálatas y de los Brahamanes.

70.2. Clearco el peripatético dice que conoció a un judío, que frecuentó a Aristóteles.

70.3. Heráclito, por su parte, dice que lo futuro se manifiesta a la Sibila no humanamente, sino merced a Dios. Así, dice él, en Delfos, junto a la sala del Consejo, se puede ver una piedra sobre la que, se dice, se sentó la primera Sibila, después de haber salido del Helicón y de ser alimentada por las Musas. Otros, sin embargo, afirman que vino del [monte] Manlio y era hija de Lamia, a su vez hija de Poseidón.

70.4. Sarapión dice en su poema que la Sibila no deja de profetizar incluso después de muerta, porque lo que de ella se esfumó por los aires después de su muerte andaba todavía vaticinando con señales y presagios; y de su cuerpo, descompuesto en la tierra, crece una hierba, como es natural, y escribe que cuantos animales, allegados sin duda a aquel lugar, la comen, también predicen con exactitud la indicación del futuro a los hombres por medio de las entrañas; y supone que el alma de la Sibila es el rostro que aparece en la luna.



Los maestros de la filosofía bárbara

71.1. Esto, acerca de la Sibila. Por su parte, Numa, el rey de los romanos, que era pitagórico, aprendiendo en Moisés prohibió a los romanos construir imágenes de Dios con figura humana o forma de animales. Así, en los ciento setenta primeros años, cuando [los romanos] construyeron templos no hicieron ninguna imagen esculpida ni pintada.

71.2. También Numa les hizo comprender, veladamente, que no es posible alcanzar el bien sumo si no es únicamente por el espíritu.

71.3. Así, la filosofía, bien de gran utilidad, fue honrada desde antiguo entre los bárbaros iluminando a las naciones; más tarde llegó también a los griegos.

71.4. La expusieron públicamente los profetas de Egipto, los caldeos de Asiria, los druidas de Galia, los samaneos de Bactriana, los filósofos celtas, los Magos de Persia -quienes con su ciencia preanunciaron el nacimiento del Salvador, siendo guiados por una estrella en su caminar hacia el país de Judea (cf. Mt 2,1-6)-, los gimnosofistas de India, y otros filósofos bárbaros.

71.5. Y éstos [últimos] son de dos categorías: los llamados sarmanes y los brahmanes. Los sarmanes, denominados habitantes de los bosques (u: hombres de madera), no viven en ciudades ni tienen casas, sino que se visten con cortezas de árboles, se alimentan con frutos silvestres y beben el agua con las manos; no se casan ni tienen hijos, al igual que los ahora llamados encratitas.

71.6. Entre todos los habitantes de India hay quienes obedecen las prescripciones de Buda. A éste le honran como dios por su excepcional dignidad.

Antigüedad del pueblo judío y de sus escritos

72.1. También Anacarsis, que era de Escitia, era considerado diferente de la mayoría de filósofos griegos.

72.2. Igualmente Helánico refiere que más allá de los montes Rípeos (o: Ripos; o: Rifeos) viven los Hiperbóreos, que se enseñan entre sí justicia y no comen carne, sino que se alimentan de los frutos de los árboles. A los sexagenarios los conducen fuera de las puertas de la ciudad y los hacen desaparecer.

72.3. Entre los germanos existen también las llamadas mujeres sagradas, quienes, observando los remolinos de los ríos, los torbellinos y rumores de las corrientes, conjeturan y predicen el futuro. Ésas son las que no permitieron a sus guerreros librar la batalla contra César antes que saliera la luna nueva.

72.4. Con mucho, el pueblo más antiguo de todos esos es el judío, y su filosofía escrita es anterior a la filosofía griega, lo demuestran ampliamente el pitagórico Filón y además el peripatético Aristóbulo, y otros muchos; no me detengo a nombrarlos.

72.5. Con toda claridad Megástenes, contemporáneo de Seleuco Nicator, en el tercer [libro] sobre "Los índicos" escribe: "Realmente todo lo manifestado acerca de la naturaleza por los ancianos [de Grecia], también fue dicho por los filósofos de fuera de Grecia; en efecto, o por los Brahamanes de la India, o por los llamados judíos en Siria" (Megástenes, Fragmentos, 715 F 3).

Heracles y Quirón

73.1. Algunos afirman, un tanto fantásticamente, que los primeros sabios nacieron entre los llamados Dáctilos Ideos, a quienes se atribuye el descubrimiento de las letras llamadas efesias y de los ritmos musicales. Por este motivo, entre los músicos existe el ritmo llamado dáctilo (lit.: los dactilos han recibido la denominación entre los músicos). Ahora bien, los Dáctilos Ideos eran frigios bárbaros.

73.2. Herodoro cuenta que Heracles (= Hércules), siendo adivino y físico, heredó de Atlante, bárbaro frigio, las columnas del universo; pero la leyenda pretende decir que también aprendió la ciencia de las cosas celestiales.

73.3. Hermipo de Berito llama sabio al centauro Quirón, de quien dice el que escribió la "Titanomaquia", que fue el primero que "condujo el linaje de los mortales hacia la justicia enseñándoles juramentos, sacrificios sagrados y constelaciones del Olimpo" (Titanomaquia, 6).

73.4. Junto a éste [centauro] fue educado Aquiles, el que luchó en Troya; Hipo, la hija del centauro, desposada con Eolo, le enseñó la contemplación de la naturaleza, la ciencia de su padre.

73.5. También Eurípides atestigua sobre Hipo de la siguiente manera: "Ella fue la primera que vaticinó las decisiones divinas mediante claros oráculos conforme a las salidas de los astros" (Eurípides, Fragmentos, 482).

73.6. Este Eolo hospedó a Ulises después de la conquista de Troya. Presten atención a estos datos, para comparar la época de Moisés con aquella otra de la filosofía más antigua, contemporánea suya.

Capítulo XVI: Origen bárbaro de las invenciones

Invenciones de los pueblos bárbaros

74.1. Los bárbaros no sólo son los descubridores de la filosofía, sino también de casi todas las artes.

74.2. Fueron los egipcios los primeros que descubrieron la astronomía (lit.: astrología) a los hombres, al igual que los caldeos. También fueron los egipcios los primeros que enseñaron a encender lámparas, dividieron el año en doce meses, prohibieron unirse con mujeres en lugares sagrados y prescribieron que no entraran en los templos antes de purificarse quienes venían de (la relación) con una mujer; además, fueron los inventores de la geometría.

74.3. Algunos afirman que fueron los carios quienes idearon el arte de pronosticar el futuro mediante los astros.

74.4. Los frigios, por su parte, fueron los primeros que tuvieron en cuenta los vuelos de las aves; los etruscos, vecinos de Italia, perfeccionaron la ciencia de los sacrificios.

74.5. Isáuricos y árabes practicaron la ciencia de la adivinación (o: de los augurios), al igual que ciertamente los telmesios la mántica (o: adivinación) por medio de los sueños.

74.6. Los tirrenos inventaron con mucho esfuerzo la trompeta, y los frigios la flauta. En efecto, Olimpo y Marsias eran frigios.

Más invenciones de los pueblos bárbaros

75.1. Cadmo, el que inventó a los griegos su alfabeto, era fenicio, según dice Éforo; de ahí que Heródoto escribe que las letras se siguen llamando fenicias. Hay quienes afirman que los primeros en conocer (o: inventar) el alfabeto fueron los fenicios y los sirios.

75.2. La medicina dicen que la inventó, antes de la llegada de Io a Egipto, Apis, egipcio autóctono, y después la desarrolló Asclepio.

75.3. Atlante el libio fue el primero que construyó una nave y navegó en el mar.

75.4. Quelmis y Damnameneo, Dáctilos Ideos, fueron los primeros que descubrieron el hierro en Chipre; mientras Délas, otro Ideo, aunque según Hesíodo era escita, inventó la aleación (o: amalgama) del bronce.

75.5. Sin duda alguna, los tracios fueron los primeros en descubrir la llamada "harpe" -un cuchillo curvo-, y los primeros que utilizaron escudos ligeros sobre los caballos.

75.6. De semejante manera también los ilíricos son los primeros en idear el llamado "parma" (= escudo liviano).

75.7. También se dice que los toscanos inventaron el arte de modelar; Itano (que era sainita) fue el primero que fabricó un escudo grande.

75.8. El fenicio Cadmo inventó el tallado de las piedras (litotomía) y descubrió las minas de oro junto al monte Pangeo.

75.9. También otro pueblo, los capadocios, fueron los primeros en descubrir la llamada "nabla" (instrumento de cuerdas), lo mismo que los asirios el "dicorde" (de dos cuerdas).

75.10. Los cartagineses fueron los primeros en construir la "tetreme" (nave de cuatro órdenes de remos), y fue Bósporo, un autóctono, quien la construyó.

Contribuciones de los pueblos bárbaros al desarrollo de la música

76.1. Medea de Cólquida, hija de Eetes, es la primera que inventó la tintura de los cabellos.

76.2. Los Nóropes (pueblo de Peonía que ahora se llama Nórico) fueron los primeros que trabajaron el bronce y obtuvieron hierro puro.

76.3. Ámico, rey de los bébrices, fue el primero en descubrir las correas de los púgiles.

76.4. Respecto a la música, Olimpo el misio practicó la armonía lidia. Los llamados trogloditas descubrieron la sambuca, instrumento musical.

76.5. Se dice también que Sátiro el frigio inventó la flauta traversa (lit.: siringa oblicua); de la misma manera Agnis, también frigio, (inventó) un "tricorde" (= instrumento de tres cuerdas) y la armonía diatónica.

76.6. Igualmente Olimpo el frigio (ideó) los acordes (lit: la percusión de las cuerdas), al igual que Marsias, de la misma región que los precedentes, [inventó] la armonía frigia, la medio-frigia y medio-lidia; y Tamiris, el tracio, inventó la [armonía] dórica.

76.7. Hemos oído que los persas fueron los primeros que fabricaron un carro, una cama y un escabel; y los sidonios aparejaron la nave trirreme.

76.8. Los sicilianos, cerca de Italia, fueron los primeros en inventar la "phorminx" (= lira o pequeña arpa), no muy distinta de la cítara, y también las castañuelas.

76.9. Se dice que los vestidos de lino muy fino fueron descubiertos bajo Semirámis, rey de los egipcios.

76.10. Helánico dice que Atosa, reina de los persas, fue la primera que redactó cartas.



Las fuentes de las noticias sobre las invenciones de los pueblos bárbaros

77.1. Han conservado (lit.: historiado) estas noticias Escamón de Mitilene, Teofrasto de Eresos, Cídipo de Mantinea, y también Antifanes, Aristodemo, Aristóteles, Filostéfano y Estratón el peripatético en los [libros] "Sobre las Invenciones".

77.2. He citado unos pocos ejemplos a fin de establecer la natural capacidad de los bárbaros para las invenciones útiles para la vida; de ellos se han beneficiado los griegos en sus actividades.

77.3. Si después de todo eso alguien calumniara a la lengua bárbara, dice Anacarsis: "Para mí todos los griegos hablan la lengua de los escitas" (Epístola, 1).

77.4. Él mismo, admirado por los griegos, dijo: "Mi vestido es una capa; mi alimento, leche y queso" (Anacarsis, Epístola, 5). Vean que la filosofía bárbara muestra obras, no palabras.

La enseñanza del lenguaje y la escritura

78.1. El Apóstol dice: "Así también ustedes, si mediante la lengua no profieren un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Serían como los que hablan al aire. Tantas clases de lenguas como hay en el mundo, y no hay ninguna privada de sentido. Pero si no conociera el poder de la voz, sería un bárbaro para el que habla, y éste, un bárbaro para mí" (1 Co 14,9-11). Y también: "El que hable en [otra] lengua, ore para poder interpretar" (1 Co 4,13).

78.2. Ahora bien, la enseñanza del lenguaje pasó bastante tarde a los griegos, y también la escritura.

78.3. Alcmeón de Crotona, hijo de Perítho, es el primero en componer un tratado de física (o: sobre la naturaleza).

78.4. Algunos refieren que Anaxágoras de Clazomenes, hijo de Hegesibulo, fue el primero en publicar un libro escrito.

78.5. El primero que puso melodía a poemas y musicalizó los modos lacedemonios (o: espartanos) fue Terpandro de Antisa; y Laso de Hermíone descubrió el ditirambo; Estesícoro de Himera [ideó] el himno; el lacedomonio Alcmán, la danza; Anacreonte de Teos, las eróticas; Píndaro de Tebas, el canto rítmico (o: la pantomima); y Timoteo de Mileto fue el primero que hizo cantar melodías a coro y con la cítara.

Los distintos procedimientos literarios

79.1. Arquíloco de Paros ideó el verso yámbico; Hiponacte el efesio, el coliambo (lit.: yambo cojo); Tespis de Atenas, la tragedia; Susarión de Icaria, la comedia.

79.2. Los discípulos de los gramáticos transmiten la cronología de esos [autores], pero sería muy largo examinarla, habiendo sido presentada por Dioniso mismo, en honor del cual tienen lugar los espectáculos dionisíacos, y que es posterior a Moisés, como se demostrará poco después (cf. I,105,1).

79.3. También dicen que Antifón de Ramnunte, hijo de Sófilo, inventó los discursos de la diatriba y los procedimientos (o: las características) de la retórica; y fue el primero, según dice Diodoro, que escribió por dinero un discurso judicial; por su parte, Apolodoro de Cumas fue el primero que utilizó el término de gramático frente al de crítico; otros afirman que fue Eratóstenes de Cirene, después de publicar por él mismo dos libros "Sobre gramática". Sin embargo, el primero en ser llamado gramático, tal como ahora lo entendemos, fue Praxífanes de Mileto, hijo de Dionisofanes.

79.4. Se refiere que Zaleuco de Locros fue el primero que impartió leyes; otros en cambio, afirman que fue Minos, hijo de Zeus, en tiempos de Linceo.

79.5. Este mismo [Linceo] nació después de Dánao en la undécima generación después de Ínaco y Moisés, como lo demostraremos un poco más adelante (cf. I,106,1-3).

79.6. Licurgo, que nace bastante después de la conquista de Troya, legisló para los espartanos ciento cincuenta años antes de las Olimpíadas. Anteriormente ya hemos hablado de la cronología de Solón (cf. I,65,3).

La filosofía griega es imperfecta, pero no mala

80.1. Se sabe que Dracón, también legislador, nació alrededor de la trigésimo novena Olimpiada.

80.2. Antíloco, que se ocupó de "Los hombres sabios", calcula en total cerca de trescientos doce años desde la época de Pitágoras hasta la muerte de Epicuro... [bajo el arcontado de Pitarato] (texto no seguro, ya que hay una laguna en el original), que tuvo lugar en el décimo día del mes Gamelión (= 25 de enero).

80.3. Se dice también que el hexámetro, verso heroico, lo descubrió Fanotea (o: Panopea), mujer de Ícaro (o: Icario); pero otros dicen que fue Temis, una de las hijas de los Titanes.

80.4. Dídimo, en el [tratado] "Sobre la filosofía pitagórica", refiere que Teano de Crotona fue la primera mujer que filosofó y escribió poemas.

80.5. La filosofía griega, como (dicen) algunos, de alguna manera ha alcanzado la verdad por aproximación (o: por conjetura), pero oscuramente y no íntegramente; otros afirman que recibe su impulso del demonio. Hay quienes sugieren que toda filosofía está inspirada por unas fuerzas inferiores (o: subordinadas).

80.6. Pero aunque la filosofía griega no llegue a alcanzar la verdad en su totalidad, y, además, no posea en sí misma fuerza para cumplir los mandatos del Señor, al menos prepara el camino para la enseñanza verdaderamente más regia, porque de un modo u otro hace prudente [al hombre], modela el carácter, y predispone a quien cree en la Providencia para la recepción de la verdad.

Capítulo XVII: Origen e importancia de la filosofía

La filosofía es válida como preparación a la fe

81.1. Sin embargo, dicen, que está escrito: "Todos los anteriores a la venida del Señor son ladrones y bandidos" (Jn 10,8). Pero si por ese "todos" del que se habla se entiende a todos (los hombres) que han precedido a la Encarnación del Verbo, parece muy genérico.

81.2. Porque los Profetas, enviados e inspirados por el Señor, no son ladrones sino servidores.

81.3. Así dice la Escritura: "La sabiduría mandó a sus servidores a pregonar desde lo alto la invitación para beber de la copa de vino" (Pr 9,3).

81.4. La filosofía no fue enviada por el Señor, sino que llegó -dicen- mediante robo o regalo de un ladrón, un poder o un ángel que aprendiendo alguna verdad e incapaz de permanecer con ella, debió de inspirarla o la enseñó furtivamente, aunque no a espaldas del Señor, quien conoce las finalidades de las cosas que van a suceder antes de la fundación del mundo y la existencia de todas las cosas; tan sólo que no fue impedido.

81.5. En efecto, en otro tiempo el robo hecho para los hombres tenía alguna utilidad, no porque el ladrón mirase nuestro provecho, sino porque la Providencia dirigió el resultado de esa audaz acción para [nuestra] utilidad.

Contra los gnósticos valentinianos y marcionitas

82.1. Sé que muchos se enfrentan (o: se encarnizan) continuamente con nosotros, y afirman que el que no impide [un hecho] es causa [de él]. En efecto, dicen que es causa de robo el que no vigila (o: toma precauciones) y el que no impide [al ladrón]; como [es causa] del incendio el que no apaga el fuego que se inicia, y del naufragio el piloto que no pliega la vela.

82.2. Por eso la ley los castiga en tanto que responsables. Puesto que al que puede impedir esas cosas, por ello mismo también es tenido como responsable de lo sucedido.

82.3. A nuestros adversarios les decimos que la causa hay que referirla al hacer, actuar y realizar; pero no impedirla, en cuanto tal, es inoperante.

82.4. Además, la causa mira a la realización, como el armador a la construcción del barco y el albañil a la edificación de la casa; al contrario, quien no impide, está fuera del hecho.

82.5. Es preciso, entonces, concluir que el que puede impedir, no actúa ni impide. Y ¿cómo interfiere en la acción el que no pone impedimento?

82.6. El mismo razonamiento les impulsa al absurdo, porque harán responsable de la herida, no a la flecha, sino al escudo que no ha impedido a la flecha penetrar. Así, no acusarán al ladrón, sino al que no ha impedido el robo.

Quien no es capaz de impedir, no es responsable

83.1. Y también dirán que Héctor no incendió los barcos griegos, sino Aquiles, porque pudiendo impedírselo a Héctor, no lo hizo. No obstante, Aquiles a causa de su cólera -porque estaba en él encolerizarse o no- no apagó el fuego, y por eso es corresponsable (cf. Homero, Ilíada, XV,716-731 y XVI,122-128)

83.2. El diablo, dueño de sí y capaz de robar o no, es él mismo responsable del robo, no el Señor que no lo impidió. Además, la dádiva no era perjudicial, como para requerir el impedimento [divino].

83.3. Si es necesario ser exacto respecto a los adversarios, han de saber que quien no es capaz de impedir, como hemos dicho que sucede en el robo, no es en absoluto responsable, sino que propiamente sólo el que puede impedir está ligado a la inculpación de la causa.

83.4. En efecto, quien protege a otro con su escudo es causa de que su protegido no resulte herido, puesto que le impide ser herido; también para Sócrates, el demonio era causa, no porque no le impidiera, sino porque le desviaba, aunque no le estimulara activamente.

83.5. Ni las alabanzas ni las injurias, ni los honores ni los castigos son justos, cuando el alma no tiene la libertad de elegir o rechazar (lit.: impulsión - repulsión), puesto que la maldad es involuntaria.

Los ladrones y los salteadores son los seudo-profetas

84.1. Por lo cual, el que impide es responsable, pero el que no impide juzga rectamente de la elección del alma; así, entonces, Dios no es responsable en lo más mínimo de nuestra maldad.

84.2. Puesto que la libre elección y el deseo son el origen de los pecados, y que algunas veces nos domina una opinión totalmente equivocada, de la que, por ignorancia y falta de conocimiento, nos ocupamos poco de alejarnos, [Dios] tendría razón en castigarnos,

84.3. la fiebre es involuntaria, pero cuando uno la contrae por sí mismo, por su intemperancia, lo culpamos a él; lo mismo sucede cuando el mal es involuntario.

84.4. Nadie elige el mal en cuanto mal, sino atraído por el placer envolvente, que se supone que es un bien, y se juzga como algo que hay que tener.

84.5. Siendo así esto, depende de nosotros el librarnos de la ignorancia, de la elección de cualidad inferior pero agradable, y sobre todo no admitir las imágenes engañosas.

84.6. El diablo es llamado "ladrón y bandido" (Jn 10,8) porque mezcló los seudo-profetas entre los profetas, como cizaña entre el trigo (cf. Mt 13,25).

84.7. Por eso, "todos los que han venido antes del Señor son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), no se refiere a todos los hombres en absoluto, sino a todos los falsos profetas y a todos aquellos que no han sido legítimamente enviados por Él (= el Señor).



La multiforme sabiduría de Dios

85.1. También los seudo-profetas tenían algo robado: el nombre de profetas, porque eran profetas, pero no del Señor, sino del Mentiroso (= el diablo).

85.2. El Señor dice: "Ustedes vienen de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no habita en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44).

85.3. No obstante, los falsos profetas decían algunas verdades en las mentiras, y realmente profetizaban mediante éxtasis, como servidores del Apóstata.

85.4. También "el Pastor, el ángel de la conversión" (Hermas, Visión, 25,7) dice a Hermas acerca del seudo-pro-feta: "El dice algunas palabras verdaderas; ya que el diablo le llena de su propio espíritu, por si puede hacer pedazos a alguno de los justos" (Hermas, El Pastor, Mandamientos, 11,3).

85.5. Todas las cosas están ordenadas desde lo alto hacia el bien, "para que la multiforme sabiduría de Dios sea conocida por medio de la Iglesia, según el designio eterno que se ha realizado en Cristo" (Ef 3,10-11).

85.6. Y nada resiste a Dios y nada se opone a Él, que es Señor y todopoderoso.

La obra de la sabiduría de Dios

86.1. Mas aún, hasta los designios y facultades de quienes han apostatado, aunque sean pequeños accidentes particulares, provienen de una mala disposición, como las enfermedades del cuerpo; pero están orientados por la Providencia universal hacia un fin saludable, incluso aunque se trate de una causa enferma.

86.2. Lo grande de la divina providencia es impedir que la maldad, nacida de una apostasía voluntaria, quede inaprovechada e inútil, o que resulte totalmente perjudicial.

86.3. Es obra de la sabiduría divina, de la virtud y del poder no sólo hacer el bien -puesto que eso es propio de la naturaleza misma de Dios, por decirlo así, como calentar del fuego, e iluminar del fuego-, sino principalmente mediante los males ideados por algunos, realizar algún fin bueno y útil, y aprovechar útilmente lo que parece malo, y hacer de la prueba un testimonio.

Existe una base natural para el conocimiento de Dios

87.1. También hay en la filosofía, robada como por un Prometeo, un pequeño fuego que puede dar luz, si lo atizamos convenientemente, un vestigio de sabiduría, un movimiento hacia Dios.

87.2. En este sentido pueden ser llamados "ladrones y salteadores" (Jn 10,8) los filósofos griegos que, antes de la venida del Señor, se apoderaron de parte de la verdad de los profetas hebreos, no con un conocimiento perfecto, sino apropiándoselas como doctrinas propias; y algunos, por ignorancia, la han alterado y sofisticado desatinadamente; en fin, otros afirman que la han descubierto ellos mismos, puesto que han sido dotados de "un espíritu de inteligencia" (Ex 28,3).

87.3. También Aristóteles está de acuerdo con la Escritura al llamar a la sofística el arte de robar sabiduría, como hemos recordado anteriormente (cf. I,39,2).

87.4. En efecto, el Apóstol dice: "No hablamos en el lenguaje que enseña la sabiduría humana, sino en el que enseña el Espíritu" (1 Co 2,13).

87.5. Igualmente se dice acerca de los Profetas: "De su plenitud todos nosotros hemos recibido" (Jn 1,16), es decir, de Cristo. Por eso los Profetas no son ladrones.

87.6. Y también dice el Señor: "Mi enseñanza no es mía, sino del Padre que me envió" (Jn 7,16). Y acerca de los ladrones afirma: "El que habla de sí mismo, busca su propia gloria" (Jn 7,18).

87.7. Por eso los griegos son "egoístas y jactanciosos" (2 Tm 3,2). Llamándoles sabios, la Escritura no ataca a los que son realmente sabios, sino a los que aparentan ser sabios.

Capítulo XVIII: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

La venida del Salvador ha forjado creyentes

88.1. También se dice: "Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia de los inteligentes" (1 Co 1,19; cf. Is 29,14). Y el Apóstol añade: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de este mundo?" (1 Co 1,20). Así distingue por oposición a los escribas de los sabios (lit.: investigadores) de este mundo, (es decir) a los filósofos gentiles.

88.2. "¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?" (1 Co 1,20). Así también indicó que era necia (cf. 1 Co 1,20), y no verdadera, como ellos se imaginaban.

88.3. Y si buscan la causa de su aparente sabiduría, responderá: "Por la dureza de su corazón" (Ef 4,18). "Porque en la sabiduría de Dios, es decir, la que fue anunciada por los profetas, el mundo no le conoció mediante la sabiduría (divina), de la que hablan los profetas, y Dios decidió salvar a los creyentes por la predicación de la locura" (1 Co 1,21), la que tienen como insensatez los griegos.

88.4. "Porque los judíos, dice, piden señales para creer, los griegos buscan sabiduría" (1 Co 1,22), es decir los razonamientos llamados coercitivos y los silogismos;"pero nosotros predicamos a Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos", puesto que conociendo la profecía no creen en su cumplimiento, "locura para los griegos" (1 Co 1,23),

88.5. ya que los aparentemente sabios consideran mítico que el Hijo de Dios hable a través de un hombre, que Dios tenga un Hijo y que además ese [Hijo] haya sufrido. De ahí que su prejuicio les impide creer.

88.6. Por tanto, la venida del Salvador no ha hecho locos, duros de corazón e infieles, sino comprensivos, dóciles, y, además, creyentes (o: fieles).

88.7. Pero los que no han querido obedecer a la llamada, separándose de los que han respondido voluntariamente a la misma, son necios, infieles (o: incrédulos) e insensatos (o: locos).

88.8. "Pero para los llamados, sean judíos o griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).

Cristo vino a salvar a toda la humanidad

89.1. Entonces, ¿sería mejor interpretar la expresión "no hizo Dios necia la sabiduría del mundo" (1 Co 1,20) en el sentido de que no la hizo necia, para que no parezca que Dios es la causa de la dureza del corazón de aquellos, al hacer necia la sabiduría? Por el contrario, puesto que son realmente sabios, se hacen responsables en mayor medida de no haber creído el anuncio. Porque es voluntaria tanto la elección coma el rechazo de la verdad.

89.2. También la frase "destruiré la sabiduría de los sabios" (1 Co 1,19) dice que la sobreiluminaba con el contraste de la menospreciada y desestimada filosofía bárbara, al modo que la antorcha sobreiluminada por el sol se dice que perece al no desarrollar igual energía.

89.3. Todos los hombres han sido llamados, aunque reciben el nombre de "llamados" (cf. 1 Co 1,24) únicamente aquellos que han querido obedecer. Porque no hay "injusticia en Dios" (Rm 9,14). Por eso, quienes han creído, de uno u otro origen, son "pueblo elegido" (Tt 2,14).

89.4. Y en los "Hechos de los Apóstoles" se encuentra esta expresión: "Los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hch 2,41); pero los que no se dejaron persuadir, es evidente que ellos mismos se apartaron.

El Dios de los cristianos es bueno

90.1. La profecía dice a ésos: "Si ustedes quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra", demostrando completamente que tanto la elección como el rechazo están en nuestras manos. El Apóstol llamó "sabiduría de Dios" (1 Co 1,24-25) a la enseñanza conforme al Señor, para mostrar que la verdadera filosofía nos es transmitida mediante el Hijo.

90.2. Pero quien se tiene por sabio también tiene algunas recomendaciones exigidas por el Apóstol: "Revestir el hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad. Por lo cual, abandonando la mentira, hablen la verdad; no den entrada al diablo. El que roba, que no robe más, antes bien esfuércese trabajando (en) lo bueno" (Ef 4,24-28).

90.3. Pero trabajar es esforzarse en la búsqueda de la verdad, a fin de que, juntamente con la beneficencia espiritual (logike), "tengan para compartir con el que está necesitado" (Ef 428), tanto de la abundancia mundana como de sabiduría divina.

90.4. Es que quiere que la Palabra sea enseñada y que el dinero, cuidadosamente verificado, sea depositado en los banqueros para que produzca [sus] intereses.

90.5. Por eso añade: "No salga de su boca palabra perniciosa" (Ef 4,29); la palabra perniciosa es la [proveniente] de la presunción, "sino alguna [palabra] buena para edificación del necesitado, a fin de comunicar la gracia a los oyentes" (Ef 4,29). La palabra de un Dios bueno es necesariamente buena. Y ¿cómo no va a ser bueno Aquél que salva?

Capítulo XIX: Origen e importancia de la filosofía (continuación)

Dios Creador

91.1. Un testimonio más de que los griegos insinuaron algunas verdades se puede averiguar por lo siguiente. En los "Hechos de los Apóstoles" se constata que Pablo dijo a los areopagitas: "Veo que son muy religiosos.

91.2. En efecto, al pasar y observar sus monumentos sagrados he hallado un altar en el que está escrito: "Al Dios desconocido". Ciertamente a ése que sin conocerle veneran, es el que yo les anuncio.

91.3. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése que es el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano humana, ni es servido por mano de hombres, como si necesitase de algo, Él que da a todos vida, aliento y todas las cosas.

91.4. Él hizo de un solo [hombre] todo el linaje humano, para poblar toda la superficie de la tierra; Él definió los tiempos determinados y fijó los confines de las tierras por ellos habitadas, para que busquen a Dios, para que aún a tientas lo encuentren, ya que no está lejos de cada uno de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos de sus poetas han dicho: "Porque somos linaje suyo"" (Hch 17,22-28; cf. Arato de Soles, Los Fenómenos, 5).

91.5. Por ello está claro que, utilizando ejemplos poéticos [sacados] de "Los Fenómenos", de Arato, el [Apóstol] aprueba lo bien dicho por los griegos, y ha dado a entender que con "el Dios desconocido" ha sido honrado por los griegos mediante una perífrasis el Dios creador, cuyo reconocimiento es necesario recibir y aprender a través del Hijo.



El conocimiento del Padre mediante el Hijo

92.1. "Por eso te enviaré a los gentiles, dice, para que les abras los ojos, se vuelvan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, reciban el perdón de los pecados y la herencia con los santificados por la fe en mí" (Hch 26,17-18).

92.2. Ahora bien, [la frase] "los ojos de los ciegos que se abren" significa el reconocimiento del Padre a través del Hijo; así se comprende la perífrasis griega; y el "volverse del poder de Satanás" significa apartarse del pecado, por el cual nació la esclavitud.

92.3. Con todo, no aceptamos sin más cualquier filosofía, sino sólo aquella de la que Sócrates, según Platón, dice: "En efecto, como afirman los iniciados en los misterios, son muchos los portadores de tirso, pero pocos los bacantes" (Platón, Fedón, 69 C), dando a entender que son muchos los llamados, pero pocos los elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16).

92.4. Y añade expresamente: "Aquellos [bacantes] no son otros, en mi opinión, que los que han practicado correctamente la filosofía. Por eso, yo, al menos conforme a mis posibilidades, no he abandonado nada a lo largo de la vida, sino que me he esforzado por todos los medios en acercarme [a alguno de ellos]. Pero si nos hemos esforzado bien y hemos conseguido algún provecho, lo sabremos claramente cuando vayamos allá dentro de poco, si Dios quiere" (Platón, Fedón, 69 C-D).

La erudición no es sinónimo de poseer inteligencia

93.1. ¿No te parece que la revelación de la esperanza del justo para después de la muerte proviene de la fe en las Escrituras hebreas? Así, en el "Demódoco", si realmente lo escribió Platón, dice: "No, filosofar no debe de ser pasarse la vida inclinado sobre libros de artes prácticas ni acumulando erudición, sino un algo muy diferente, porque eso yo al menos lo creería una injuria" (Seudo Platón, Amatores, 137 B).

93.2. Sabía, pienso yo, que "la erudición no enseña a tener inteligencia" según Heráclito (Fragmentos, 22 B 40).

93.3. En el quinto [libro] de "La República" afirma: "¿Tendremos por filósofos a todos esos aficionados y a otros de semejante actividad y también a los (que se dedican a) las artes mediocres? De ninguna manera, sino parecidos a filósofos. -Pero ¿a cuáles, replicó, llamas tú verdaderos?- A los aficionados a contemplar la verdad, dije yo" (República, V,475 D-E).

93.4. En efecto, la filosofía no se encuentra en la geometría, que implica postulados e hipótesis; ni en la música, que se basa en conjeturas; ni en la astronomía, que está repleta de razonamientos que fluyen y de imágenes físicas; en cambio, [la filosofía] es la ciencia del bien en sí mismo y de la verdad; aquellas otras [ciencias] son distintas del Bien, y tan sólo son caminos de acceso al Bien.

93.5. Por eso, ni él mismo (= Sócrates) afirma que el ciclo educativo contribuya a la posesión plena del Bien, sino que contribuye a estimular y a ejercitar el alma en la práctica intelectual.

Nuestro conocimiento de Dios es imperfecto

94.1. Por consiguiente, bien se diga que los griegos profesaron accidentalmente algo de la verdadera filosofía, ese accidentalmente es economía divina (o: plan divino) -puesto que no se querrá divinizar lo que acontece espontáneamente a nuestro gusto-; o bien [se diga que] por coincidencia, esa coincidencia no es impremeditada (o: improvidencial).

94.2. Por otra parte, si se dijera que los griegos tuvieron alguna razón natural, sabemos que uno es el Creador de la naturaleza, lo mismo que ya hemos definido (cf. I,34,4) como natural la justicia; o si [se dijera] que tienen mente común (o: sentido común), entonces deberíamos examinar quién es el padre de ese sentido, y el de la justicia que actúa en "la distribución del sentido" (Platón, Leyes, IV,714 A).

94.3. Y si uno hablara de predicción y se atribuye telepatía, está mencionando formas de profecía. Hay quienes pretenden que esas cosas se den en los filósofos por reflejo de la verdad.

94.4. Respecto a eso, el divino Apóstol, refiriéndose a nosotros mismos, escribe: "Al presente vemos como por un espejo" (1 Co 13,12); en cuanto que nos conocemos a nosotros mismos según ese reflejo, y porque contemplamos, cuanto es posible, la causa creadora a partir del elemento divino que hay en nosotros.

94.5. Así, se dice: "Has visto a tu hermano, has visto a tu Dios" (cf. Gn 33,10; Ex 4,16; Mt 25,40; 1 Jn 4,20-21).

94.6. Pienso que ahora es nuestro Salvador el designado como Dios; pero después de habernos despojado de la carne [le veremos] "cara a cara" (1 Co 13,12); y entonces, cuando el corazón sea puro (cf. Mt 5,8), podremos definirle y comprenderle.

94.7. Los filósofos griegos más críticos veían a Dios por reflejo y transparencia. Tales son, a causa de nuestra debilidad, las representaciones de la verdad: como un reflejo sobre el agua, o como una imagen que se observa a través de cuerpos transparentes y diáfanos.

La Sagrada Escritura es severa con los herejes

95.1. También Salomón dice bellamente: "El que siembra justicia recogerá fe. Pero quienes siembran sus propias riquezas las multiplican" (Pr 11,21. 24). Y de nuevo: "Cuida de lo que reverdece en el campo y cortarás hierba, y recoge el pasto oportunamente para tener corderos que te vistan" (Pr 27,25-26).

95.2. Ves que también de la protección y guarda exterior hay que tener cuidado. "Conocerás exactamente la vida de tu rebaño" (Pr 27,23).

95.3. "Cuando los gentiles, no teniendo Ley, realizan por naturaleza lo que ordena la Ley, ellos mismos, no teniendo Ley, son para sí mismos Ley" (Rm 2,14; cf. 2,26), según el Apóstol, tanto antes de la Ley como antes de la venida [del Señor].

95.4. El Verbo, al comparar a los que provienen de la filosofía con los que llamamos herejes, dice muy claramente: "Mejor es amigo cercano que hermano lejano" (Pr 27,10). "Quien se lanza sobre las mentiras, apacienta vientos y persigue a las aves que vuelan" (Pr 9,12).

95.5. Pienso que el Verbo no alude con ello a la filosofía, aunque en muchos casos la filosofía se ocupe de lo que es probable y trate de convencer; sino que fustiga a las herejías.

95.6. Por eso añade: "Abandonó los caminos de su propia viña y se perdió por los senderos de su propia tierra" (Pr 9,12). Esas son las [herejías], que han abandonado la Iglesia desde el principio.

95.7. Por eso, quien cae en la herejía "atraviesa un desierto sin agua" (cf. Jr 2,6), porque realmente ha dejado de lado al verdadero Dios; vacío de Dios, busca agua donde no la hay, y "llegando a una tierra deshabitada y árida (cf. Jr 2,6), recoge en sus manos la esterilidad" (Pr 9,12).

Hay que apartarse de las herejías

96.1. "Y a los que carecen de sentido les exhortó diciendo" (Pr 9,16), dice la sabiduría, aludiendo a los herejes: "Tomen alegremente los panes ocultos y el dulce agua robada" (Pr 9,17), poniendo de manifiesto que la Escritura señala pan y agua no en razón de otros, sino de los herejes que utilizan el pan y el agua en la oblación contrariamente a la norma de la Iglesia. Porque hay quienes celebran la Eucaristía con agua sola.

96.2. "Pero apártate, no permanezcas en su lugar" (Pr 9,18). Llamó "lugar" homónimamente a la Sinagoga, no a la Iglesia.

96.3. A continuación añade: "De esa manera atravesarás el agua extranjera" (Pr 9,18), considerando el bautismo de los herejes como agua ajena, falsa;

96.4. y "atravesarás el río extranjero" (Pr 9,18), el que lleva y arrastra al mar, al que es echado quien se deja arrancar de la solidez de la verdad, y se desliza de nuevo atropelladamente hacia las olas paganas y desordenadas de la vida.

Capítulo XX: Origen e importancia de la filosofía (conclusión)

Las causas múltiples

97.1. Al igual que son muchos los hombres que botan (o: arrastran) [en el agua] un barco, y no se dice que las causas sean múltiples, sino que es una única causa [compuesta] de muchos elementos -porque cada uno por sí mismo no constituye la causa para botar (o: arrastrar) la nave, si no es con la ayuda de los otros-, así también la filosofía contribuye a la comprensión de la verdad, puesto que constituye una búsqueda de la verdad, pero no es causa [única] de la comprensión, sino causa unida a otras y colaboradora. Pero, quizás también la concausa es causa.

97.2. Siendo una la felicidad, las causas que contribuyen son las múltiples virtudes que la favorecen; y de igual manera que el sol, el fuego, el baño y la vestimenta producen calor, así también la verdad es una, aunque sean muchas las cosas que cooperen a su búsqueda; pero se encuentra mediante el Hijo.

97.3. Según eso, veamos: la virtud es una sola en cuanto a capacidad, pero unas veces se llama prudencia cuando se manifiesta en determinadas obras; otras veces templanza, fortaleza o justicia.

97.4. Así también, aunque la verdad es una, en geometría la verdad es geométrica, en la música musical, y en la correcta filosofía bien puede ser la verdad griega. Pero una sola es la verdad soberana e inexpugnable, la que nos ha enseñado el Hijo de Dios.

La contribución de la filosofía a la búsqueda de la verdad

98.1. Nosotros decimos que una sola y la misma dracma es llamada pasaje, si es dada al propietario de una nave; impuesto, si es al recaudador; alquiler, si es para el arrendador; honorario, si es para el maestro; y fianza, si es para el vendedor. Cada virtud, como cada verdad, aunque nombrada de forma sinónima, son causa de solo el efecto que les corresponde a cada una de ellas.

98.2. Por la combinación de todas esas [virtudes] es como se produce la vida feliz -puesto que no seremos felices por la eficacia de los nombres-, sino que llamamos felicidad a la vida recta, y dichoso al que tiene el alma adornada de virtudes.

98.3. Sin duda, la filosofía contribuye, aunque sea a distancia, a la búsqueda de la verdad, esforzándose de múltiples maneras por estar unida estrechamente a la Verdad que nosotros reconocemos; ella coopera ciertamente con quien se ha propuesto el intento de alcanzar racionalmente (logikos) el conocimiento perfecto (gnoseos).

98.4. La verdad griega es diferente de la nuestra, aunque también sea designada con el mismo nombre; es distinta por la grandeza de la gnosis, por una demostración más auténtica, por su fuerza divina y por otras cosas parecidas. Porque nosotros, "enseñados por Dios" (1 Ts 4,9), somos instruidos realmente en las sagradas letras por el Hijo de Dios. En consecuencia, [los griegos] no estimulan (lit.: mueven) sus almas de igual manera [que nosotros], sino mediante una enseñanza diferente.



La filosofía es una preparación, no indispensable, para la fe

99.1. Pero es necesario que hagamos todavía una precisión en razón de los que critican: al decir que la filosofía es concausa (syaition: causa unida) y cooperadora (synergon: causa adyuvante) de la comprensión de lo verdadero, porque es investigación de la verdad, proclamamos que es una propedéutica para el gnóstico; y no estimamos como causa lo que sólo es concausa, ni lo que ayuda (causa adyuvante) como lo que comprende [dicho fin], ni a la filosofía como imprescindible para obtenerlo; ya que, casi todos sin haber recibido el ciclo pedagógico, sin filosofía griega, y algunos casi sin letras, estimulados por la filosofía divina y bárbara, hemos recibido -"por una fuerza (divina)" (1 Ts 1,5)- la enseñanza acerca de Dios mediante la fe, siendo educados por una Sabiduría que ha actuado directamente (en nosotros).

99.2. Lo que obra unido a otro, siendo incapaz de producir algo por sí mismo, le llamamos cooperador y concausa, en cuanto que es autor con la causa; es llamado autor porque se suma a la otra causa, al no ser capaz por sí solo de producir resultados conforme a la verdad.

99.3. Por sí misma la filosofía justificaba antaño a los griegos, aunque sin conducir a la justificación total -para la cual se manifiesta como una ayuda, lo mismo que el primer y segundo escalón para quien sube al piso superior, o como el maestro de gramática para el que ha de filosofar-; incluso su desaparición no acarrearía la ausencia completa de la razón o la privación de la verdad; puesto que también la vista, el oído y la voz colaboran a la verdad, pero el que la conoce propiamente es el espíritu.

99.4. En verdad, unos colaboradores aportan más y otros menos. Así, la claridad de estilo contribuye a la transmisión de la verdad, y la dialéctica [ayuda] a no caer en las asechanzas de la herejía.

"Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe"

100.1. La enseñanza del Salvador es perfecta y nada le falta, porque "es fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24); en cambio, la filosofía griega con su aporte no hace más sólida (o: fuerte; poderosa) la verdad; pero, haciendo impotente el ataque de la sofística e impidiendo las emboscadas insidiosas contra la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y muro de la viña (cf. Mt 21,33 ss.; Mc 12,1 ss.; Is 5,1 ss.).

100.2. Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe. La propedéutica (= la filosofía griega) se asemeja a lo que se come con el pan y al postre: "La comida termina con una dulce golosina", según el tebano Píndaro (Fragmentos, 124 C).

100.3. La Escritura expresa claramente: "Más hábil será el hombre de bien que comprende, pero el sabio recibirá la gnosis" (Pr 21,11). Y el Señor dice: "El que habla de sí mismo busca su propia gloria, pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz y no hay en él injusticia" (Jn 7,18).

100.4. Por el contrario, comete una injusticia quien usurpa un bien de los bárbaros y se gloría de eso mismo como de algo propio, para aumentar su propia gloria y falsear la verdad. Ese tal es calificado "de ladrón" (Jn 10,8) por la Escritura. Se dice también: "Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al robo" (Didaché, 3,5).

100.5. Pero de hecho el ladrón tiene verdaderamente lo que tiene por robo, sea oro, sea plata, sea palabra (o: razonamiento), sea doctrina. Lo robado es verdadero ciertamente, pero lo conocen sólo por aproximación, y por fuerza de los razonamientos lógicos. Una vez instruidos comprenderán con claridad meridiana.

Capítulo XXI: Cronologías

Cronología de Moisés

101.1. Hablaremos un poco más tarde (cf. V,89 ss.) acerca de las ideas que fueron sustraídas por los filósofos a los hebreos, pero antes, para proceder con orden, es necesario hablar de la cronología de Moisés, a fin de probar de manera irrefutable que la filosofía hebrea es la más antigua de todas las sabidurías.

101.2. Han tratado este asunto minuciosamente (o: críticamente) Taciano en (su libro) "Contra los griegos" (ns. 38-39), y Casiano en (el libro) primero de sus "Exegéticas" (o: "Explicaciones"). Empero mi desarrollo exige que también nosotros recorramos lo que se ha dicho en esta materia (cf. Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, X,12).

101.3. Apión el gramático, apodado el Plistónico (= el de más victorias), en el [libro] cuarto de la "Historia de los egipcios", y mal predispuesto respecto a los hebreos, como egipcio que era, por lo que también escribió un libro "Contra los judíos", hace mención de Amosis rey de los egipcios y de sus gestas, basándose en el testimonio de Ptolomeo Mendesio (o: Tolomeo de Mendes).

101.4. Sus palabras dicen así: "Amosis, contemporáneo de Ínaco el argeo, excavó el [lago] Avaris, como escribió Ptolomeo Mendesio en [su] "Cronología"". (Apión, Fragmentos, 1)

101.5. Ptolomeo mismo, que era sacerdote, expuso las gestas de los reyes de Egipto en tres libros completos, y dice que fue en tiempos de Amosis, rey de Egipto, cuando los judíos salieron de Egipto conducidos por Moisés; de ahí se deduce que Moisés estaba en plena actividad bajo el mandato de Ínaco.

Otras informaciones sobre la época de la salida de Moisés de Egipto

102.1. La tradición más antigua de los griegos es la de Argos (Argoliká); me refiero a la que comienza con Ínaco, según enseña en su "Crónica" (o: Cronología) Dionisio de Halicarnaso (Fragmentos, 251 F).

102.2. Posterior a ella en cuatro generaciones es la del Ática, desde Cécrope, el de dos naturalezas, autóctono, según afirma textualmente Taciano; y en nueve la de Arcadia desde Pelasgo, que también se dice autóctono.

102.3. La historia de Ftiótida, a partir de Deucalión, es dos generaciones más reciente. Desde Ínaco hasta la época de los troyanos se cuentan veinte o veintiuna generaciones completas, lo cual hace, por así decirlo, más de cuatrocientos años.

102.4. Y, si, según informa Ctesias, la historia de los asirios es mucho más antigua que la de los griegos, resultará que la salida de Moisés de Egipto -en tiempo del egipcio Amosis y del argeo Ínaco- tuvo lugar el año cuatrocientos dos del reino de los asirios, y el treinta dos de la dinastía de Beluco VIII.

102.5. En Grecia, bajo el dominio de Foroneo, sucesor de Ínaco, tuvo lugar el cataclismo de Ógigo y el reinado de Sicyón, con Egialeo I, luego Europe, más tarde Telquines (o: Telquín), y el de Cres en Creta.

102.6. Además, Acusilao afirma que Foroneo fue el primer hombre que nació; de ahí que el poeta de la "Foronides" (o: Forónida) diga que él es "el padre de los hombres mortales" (Fragmento anónimo, 1; ed. G. Kinkel, Epicorum graecorum fragmenta, Leipzig 1877).

Los griegos antiguos

103.1. Por ello Platón, en el "Timeo" (22 A), siguiendo a Acusilao, escribe: "Y una vez, habiendo decidido hablar sobre los viejos tiempos, comenzó a narrar los acontecimientos más antiguos de aquella ciudad de Foroneo, llamado el primer hombre, de Niobe, y del cataclismo que tuvo lugar después".

103.2. "En tiempos de Forbas vivió Acteón, de ahí que el Ática fuera llamada Actea, En tiempos de Triopas Prometeo [vivieron] Atlas, Epimeteo, el biforme Cécrope e Io. Bajo Crótopo tuvo lugar el incendio de Felón y el diluvio de Deucalión".

103.3. En tiempos de Stenelo tuvo lugar el reinado de Anfiction, la venida de Dánao al Peloponeso, y la fundación de Dardania por Dárdano, quien, -como afirma Homero (Ilíada, XX,215)- es el primero que engendró Zeus, el que amontona las nubes, y el rapto de Europa desde Fenicia a Creta".

103.4. "Bajo Linceo tuvo lugar el saqueo de Core, el establecimiento del santuario consagrado a Eleusis, la [invención de la] agricultura por Triptolemo, la venida de Cadmo a Tebas y el reinado de Minos".

103.5. "En tiempos de Preto tuvo lugar la guerra de Eumolpo contra los atenienses. En la época de Acrisio la travesía de Pélope desde Frigia, la llegada, de Ion a Atenas, [el reino] de Cécrope II, y las gestas de Perseo, Dioniso, Orfeo y Museo" (Taciano, Discurso contra los griegos, 39).

La conquista de Troya

104.1. Troya fue conquistada en el año dieciocho del reinado de Agamenón, en el año primero del reinado de Demofonte, hijo de Teseo, en Atenas, que tuvo lugar el doce del mes Thargélion, como dice Dionisio de Argos.

104.2. Pero conforme a Agias y Dercilo32, en el tercero [de sus libros], tuvo lugar el día octavo antes de acabarse el mes de Panemo (= noveno mes); según Helánico, el doce del mes Thargélion (= mayo, aproximadamente); y según algunos recopiladores del Ática, día octavo antes de acabar el mismo mes (= el 23), en el último año del reinado de Menesteo, con la luna llena. "La oscuridad ciertamente disminuyó, dice el poeta de la Pequeña Ilíada, y salió la luna resplandeciente" (Anónimo, Ilias parva, 12 B). Otros afirman que tuvo lugar el mismo día [veintitrés] del mes Scirophorión (junio).

104.3. Teseo, émulo de Heracles, es anterior en una generación a la guerra de Troya. En todo caso, Homero recuerda que Tlepólemo, hijo de Heracles, combatió contra Troya (cf. Homero, Ilíada, II,653-658).

La antigüedad de Moisés

105.1. Está, por tanto, demostrado que Moisés es anterior en seiscientos cuatro años a la apoteosis de Dioniso, si ésta tuvo lugar en el año trigésimo segundo del remado de Penteo, como afirma Apolodoro en las "Crónicas".

105.2. Desde Dioniso hasta Heracles y los héroes que acompañaron a Jasón en la nave de Argos se cuentan sesenta y tres años completos. Asclepio y los Dioscuros estaban con ellos, como testifica Apolonio de Rodas en los "Argonáuticas" (I,146-150).

105.3. Desde el reinado de Heracles en Argos hasta la apoteosis del mismo Heracles y de Asclepio se contabilizan treinta y ocho años, según el cronista Apolodoro.

105.4. De ahí hasta la apoteosis de Cástor y Pólux, otros cincuenta y tres años. Allí está muy próxima también la conquista de Troya.

105.5. Pero si se puede confiar en el poeta Hesíodo, escuchémosle: "Entonces Maya, hija de Atlante, dio a luz al ilustre Hermes, heraldo de los inmortales, habiéndose subido al sagrado lecho. Y Sémele, hija de Cadmo, dada al amor carnal, engendró un magnífico hijo, el muy alegre Dioniso" (Hesíodo, Teogonía, 938-941).



Más argumentos en favor de la antigüedad de Moisés

106.1. Cadmo, el padre de Sémele, llega a Tebas en tiempo de Linceo y es el inventor de las letras griegas; Triopas es contemporáneo de Isis, siete generaciones después de Inaco -Isis es llamada también Io, porque estuvo errante por toda la tierra- y se dice que era hija de Prometeo, conforme al [libro] de la "Colonización de los Egipcios" de Istros.

106.2. Prometeo, que vivió bajo Triopas, es posterior a Moisés en siete generaciones, de suerte que se demuestra también que Moisés tiene su apogeo antes de la creación de los hombres conocida por los griegos.

106.3. León, que trató sobre "Los dioses egipcios", dice que Isis es llamada Demeter entre los griegos, y que nace, en tiempos de Linceo, once generaciones después de Moisés.

106.4. Apis, rey de Argos, construye Menfis, como afirma Aristipo en el [libro] primero de "La Arcadia" (o: "Arcádicas"; Fragmentos, 317 F 1).

106.5. Aristeas de Argos dice que aquél fue llamado Sarapis y que es venerado por los egipcios.

106.6. Por su parte, Ninfodoro de Anfípolis, en el [libro] tercero sobre "Las costumbres de Asia", (afirma) que el toro Apis, muerto y embalsamado, fue depositado dentro de un ataúd en el templo de la divinidad que se adoraba [entonces], y que desde aquel momento fue llamado Soroapis, y más tarde Sarapis por una costumbre del país (o: de los indígenas). Ahora bien, Apis es el tercer sucesor de Ínaco.

Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos

107.1. También Leto nace bajo Titio, "porque éste maltrat (o: violentó) a Leto, gloriosa esposa de Zeus" (Homero, Odisea, VI,580); y Titio fue contemporáneo de Tántalo.

107.2. Por eso el beocio Píndaro escribe: "En ese tiempo nació Apolo" (Píndaro, Fragmentos, 33b), y nada tiene de extraño, puesto que lo encontramos sirviendo a Admeto juntamente con Heracles, "durante un año largo" (Plutarco, Moralia, 761 E).

107.3. Zeto y Anfión, inventores de la música, son de la época de Cadmo.

107.4. Y si alguien nos dijera que Femónoe fue la primera que vaticinó en Acrisis (o: Acrisio), conviene saber que veintisiete años después de Femónoe vinieron Orfeo, Museo y Lino, el maestro de Heracles.

107.5. Homero y Hesíodo son más jóvenes que los troyanos, tras los cuales todavía son más jóvenes los legisladores griegos: Licurgo, Solón y los Siete Sabios, juntamente con Ferecides de Siria y el gran Pitágoras, que nacieron poco más tarde de las [primeras] Olimpíadas, como hemos indicado (cf. I,59-65).

107.6. Hemos probado entonces que Moisés es más antiguo que la mayoría de los dioses griegos, y no sólo de los sabios y poetas mencionados.

Paréntesis sobre las Sibilas

108.1. Y no es el único, sino que también la Sibila es más antigua que Orfeo. Se dice que existen muchas explicaciones acerca del origen de su nombre y de los oráculos que se le atribuyen: que era frigia, que era llamada Artemis, y que llegando a Delfos vaticinó:

108.2. "Oh deíficos, adoradores todos del flechador Apolo, yo he venido para vaticinar el pensamiento de Zeus, portador de égida, encolerizada contra mi hermano Apolo".

108.3. Existe también otra [Sibila] en Eritrea llamada Herófila. Heráclides del Ponto la menciona en el "Sobre los oráculos". Paso por alto la [Sibila] egipcia y la itálica, que vivió en la [Puerta] Carmental de Roma, de quien era hijo Evandro, quien fundó en Roma el templo de Pan, llamado Lupercio.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Cronología de los Judíos

109.1. Llegados a este punto, vale la pena examinar atentamente la cronología de los otros profetas hebreos posteriores a Moisés.

109.2. Después de la muerte de Moisés, Josué recibe la jefatura del pueblo, haciendo la guerra durante 65 años (otros leen: 5 años; el libro de Josué dice: 45 años: cf. Jos 14,7-12) y permanece descansando otros veinticinco en la tierra buena.

109.3. Como dice el libro de "Josué", este jefe sucedió a Moisés durante 27 años (es un error; este dato no se encuentra en el libro de Josué).

109.4. Después pecaron los hebreos y fueron entregados a Cusacar (Cusán), rey de Mesopotamia, durante ocho años, como refiere el libro de los "Jueces" (cf. Jc 3,8).

109.5. Más tarde, al implorar a Dios, reciben como jefe a Gotoniel, hermano menor de Caleb, de la tribu de Judá, quien, muerto el rey de Mesopotamia, gobernó al pueblo durante cincuenta años (cf. Jc 3,11: dice 40 años).

109.6. Y pecando [los hebreos] nuevamente, fueron entregados a Eglón (o: Eglom), rey de los moabitas, durante dieciocho años (cf. Jc 3,14); pero una vez arrepentidos, son gobernados durante ochenta años por Aod, hombre ambidextro, de la tribu de Efraín (cf. Jc 3,15: de la tribu de Benjamín). Es el mismo que mató a Eglón (cf. Jc 3,21).

El período de los Jueces en Israel

110.1. Muerto Aod y habiendo pecado [los hebreos] nuevamente fueron entregados a Yabín, rey de Cañan, durante veinte años (cf. Jc 4,1-3). En este tiempo profetiza Débora, esposa de Labidot, de la tribu de Efraín (cf. Jc 4,4-5); y era sumo sacerdote Ozías, hijo de Riesú (o: Ozius, hijo de Rieso).

110.2. Gracias a esa mujer, Barac, hijo de Benner, de la tribu de Neftalí, asumió el mando del ejército combatiendo contra Sisara, general de Yabín, y lo venció (cf. Jc 4,6-7); desde entonces Débora gobernó al pueblo como juez durante cuarenta años (cf. Jc 5,31).

110.3. Muerta ésta y pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los madianitas durante siete años (cf. Jc 6,1).

110.4. Gedeón, de la tribu de Manases, hijo de Joás (cf. Jc 6,11. 15), lanzó sobre ellos trescientos guerreros y mató a ciento veinte mil de aquellos [madianitas] y gobernó durante cuarenta años (cf. Jc 7,7; 8,10. 28), y después de él su hijo Abimélec [gobernó] durante tres años (cf. Jc 9,1 ss.; 9,22).

110.5. Le sucede Boleas, hijo de Beda, hijo de Garran, de la tribu de Efraín, que gobernó durante veintitrés años (cf. Jc 10,1-2; sin coincidencia con los nombres del texto bíblico). Después de éste, pecando nuevamente, el pueblo es entregado a los amonitas durante dieciocho años (cf. Jc 10,8).

Jefté, Sansón. El final del período de los jueces

111.1. Después que los hebreos se convirtieron, Jefté el galaadita (cf. Jc 11,1), de la tribu de Manases, reinó durante seis años (cf. Jc 12,7); después de él, Abatthán (o: Abesán) de Belén, de la tribu de Judá, [reinó] durante siete años (cf. Jc 12,9). Más tarde Ebrón, hijo de Zabulón [reinó] durante ocho años (cf. Jc 12,11, que dice 10 años). Luego Eglón Efraín, otros ocho años (cf. Jc 12,13-14?). No obstante, algunos suman los ocho años de Ebrón con los siete de Abatthán (cf. Jc 12,13-15: sólo habla de Abdón).

111.2. Después de éste, el pueblo, pecando nuevamente, cayó bajo la dominación de los filisteos durante cuarenta años (cf. Jc 13,1). Y cuando se convirtieron surge Sansón, de la tribu de Dan (cf. Jc 13,2), que venció en la batalla a los extranjeros (cf. Jc 15--16). El mismo gobernó durante veinte años (cf. Jc 15,20).

111.3. A continuación de éste sobrevino la anarquía, y el sacerdote Elí hace de juez del pueblo durante cuarenta años (cf. 1 S 4,18).

111.4. Le sucede el profeta Samuel quien les gobernó, juntamente con Saúl, durante veintisiete años. El mismo ungió también a David (cf. 1 S 16,13).

El inicio de la monarquía en Israel. Saúl y David

112.1. Samuel murió dos años antes que Saúl, siendo sumo sacerdote Abimélec. Aquél ungió rey a Saúl (cf. 1 S 10,1), que fue el primero que reinó en Israel después de los Jueces (cf. 1 S 10,24), siendo el período total hasta Samuel de cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

112.2. Después, conforme el primer libro de "Los Reyes", Saúl reinó veinte años, una vez que se le restableció como rey (cf. 1 S 11,15).

112.3. Después de la muerte de Saúl, David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá, establece el segundo reino en Jebrón (o: Hebrón) durante cuarenta años (cf. 1 R 2,11), como describe el [libro] "II de los Reyes"; era sumo sacerdote Abiatar (cf. 2 S 20,25), hijo de Abimélec, de la familia de Elí (cf. 1 R 2,27); Gad (cf. 1 S 22,5) y Natán (cf. 2 S 12,1) profetizaron bajo su mandato.

112.4. Así, desde Josué, hijo de Nave, hasta el reinado de David, según algunos (cf. Hch 13,20), hay cuatrocientos cincuenta años; pero según la cronología expuesta, se cuentan quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David.

Salomón. Tiempo transcurrido desde la salida de Egipto

113.1. Después reinó Salomón, hijo de David, durante cuarenta años (cf. 1 R 11,42; 2 Cro 9,30). Bajo su [mandato], Natán continúa profetizando (cf. 2 Cro 9,29) y le anima a construir el templo. Igualmente Ajías de Siló también profetiza (cf. 1 R 11,29-39; 2 Cro 9,29), al igual que los dos reyes, David y Salomón, eran profetas.

113.2. Sadoc fue el primer sumo sacerdote que ofreció sacrificios en el templo que construyó Salomón (cf. 2 S 8,17; 1 R 2,35; 4,2), siendo el octavo sumo sacerdote desde Aarón, que fue el primero.

113.3. Ahora bien, el tiempo que hay desde Moisés hasta Salomón, como afirman algunos, es de quinientos noventa y cinco años; para otros, en cambio, es de quinientos setenta y seis.

113.4. Si se añaden a los cuatrocientos cincuenta desde Josué hasta David los cuarenta del mandato de Moisés y los otros ochenta años que Moisés tenía antes de realizar la salida de los hebreos de Egipto, y se añaden a esos los cuarenta años del reinado de David, suman en total seiscientos diez años.

Fin del reinado de Salomón. División de su reino

114.1. Nuestra cronología gana aún exactitud, si a los quinientos veintitrés años y siete meses hasta la muerte de David añadimos los ciento veinte años de Moisés y los cuarenta de Salomón. El total será así hasta la muerte de Salomón seiscientos ochenta y tres años y siete meses.

114.2. Jiram (o: Jirán; cf. 1 R 5,15; 9,11) entrega su hija [como esposa] a Salomón, cuando, después de la batalla de Troya, tiene lugar la venida de Menelao a Fenicia, como afirman Menandro de Pérgamo (cf. Fragmentos, 3) y Laitos en "La Historia de Fenicia" (Fragmentos, 784 F 1).

114.3. Después de Salomón reina su hijo Roboán (o: Roboam) durante diecisiete años (cf. 1 R 14,21), siendo sumo sacerdote Abimélec, hijo de Sadoc.

114.4. Habiéndose dividido entonces el reino (cf. 1 R 12,1 ss.), en Samaría reinó Jeroboam (o: Jeroboán) de la tribu de Efraín, siervo de Salomón (cf. 1 R 11,16), y profetizaban aún Ajías de Siló (cf. 1 R 11,29; 14,2), Semaya, hijo de Elami (cf. 1 R 12,22), y el que vino de Judá contra Jeroboam y profetizó contra el altar del sacrificio (cf. 1 R 13,1-34).



Elías y Eliseo

115.1. Después de (Roboam), reinó su hijo Abium durante tres años (cf. 1 R 15,2) e igualmente el hijo de éste, Asa, durante 41 años (cf. 1 R 15,10). Al tiempo de su vejez estuvo enfermo de los pies (cf. 1 R 15,24; 2 Cro 16,12); bajo su mandato profetiza Jehú, hijo de Ananías (cf. 1 R 16,1; 2 Cro 19,2). Le sucede su hijo el rey Josafat durante 25 años (cf. 1 R 15,24; 22,42; 2 Cro 20,31). En su tiempo profetizan Elías el tesbita (1 R 17--19), Miqueas (1 R 22,1 ss.; 2 Cro 18), hijo de Jeblas, y Abdías (1 R 18,3; 2 Cro 17,7), hijo de Ananías.

115.2. Bajo Miqueas también había un falso profeta: Sedecías de Canán (cf. 1 R 22,24).

115.3. Siguió el reinado de Joram, hijo de Josafat, durante ocho años (cf. 2 R 8,16-17); en ese tiempo profetiza Elías, y después de Elías, Eliseo hijo de Safat (cf. 1 R 19,16).

115.4. Bajo su reinado, los [habitantes] de Samaría y sus propios hijos comieron excremento de paloma (cf. 2 R 6,24-29). La época de Josafat se extiende desde el final del tercer [libro] de los Reyes (cf. 1 R 22, 41 ss.) hasta el cuarto.

115.5. En el reinado de Joram, Elías fue arrebatado [al cielo] (cf. 2 R 2,1 ss.), y empezó a profetizar, siendo de cuarenta años, Eliseo, hijo de Safat (cf. 1 R 20,19); profetizó durante seis años. Después reinó durante un año Ocozías (cf. 2 R 8,25-26), y Eliseo continuó profetizando y, con él, Abdadonai.

Tiempo transcurrido desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo

116.1. Le sucede la madre de Ozías, Gotholía, que reina durante ocho años, una vez que hubo asesinado a los descendientes de su hermano. Ésta era de la familia de Acab. Pero la hermana de Ozías, Josaba, sacó furtivamente a Joás, hijo de Ozías, y más tarde le hizo rey (cf. 2 R 11,1-3; 2 Cro 22,10-12; dicen: 6 años).

116.2. Eliseo profetiza igualmente en tiempos de la misma Gotholía; después de ella reina, como se ha dicho anteriormente (cf. I,116,1), Joás, salvado por Josaba, mujer del sumo sacerdote Joda, y todo esto dura cuarenta años (cf. 2 Cro 24,1).

116.3. Así, entonces, desde la muerte de Salomón hasta la del profeta Eliseo, según algunos, hay ciento cinco años, y según otros ciento dos años; pero, según prueba la presente cronología, desde el reinado de Salomón hay ciento ochenta y un años.

Comparaciones con la antigüedad griega

117.1. Desde los sucesos de Troya hasta el nacimiento de Homero, pasaron, según Filócoro, ciento ochenta años, tiempo ya posterior a la colonización jónica.

117.2. Pero Aristarco en las "Memorias sobre los Arquiloquios" dice que Homero vivió en tiempos de la colonización la colonización jónica, que tuvo lugar ciento cuarenta años después de la guerra de Troya.

117.3. Apolodoro le coloca cien años después de la colonización jónica, cuando Agesilao (murió en el 886 a. C.), hijo de Doriso, era rey de los espartanos, de modo que Licurgo, el legislador, coincide con él cuando era joven.

117.4. Eutimenes dice en su "Cronología" que [Homero] floreció con Hesíodo, y que nace bajo [el reinado de] Acasto en Quíos, alrededor de doscientos años después de la conquista de Troya.

117.5. De esta opinión es también Arquémaco en el libro III de la "Historia de Eubea"; para quien tanto (Homero) como Hesíodo serían posteriores al profeta Eliseo.

117.6. Y si se prefiere seguir al gramático Grates y decir que Homero nació alrededor del retorno de los Heráclidas, esto es, ochenta años después de la toma de Troya, se encontrará de nuevo que es aún posterior a Salomón, porque, como se ha indicado anteriormente (cf. I,114,2), bajo su reinado tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia.

117.7. Eratóstenes sitúa la época de Homero cien años después de la conquista de Troya.

117.8. También Teopompo, en el libro cuarenta y tres de "Las Filípicas", refiere que Homero nació quinientos años después de la expedición militar contra Troya.

117.9. Euforión en el [tratado] sobre "Los Alevades" estima que Homero nació en tiempos de Giges, quien comenzó a reinar en la Olimpiada décimo octava, y dice que fue el primero en ser denominado tirano.

117.10. Pero Sosibio de Laconia, en su "Registro cronológico", sitúa a Homero en el año octavo del reinado de Carilo, hijo de Polidectes. Ahora bien, Carilo reinó sesenta y cuatro años, y después de él su hijo Nicandro treinta y nueve años; y [Sosibio] afirma que en el reinado de éste, el año treinta y cuatro, tuvo lugar la primera Olimpiada. Homero, por tanto, es noventa años anterior a la fundación de las Olimpíadas (alrededor del año 866 a. C.).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Últimos reyes de Judá

118.1. Después de Joás hereda el reino su hijo Amasías (cf. 2 R 12,22) durante treinta y nueve años (cf. 2 R 14,2: dice 29 años); a éste le sucede también su hijo Ozías durante cincuenta y dos años, y murió de lepra (cf. 2 R 15,1-2. 5; 2 Cro 26,21). Bajo su reinado profetizan Amós, Isaías su hijo, Oseas el hijo de Beeri, y Jonás el hijo de Amitay (cf. 2 R 14,25), quien oriundo de Get Cober predicó a los ninivitas, después de salir del cetáceo.

118.2. Más tarde reina Jonatán, el hijo de Ozías, durante dieciséis años (cf. 2 R 15,32-33). Profetizan también durante su mandato Isaías (cf. Is 1,1), Oseas (cf. Os 1,1), Miqueas de Moreset (cf. Mi 1,1) y Joel, hijo de Batuel (cf. Jl 1,1).

Deportación de Israel

119.1. A éste [Jonatán] le sucede su hijo Acaz durante dieciséis años (cf. 2 R 16,1-2; 2 Cro 28,1). En el año décimo quinto de su reinado Israel fue deportado a Babilonia, y Salmanasar, rey de los asirios, trasladó a los samaritanos hacia Media y Babilonia (cf. 2 R 18,9-11).

119.2. A su vez Oseas sucede a Acaz durante ocho años (cf. 2 R 17,1: Oseas es rey de Israel, no de Judá, y el texto bíblico dice que reinó 9 años), y después Ezequías por veintinueve años (cf. 2 R 18,1-2). Según Isaías, al final de su vida Dios le concede por su virtud vivir otros quince años haciendo retroceder el sol (cf. Is 38,5-8).

119.3. Isaías, Oseas y Miqueas continúan profetizando durante su [reinado]. Se dice que éstos son posteriores a Licurgo, el legislador de los espartanos (lit.: lacedomonios).

119.4. Dieuquidas en el libro IV de las "Megaricas" coloca el momento culminante de Licurgo hacia el año doscientos noventa después de la conquista de Troya.

119.5. Isaías profetiza trescientos años después del reino de Salomón (970-931 a. C.), bajo el cual tiene lugar la llegada de Menelao a Fenicia, como se ha demostrado (cf. I,114,2 y 117,6), e igualmente Miqueas, Oseas y Joel, hijo de Batuel.

Josías

120.1. Después de Ezequías, su hijo Manasés reina durante cincuenta y cinco años (cf. 2 R 21,1); más tarde el hijo de éste, Amós, reina dos años (cf. 2 R 21,19); a continuación su hijo Josías, celoso observador de la Ley, reina durante treinta y un años (cf. 2 R 22,1-2). Éste amontonó los miembros de los hombres sobre los miembros de los ídolos (cf. 2 R 23,14. 20), como está escrito en el "Levítico" (cf. Lv 26,30).

120.2. En el año dieciocho de su reinado se celebró la Pascua, que desde Samuel no se había celebrado en todo ese tiempo (cf. 2 Cro 35,18-19). También entonces el sacerdote Jilquías, padre del profeta Jeremías, encontró por casualidad el libro de la Ley y lo depositó en el Templo (cf. 2 R 22,8); luego murió. En este tiempo profetizan Olda (cf. 2 R 22,14), Sofonías (cf. So 1,1) y Jeremías (cf. Jr 1,2).

120.3. En tiempos de Jeremías aparece también Ananías, un falso profeta (cf. Jr 28,1 ss.). El mismo Josías, desobedeciendo al profeta Jeremías, fue muerto junto al río Eufrates por Necao, rey de Egipto, cuando marchaba contra los asirios (cf. 2 R 23,29).

Últimos reyes de Judá. Recapitulación

121.1. A Josías le sucede su hijo Jeconías, llamado también Joacaz, durante tres meses y diez días (cf. 2 R 23,31; 2 Cro 36,1-2: 3 meses). El rey de Egipto, Necao, le lleva encadenado a Egipto después de haber hecho rey a su hermano Joaquim mediante un tributo del país, y [reinó] durante once años (cf. 2 Cro 36,5-8).

121.2. Después de éste reina su homónimo Joaquim durante un trimestre (cf. 2 R 24,8); luego Sedecías, once años (cf. 2 R 24,18).

121.3. Jeremías permanece profetizando hasta este [reinado], y con él profetizan también Buzi (cf. Ez 1,3), Urías el hijo de Semaya (cf. Jr 26,20), y Habacuc (cf. Ha 1,6); y éste es el final de los reyes hebreos.

121.4. Así, desde el nacimiento de Moisés hasta el destierro (587 a. C.) hay novecientos setenta y dos años, según algunos (cf. Taciano, Discurso contra los griegos, 36); pero conforme a la cronología exacta hay mil ochenta y cinco años, seis meses y diez días. Desde el reinado de David hasta la cautividad impuesta por los caldeos hay cuatrocientos cincuenta y dos años y seis meses; pero nuestra cronología exacta cuenta cuatrocientos ochenta y dos años, seis meses y diez días.

La deportación a Babilonia

122.1. En el año duodécimo del reinado de Sedecías (cf. I,121,2: serían los últimos días del undécimo año), setenta años antes de la soberanía persa, Nabucodonosor realizó una expedición contra fenicios y judíos, como afirma Beroso en su "Historia de los caldeos".

122.2. Por otra parte, Juba, en los "Escritos asirios", confiesa que obtuvo esa historia de Beroso, atestiguando la veracidad del historiador.

122.3. Entonces, Nabucodonosor deja ciego a Sedecías, le conduce a Babilonia y deporta a todo el pueblo (el destierro dura setenta años), excepto unos pocos que se refugiaron en Egipto (cf. 2 R 25,7; Jr 39,1 ss.; 43,7).

122.4. Profetizaban, durante el reinado de Sedecías, Jeremías y Habacuc; y en el año quinto de su reinado Ezequiel profetizaba en Babilonia (cf. Ez 1,2); y después el profeta Nahum y más tarde Daniel; después de Daniel profetizaron Ageo y Zacarías durante dos años, bajo Darío I (cf. Ag 1,1; Za 1,1), y finalmente el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas menores].

Durante la cautividad en Babilonia

123.1. Después de Ageo y Zacarías, Nehemías, el copero mayor de Artajerjes e hijo del israelita Aqueli (cf. Ne 1,1: Jakalías; y 2,1), construye la ciudad de Jerusalén y restaura el templo.

123.2. Durante esa cautividad aparecen Esther y Mardoqueo, de quien habla un libro, como también de los Macabeos.

123.3. Bajo esa cautividad, Misael, Ananías y Azarías, al no querer adorar una imagen idolátrica, son arrojados a un horno ardiendo y son salvados por la aparición de un ángel (cf. Dn 3,19 ss.).

123.4. Por entonces, Daniel es arrojado, por culpa de un dragón, en una fosa de leones, y alimentado durante siete días, gracias a la divina Providencia, es salvado por Habacuc (cf. Dn 14,1 ss.).

123.5. Entonces también ocurrió el milagro de Jonás (cf. Jon 2,1 ss.); y Tobías, por intervención del ángel Rafael, tomó por esposa a Sara, una vez que el destino matara a sus siete primeros pretendientes; después del casamiento de Tobías, su padre Tobit recobró la vista (cf. Tb 6,12 ss.; 3,8; 11,11-13).

La restauración de Jerusalén. Recapitulación

124.1. Zorobabel, habiendo vencido en sabiduría a sus contrincantes, recibe de Darío, como recompensa por los servicios, la restauración de Jerusalén y juntamente con Esdras vuelven a la tierra patria (cf. Esd 3,1 ss.).

124.2. Por él tiene lugar el rescate del pueblo, el reconocimiento y la renovación de los textos inspirados por Dios, se celebra la pascua salvadora y se puso fin el matrimonio con extranjeras (cf. Esd 6,3 ss.; 9,1 ss.; Ne 8,1 ss.).

124.3. Además, Ciro proclama la vuelta de los hebreos [a Palestina], y la promesa realizada bajo Darío es celebrada mediante la fiesta de la Consagración del templo, al igual que la del Tabernáculo (cf. Esd 6,3 ss.).

124.4. Todos esos años, incluyendo los de la cautividad hasta la vuelta del pueblo, y desde el nacimiento de Moisés, hacen un cómputo de mil ciento cincuenta y cinco años, seis meses y diez días; y desde el reinado de David hay, según algunos, quinientos cincuenta y dos años; aunque más exactamente hay quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

La profecía de Daniel

125.1. Por lo tanto, desde la cautividad del tiempo del profeta Jeremías, que tiene lugar en Babilonia, se ha cumplido lo anunciado por el profeta Daniel, que dice así:

125.2. "Setenta semanas fueron prefijadas sobre tu pueblo y sobre tu ciudad santa para poner fin al pecado, para cancelar pecados y borrar las injusticias, para expiar y traer justicia eterna, y sellar la visión y el profeta, y para ungir al santo de los santos.

125.3. Entiende y comprende que desde la salida de una palabra de respuesta y la edificación a Jerusalén hasta el mandato del ungido habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; y se reedificarán una plaza y una muralla, y los tiempos se terminarán (lit.: vaciarán).

125.4. Y después de las sesenta y dos semanas será suprimido un ungido, y no hay juicio para él. Y destruirá la ciudad y el santuario con el príncipe que vendrá. Y serán destruidos en un cataclismo; y hasta el fin de una guerra están decretadas desolaciones.

125.5. Y se afianzará una alianza para muchos durante una semana; y a la mitad de la semana mi sacrificio y libación serán suprimidos; y habrá en el santuario una abominación desoladora, hasta que la ruina decretada por el tiempo venga sobre el devastador.

125.6. Y en medio de la semana acabará el perfume del sacrificio, hasta la destrucción total del pináculo del templo, y habrá una orden de destrucción rápida" (Dn 9,24-27, según la versión de Teodoción).

La realización de la profecía de Daniel

126.1. Ahora bien, es evidente que el templo fue construido en siete semanas. En efecto, está escrito en el [libro] de Esdras (no se encuentra ni en Esdras ni en Nehemías; cf. Esd 3,7-12); y de igual manera existió un rey ungido, que fue príncipe de los judíos, cuando se cumplieron las siete semanas en Jerusalén; y durante las sesenta y dos semanas toda la Judea gozó de paz y no hubo guerras.

126.2. Y Cristo nuestro Señor, santo entre los santos, viniendo y cumpliendo la visión y el profeta, fue ungido en la carne por el Espíritu de su Padre en aquellas sesenta y dos semanas, como dijo el profeta (cf. Dn 9,24 ss.).

126.3. Y en una semana, cuya primero mitad ocupó, reinando, Nerón estableció en la ciudad santa de Jerusalén la abominación; y en la mitad de la semana fue eliminado él, y Otón, Galba y Vitelio; Pero Vespasiano prevaleció y arrasó a Jerusalén y destruyó el templo. Que esto es así, es manifiesto para quien pueda entender, según dijo el profeta.

El fin de la cautividad en Babilonia

127.1. Así, tras once años completos (cf. I,121,1-2), al principio del siguiente, reinando Joaquín, tuvo lugar la cautividad de Babilonia, bajo el rey Nabucodonosor, en el año séptimo de su reinado sobre los asirios; por otra parte, Uafres (o: Vafre) era rey de los egipcios en el segundo año; y Filipo era arconte de los atenienses en el primer año de la Olimpiada cuadragésimo octava (587 a. C.).

127.2. La cautividad duró alrededor de setenta años, hasta el segundo año de Darío, hijo de Histaspes, siendo rey de persas, asirios y egipcios; en su reinado, como ya he dicho con anterioridad (cf. I,122,4), eran profetas Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías), uno de los doce [profetas Menores], siendo sumo sacerdote Jesús, hijo de Josedec (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,12).

127.3. En el segundo año del reinado de Darío, que destruye, según Heródoto (cf. Historias, III,79), el poder de los Magos, Zorobabel, hijo de Salatiel, es enviado para levantar y decorar el templo de Jerusalén (cf. Ag 1,1. 12; Si 49,11-12).



Cronología de los pueblos vecinos

128.1. Ahora bien, la cronología de los (reyes) persas se reseña de la siguiente manera: Ciro [reinó] treinta años, Cambises diecinueve, Darío cuarenta y seis, Jerjes veintiséis, Artajerjes cuarenta y uno, Darío [II] ocho, Artajerjes [II] cuarenta y dos, Ocos ocho, Arsés tres.

128.2. [laguna en el texto: Darío III, seis años] La serie de reyes persas suma doscientos treinta y cinco años (la historia dice: 225). Alejandro de Macedonia, una vez aniquilado Darío [III], comienza a reinar en el año mencionado.

128.3. De igual manera, la cronología de los reyes de Macedonia es la siguiente: Alejandro dieciocho años, Ptolomeo, hijo de Lagos, cuarenta años, Ptolomeo Filadelfo veintisiete años, a continuación el Evergetes veinticinco años, luego el Filopátor diecisiete años, después de éste el [rey] Epífanes veinticuatro años.

128.4. A éste le sucede el Filométor, que reina durante treinta y cinco años; a éste [le sucede] Fiscón veintinueve años, a continuación Lathouros treinta y seis años, después el apodado Dioniso veintinueve años.

Los profetas son más antiguos que los primeros sabios griegos

129.1. A continuación de todos [ésos] reinó Cleopatra veintidós años, y después de ella el reino de los hijos de Cleopatra [duró] dieciocho días.

129.2. Así, en total, la cronología de los reyes de Macedonia fue de trescientos doce años y dieciocho días.

129.3. Así, quienes profetizaron en tiempos de Darío, hijo de Histaspes, en el segundo año de su reinado, fueron: Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,1224; 127,2 y 135,4), uno de los doce [profetas Menores], que profetizaron en el año primero de la Olimpiada cuarenta y ocho, y son más antiguos que Pitágoras, que es situado en la Olimpiada sesenta y dos, y también que Tales, el más antiguo de los sabios griegos, quien nació alrededor de la Olimpiada cincuenta.

129.4. Y contemporáneos a Tales fueron los denominados sabios, como afirma Andrón en su "Trípode" (Fragmentos, 3 M), También Pitágoras es anterior a Heráclito, puesto que lo menciona en su libro (cf. Heráclito, Fragmentos, 22 B 40).

Antigüedad de Salomón

130.1. Es por tanto indiscutible que a la época de los antedichos profetas y, juntamente, de los siete llamados "Sabios", precede la primera Olimpiada (hacia 776 a. C.), que, como está demostrado (cf. I,113,3-4), es posterior a la guerra de Troya en cuatrocientos siete años.

130.2. Es, por tanto, fácil comprender que Salomón, viviendo bajo Menelao, que intervino en lo de Troya, es muchos años anterior a los sabios griegos. Respecto a cuántos años precede Moisés a ése [Salomón], ya lo hemos indicado (cf. I,113).

130.3. Alejandro, de sobrenombre Polístor, en su libro "Sobre los Judíos", reproduce unas cartas de Salomón a Uafre, rey de Egipto, y al rey de Tiro en Fenicia y las de ellos a Salomón, en las cuales se demuestra que Uafre le había enviado ochenta mil hombres egipcios para la construcción del templo; y el otro (rey le había enviado) otros tantos con un arquitecto tirio, de madre judía, de la tribu de David, por nombre Hiperón, según allí se escribe (cf. Alejandro, Fragmentos, 22 B 40).

Capítulo XXII: Cronologías (continuación)

Poetas y adivinos griegos

131.1. El ateniense Onomácrito, de quien se dice que es el autor de los poemas atribuidos a Orfeo, aparece bajo el mandato de los Pisistrátidas, alrededor de la Olimpiada cincuenta; y Orfeo, que navegó junto a Heracles, fue discípulo de Museo.

131.2. Anfión es anterior en dos generaciones a la guerra de Troya; también, Demódoco y Femio después de la conquista de Troya: uno con los feacios y el otro entre los pretendientes, celebrados como citaristas.

131.3. También los oráculos atribuidos a Museo se dice que son de Onomácrito; y "La Caverna" [atribuida] a Orfeo es de Zopyro de Heraclea; y el "Descenso al Hades" de Pródico de Samos.

131.4. Ion de Quíos cuenta en "Las Tríadas" ("Triagmois") que Pitágoras también atribuyó algunos [escritos] a Orfeo.

131.5. Epígenes dice en los "Poemas de Orfeo" que el "Descenso al Hades" y la "Palabra sagrada" son del pitagórico Cercops, y el "Peplo" y la "Física" son de Brontino.

131.6. También algunos sitúan a Terpandro entre los [poetas] antiguos; así, Helánico refiere que ése [Terpandro] vive en tiempos de Midas; sin embargo, Fanias al situar a Lesques (o: Lesches) de Lesbos antes de Terprando, hace a éste más joven que Arquíloco, y (cuenta) que Lesques luchó ardientemente contra Arctino y lo venció.

131.7. Janto de Lidia afirma que Tasos fue fundada alrededor de la décimo octava Olimpiada -para Dionisio en la décimo quinta-; y está de acuerdo con que Arquíloco ya era conocido después de la Olimpiada vigésima. Se acuerda también de la destrucción de Magnesia, que había tenido lugar hacía poco tiempo.

131.8. Simónides sitúa [la destrucción de Magnesia] en tiempos de Arquíloco, y Calino no mucho más antigua; puesto que Arquíloco menciona la destrucción de los Magnesios, y Calino su prosperidad. Sin embargo, Eumelo de Corinto es más antiguo porque habría tratado con Arquías, fundador de Siracusa.

Nombres de la mitología griega

132.1. Hemos preferido decir todo lo anterior, porque se considera a los poetas de este Período (o: ciclo) como los más antiguos de todos. También se cuentan entre los griegos numerosos adivinos, como, los Bacidas -uno de Boecia y otro de Arcadia-, que realizaron innumerables predicciones a mucha gente.

132.2. Por el vaticinio del ateniense Anfilito, reinó el tirano Pisístrato, a quien le señaló la ocasión oportuna para el ataque.

132.3. Pasaré por alto a Cometes de Creta, a Cíniras de Chipre, Admeto de Tesalia, Aristeo de Cirene, Anfiarao de Atenas, Timóxenes de Corcira, Demeneto de Focia, Epigenes de Tespis, Nicias de Caristo, Aristón de Tesalia, Dionisio de Cartago, Cleofón de Corinto, Hipo, la hija de Quirón, Boio, Manto, y una multitud de Sibilas: la de Sanios, de Colofón, de Cumas, de Eritrea, de Fito, de Tarasandra, de Macedonia, de Tesalia, de Tesprocia, la de Calcante y Mopso, que viven en la época de la guerra de Troya; sin embargo, la de Mopso es la más antigua porque navegó con los Argonautas.

La adivinación

133.1. Se dice que la [obra] llamada "Adivinación de Mopso" fue compuesta por Bato de Cirene; en cambio, Doroteo en el [libro] primero de "La Enciclopedia" (Pandektes), refiere que Mopso había sido instruida por un alción y una corneja.

133.2. También el gran Pitágoras se aplicó siempre a predecir [el futuro], y lo mismo Abaris el hiperbóreo, Aristeo de Proconeso, Epiménides de Creta, que llegó a Esparta, Zoroastro el medo, Empédocles de Agrigento, Formión de Laconia, e igualmente Pohárato de Tasos, Empedótimo de Siracusa y, por encima de todos, el ateniense Sócrates.

133.3. Se dice en el "Teages": Desde mi infancia poseo un sello inaudito concedido por un destino divino que me guía; es decir, una voz que cuando habla pone en práctica lo que pienso, pero nunca me empuja" (Platón, Theages, 128 D).

133.4. Excesto, tirano de los focios, llevaba dos anillos hechizados, y por el ruido que hacían al unirlos discernía las buenas ocasiones para actuar; pero con todo murió asesinado a traición, aunque el ruido le había advertido, según dice Aristóteles en la "Constitución de los Focenses" (cf. Aristóteles, Fragmentos, 599).

Nombres de varios adivinos

134.1. También alguna vez entre los hombres egipcios se hicieron dioses por gloria humana; así Hermes de Tebas, Asclepio de Menfis, Tiresías y Manto en Tebas, como afirma Eurípides (cf. Fenicias, 834); Heleno, Laocoonte y Enone de Cebrión, en Troya.

134.2. Crío, uno de los Heráclidas, tenía fama de adivino ilustre, y un tal Yamo, en Elida (o: Élide), del que nacieron los yamidas (Iamídas); y Polido (Polyido), en Argos y en Megara, es mencionado por la tragedia (la obra perdida sería Polyida, de Sófocles y Eurípides).

134.3. ¿Para qué enumerar a Télemo, que, siendo adivino de los Cíclopes, vaticinó a Polifemo el engaño de Ulises; o al ateniense Onomácrito, o Anfiarao, que acompañó a los Siete que lucharon contra Tebas, una generación anterior a la toma de Troya, según se dice, o a Teoclímeno en Cefalenia o a Telmeso en Caria o a Galeon en Sicilia?

134.4. Habría otros además de éstos: Idmón, el que acompañó a los Argonautas; Femónoe de Delfos; Mopso, hija de Apolo y de Manto, en Panfilia y Cilicia; Anfíloco, hijo de Anfiarao, en Cilicia; Alcmeón en Acarnania; Anio (o: Anios) en Délos; Aristandro el de Telmeso, el que nació con Alejandro. Igualmente Filocoro refiere en el [libro] primero de "La Adivinación" que Orfeo fue adivino.

Los profetas hebreos

135.1. Teopompo, Eforo y Timeo registran como un adivino a Ortágoras, lo mismo que el samio Pitocles, en el libro cuarto de las "Itálicas" a Cayo Julio Nepote.

135.2. En verdad, "todos son ladrones y salteadores" (Jn 10,8), como dice la Escritura, puesto que la mayoría de las predicciones están sacadas de la observación de los astros y de las probabilidades, como los médicos y los charlatanes que juzgan (a las personas) por su fisonomía; también hay otros que, dominados por los demonios, son puestos en trance por influjo de algunas aguas, perfumes o por determinados aires.

135.3. Pero entre los hebreos, los profetas (hablaban) por el poder e inspiración de Dios; así, antes de la Ley, antes de la Ley, Adán profetizó sobre su mujer y sobre la denominación de los animales (cf. Gn 2,23. 20); Noé predica la conversión (cf. 2 P 2,5; Gn 6,9); Abraham, Isaac y Jacob revelan con claridad no pocos acontecimientos futuros y también inminentes.

135.4. En el tiempo de la Ley, Moisés y Aarón, y más tarde [profetizaron] Josué, el hijo de Navé, Samuel, Gad, Natán, Acías, Samaia, Jehú, Elías, Miqueas, Abdías, Eliseo, Abdadonai, Amos, Isaías, Oseas, Jonás, Joel, Jeremías, Sofonías, Bouzi, Ezequiel, Urías, Habacuc, Naún, Daniel, Misael, él [que hizo] las alabanzas (cf. Dn 3,15-90), Ageo, Zacarías y el Mensajero (= Malaquías; cf. I,122,4; 127,2; 129,3), uno de los doce [profetas Menores].



Nueva recapitulación

136.1. Todos ellos hacen un total de treinta y cinco profetas. Respecto a las mujeres -también las hay que profetizaron-: Sara, Rebeca, María, Débora y Oída... (posible laguna en el texto griego).

136.2. Después, alrededor de la misma época, Juan profetiza hasta el bautismo del Salvador; y luego del nacimiento de Cristo, [también profetizan] Ana y Simeón. Zacarías, el padre de Juan también profetiza antes del niño, como se lee en los Evangelios (cf. Lc 2,36-38. 25-35; 1,67-69).

136.3. Ahora, partiendo de Moisés, resumamos la cronología relativa a los griegos. Desde el nacimiento de Moisés hasta el éxodo de los judíos de Egipto, ochenta años, y hasta su muerte otros cuarenta. El éxodo tuvo lugar en tiempo de Ínaco, porque Moisés salió de Egipto trescientos cuarenta y cinco años antes de la era Sotiaca.

136.4. Desde el mandato de Moisés y de Ínaco hasta el cataclismo de Deucalión, entiendo, que es el segundo diluvio, y hasta el incendio de Faetonte, correspondiente a los tiempos de Crótopo, se contabilizan ocho (el original dice: 40) generaciones. Ahora bien, tres generaciones equivalen a cien años.

136.5. Desde el cataclismo hasta el incendio del Ida, y el descubrimiento del hierro y a los Dáctilos Ideos, hay setenta y tres años, según dice Trásilo. Y desde el incendio del Ida hasta el rapto de Ganimedes hay sesenta y cinco años.

Cronología hasta la conquista de Troya y la Olimpíada de Ifito

137.1. De aquí hasta la expedición de Perseo, cuando Glauco fundó los [juegos] ístmicos en honor de Melicerte, hay quince años. Desde la expedición de Perseo hasta la fundación de Troya hay treinta y cuatro años. Desde entonces hasta la expedición de Argos hay sesenta y cuatro años.

137.2. Desde esta [expedición] hasta Teseo y el Minotauro hay treinta y dos años; después, hasta los Siete contra Tebas hay diez años; luego, hasta los juegos olímpicos, que estableció Heracles en honor de Pélope, hay tres años; y hasta la expedición de las Amazonas contra Atenas y al rapto de Helena por Teseo hay nueve años.

137.3. De ahí hasta la apoteosis de Heracles, once años, y hasta el rapto de Elena por Alejandro cuatro años; después, hasta la conquista de Troya, veinte años.

137.4. Desde la conquista de Troya hasta el regreso de Eneas y la fundación de Lavinio diez años, y hasta el reinado de Ascanio, ocho años; hasta el regreso de los Heráclidas sesenta y un años; y hasta la Olimpíada de Ifito trescientos treinta y ocho años.

Hasta la muerte de Alejandro Magno

138.1. Pero Erastóstenes reseña así la cronología: desde la conquista de Troya hasta el regreso de los Heráclidas, ochenta años. Desde entonces hasta la fundación de Jonia, sesenta años. Por lo que se refiere a los [años] siguientes, hasta la administración de Licurgo, ciento cincuenta y nueve años.

138.2. Y hasta el primer año de la primera Olimpiada, ciento ocho años. Desde esa [primera] Olimpiada hasta la travesía de Jerjes, doscientos noventa y siete años. Desde la [travesía] hasta el comienzo de la guerra del Peloponeso, cuarenta y ocho años.

138.3. Y hasta la destrucción y derrota de los atenienses, veintisiete años; hasta la batalla de Leuctra (371 a. C.), treinta y cuatro años; desde esa [batalla] hasta la muerte de Filipo, treinta y cinco años; y después de dicha [muerte] hasta la sustitución de Alejandro, doce años.

138.4. Nuevamente, desde la primera Olimpíada algunos dicen185 que hay que contar veinticuatro años hasta la fundación de Roma. De ahí hasta la derogación de la monarquía, cuando aparecen los cónsules, doscientos cuarenta y tres años; y desde la derogación de la monarquía hasta la muerte de Alejandro, ciento ochenta y seis años.

Emperadores romanos: desde Augusto hasta Cómodo

139.1. Desde entonces hasta la victoria de Augusto, cuando se suicida Antonio en Alejandría, doscientos noventa y cuatro años; por aquel entonces Augusto ejercía el cuarto consulado.

139.2. Desde esta fecha hasta la institución de los juegos por Domiciano en Roma, ciento catorce años. Y desde el primero de estos juegos hasta la muerte de Cómodo, ciento once años.

139.3. 3. Hay quienes desde Cécrope hasta Alejandro de Macedonia cuentan mil doscientos veintiocho años (otra lectura del original: 1828); desde Demofonte mil doscientos cincuenta años (otra lectura del original: 850), y desde la toma de Troya hasta la vuelta de los Heráclidas ciento veinte o ciento ochenta años.

139.4. Desde ese [regreso] hasta el arcontado de Evéneto, bajo el cual se dice que Alejandro pasó a Asia, según Fanias, setecientos quince años; pero conforme a Eforo, setecientos treinta y cinco; según Timeo y Clitarco, ochocientos veinte; según Eratóstenes, setecientos setenta y cuatro (otra lectura del original: 770); según Duris, desde la conquista de Troya hasta la travesía de Alejandro a Asia, mil años.

139.5. Desde aquí hasta Egesías (el griego lee Evéneto), el arconte de Atenas, bajo el cual muere Alejandro, once años. De ahí hasta la hegemonía de Claudio César Germánico [pasan] trescientos sesenta y cinco años; a partir de ese momento hasta la muerte de Cómodo se calculan fácilmente los años; se hace la suma de todos.

Capítulo XXII: Cronologías (conclusión)

Comparación entre las cronologías griega y judía

140.1. Además (de la cronología) griega es necesario también tomar en cuenta la cronología bárbara en sus grandes líneas.

140.2. Desde Adán hasta el diluvio se contabilizan dos mil ciento cuarenta y ocho años y cuatro días; desde Sem hasta Abraham, mil doscientos cincuenta años; desde Isaac hasta el reparto [de la tierra prometida], seiscientos dieciséis años.

140.3. Luego, desde los Jueces hasta Samuel, cuatrocientos sesenta y tres años y siete meses.

140.4. Y después de los Jueces, [el período] de los Reyes: quinientos setenta y dos años, seis meses y diez días.

140.5. Luego, los tiempos del dominio persa: doscientos treinta y cinco; y desde (el reinado) macedónico hasta la muerte de Antonio, trescientos doce años y dieciocho días.

140.6. A continuación, el dominio de los romanos hasta la muerte de Cómodo, doscientos veintidós años.

140.7. Nuevamente, desde la cautividad de los setenta años y el restablecimiento del pueblo en la tierra patria, hasta la cautividad de los tiempos de Vespasiano, se cuentan cuatrocientos diez años; finalmente, desde Vespasiano hasta la muerte de Cómodo hay que contabilizar ciento veintiún años, seis meses y veinticuatro días.

Cronología judía

141.1. Demetrio afirma en (el libro) "Sobre los Reyes de Judea" que las tribus de Judá, Benjamín y Leví no fueron hechas prisioneras por Senaquerib, sino que desde esa cautividad, hasta la última en la que Nabucodonosor les sacó de Jerusalén, hay ciento veintiocho años y seis meses.

141.2. Y desde que las diez tribus fueron llevadas cautivas desde Samaría, hasta Tolomeo IV, hay quinientos setenta y tres años y nueve meses; y desde la [deportación] de Jerusalén, trescientos treinta y ocho años y tres meses.

141.3. También Filón mismo reseñó los reyes de los judíos, (pero) está en desacuerdo con Demetrio.

141.4. Eupólemo, en la misma materia, dice que desde Adán hasta el quinto año del reinado de Demetrio y el duodécimo del reinado de Tolomeo, rey de Egipto, son cinco mil ciento cuarenta y nueve años.

141.5. Y desde el tiempo en que Moisés condujo a los judíos fuera de Egipto hasta el tiempo fijado anteriormente, hay dos mil quinientos ochenta años. Y desde esa época hasta los consulados de Gneo Domicio y Asinio (40 a. C.), en Roma, se cuentan ciento veinte años.

Sobre los "dialectos"

142.1. Éforo y otros muchos historiadores dicen que hay setenta y cinco naciones y lenguas (glossai), obedeciendo a la palabra dicha por Moisés: "Todas las almas de la casa de Jacob que bajaron a Egipto, eran setenta y cinco" (Ex 1,5).

142.2. Es manifiesto que los dialectos (dialektoi) existentes, según la verdadera cuenta, son setenta y dos, como enseñan nuestros escritos (cf. Seudo Clemente, Homilías, 18,4. 3); otras, que son la mayoría, están formados de la relación con dos, tres o también más dialectos.

142.3. Dialecto es una forma de hablar que manifiesta el carácter propio de una región; es un modo de hablar que revela un carácter especial o común de una nación.

142.4. Los griegos dicen que hay entre ellos cinco dialectos: ático, jónico, dórico, eólico y, el quinto, la koiné; también [dicen] que las innumerables formas de hablar de los bárbaros no se llaman dialectos, sino lenguas.

Sobre los "dialectos" (continuación)

143.1. Platón atribuye también a los dioses cierto dialecto, conjeturándolo de los ensueños y los oráculos, y también, por otro lado, de los que están poseídos por el demonio, que no profieren su propia voz ni lengua, sino la de los demonios que se introducen en ellos.

143.2. Y cree que también los animales irracionales tienen sus dialectos, que entienden los de su misma especie.

143.3. Así, un elefante que cae en el fango grita, y al llegar cualquier otro [elefante] y contemplar el incidente, se vuelve atrás y aparece con él no mucho después una manada de elefantes que salva al caído en el fango.

143.4. Se dice también que en Libia, cuando un escorpión no consigue herir al hombre, se marcha para volver luego con otros muchos [escorpiones]; y colgándose uno de otro en forma de cadena se aprestan así a dar el ataque; pero estos animales irracionales no se expresan por medio de movimientos de cabeza, ni por expresiones corporales (schemati), sino -me parece a mí- por medio de un dialecto propio.

143.5. Algunos otros dicen también que si un pez, al ser arrastrado, roto el hilo, escapa, no se encontrará en ese mismo lugar y en todo el día otro pez de su misma especie.

143.6. Los dialectos primitivos y específicos (lit.: raciales) son bárbaros, pero tienen nombres naturales; también los hombres reconocen (o: confiesan) que las oraciones son más eficaces si se hacen en lengua (phone) bárbara.

143.7. Y Platón, en el "Cratilo", al pretender explicar (el término) "fuego", afirma que es una palabra (lit.: nombre) bárbara; y aduce el testimonio de que los frigios así lo llaman "con una pequeña variante" (Platón, Cratilo, 410 A).

Cronología de los emperadores romanos

144.1. Pienso que no está fuera de lugar añadir la cronología de los emperadores romanos, para fijar el nacimiento del Salvador.

144.2. Augusto [reinó] durante 43 años; Tiberio 22 años; Cayo 4 años; Claudio 14 años; Nerón 14 años; Galba un año; Vespasiano 10 años; Tito 3 años; Domiciano 15 años; Nerva un año; Trajano 19 años; Adriano 21 años; Antonino 23 años; de nuevo [M. Aurelio] Antonino y Cómodo, juntos 32 años.

144.3. En total, desde Augusto hasta la muerte de Cómodo, suman 222 años; y desde Adán hasta la muerte de Cómodo, 5784 años, dos meses y doce días.

144.4. Otros registran la siguiente cronología de los emperadores romanos: Cayo Julio César, 3 años, 4 meses y 6 días; tras él, Augusto reinó 46 años, 4 meses y un día; después Tiberio, 26 años, 6 meses y 19 días; a éste le sucede Cayo César [durante] tres años, 10 meses y ocho días; luego Claudio, 13 años, 8 meses y 28 días; Nerón, 13 años, 8 meses y 28 días; Galba, 7 meses y 6 días; Otón, 5 meses y un día; Vitelio, siete meses y un día; Vespasiano, 11 años, 11 meses y 22 días; Tito, 2 años y 2 meses; Domiciano, 15 años, 8 meses y 5 días; Nerva, 1 año, 4 meses y 10 días; Trajano, 19 años, 7 meses y 15 días; Adriano, 20 años, 10 meses y 28 días; Antonino, 22 años, tres meses y 7 días; Marco Aurelio Antonino 19 años y 11 días; Cómodo, 12 años, 9 meses y 14 días.

144.5. Así, desde Julio César hasta la muerte de Cómodo hay 236 años y 6 meses. La suma total desde Rómulo, el fundador de Roma, hasta la muerte de Cómodo, es de 943 años y 6 meses.

Nacimiento de Jesucristo

145.1. Nuestro Señor nació en el año vigésimo octavo del reinado de Augusto, cuando se mandó hacer el primer empadronamiento (cf. Lc 2,1).

145.2. Esto es verdad conforme al evangelio según Lucas, donde está escrito: "En el año décimo quinto del emperador Tiberio, vino la palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías" (Lc 3,1. 2). Y de nuevo en el mismo [evangelio]: "Jesús, cuando fue bautizado, tenía 30 años" (Lc 3,23)

145.3. Y que debía predicar durante un solo año, está escrito de la siguiente manera: "Me envió para anunciar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19). Y tanto el profeta como el evangelio dicen lo mismo (cf. Is 61,1-2; Lc 4,18-19).

145.4. Por tanto, quince años de Tiberio y quince de Augusto; así se completan los treinta años hasta la Pasión.

145.5. Desde la Pasión hasta la destrucción de Jerusalén hay 42 años y 3 meses; desde la destrucción (lit.: catástrofe) de Jerusalén hasta la muerte de Cómodo, 122 años, 10 meses y 13 días. Por tanto, desde el nacimiento del Señor hasta la muerte de Cómodo hay en total 194 años, un mes y 13 días.

145.6. Hay quienes con una curiosidad excesiva señalan no sólo el año, sino también el día del nacimiento de nuestro Salvador, y dicen que fue el año vigesimoctavo de Augusto, el veinticinco del (mes) Pachón.



Otras fechas de la vida de Jesucristo

146.1. Los (discípulos) de Basílides también festejan el día de su bautismo, y pasan la noche anterior leyendo (en público).

146.2. Afirman que [aquel bautismo] sucedió el año décimo quinto de Tiberio César, el [día] 15 del mes Tybí (10 de enero); en cambio, otros [dicen que tuvo lugar] el [día] undécimo del mismo mes (6 de enero).

146.3. Respecto a su Pasión, algunos, queriendo precisar, la sitúan en el año décimo sexto de Tiberio César, el 25 del [mes] Phamenoth (21 de marzo); otros, el 25 del [mes] Pharmouthí (20 de abril); finalmente hay quienes dicen que el Salvador padeció el 19 del [mes] Pharmouthí (14 de abril).

146.4. Algunos dicen que nació el 24 ó 25 de Pharmouthí (19-20 de abril).

146.5. Yo digo que es necesario añadir a esta cronología los días a que alude Daniel desde la devastación de Jerusalén (cf. Dn 9,27): ... (hay una laguna en el texto griego) los 7 años y 11 meses de Vespasiano, porque (agregando los dos primeros años de su reino, anteriores a la devastación) a los diecisiete meses y ocho días de Otón, Galba y Vitelio,

146.6. se obtienen tres años y seis meses, o sea, "la mitad de la semana" (Dn 9,27; Teodoción), como dijo el profeta Daniel.

146.7. (Él dijo) que hay 2300 días desde que se implantó, por Nerón, la abominación en la ciudad santa hasta su destrucción.

146.8. Eso demuestra el texto citado a continuación: "¿Hasta cuándo va a durar la visión, el sacrificio abolido, el pecado de desolación, el poder y el santuario pisoteados Y le respondió: "Hasta 2300 días, tardes y mañanas, y será construido el templo"" (Dn 8,13-14).

146.9. Esos 2300 días forman 6 años y 4 meses; la mitad de ellos comprenden el dominio de Nerón, y son la mitad de la semana; la otra mitad corresponde a Vespasiano, juntamente con Otón, Galba y Vitelio.

146.10. Por eso dice Daniel: "Feliz (o: bienaventurado) el que alcance hasta 1335 días" (Dn 12,12). En efecto, la guerra duró esos días; luego se acabó.

La genealogía del Señor. Conclusión de las cronologías

147.1. Ese número se indica también por el versículo antes señalado, que dice así: "Y desde el tiempo de la abolición del sacrificio perpetuo y de la introducción de la abominación de la desolación, habrá 1290 días. ¡Dichoso quien resista y alcance hasta los 1335 días!" (Dn 12,11-12).

147.2. El Judío Flavio Josefo, que escribió la "Historia de los Judíos", dice que la cronología, desde Moisés hasta David, es de 585 años; desde David hasta el año segundo de Vespasiano hay 1179 años (cf. Flavio Josefo, La guerra de los judíos, VI,10,437-440).

147.3. Desde ése hasta el décimo año de Antonino, hay 77 años; siendo el total, desde Moisés hasta el décimo de Antonino, de 1833 años.

147.4. Otros, contabilizando desde Moisés e Ínaco hasta la muerte de Cómodo, afirman que hay 1842 años; y otros, 1921.

147.5. En el Evangelio según Mateo, la genealogía (comienza con) Abraham y termina con María, la madre del Señor. "De Abraham, dice, a David hay 14 generaciones; desde David hasta el destierro de Babilonia, 14 generaciones;

147.6. y desde el destierro de Babilonia hasta Cristo, hay igualmente otras 14 generaciones" (Mt 1,17): tres períodos misteriosos, que completan seis semanas.

Capítulo XXII: La transmisión de la sabiduría hebrea a los griegos

La traducción griega de la Biblia

148.1. Baste con lo examinado sobre la cronología estudiada por muchos de distintas formas y expuesta por nosotros. Pero en lo que se refiere a la traducción de la Escritura, tanto la de la Ley como la de los Profetas, del hebreo a la lengua griega, se dice que fue realizada bajo el reinado de Ptolomeo Lago o, según otros, del llamado Filadelfo (283-246 a. C.), quien puso un grandísimo empeño en ello; mientras que Demetrio de Falerio organizaba minuciosamente el trabajo de traducción.

148.2. Cuando los macedonios dominaban Asia, el rey, trabajando con empeño por dotar con toda clase de libros a la biblioteca que había fundado en Alejandría, solicitó también a los jerosolimitanos que tradujeran al dialecto griego (o: lengua griega) sus propias profecías.

La versión de los LXX

149.1. Estos [jerosolimitanos], todavía bajo la dominación macedonia, eligieron a setenta ancianos renombrados y expertos en las Escrituras, conocedores igualmente de la lengua griega, y después se los enviaron [al rey] con los divinos libros.

149.2. Cada uno tradujo, por su cuenta, todas las profecías, una a una, y todas las traducciones, confrontadas, coincidieron tanto en el pensamiento y como en las expresiones. En efecto, habían trabajado, por voluntad de Dios, para que llegaran a oídos de los griegos.

149.3. Ciertamente no era algo extraordinario que por inspiración de Dios, que era quien había dado la profecía, influyera también en la traducción como una [especie de] profecía griega; en tanto que, durante la cautividad de Nabucodonosor, cuando las Escrituras fueron destruidas, en tiempos del rey de los persas Artajerjes, el levita y sacerdote Esdras también fue inspirado y restauró con nuevas profecías toda la antigua Escritura.

Platón discípulo de Moisés

150.1. Aristóbulo en el [libro] primero de la obra dedicada a Filométor escribe en estos términos: "También Platón siguió nuestra ley, y es claro que estudió minuciosamente cada cosa de la que en ella se dicen.

150.2. Anteriormente a Demetrio otros, antes de la dominación de Alejandro y de los persas, también tradujeron lo que había sucedido durante el éxodo de Egipto por parte de los hebreos nuestros conciudadanos, la revelación, a ellos hecha, de todo lo que sucedió, la conquista de la tierra [prometida] y la explicación de la entera legislación.

150.3. Está, por tanto, bien claro que el filósofo anteriormente mencionado [Platón] copió muchas cosas -porque un gran erudito-, al igual que Pitágoras, quien trasladó muchas de nuestras cosas a su doctrina" (Aristóbulo, Fragmentos, 737,3).

150.4. El filósofo pitagórico Numenio escribe abiertamente: "¿Quién es Platón sino un Moisés que habla en ático?" (Numenio de Apamea, Fragmentos, 9). Este Moisés fue teólogo y profeta, y, según algunos, fue intérprete de las leyes sagradas.

150.5. La Escritura misma, que es fidedigna, ensalza el origen de Moisés, sus obras y su vida; por ello, es preciso que nosotros hablemos de él, aunque sea lo más brevemente posible.



Capítulo XXIII: Moisés

La vida de Moisés

151.1. Moisés, caldeo de origen, nace en Egipto (cf. Ex 2,1-10), cuyos antepasados habían llegado a Egipto desde Babilonia a causa de una prolongada hambre. Nace en la séptima generación y es educado de forma regia, esto fue lo que le sucedió.

151.2. Habiendo proliferado extraordinariamente los hebreos en Egipto, dado su creciente número, el rey de aquella tierra temió una insurrección (o: conjura; insidia) de los que iban naciendo de los hebreos, y ordenó dejar (con vida) a las mujeres, porque la mujer es débil para la guerra, pero que hicieran perecer a los varones. Sospechaba de la juventud vigorosa.

151.3. Durante tres meses sus padres alimentan en secreto al niño de noble estirpe, siendo mayor el amor de la naturaleza que la crueldad del tirano; no obstante, temiendo ellos morir juntamente con el niño, hicieron una cestilla con papiro del lugar, metieron [en ella] al niño y lo dejaron sobre la orilla pantanosa del río; pero la hermana del niño permanecía a distancia para ver qué sucedía.

Moisés rescatado del Nilo

152.1. Entonces la hija del rey, estéril desde hacía mucho tiempo, pero deseosa de tener hijos, llegó aquel día río para tomar baños y aspersiones, pero al escuchar los gemidos del niño manda que se le traiga y, compadeciéndose, se puso a buscar una nodriza.

152.2. Entonces corrió la hermana del niño dice que hay una mujer hebrea que ha dado a luz no hace mucho tiempo y que podría ser la nodriza, si quisiera. Estando de acuerdo, incluso lo suplicaba, presentó a la madre del niño para que hiciese de nodriza, como a una extraña cualquiera, conviniendo un salario.

152.3. Después la princesa dará al niño el nombre de Moisés, que significa etimológicamente salvado del agua -puesto que los egipcios llaman al agua "moy"-, al que había sido expuesto para morir. También ellos llaman Moisés a quien muere en el agua.

La educación de Moisés

153.1. Es claro que ya antes, tras circuncidar al niño, sus padres le habían puesto un nombre; se llamaba Joaquín. Tuvo además un tercer nombre en el cielo, después de su asunción; como dicen los iniciados: "Melquí" (según el apócrifo la Asunción de Moisés).

153.2. Cuando llegó [Moisés] a la juventud fue instruido por distinguidos egipcios en la aritmética, la geometría, la rítmica, la armonía, y además en la métrica y la música, y también más tarde en la filosofía de los símbolos, que los egipcios expresan mediante la escritura jeroglífica. Los griegos le enseñaron en Egipto el otro ciclo pedagógico, como si fuera hijo de reyes, según dice Filón en la "Vida de Moisés";

153.3. luego, aprendió la gramática asiria y la astronomía (lit.: ciencia de los cielos) junto a [maestros] caldeos y egipcios; también se dice en los "Hechos [de los Apóstoles"] "que fue educado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7,22).

153.4. Eupolemo, en el [libro] "Sobre los Reyes de Judea", afirma que Moisés fue el primer sabio y el primero que transmitió la escritura a los judíos, y que de los judíos la tomaron los fenicios, y los griegos de los fenicios.

153.5. En la edad adulta, [Moisés] desarrolló su inteligencia; se entusiasmó con la cultura de su pueblo y de sus antepasados, hasta el punto de golpear y matar a un egipcio que atacaba injustamente a un hebreo (cf. Ex 2,11-12).

Diversas versiones sobre lo sucedido después que Moisés mató al egipcio

154.1. Los iniciados dicen que mató al egipcio sólo con una palabra, al igual que haría más tarde Pedro, como refieren los Hechos, quien mató con una palabra a quienes habían sustraído del precio del campo y mentido (cf. Hch 5,1-10)

154.2. Artapano, en su [tratado] sobre Los Judíos, relata que Moisés, hecho prisionero de Jenefres, rey de los egipcios, al reclamar la liberación de su pueblo respecto de Egipto, por la noche salió de prisión, abierta por voluntad de Dios, y, penetrando en el palacio, se presentó ante el rey, que dormía y le despierta;

154.3. éste, atemorizado por el suceso, manda a Moisés que le diga el nombre del Dios que le ha enviado, y [Moisés] se inclinó a su oído y se lo susurró; pero el rey, al oirlo, cayó muerto sin voz, mas ayudado por Moisés recobró la vida.

Cita del drama "Éxodo" del poeta hebreo Ezequiel (siglo III a. C.)

155.1. Sobre la educación de Moisés concordará con nosotros el poeta trágico de los judíos Ezequiel en el drama titulado "Éxodo" (Exagogé), escribiendo en persona de Moisés:

155.2. "Miren que nuestra raza está aumentando sobremanera, y el Faraón tramará contra nosotros toda clase de estratagemas; él castiga a [nuestros] hombres a construir penosamente monumentos, a fortificar la ciudad con torres defensivas, y todo ello es una desdicha para ustedes. Después [el Faraón] promulgó para nosotros, raza hebrea, que arrojáramos a los niños varones al agua profunda del río.

155.3. Cuando yo [nací], mi madre me ocultó durante tres meses, como ella me contó, pero al no poder pasar inadvertida me abandonó en secreto, envolviéndome perfectamente, sobre la orilla del río en un espeso y profundo lugar pantanoso.

115.4. Mi hermana Mariam me cuidaba a distancia, hasta que un día, la hija del rey bajó [al río] para poner radiante mediante cuidados baños su joven cuerpo. De repente me vio, me tomó [en sus manos] y se dio cuenta de que yo era hebreo. Mi hermana Mariam, presentándose ante la princesa, le dijo: "¿Quieres que te busque rápidamente una nodriza hebrea para el niño?". Y la princesa apremió a la muchacha.

155.5. Fue corriendo a decírselo a mi madre, y mi madre, yendo rápida al lugar, me tomó en sus brazos. La hija del rey [le] dijo: "Mujer, alimenta a este [niño], y yo te daré una retribución". Y me puso por nombre Moisés, porque me había sacado de las aguas del río, en la orilla.

155.6. Una vez pasado el tiempo de mi infancia, mi madre me llevó al palacio de la princesa. Antes me había referido y contado todo: la raza de mis antepasados y los dones [recibidos] de Dios.

155.7. Así mientras permanecimos niños, se me facilitó toda clase de instrucción y educación regias, como si yo fuera [hijo] de sus entrañas; pero cumplido el ciclo de los días, abandoné los aposentos reales".

Moisés abandona Egipto

156.1. Después de relatar la lucha del hebreo y el egipcio y el enterramiento del egipcio en la arena, dice así sobre la otra lucha:

156.2. ""¿Por qué golpeas a uno que es más débil que tú?". Y el otro respondió: "¿Quién te ha mandado ser juez y árbitro entre nosotros? ¿Acaso quieres matarme como al hombre de ayer?" Temeroso yo, le dije: "¿Cómo se ha hecho público esto?"" (Ex 2,13-14).

156.3. Entonces (Moisés) huye de allí y pastorea ovejas, ensayándose con el pastoreo para el gobierno. Porque el pastoreo es una preparación (lit.: progymnasia) regia, para quien ha de guiar el rebaño más manso, el de los hombres; como para los guerreros lo es por naturaleza la caza. En adelante Dios le pondría al frente de los hebreos.

El botín que los hebreos tomaron a los egipcios

157.1. A continuación los egipcios son advertidos con repetidos avisos que no comprendieron, mientras que los hebreos, cual espectadores de las plagas que los otros [egipcios] sufren, aprenden sin peligro el poder de Dios (cf. Ex 7-12).

157.2. Los egipcios, no queriendo escuchar los efectos de ese poder [divino], pues tontos en su insensatez no creyeron, porque, como suele decirse, los tontos sólo conocen el mal cuando ya está hecho cf. Homero, Ilíada, XVII,32 y XX,198); y más tarde, al salir, los judíos llevaron con ellos un gran botín tomado de los egipcios, no por codicia, como algunos acusadores afirman -puesto que Dios les inducía a no desear el bien de los demás (cf. Ex 20,17; Dt 5,21)-,

157.3. sino fundamentalmente como remuneración debida por los servicios prestados a los egipcios durante todo el tiempo que les tuvieron dominados; y en cierto sentido, también por una especie de represalia: para entristecer a los codiciosos egipcios llevándose un botín, igual que los egipcios [habían entristecido] a los hebreos con la servidumbre.

157.4. Ahora bien, se puede considerar todo eso como un hecho de guerra; en tal caso [los hebreos] se creyeron [autorizados] a llevarse las cosas de los enemigos por la ley del vencedor, como sucede con los más fuertes respecto a los débiles -ya que la causa de la guerra era justa, porque los hebreos llegaron suplicantes a Egipto por causa del hambre, pero los aquellos sometieron a los extranjeros y les obligaron a servirles como prisioneros de guerra, sin darles ningún salario); y si [se considera todo eso como sucedido] en tiempo de paz, entonces los hebreos tomaron el botín de los egipcios como salario, que tanto tiempo rehusaron pagarles e incluso se lo habían apropiado.

Capítulo XXIV: Moisés, guía de su pueblo

El arte real

158.1. Nuestro Moisés es profeta, legislador; táctico [militar], estratega, político y filósofo. Cómo era profeta, se dirá más adelante (cf. IV,2,19; 93,1; V,88,4), cuando tratemos acerca de la profecía; la táctica [militar] es parte de la estrategia, y la estrategia, del arte real; también es parte del arte real la ciencia de la legislación, al igual que la jurídica.

158.2. Por lo demás, el arte de gobernar es [en un aspecto] divino; así, por ejemplo, comportarse conforme a Dios y a su santo Hijo, de quienes nos vienen los bienes terrenos, los externos [de la tierra] y la perfecta felicidad. "Pidan las cosas grandes -se dice- y se les añadirán las pequeñas" (Mt 6,32; 13,,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26).

158.3. Un segundo aspecto del arte de gobernar, que viene después de la conducta puramente racional (o: espiritual) y divina, es el usar en el ejercicio del poder sólo la parte irascible del alma, que fue como reinaron Heracles de Argos y Alejandro de Macedonia.

158.4. El tercer [aspecto] es únicamente el deseo de vencer y conquistar -sin que preocupe el obtener bien o mal la victoria-; así actuaron los persas en su campaña contra la Hélade (=Grecia).

158.5. Únicamente es propio de la animosidad [por un lado] el puro instinto de vencer, es decir, el remar por el hecho de dominar, y [por otra parte] el amor de las cosas nobles, cuando el alma se sirve de su parte irascible para lo bueno.

La táctica

159.1. El cuarto modo de gobernar, el peor de todos, es el regulado conforme a las pasiones, como el de Sardanapálo y de los que tuvieron como objetivo el satisfacer lo más posible sus pasiones.

159.2. El arte real, así del que triunfa con la virtud como del que lo hace con la violencia, tiene por instrumento la táctica, que es diversa según la naturaleza y la materia [en la que se ejercita].

159.3. Frente a armamentos y animales guerreros, el alma y la inteligencia son quienes determinan el orden de los medios vivos o los inertes; pero [para la victoria] sobre las pasiones del alma, a las que vencemos con la virtud, la táctica es la facultad de razonar, que impone el sello de la moderación (o: continencia [enkrateia]) y la prudencia (o: templanza) mediante la piedad, y el conocimiento perfecto (lit.: una buena gnosis) con la verdad, que conduce como fin a la piedad para con Dios (o: refiriendo el fin [de la conducta humana] hacia la piedad para con Dios).

159.4. Así, para quienes practican la virtud, la prudencia es la ordenadora; en las cosas divinas, la sabiduría; en la humanas, la política; y en todas, el arte real.

159.5. Rey, por tanto, es el que manda según leyes, el que tiene la ciencia de mandar a quienes voluntariamente lo aceptan de buen grado; así es el Señor, que recibe a los que creen en Él y por Él.

159.6. En efecto, Porque todo lo entregó y todo lo sometió Dios a Cristo nuestro Rey (cf. 1 Co 15,28), "para que en el nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp 2,10-11).

La estrategia

160.1. El arte del estratega comprende tres aspectos: seguridad, audacia, y la unión (lit.: mezcla) de ambos. Cada uno de ellos se compone de tres elementos: el que se ejerce mediante la palabra, mediante las obras, y mediante ambas cosas a la vez.

160.2. Todo eso será posible realizarlo con amplitud esto ya persuadiendo, ya violentando, ya coaccionando mediante procedimientos ilegales, en propia defensa, o con procedimientos legales, ya mintiendo, ya diciendo la verdad, ya empleando a la vez varios de estos procedimientos en un mismo caso.

160.3. Pero todos esos [procedimientos] y la manera conveniente de utilizar cada uno de ellos sirvieron a los griegos, quienes los tomaron de Moisés.

160.4. Como modelo mencionaré uno o dos ejemplos de estrategia. En efecto, al sacar Moisés al pueblo, sospechó que los egipcios les perseguirían, y abandonando el camino más corto, se desvió hacia el desierto, e hizo durante la noche la mayor parte del viaje.

160.5. Además, tenía otro plan (oikomomia), según el cual los hebreos, tras mucho desierto y largo tiempo, se iban educando, acostumbrándose con una prudente paciencia a creer que sólo Dios existe.



El mar aniquila a los egipcios que perseguían al pueblo de Dios

161.1. Ahora bien, la estrategia de Moisés enseña que, ante los peligros, es necesario prever qué es lo útil y sólo entonces lanzarse.

161.2. Sin duda, sucedió lo que sospechaba: los egipcios les persiguieron con caballos y carros, pero fueron aniquilados rápidamente por el mar, que se había abierto, y les inunda juntamente con los caballos y los carros, sin dejar ningún vestigio de ellos (cf. Ex 14,26-28).

161.3. Después, una columna de fuego que iba delante de ellos les indicaba el camino (cf. Ex 13,21), y [Moisés] condujo de noche a los hebreos por un [lugar] intransitable; los adiestró y educó, entre cansancios y caminatas, en el valor y la constancia, para que, después de la experiencia de lo que les había parecido espantoso, también apreciaran los bienes de la tierra hacia la que les conducía, sacándoles de aquella región difícil.

Los griegos aprendieron de Moisés la estrategia

162.1. Además, él hizo huir y exterminó a los enemigos que habitaban aquel país, persiguiéndoles por un camino áspero y desértico -ésta era la capacidad del estratega-. En efecto, una prueba de su experiencia y estrategia era apoderarse de la tierra de los enemigos (cf. Ex 13,15-20).

162.2. Observando esto Milcíades, el estratego de los atenienses, el que venció a los persas en Maratón, imitó este procedimiento: condujo a los atenienses durante la noche avanzando por caminos infranqueables y burlando a los bárbaros que los espiaban. En efecto, Hipias, el ateniense desertor (apostas), llevó a los extranjeros hacia el Ática y ocupando de antemano los lugares estratégicos, conocedor como era de aquellos lugares, puso allí su emplazamiento.

162.3. Así, era difícil permanecer oculto de Hipias; por lo cual, como es lógico, Milcíades tuvo que caminar por lugares privados de senderos y atacó por la noche a los persas, conducidos por Datis, y consiguió la victoria con aquellos a quienes él conducía.

Las columnas de luz

163.1. Por otra parte, también Trasíbulo, cuando repatriaba a los exiliados de File y queriendo pasar inadvertido, una estela le guiaba en su camino a través de una ruta sin tránsito.

163.2. A Trasíbulo, de noche, sin luna y poniéndose el tiempo tempestuoso, se le hizo visible una llama conductora, que los guió sin percance hasta Munichia y allí los dejó, donde ahora se ve el altar de Fósforo.

163.3. En consecuencia, los griegos conocieron nuestras creencias, porque es posible al Dios todopoderoso hacer que una columna de fuego conduzca por la noche a los hebreos, aquella que les guiaba en el camino.

163.4. Y también se dice en un oráculo: "Dionisio, el de la abundante alegría, es una columna para los tebanos" (Fragmento de oráculo desconocido); y eso está sacado de la historia hebrea.

163.5. También Eurípides, en su "Antíope", dice: "En el interior de las casas de los boyeros hay una columna del dios Baco, coronada de yedra" (Eurípides, Fragmentos, 37).

163.6. La columna significa la imposibilidad de representar a Dios; la columna iluminada representa, además de esa imposibilidad, la inmutabilidad y presencia de Dios, su luz inmutable y sin figura.

El fuego de la zarza

164.1. Tanto es así que antes de haber conocido con exactitud el carácter de las estatuas, los antiguos levantaban columnas y las veneraban como imágenes de Dios.

164.2. El autor de la "Foronida" escribe: "Catitea, sacerdotisa de la reina del Olimpo, Hera de Argos, es la primera que adornó con coronas y con flecos la gran columna de la soberana" (Fragmento anónimo, 4; ed. Kinkel).

164.3. También el autor de "Europia" refiere que la estatua de Apolo, en Delfos, era una columna, porque [dice] así: "Durante cierto tiempo suspendimos el diezmo y las primicias de los pilares sacratísimos y de la alta columna" (Eumelo, Fragmentos, 11). Apolo, llamado misteriosamente como privación de multiplicidad, es el dios único.

164.4. Ahora bien, el fuego aquel en forma de columna y el fuego (cf. Ex 13,21) a través de la zarza (cf. Ex 3,2) son símbolo de la luz santa que, desde la tierra, cruza el espacio y llega también hasta el cielo a través del madero [de la cruz], por el que nos es dado el mirar espiritualmente.

Capítulo XXV: Moisés inspiró a Platón

La política y la legislación

165.1. El filósofo Platón, sirviéndose de la legislación de Moisés, reprochó a las constituciones de Minos y de Licurgo el que sólo tuvieran en cuenta el valor guerrero; en cambio, aprobó como más preciosa la [constitución] que proclama un único principio y tiende constantemente a una sola doctrina. En efecto, él dice que es preferible que nosotros filosofemos, en armonía con la excelsitud del cielo, con fortaleza, dignidad y prudencia, sin arrepentimos jamás de ese pensamiento y sobre los mismos argumentos (cf. Platón, Leyes, I,626 A; III,688 A; IV,705 D).

165.2. ¿No está interpretando la Ley, al mandar tener puesta la mira en un solo Dios y practicar la justicia?

165.3. El habla de dos clases de política: la legislativa y la llamada homónimamente política; insinúa que el político por excelencia es el demiurgo, según el libro del mismo título (cf. Platón, Político, 307 B), y también da el nombre de políticos a quienes dirigen la mirada hacia Él, y tienen una vida fructífera (lit.: activa o enérgica) y justa, unida a la contemplación (cf. Platón, Gorgias, 508 A).

165.4. En cambio, la llamada política, de igual manera que la legislación, se subdivide en magnanimidad cósmica y en [capacidad de] organización individual, que él llamó orden, armonía y prudencia (o: templanza); esto sucede cuando los príncipes se ocupan de los súbditos, y los gobernados son dóciles a los que mandan; ésta es la actividad que Moisés deseó con empeño que sucediera.

La legislación

166.1. Además, Platón aceptando que la legislación está relacionada con la creación [de una sociedad], mientras que la política se preocupa más bien de la amistad y la concordia, añadió a sus "Leyes" el filósofo de la "Epínomis" (cf. Platón, Epinomís, 977 A), que conoce mediante los planetas el curso de toda generación. Y añade finalmente a su "Política" otro filósofo, Timeo, que es astrónomo y observador del movimiento acompasado de los astros y de la relación de unos con otros (cf. Platón, Timeo, 27 A; Rm 8,22). [Posiblemente haya después una laguna en el texto original]

166.2. Así, por tanto, pienso que la finalidad del político y del que vive conforme a la ley es la contemplación. Por tanto, es necesario hacer política rectamente, pero es mejor ser filósofo.

166.3. En efecto, quien es inteligente vivirá toda su vida orientado hacia la gnosis, y enderezando su vida con buenas obras, despreciando lo contrario a esto, y buscará los conocimientos (o: las ciencias) que ayudan a [descubrir] la verdad.

166.4. La ley no es sólo la costumbre -tampoco lo que se ve constituye la visión-, ni cualquier opinión -no lo es la perjudicial-; sino que la ley la es la opinión buena, y la buena es la verdadera; y es verdadera la que descubre el ser y lo alcanza. "El que es me envió" (Ex 3,14), dice Moisés.

166.5. Algunos [los estoicos], siguiendo evidentemente esa opinión buena, han definido la ley: "recta razón", porque prescribe lo que se debe hacer. Pero prohíbe lo que no debe hacerse.



Capítulo XXVI: Los griegos y la Ley de Moisés

La Ley fue el pedagogo que nos condujo a Cristo

167.1. Por todo ello, con razón se dice que la ley fue dada por Moisés (cf. Jn 1,17); ella constituye la norma de lo justo y de lo injusto. Y legítimamente la deberíamos llamar institución divina (lit.: lo que se establece: thesmos), porque ha sido transmitida por Dios a través de Moisés. Además contiene un camino hacia Dios.

167.2. También Pablo dice: "La ley fue establecida por causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien había sido dada la promesa" (Ga 3,19). Luego, como desarrollando su pensamiento, añade: "Antes de venir la fe estábamos custodiados encerrados bajo la ley" (Ga 3,23); sin duda por el temor del pecado;"hasta que se revelara la fe. De modo que la ley fue nuestro pedagogo [para conducirnos] hacia Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe" (Ga 3,23-24).

167.3. El legislador es el que asigna lo conveniente a cada cometido del alma y a las obras asignadas a cada uno; en resumen, Moisés era una ley viviente, gobernada por la bondad del Verbo (Logos).

La sabiduría legisladora

168.1. Así, por tanto, [Moisés] suministró una buena política: la que constituye una hermosa "educación de los hombres" (Platón, Menexeno, 238 C) [para vivir] en sociedad (koinonia). También practicó la jurisprudencia, que es una ciencia correctora de los errores, en vista de la justicia.

168.2. Junto a ésta se encuentra la [legislación punitiva], que es la ciencia de la medida en los castigos. Y un castigo justo constituye una mejora del alma.

168.3. Toda la orientación de Moisés, por decirlo así, es educativa respecto a los hombres susceptibles de hacerse virtuosos, y captativa (lit.: cazadora) respecto a los similares a éstos, y, así, viene a ser una estrategia. La capacidad de tratar como se debe a quienes han sido conquistados (lit.: cazados) por la razón pertenece ciertamente a la sabiduría legisladora (lit.: función legisladora); en efecto, atraer y tratar es propio de esa [sabiduría], regia en sumo grado.

168.4. En todo caso, los filósofos [estoicos] proclaman que únicamente el sabio es rey, legislador, estratega, justo, santo, y amigo de Dios. Si nosotros encontramos todo esto en Moisés, como se demuestra por las Escrituras mismas, entonces podremos declarar, con plena confianza, que Moisés realmente es sabio.

El arte de pastor y la ciencia de las leyes

169.1. Lo mismo que llamamos arte de apacentar rebaños (o: ciencia pastoril) a la acción de cuidar las ovejas, "puesto que el buen pastor da la vida por las ovejas" (Jn 10,11), así también llamamos ciencia de las leyes el formar la virtud de los hombres, reavivando, en lo posible, lo bueno que hay en el hombre, guiando y cuidando el rebaño de los hombres.

169.2. Y si la grey que menciona alegóricamente el Señor no es otra que el rebaño de los hombres (cf. Jn 10,16), Él mismo será pastor y también buen legislador del único rebaño de las ovejas que oyen su voz, el único cuidador, el que busca a la [oveja] perdida (cf. Lc 15,4 ss.; 19,10; Mt 18,11 ss.), y la encuentra con la ley y la palabra, puesto que es "la ley espiritual" (Rm 7,14), y la conduce a la felicidad; porque quien es espiritual nace por el Espíritu Santo (cf. Jn 3,6).

169.3. Y es realmente legislador quien no sólo promulga cosas buenas y bellas, sino también quien las ha experimentado. Y su ley, que tiene ciencia, es un mandamiento salvador, o mejor, la ley es un mandato [lleno] de ciencia, "porque la Palabra de Dios es fuerza y sabiduría" (1 Co 1,24).

169.4. Ahora bien, el intérprete de las leyes es aquel mismo a través del cual "fue dada la ley" (Jn 1,17); él es el primer intérprete de los mandamientos divinos, el Hijo Unigénito que nos revela el seno del Padre (cf. Jn 1,17-18).

El verdadero origen de la legislación griega

170.1. Desde entonces, quienes obedecen la ley, por el hecho de tener algún conocimiento, no pueden no creer o desconocer la verdad; por el contrario, los incrédulos, quienes de ningún modo se preocupan de las obras, confiesan ellos mismos desconocer la verdad más que otros.

170.2. ¿En qué consiste, pues, la incredulidad de los griegos? En no querer obedecer a la verdad, que proclama que la Ley es algo divino que nos ha sido dada mediante Moisés, puesto que también ellos honran a Moisés en sus propios escritos.

170.3. Platón, Aristóteles y Éforo cuentan que Minos visitaba la gruta de Zeus y que recibía las leyes de Zeus cada nueve años (otra traducción: ocho); y escriben que Licurgo iba con frecuencia a Delfos, para ser educado por Apolo en el arte de dar leyes; Camaileón de Heraclea, en el [tratado] "Sobre la embriaguez", y Aristóteles, en su "Constitución de Locros", hacen notar que Zaleuco de Locros recibía las leyes de Atenea.

170.4. Y quienes se alegran porque poseen la legislación griega, como si fuera algo divino para ellos, a semejanza del don profético de Moisés, son unos insensatos (o: ingratos), porque no reconocen que de la misma fuente derivan tanto la verdad, como el modelo de lo que cuentan en sus historias.


Capítulo XXVII: La pedagogía de la Ley

El castigo que cura el alma

171.1. Por tanto, nadie ataque (lit.: profiera invectivas) a la ley por los castigos, como si no fuera buena y honesta. En efecto, si el que cura la enfermedad del cuerpo tiene fama de bienhechor, será mucho mejor protector quien intenta alejar un alma de una injusticia, porque el alma es más preciosa que el cuerpo.

171.2. A causa de la salud del cuerpo soportamos amputaciones, quemaduras y tomamos medicamentos, y quien suministra esos remedios es llamado salvador y médico. No es por inquina para con el paciente ni por malevolencia el que, según lo exigieren la razón y la técnica, ampute algunos miembros para que los sanos no se contagien con ellos; y nadie acusará de maldad al médico por su arte.

171.3. En cambio, ¿a causa del alma no soportaremos igualmente, sea el destierro, sea el pagar multas, sea la cárcel, con tal que uno adquiera, a cambio de la injusticia, la justicia?

171.4. La ley, en efecto, es protectora de los dóciles, educa la religiosidad, sugiere las obligaciones y aparta a cualquiera de los pecados, imponiendo penas a sus [faltas] constantes; pero, cuando observa igualmente que alguien parece incurable, porque camina hacia el más alto grado de injusticia, entonces se preocupa de los otros, para que no se corrompan al lado de aquel, como cuando se amputa un miembro del cuerpo entero, así da muerte a ese tal y eso es lo más saludable.

Las enseñanzas de la Sagrada Escritura

172.1. Dice el Apóstol: "Juzgados por el Señor, somos corregidos (lit.: educados) para no ser condenados con el mundo" (1 Co 11,32).

172.2. Y el profeta había anunciado: "Castigándome el Señor me educó, pero no me entregó a la muerte" (Sal 117,18). Y dice: Te corrigió para que aprendieras su justicia, te probó y te hizo pasar hambre y sed en el desierto, para conocer todos sus juicios y decisiones (o: sentencias) en tu corazón, los cuales yo te mando hoy, y comprendas en tu corazón que, como un hombre educa a su hijo, así te educará el Señor nuestro Dios" (Dt 8,2-3. 11. 5).

172.3. Pero puesto que el ejemplo hace a uno prudente (o: sensato), dice [la Escritura] a continuación: "El precavido, viendo un peligro, se protege, corrigiéndose a sí mismo con fuerza, porque el temor del Señor es el origen de la sabiduría" (Pr 22,3-4).

El camino de la verdadera sabiduría

173.1. El bien mayor y más perfecto es que uno pueda pasar del mal comportamiento a la virtud y a la buena conducta, como manda la ley.

173.2. Incluso también cuando alguien ha caído en un mal irremediable, prisionero de la injusticia y de la ambición (o: avidez), recibirá un beneficio con la condena a muerte.

173.3. Porque la ley es bienhechora, al poder hacer a unos de injustos justos con solo que quieran oírla, y a otros al librarlos de los males presentes.

173.4. Promete también la inmortalidad a quienes han decidido vivir prudente y justamente. "Conocer la ley es propio de buena inteligencia" (Pr 9,10). Y también: "Los hombres malvados no conocen la ley; pero los que buscan al Señor conocen todo lo buen" (Pr 28,10).

173.5. Es necesario que la Providencia que gobierna sea soberana y buena. Porque con ambas cosas su poder administra la salvación: por un lado, como soberana, corrigiendo con el castigo; por otro, como bienhechora, regalándonos con favores.

173.6. No hay que ser "hijo de desobediencia" (Ef 2,2; 5,6; Col 3,6), sino "pasar de las tinieblas a la vida" (1 Jn 3,14; cf. Jn 5,24), y, prestando oídos a la sabiduría (cf. Pr 2,2), ser, primero, un esclavo de Dios (cf. Nm 12,7), según ley, (y) luego hacerse un fiel servidor (cf. Hb 3,5), temeroso del Señor Dios (cf. Sal 111,1); y si alguien subiera más alto, será inscrito entre los hijos (cf. Ga 3,26), cuando "la caridad cubra la muchedumbre de los pecados" (1 P 4,8) entonces ése tal (o: ésos), introducido en la elegida filiación de los amigos de Dios (cf. 2 Cro 20,7; Jn 15,14-15; St 2,23), habiendo crecido en el amor, recibirá el cumplimiento de la bienaventurada esperanza; y al punto suplicará, diciendo: "El Señor sea mi Dios" (Gn 28,21).



La Ley y el Evangelio

174.1. Los bienes de la Ley nos los hizo ver el Apóstol en este pasaje dirigido a los judíos, cuando escribe, si no me equivocó, así: "Si tú, que llevas el nombre de judío y descansas en la Ley y te glorías en Dios y conoces la voluntad de Dios y estimas lo mejor, instruido por la Ley, y presumes de ser guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, preceptor de necios, maestro de niños, tienes en la Ley la esencia del conocimiento y de la verdad" (Rm 2,17-20).

174.2. En efecto, reconoce que la Ley tiene ese alcance. Otra cosa es que quienes no adaptan su conducta a la Ley, se jacten de vivir en la Ley. "Bienaventurado el varón que halló la sabiduría, el mortal que vio la prudencia (Pr 3,13), y de su boca -es decir de la sabiduría- brota la justicia, y lleva en su lengua la ley y la misericordia" (Pr 3,16).

174.3. Obra de un único Señor, que es "fuerza y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24), son la ley y el evangelio; y el temor que la Ley engendró es misericordioso en orden (o: que conduce) a la salvación. "Que no te falten compasión, fe y verdad, átalas alrededor de tu cuello" (Pr 3,3).

La finalidad de la ley es el amor

175.1. De igual manera que en Pablo, la profecía echa en cara al pueblo el no comprender la Ley: "Ruina y aflicción en sus caminos, y no conocieron el sendero de la paz (Is 59,7-8); ni el temor de Dios está ante sus ojos" (Rm 3,18; cf. Sal 36,2).

175.2. "Alegando ser sabios, se hicieron insensatos (Rm 1,22). Porque sabemos que la Ley es buena si uno la usa legítimamente; pero quienes queriendo ser maestros de la Ley, dice el Apóstol, no comprenden ni lo que dicen, ni acerca de qué hacen afirmaciones; porque la meta del precepto es el amor [procedente] de un corazón puro, de una conciencia buena y de una fe no fingida" (1 Tm 1,8. 7. 5).

Capítulo XXVIII: Moisés es maestro de Platón también en la dialéctica

Las cuatro partes de "la filosofía mosaica"

176.1. Ahora bien, la filosofía mosaica [= ley mosaica] se divide en cuatro partes: una es la histórica, y la legislativa propiamente dicha, ambas son específicas de la actividad ética; la tercera, en cambio, es la litúrgica (lit.: perteneciente a las ceremonias religiosas), que es propia de la teoría de la naturaleza;

176.2. y la cuarta, que está por encima de todas, es la parte teológica, la contemplación, como dice Platón (cf. Fedro, 250 C; Symposium, 209 E-210 A; Plutarco, Moralia, 382), de los misterios realmente grandes; no obstante, Aristóteles llama a esa parte metafísica.

176.3. También, conforme afirma Platón en "El Político" (cf. 287 A), la dialéctica es la ciencia de la manifestación de los seres; adquirida por el sabio (o: prudente), no por razón de hablar o hacer algo de lo que toca a los hombres, como lo practican ahora los dialécticos que se ocupan de la sofística, sino por razón de poder decir lo agradable a Dios y practicar todo cuanto le es grato con todas las fuerzas (cf. Platón, Fedro, 273 E).

La prudencia dialéctica

177.1. La verdadera dialéctica, combinada con la verdadera filosofía, al examinar la realidad, sabe distinguir las Dominaciones y las Potestades (cf. 1 Co 15,24; Ef 1,21); luego trasciende poco a poco hacia la esencia suprema (o: soberana; lit.: mejor de todos), con ánimo (o: se atreve a) de estar más allá, junto al Dios del universo; prometiendo, no un conocimiento empírico de las cosas mortales, sino una ciencia de las realidades divinas y celestiales, a la cual acompaña también el (adecuado) manejo de las cosas humanas, en las palabras y en las acciones.

177.2. Con razón, también la Escritura, queriendo que nosotros seamos dialécticos de ese modo, aconseja: "Sean cambistas acreditados (o: de buena reputación)" (texto desconocido; cf. Mt 25,27), rechazando ciertas cosas y reteniendo lo bueno (cf. 1 Ts 5,21).

177.3. En realidad, esta misma prudencia dialéctica es capacidad de discernimiento respecto de lo inteligible, demostración de lo que inconfundible (lit.: sin mezcla) y manifiestamente (lit.: puramente) corresponde a cada ser (o: es la sustancia básica de cada ser); es una facultad de distinguir los géneros de las cosas, que desciende hasta las más particulares, logrando que cada ser aparezca en su particular pureza.

Cristo nos revela al Padre del universo

178.1. Por lo cual sólo ella nos lleva de la mano hacia la verdadera sabiduría, que es una fuerza divina, conocedora de los seres en cuanto seres, dotada de perfección, libre de toda pasión; todo ello no se hace sin la ayuda del Salvador, quien, con la Palabra divina, ha disipado de la vista de nuestra alma la tenebrosa ignorancia vertida sobre ella por una mala conducta, y nos ha dado a cambio lo mejor: "que reconociéramos bien quién es Dios y qué es el hombre" (Homero, Ilíada, V,127).

178.2. Él es quien mostró realmente cómo conocernos a nosotros mismos; Él es quien revela al Padre del universo a quien quiere, según es posible que la naturaleza humana lo comprenda. "Porque, nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27).

Los cuatro modos de recibir la Ley

179.1. Con razón el Apóstol dice que conoció "por revelación el misterio del que escribí antes brevemente (lit.: en breve); en relación a lo cual, leyendo, pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo" (Ef 3,3,-4).

179.2. Dijo "en relación a lo cual pueden" (Ef 3,4), porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche (cf. 1 Co 3,2).

179.3. De cuatro maneras podemos también comprender (o: aceptar; admitir) la voluntad de la Ley: o nos muestra un modelo, o nos manifiesta un signo, o nos impone un mandamiento para una conducta recta, o vaticina como una profecía.

179.4. Sé bien que discernir y explicar (lit.:decir) tales cosas es propio de adultos (lit. varones; hombres). En efecto, comprender la Escritura en toda su extensión no es una Micono (= una de las islas Cícladas), como dicen los aficionados a los proverbios. Hay que acercarse a ella con dialéctica, lo más posible, si se desea alcanzar el progreso de la enseñanza divina.





Capítulo XXIX: La ley proviene del Verbo

Las enseñanzas de los Griegos son nuevas

180.1. De ahí que el sacerdote egipcio dijera bellamente en Platón: "Oh Solón, Solón, ustedes, griegos, son siempre niños que no tienen la menor idea antigua transmitida mediante una doctrina del pasado; no existe ningún griego antiguo" (Platón, Timeo, 22 B).

180.2. Al decir "ancianos", daba a entender, creo, los que conocen lo antiguo, o sea, lo nuestro, como, al contrario, "jóvenes" los que conocen lo nuevo y estudiado por los griegos, investigando lo producido ayer o anteayer como si fuera viejo y antiguo.

180.3. Y añadió: "Enseñanza encanecida por el tiempo", porque nosotros, conforme al estilo bárbaro, usamos la metáfora de manera simplista y no claramente. Generalmente, quienes son espirituales por naturaleza acceden sin esfuerzo a todo el arte de la interpretación.

180.4. Y dice sobre los griegos que sus creencias no difieren mucho de "cuentos de niños" (cf. Platón, Timeo, 23 B), porque no hay que entender esto como cuentos de niños o hechos para los niños.

180.5. Llama "niños" a las fábulas mismas, como si dijera que todavía no se ven bien aquellos griegos que se creían sabios; y alude con la "enseñanza encanecida" a la más antigua de los bárbaros. A esta verdad opuso la expresión "cuento de niños", para mostrar el carácter mítico de la tentativa de los más jóvenes [griegos], donde nada hay que no sea inmaduro, propio de los niños, y haciendo ver que tanto sus cuentos como sus discursos son infantiles.

La luz de la ley

181.1. En efecto, la Potencia divinamente habla a Hermas en la revelación, diciendo: "Las visiones y revelaciones existen a causa de los indecisos, de los que discuten en sus corazones si estas cosas existen o no" (Hermas, El Pastor, Visión 3,4).

181.2. Igualmente, también se ayudan de una abundante erudición para reforzar sus argumentos, y aseguran y fundamentan sus razonamientos apodícticos, conforme a sus "ondulantes conocimientos" (cf. Homero, Ilíada, III,108) juveniles.

181.3. Según la Escritura: "El buen precepto es una lámpara, y luz para el camino es la ley; porque la educación muestra los caminos de la vida" (Pr 6,23).

181.4. La ley es la reina de todos, mortales e inmortales, dice Píndaro (Fragmentos, 169).

181.5. Pero yo deduzco de esas [palabras] al que dio la Ley y admito que Hesíodo se refiera al Dios del universo, aunque el poeta lo haya dicho tanteando, y no comprendiendo:

181.6. "El Cronida ha dispuesto esta ley para los hombres; peces y fieras y aves voladoras: ¡que se coman entre sí, puesto que no hay justicia entre ellos! Pero a los hombres les dio la justicia, que es lo mejor de todo" (Los trabajos y los días, 276-279).

El Señor es Ley y Verbo

182.1. Puede que aluda igualmente a la ley concedida con el nacimiento, o a la ley que se nos ha dado a continuación, pero ambas, tanto la ley natural como la aprendida, vienen de Dios, y es única; como dice Platón en el "Político", el legislador es uno (cf. Platón, Político, 301 C y 309 C-D); y en "Las Leyes" [dice] que uno es el que comprende lo característico de los músicos (cf. Platón, Leyes, 658 E y 659 A); con ello enseña que el Verbon (Logos) es uno y que Dios es uno.

182.2. Y Moisés aparece llamando al Señor "alianza", cuando dice: "He aquí mi alianza contigo" (Gn 17,4). Antes también había hablado de "alianza": "No buscarlo en ningún escrito" (cf. Gn 17,2).

182.3. Ahora bien, es alianza porque el autor de todo, Dios, dispone -porque "theos" dice relación a la "thesis"-, y él mismo realiza la disposición de todo conforme a un orden. En la "Predicación de Pedro" se encuentra que el Señor es llamado "Ley y Verbo" (Logos; Kerigma Petri, 1).

Pero el [libro] primero de nuestros Stromata de notas gnósticas, según la verdadera filosofía, sea terminado en este punto.

 

Partes de esta serie: Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII
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