LIBRO VI
Capítulo I: Introducción. Finalidad de la obra
El gnóstico no es ateo, sino que cree en el verdadero Dios
1.1. Y ahora el sexto e igualmente nuestro séptimo libro de los Stromata de estos recuerdos gnósticos según la verdadera filosofía, van a presentar lo mejor posible y desarrollar en estas (páginas) el discurso ético, establecerán después cómo es el gnóstico en su vida; luego tratarán de demostrar a los filósofos que (el gnóstico) de ninguna manera (es) un ateo, como (ellos) han supuesto, sino que es el único realmente piadoso, exponiendo sumariamente la práctica cultual del gnóstico, en cuanto es posible dejarlo grabado sin peligro en un escrito conmemorativo.
1.2. Porque el Señor nos ha ordenado trabajar por el alimento que permanece para la eternidad (Jn 6,27), y el profeta dice en alguna parte: Bienaventurado el que siembra junto a toda agua, donde pisan el buey y el asno (Is 32,20), (es decir), el pueblo de la Ley y el de los gentiles reunidos en una única fe (cf. Lv 11,3; Ef 4,13). Pero quien es débil que coma verduras (Rm 14,2), según el insigne Apóstol.
1.3. Y antes nuestro Pedagogo, dividido en tres libros, ha presentado la educación y la crianza (lit.: alimentación) desde la infancia (cf. Pedagogo, I,3,2-3); es decir, la forma de vida cristiana (politeía) que crece junto con la fe por medio de la catequesis, y que prepara el alma virtuosa de los adultos inscritos para recibir la ciencia gnóstica.
1.4. Por consiguiente, cuando los griegos aprendan claramente por lo que digamos en estos recuerdos cómo ellos son los que se comportan injustamente de manera impía al perseguir al que es amigo de Dios, entonces es cuando progresaremos en estas memorias según el carácter (o: estilo) de los Stromata, (y) se resolverán las dudas tanto de los griegos como de los bárbaros (= los que no son paganos griegos) sobre la venida del Señor.
Los "Stromata"
2.1. Las flores de varios colores que crecen en el prado y los árboles frutales en el parque (lit.: paraíso; jardín) no se encuentran separados (o: distribuidos) según la diversidad de cada una de sus especies -así también se han escrito simultáneamente antologías variadas, misceláneas para instruir (llamadas): "Prados", "Helicones"(1), "Panales" y "Peplos" (= bordados o mantas)-. Y volviendo a tomar los recuerdos, sin arreglar el orden ni la redacción (o: elocución), sino dispersos en un conveniente desorden, nuestros Stromata siguen un orden variado, como un prado.
(1) De Helicón: montaña de Beocia donde se decía habitaban las Musas.
2.2. De esta forma estos recuerdos pueden reanimar el fuego (de mi memoria)(2), y para quien le es familiar la gnosis, si por casualidad los encuentra, le generarán una búsqueda hacia lo útil y beneficioso, no sin sudor.
(3) Cf. Platón, República, 527 D-E
2.3. Porque no es justo pensar que es trabajo sólo la alimentación, sino también, (y) mucho más, la gnosis, para quienes son conducidos por el camino estrecho y angosto (Mt 7,14) del Señor y que verdaderamente conduce a la eterna y bienaventurada salvación.
2.4. Pero nuestra gnosis y nuestro paraíso (cf. Gn 3,1-2) espiritual son el mismo Salvador en el que estamos plantados (cf. Rm 11,17), cuando fuimos trasladados y transplantados desde la antigua vida a la buena tierra. Y el trasplante de los árboles frutales contribuye a la abundancia de los frutos. Ahora bien el Señor es la luz (cf. Jn 1,4; 8,12) y la verdadera gnosis en el que hemos sido transplantados.
La verdadera gnosis. Misión del gnóstico
3.1. Pero también se dice que (hay) una doble gnosis: la común, que se manifiesta por igual en todos los hombres, y que (es) la facultad de percibir por los sentidos, según el conocimiento común a todos, cada uno de los objetos. No sólo las potestades racionales, sino también las irracionales participan igualmente (de ella); a ésta yo la llamaría jamás gnosis, porque se adquiere por naturaleza mediante lo sentidos.
3.2. Pero la llamada gnosis por excelencia se caracteriza por la facultad de conocer (o. reflexión) y por la razón; únicamente por ella las potestades (cf. Ef 1,21; 1 P 3,22) racionales devienen capacidades cognoscitivas, y son las se aplican absolutamente a lo inteligible, según la energía exclusiva del alma.
3.3. Dice David: Bueno es el varón que se compadece (Sal 111 [112],5) de los que perecen en el error, y el que presta, repartiendo la palabra de la verdad, no como al azar, sino porque administra sus palabras con juicio, con profunda reflexión; éste es el que distribuyó y dio a los pobres (Sal 111 [112],9).
Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí
Finalidad del presente capítulo
4.1. Pero antes de comenzar lo propuesto hay que añadir, a modo de proemio, lo que falta para acabar (el libro) quinto de los Stromata.
4.2. Porque una vez que hemos establecido que el género simbólico es antiguo y ha sido utilizado no solamente por nuestros profetas, sino también por la mayoría de los antiguos griegos y por no pocos de los otros pueblos bárbaros (= por ejemplo, egipcios y escitas), es necesario tratar también de los misterios de los iniciados. Difiero hacer ver claramente estas cosas hasta que refutemos a fondo las opiniones de los griegos sobre los principios; porque probaremos asimismo que los misterios tienen relación con esta teoría.
4.3. Y hemos establecido que el énfasis (o: significación, expresión, apariencia) del pensamiento griego ha sido iluminado por la verdad que se nos ha dado a nosotros por medio de las Escrituras; según hemos demostrado que el denunciado hurto de la verdad, si no es inoportuno decirlo, ha pasado hasta ellos. Daremos a conocer que los griegos mismos son testigos del hurto efectuado al plagiarse entre ellos mismos.
4.4. Porque quienes se roban unos a otros sus propias cosas abiertamente, manifiestan claramente que son ladrones, y de la misma manera, a pesar suyo, evidentemente muestran también que han usurpado secretamente la verdad que procede de nosotros para (comunicársela) a sus congéneres. Puesto que si no ponen reparos (lit.: se privan) en los suyo propio, mucho menos en lo nuestro.
Plagios entre los poetas y otros escritores de diversas épocas
5.1. Guardaré silencio sobre los dogmas filosóficos; porque los mismos filósofos confiesan por escrito estar divididos en escuelas, y (admiten), para no ser acusados de ingratos, haber tomado de Sócrates los dogmas más importantes.
5.2. Y aduciendo algunos testimonios de los varones más conocidos (lit.: bien recibidos) y estimados entre los griegos, demostraré la forma de su propio robo, usándolos sin tener en cuenta las épocas, a continuación volveré sobre ello.
5.3. Así, Orfeo había escrito: "No hay nada más terrible (lit.: más perro) que la mujer" (Fragmentos, 234; Orfeo es posterior a Homero).
5.4. Homero dice abiertamente: "No hay cosa más tremenda y peor (lit.: más perro) que la mujer" (Odisea, XI,427).
5.5. Museo había escrito: "El arte es siempre mejor que la fuerza" (Fragmentos, 2 B 4).
5.6. Homero dice: "La habilidad es lo que hace mejor a un carpintero, no la fuerza" (Ilíada, XXIII,315).
5.7. De nuevo Museo escribió: "Como las hojas nacen de una tierra fecunda, aunque algunas se marchitan en los fresnos, pero otras germinan, así también gira la generación y la raza de los hombres" (Fragmentos, 2 B 5).
5.8. Homero copia (lit.: transcribe de otra forma): "Las hojas son esparcidas por el viento sobre la tierra, pero el denso bosque las hace nacer cuando llega la primavera. Así también las generaciones de los hombres: una nace y otra muere" (Ilíada, VI,147-149).
5.9. Otra vez Homero había escrito: "No es lícito jactarse de hombres muertos" (Odisea, XXII,412).
5.10. También Arquíloco y Cratino escriben; el primero (dice): "Porque no es noble injuriar a hombres muertos" (Fragmentos, 73 D).
5.11. Y Cratino, en Los Lacones: "He aquí algo terrible para los hombres: vanagloriarse en exceso de guerreros muertos" (Fragmentos, 95 K).
Homero plagiado por diversos escritores griegos
6.1. De nuevo Arquíloco, cambiando aquello de Homero: "Me equivoqué, no lo niego; y además muchas veces" (Ilíada, IX,116),
6.2. escribe de esta manera: "He errado, y quizás esta fatalidad ha alcanzado a algún otro" (Arquíloco, Fragmentos, 73 D).
6.3. Lo mismo que también aquel verso: "Imparcial es Enialio (= dios de la guerra), y mata al homicida" (Homero, Ilíada, XVIII,309),
6.4. que él (= Arquíloco) cambió y presentó así: "Yo lo haré porque realmente Ares (es) imparcial para los hombres" (Fragmentos, 38 D).
6.5. Además parafraseó aquel (verso): "Para los hombres la victoria se encuentra en la acción de los dioses" (Homero, Ilíada, VII,102; XVII,514),
6.6. como es claro por este yambo: "Da ánimo a los jóvenes, pero las cuerdas las tienen los dioses" (Arquíloco, Fragmentos, 57 D).
Plagios cometidos por Eurípides
7.1. Homero también había dicho: "Sin lavarse los pies, duermen en el suelo" (Ilíada, XVI,235),
7.2. y Eurípides escribe en el Erecteo: "Duermen sobre el suelo desnudo, y no lavan los pies en las fuentes" (Fragmentos, 367).
7.3. De forma parecida había dicho Arquíloco: "Pero uno cura el corazón del otro" (Fragmentos, 41 D),
7.4. conforme al (verso) homérico: "Porque un hombre goza en unas obras, otro en otras" (Odisea, XIV,228),
7.5. y Eurípides dice en el Eneo: "Pero uno se complace más en unas costumbres, otro en otras" (Fragmentos, 560).
7.6. Y he oído que Esquilo ciertamente dice: "(El hombre) verdaderamente feliz debe permanecer en casa, y a quien le van mal las cosas también debe permanecer allí" (Fragmentos, 317),
7.7. y Eurípides clama de manera parecida en la escena: "Dichoso el afortunado que permanece en casa" (Fragmentos, 793);
7.8. pero también Menandro (dijo) en una comedia: "Es necesario permanecer en casa (y) ser libre; de otro modo no es posible ser gloriosamente feliz" (Fragmentos, 132).
Eurípides también fue plagiado
8.1. A su vez Teognis había dicho: "Para el exiliado (lit.: el que huye) no hay amigo ni compañero fiel" (Fragmentos, 332 A),
8.2. y Eurípides compuso el verso: "Al pobre que huye, le huyen lejos todos los amigos" (Medea, 618).
8.3. Epicarmo había dicho: "¡Cuántas desdichas, hija! Cohabitas con un joven, siendo tú vieja" (Fragmentos, 298), y añade: "Porque él por cierto se procura otra más joven, y ella por su parte ciertamente se procura otro" (Epicarmo, Fragmentos, 298);
8.4. Eurípides escribe: "Es malo que una joven se una con un joven, porque él desea conquistar el lecho de otra; y ella, necesitada de éste, tiene malos deseos" (Fragmentos, 914).
8.5. A su vez, Eurípides había dicho en Medea: "Los regalos de un hombre malo no traen utilidad" (Medea, 618),
8.6. y Sófocles en el Ayante (665) que lleva látigo (mastigophóros), dice aquel yambo: "Los regalos de los enemigos no son regalos ni son provechosos".
8.7. Y Solón compuso este verso: "La saciedad engendra desmesura, cuando acompaña mucha riqueza" (Fragmentos, 5,9 D),
8.8. y Teognois escribe abiertamente: "La saciedad genera desmesura, cuando la riqueza acompaña a un malvado" (Fragmentos, 153).
8.9. De ahí que también Tucídides en las Historias dijo: "Acostumbran muchos hombres, mayormente los que inesperadamente y por poco tiempo les llega la fortuna, a inclinarse a la desmesura" (Historias, III,39,4).
8.10. Y Filisto de manera parecida imita eso mismo diciendo: "Pero la mucha fortuna según la razón es más segura para los hombres que la suerte (o: gloria) y la desgracia" (aquí parece haber una laguna en el original griego). Porque sobre todo los que están acostumbrados a la celebridad de manera inesperada suelen derivar hacia la desmesura" (Fragmentos, 556 F 67).
Diversos poetas y autores de teatro que se plagiaron unos a otros
9.1. De nuevo Eurípides cantó: "Son mejores los hijos (lit.: los engendrados) de un padre y una madre que se obligan a un género de vida rígido" (Fragmentos, 525,4-5),
9.2. y Critias escribe: "Pero yo comienzo por la generación del hombre. ¿Cómo podrá nacer con el cuerpo más perfecto y fuerte? Si el progenitor hace gimnasia, come de forma austera (lit.: fuerte) y trabaja el cuerpo, y si la madre del futuro niño robustece el cuerpo y hace gimnasia" (Fragmentos, 88 B 32).
9.3. Otra vez Homero había dicho del escudo fabricado por Hefesto: "En él dispuso la tierra, el cielo y el mar; allí grabó la gran fuerza del río Océano" (Ilíada, XVIII,483 y 607),
9.4. y Ferecides de Siros dice: "Zeus hace un manto grande y hermoso, y en él pinta de diversos colores la tierra, a Ogeno (= Océano) y los palacios de Ogeno" (Fragmentos, 7 B 2).
9.5. Homero había dicho: "La honra perjudica mucho a los varones" (Ilíada, XXIV,45),
9.6. y Eurípides en el Erecteo escribe: "Pero yo tengo dificultad para juzgar sobre la honra, porque es necesaria pero también es un gran mal" (Fragmentos, 356).
Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí (continuación)
Plagios entre escritores de la misma época
10.1. También se pueden tomar como ejemplos de plagio (lit.: robo) los pasajes paralelos entre contemporáneos y antagonistas.
10.2. Así en el Orestes (211) de Eurípides (se dice): "Oh querida dulzura encantadora del sueño, remedio contra la enfermedad",
10.3. Y Sófocles en el Erifile: "Aléjate; el sueño estimula la curación de la enfermedad" (Fragmentos, 201g).
10.4. Y Eurípides en Antígona: "Lo ilegítimo es despreciable de nombre, pero su naturaleza (es) igual" (Fragmentos, 168).
10.5. Y Sófocles en el Aléadas: "Todo lo que es útil tiene la misma naturaleza" (Fragmentos, 84,2).
10.6. Nuevamente Eurípides, en el Témenos: "Porque Dios también ayuda al que se fatiga" (Fragmentos, 432,2; en realidad es un fragmento del Hipólito).
10.7. Y Sófocles en el Minos: "La fortuna no se alía con quien no trabaja" (Fragmentos, 374).
10.8. Por cierto, Eurípides en el Alejandro (dice): "Y el tiempo demostrará cómo eres: con su testimonio aprenderé y conoceré si eres bueno o malo" (Fragmentos, 60),
10.9. y Sófocles en el Hipono: "No ocultes nada, porque con el tiempo, que todo lo ve y todo lo oye, descubrirá todas las cosas" (Fragmentos, 280).
Poetas que se plagiaron entre sí
11.1. Pero recorramos igualmente otros (pasajes). Porque del canto de Eumelo: "Nueve (son) las hijas de Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Eumelo, Fragmentos, 16),
11.2. Solón comienza así su elegía: "Oh espléndidas hijas de Mnemosina y de Zeus Olímpico" (Fragmentos, 1,10).
11.3. A su vez, parafraseando el verso homérico: "¿Quién eres y de dónde? ¿Cuál es la ciudad y tus padres?" (Homero, Odisea, I,170 y XIV,187),
11.4. Eurípides utiliza en el Egeo estos yambos: "¿Qué tierra diremos que has abandonado, hasta hospedarte en esta ciudad? ¿Cuál es el límite de tu patria? ¿Quén te engendró? ¿A quién proclamas tu padre?" (Fragmentos, 1).
11.5. ¿Y qué? (Acaso) Teognis no dijo: "Beber vino abundantemente es malo. Pero para quien lo toma moderadamente no es malo sino bueno" (Elegías, 1,509-510).
11.6. Panyasis escribe: "El vino es el mejor regalo de los dioses a los mortales, si se bebe con medida, pero con exceso es lo peor" (Fragmentos, 14,1 y 5).
También los autores de teatro se imitaron unos a otros
12.1. Pero también de lo que dice Hesíodo: "En vez de fuego yo te daré un mal, con el que todos se sacian" (Los trabajos, 57-58).
12.2. Eurípides canta: "Pero en vez del fuego nació otro fuego más grande y difícil de combatir: las mujeres" (Fragmentos, 429).
12.3. Además de eso, Homero dijo: "No es posible satisfacer el vientre ávido, funesto, que da muchos males a los hombres" (Odisea, XVII,286-287),
12.4. Eurípdes canta: "Me vence el deseo, y ese vientre que acabará siniestramente, del que provienen todos los males" (Fragmentos, 915).
12.5. También al cómico Calias que escribió: "Con los que están locos, todos deben alocarse por igual" (Fragmentos, 20),
12.6. se parece Menandro diciendo en los Vendidos: "No en todas partes conviene que esté presenta la sensatez; y en algún caso conviene también alocarse" (Fragmentos, 354 K).
12.7. De lo que dijo Antímaco de Teos: "Porque los regalos acercan muchos males para los hombres" (Fragmentos, 1),
12.8. Agrias cantó: "Porque los regalos engañan la mente y las obras de los hombres" (Fragmentos, 8).
Plagios entre poetas y autores de teatro
13.1. Sobre lo que había dicho Hesíodo: "Un varón no puede conquistar nada mejor que una buena mujer; y nada peor que una esposa mala" (Los trabajos, 702-703),
13.2. Simónides dijo: "Un varón no puede conquistar nada mejor que una mujer buena, ni nada peor que una mala" (Fragmentos, 6).
13.3. De nuevo, dijo Epicarmo: "El mucho o poco tiempo y cómo has de vivir (es) lo que debes saber" (Fragmentos, 23 B 24).
13.4. Eurípides escribe: "Alguna vez caminamos en una felicidad no segura, ¿por qué no vivimos dulcemente sin sufrir?" (Fragmentos, 196,4-5).
13.5. Del mismo modo, dijo el cómico Dífilo: "La vida del hombre es inconstante" (Fragmentos, 118),
13.6. y Posidipio (dice): "Nadie ha pasado la vida libre de sufrimiento, ningún hombre ha permanecido hasta el final, sin (caer) de nuevo en la desgracia" (Fragmentos, 30).
13.7. Y cosas parecidas te dice Platón cuando escribe sobre la vida del hombre como inconstante (cf. Seudo Platón, Epístolas, XIII,360 D).
13.8. A su vez Eurípides dijo: "¡Oh muy afligida subsistencia de los mortales, totalmente incierta! Tan pronto creces como pereces y no hay término alguno estable que los mortales puedan alcanzar, excepto cuando sobreviene, enviado por orden de Zeus, el fin gélido de la muerte" (Fragmentos inciertos, 916).
13.9. Dífilo escribe: "No hay vida que no coseche males, dolores, preocupaciones, hurtos, tormentos, enfermedades. La muerte presentándose como un médico pone fin a quienes sufren (lit.: se encuentran) esos (males) con el descanso del sueño" (Fragmentos, 88).
Plagios entre los autores de teatro
14.1. También Eurípides había dicho: "Múltiples son las formas de los demonios, y muchas veces los dioses obran inesperadamente" (Alcestis, 1159-1160; Las Bacantes, 1388-1389; Hécuba, 1688-1689);
14.2. de forma semejante el trágico Teodecto escribe: "La fortuna de los humanos no es estable" (Fragmentos, 16,3).
14.3. Baquílides había dicho: "A pocos mortales les dio un ser divino (lit.: demonio) actuar durante todo el tiempo, hasta llegar con éxito a la ancianidad canosa, sin encontrarse con una desdicha en (ese) tiempo" (Fragmentos, 25),
14.4. y el cómico Mosquión escribe: "El más feliz de todos es aquel que llega hasta el fin de su vida practicando una vida uniforme" (Fragmentos, 10).
14.5. Y puedes indagar también que Teognis había dicho: "No conviene entregar una doncella a un varón anciano, porque no obedece al timón de la barca" (Elegías, 1,457-458),
14.6. y lo que escribe el cómico Aristófanes: "(Es) vergonzoso para una mujer joven un varón anciano" (Fragmentos, 600).
14.7. Porque Anacreonte cantó: "Celebro con canto al hermoso Eros, cubierto de cintas, lleno de flores (y) de cantos. Éste (es) dueño de los dioses, éste también somete a los mortales" (Fragmentos, 65,1-5);
14.8. y escribe Eurípides: "Porque Eros no ataca sólo a los hombres y a las mujeres, sino que también agita las almas de los dioses del cielo y llega hasta el mar" (Fragmentos, 431,1-3).
Un griego confirma el hurto de sus congéneres
15.1. Pero para no alargar mucho el discurso al empeñarnos en demostrar la inclinación de los griegos a plagiar palabras y doctrinas, traigamos el testimonio explícito para nosotros del sofista Hipias de Elea, que presenta el mismo discurso sobre el tema que me he propuesto investigar; si no nos equivocamos, él dice:
15.2. "De estos mismo (conceptos) algunos han sido dichos por Orfeo, otros por Museo, de una u otra manera por cada uno de ellos; y otros por Hesíodo, por Homero, por otros poetas, o escritos (en prosa) tanto por griegos como por bárbaros. Y yo, reuniendo de todos ellos los más importantes y afines, compondré este nuevo y variado discurso" (Fragmentos, 86 B 6).
Capítulo II: El hurto de los griegos. Los plagios que cometieron entre sí (conclusión)
Plagios entre los escritores de prosa
16.1. Y para no excluir a la filosofía y a la historia, ni tampoco a la retórica, presentaremos algún argumento semejante, también para que el razonamiento vaya acompañado de algunos pocos (ejemplos).
16.2. Porque de las palabras de Alcmeón de Crotona: "Es más fácil resguardarse de un enemigo (lit.: de un hombre enemigo) que de un amigo" (Fragmentos, 24 B 5),
16.3. Sófocles cantó en Antígona (651-652): "¿Puede haber mayor desgracia que un mal amigo?".
16.4. Y Jenofonte ha dicho: "A los enemigos no se les puede infligir mayor daño que fingirse su amigo" (Ciropedia, V,3,9).
5. En el Télefo, había dicho Eurípides: "Nosotros, griegos, ¿seremos esclavos de los bárbaros?" (Fragmentos, 719).
6. y Trasímaco en el Sobre los Larisanos dice: ¿Nosotros, griegos, vamos a ser esclavos de un bárbaro, Arquelao?" (Fragmentos, 85 B 2).
Plagios entre filósofos
17.1. Orfeo había cantado: "El agua es alma, pero es muerte para las aguas; del agua (sale) la tierra y de la tierra nuevamente el agua; y de ésta (deriva) el alma que cambia todo el éter" (Fragmentos, 226);
17.2. y Heráclito, componiendo de aquí sus teorías, escribió así: "Para las almas (es) muerte devenir agua; y para el agua, (es) muerte llegar a ser tierra; pero de la tierra brota, el agua, y del agua el alma" (Fragmentos, 22 B 36).
17.3. También el pitagórico Atamante había dicho: "Así todo es engendrado (lit.: inengendrado) y tiene cuatro principios y raíces: fuego, agua, aire y tierra; porque de éstos proceden las generaciones de los seres (o: de lo engendrado)" [único fragmento de este autor],
17.4. y Empédocles de Agrigento cantó: "Escucha en primer lugar que (son) cuatro las raíces de todo: fuego, agua, tierra y la inconmensurable altura del éter. De ellas [proceden] cuantas cosas han sido, son y también serán" (Fragmentos, 31 B 6,1; 17,27; 21,13).
17.5. Y sobre lo que dice Platón: "Por eso también los dioses, sabedores de las cosas humanas, a los que más estiman, les apartan más rápido de la vida" (Seudo Platón, Axiochus, 367 B-C), Menandro lo celebró:
17.6. "Aquél a quien los dioses aman, muere joven" (Fragmentos, 111).
Plagios entre oradores y escritores de teatro
18.1. Y lo que Eurípides escribe en el Enomao: "Reconocemos por indicios lo desconocido por lo presente" (Fragmentos, 574);
18.2. y en el Fénix: "Lo desconocido se alcanza racionalmente por señales" (Fragmentos, 811),
18.3. Hiperides lo dice así: "Los que enseñan deben examinar lo que es desconocido por los indicios y argumentos" (Fragmentos, 195).
18.4. A su vez, había dicho Isócrates: "Es necesario conjeturar el futuro por lo pasado" (Panegírico, IV,141).
18.5. Andócides no duda en decir: "Porque es necesario servirse de lo sucedido antes como indicios de lo que sucederá en el futuro" (Sobre la paz, III,2,7).
18.6. También Teognis había cantado: "La falsificación del oro y de la plata (es) un crimen tolerable, oh Cirno, y es fácil descubrirlo para el hombre experto. Pero si el pensamiento de un varón amigo se ha ocultado en su interior, es mentiroso y tiene en su interior un corazón engañoso, eso es lo peor que un dios ha hecho para los mortales, y el conocerlo es lo más doloroso de todo" (Elegías, I,119-124).
18.7. Y Eurípides escribe: "¡Oh Zeus, ¿por qué (has concedido) siempre signos claros a los hombres para (conocer) el oro falso, pero cuando es necesario distinguir al malo entre los hombres, no (hay) un carácter (o: marca) adherido al cuerpo por la que se pueda descubrir al malvado entre los varones?" (Medea, 516-519).
18.8. Y También el mismo Hiperides dice: "Ninguna marca hay sobre el rostro de los hombres acerca del pensamiento" (Fragmentos, 196).
Plagios entre historiadores
19.1. De nuevo Estasino había versificado: "Es necio el que mata al padre y deja vivos (lit.: libres) a los hijos" (Cantos de Chipre, fragmentos, 25);
19.2. y dice Jenofonte: "Porque igual me parece ahora haber hecho como si alguien, matando al padre, tiene consideración por la salud de sus hijos" (es un pasaje de Heródoto, Historias, I,155,5-7).
19.3. Y Sófocles, en el Antígona (911-912), versificó: "Llegados al Hades padre y madre, no habrá hermano que pueda nacer",
19.4. Heródoto dice: "(Puesto que) mi padre y mi madre ya no existen, no tendré otro hermano" (Historias, III,119,25-26).
19.5. Sobre lo que versificó Teopompo: "Los ancianos son dos veces niños, a decir verdad" (Fragmentos, 69);
19.6. y anteriormente a él, Sófocles, en el Peleo: "Yo sola llevo la casa del eácida Peleo, guió al anciano y lo educo de nuevo, porque el varón que envejece viene a ser otra vez niño" (Fragmentos, 447).
19.7. el orador Antifón afirma: "Porque el cuidado de un anciano es como educar a un niño" (Fragmentos, 87 B 66);
19.8. y el filósofo Platón: "Por lo que parece, el anciano deviene otra vez niño" (Leyes, I,646 A).
Plagios entre oradores y filósofos
20.1. En verdad Tucídides dice: "En Maratón, ellos solos se expusieron al peligro" (Historia de la guerra del Peloponeso, I,73,4).
20.2. (Mientras que) Demóstenes había dicho: "A los que en Maratón se expusieron al peligro" (Sobre la corona, 208).
20.3. Tampoco dejaré pasar por alto aquellos [ejemplos]: Cratino, en Pitine (la botella), había dicho: "Tal vez conozcan las intrigas (o: los preparativos)" (Fragmentos, 185).
20.4. Y el orador Andócides dice: "¡Señores jueces, todos reconocen de cerca la intriga (o: la preparación) y el ardor de mis enemigos!" (Sobre los misterios, 1,1).
20.5. Así también Lisias, en (el alegato) Sobre el depósito contra Nicias dice: "¡Señores jueces, miren el engaño y el ardor de los adversarios!" (Fragmentos, 35).
20.6. Y tras él Esquines dice: "¡Varones atenienses, miren la intriga (o: la preparación) y el orden de batalla" (Contra Ctésiphon, III,1).
20.7. En otra ocasión Demóstenes había dicho: "Pienso, varones atenienses, que todos ustedes más o menos habrán experimentado cuánto esfuerzo y (cuántas) intrigas hubo por este pleito" (Sobre la falsa embajada, 1).
20.8. Y lo mismo Filino: "¡Oh señores jueces, pienso que ninguno de ustedes ignora cuántos esfuerzos y formación en orden de batalla hubo en este debate judicial!" (Fragmentos, 4)
Plagios entre historiadores y autores cómicos
21.1. De nuevo, a lo dicho por Isócrates: "Como si fuera parienta de los bienes, y no de él" (Discursos [Aegineticus], XIX31,
21.2. Lisias en Los huérfanos dice: "Y se puso de manifiesto que él era pariente no de las personas, sino de sus bienes" (Fragmentos, 84).
21.3. Y después versificó Homero: "¡Oh amigo mío, si huyendo de esta guerra, pudiéramos vivir siempre sin envejecer ni morir, tampoco yo combatiría en primera fila, ni te enviaría a, la gloriosa batalla. Pero ahora, porque en todo caso se nos presentan miles de destinos de muerte, de los que a un mortal no es posible huir ni escapar, vamos, por si damos gloria a alguno o alguien a nosotros" (Ilíada, XII,322-328),
21.4. Teopompo escribe: "Porque si una vez escapados del peligro presente fuera posible pasar todo el tiempo restante sin limitaciones, no debería asombrar el amor a la vida; pero ahora son tantas las fatalidades unidas a, la vida, que parece ser muy preferible la muerte en las batallas" (Fragmentos, 115 F 287).
21.5. ¿Y qué? ¿El sabio Quilón no enunció la sentencia: "Sal fiador y te arruinarás" (Estobeo, Anthologium, 3,1, la atribuye a Tales),
21.6. y Epicarmo pronunció la misma sentencia con otro nombre, diciendo: "La ruina, es hija de la fianza, y la fianza es hija de la condena" (Fragmentos, 23 B 25)?
Plagios de Eurípides y de algunos oradores
22.1. Pero también [hay una cita] del médico Hipócrates: "Hay que considerar la época, el lugar, la edad y las enfermedades" (Aforismos,1,2),
22.2. de la que Eurípides escribe en algún hexámetro la expresión que dice: "El buen médico debe observar las enfermedades después de examinar las dietas de los que habitan en la ciudad y su tierra (= el clima de la tierra en que habitan)" (Fragmentos, 917).
22.3. Homero también versificó: "Afirmo que ningún hombre vivo ha huido jamás del destino" (Ilíada, VI,488).
22.4. Y Arquino dice: "Para todos los hombres es obligado el morir antes después" (Fragmentos, 3 B 738)..
22.5. Y Demóstenes [afirma]: "Porque la muerte (es) para todos los hombres el fin de la vida, aunque uno procure encerrarse en un cuartito" (Sobre la corona, 97,6-7).
Plagios de autores cómicos y de un poeta
23.1. Heródoto por su parte, en el relato sobre el espartano Glauco, dice que la Pitia respondió que para Dios procurar algo y hacerlo es lo mismo (cf. Heródoto, Historias, VI,86,54-56).
23.2. Y Aristófanes dijo: "Porque para Él (es) igual poder hacer algo que pensarlo" (Fragmentos, 691),
23.3. y antes de esto Parménides de Elea: "Porque lo mismo es pensar que ser" (Fragmentos, 28 B 3).
23.4. ¿Acaso También Platón no había dicho: "Nosotros deberíamos decir, quizás no sin razón, el amor es la vista, y la esperanza debilita la pasión, pero la memoria de las relaciones íntimas la cuidan" (cf. Platón, Fedro, 249 D; 250 C-D; 251 C)?
23.5. Y el cómico Dilemón escribe: "Primero todos miran, más tarde se admiran, después contemplan con intensidad, luego caen en la esperanza; así nace de esto el amor" (Fragmentos, 138).
23.6. Pero también Demóstenes había dicho: "Todos nosotros somos deudores de la muerte" (Adversus Leptinem, 97), etc.,
23.7. y Fanocles en Amores o Hermosos escribe: "Pero la trama de las Parcas (es) insoluble, no es posible huir para todos los que vivimos en la tierra" (Fragmentos, 3 D).
Plagios de un historiador, Eurípides y Epicuro
24.1. Y encontrarás también que Platón dijo: "El brote primero de toda planta impulsada convenientemente a la perfección, es útil para que llegue al fin de su propia naturaleza" (Leyes, VI,765 E).
24.2. (Así), el historiador Éforo escribe: "Pero ninguna de las plantas salvajes es naturalmente apta para ser domesticada cuando ha pasado la edad más joven" (Fragmentos inciertos).
24.3. Y aquello de Empédocles: "Porque anteriormente yo devine niño y niña, arbusto, ave y mudo pez de mar" (Fragmentos, 31 B 117),
24.4. lo parafrasea Eurípides en el Crisipo: "Nada de lo que nace muere, sino que una cosa, diferenciándose de otra, presenta una forma distinta" (Fragmentos, 839,12-14).
24.5. Platón en la República, dijo de las mujeres son comunes;
24.6. y Eurípides en el Protesilao: "Porque el lecho de la mujeres debe ser comunitario" (Fragmentos, 653).
24.7. Pero Eurípides escribió: "Por otra parte, a quienes son sabios les basta lo necesario" (Fenicias, 554),
24.8. y Epicuro dijo abiertamente: "El bastarse a sí mismo (aytárkeia) (es) la mayor riqueza de todas" (Fragmentos, 476).
24.9. También Aristófanes escribió: "Si eres justo, tendrás una vida estable; vivirás bien, sin turbación ni miedo" (Fragmentos, 899);
24.10. y Epicuro dice: "La imperturbabilidad (ataraxía) es el mayor fruto de la justicia" (Fragmentos, 515).
Plagios de obras enteras
25.1. Estas son las formas del hurto intelectual de los griegos, suficientes por su evidencia, para dar un ejemplo claro a quien pueda ver. Pero no sólo se robaron ideas y expresiones que ellos sustrajeron y parafrasearon, como se ha visto, sino que también se probará que realizaron (lit.: tienen) abiertamente robos totales.
25.2. Porque han plagiado arbitrariamente (las obras) de otros exhibiéndolas como propias; así Eugamón de Cirene copió íntegro el libro de Museo Sobre los Tesprotos, y Pisando de Camiro la Heraclea de Pisino de Lindos, y Panyasis de Halicarnaso la Toma de Escalia de Creófilo de Samos.
Plagios de obras enteras (continuación)
26.1. Y también encontrarán que el gran poeta Homero sustrajo aquello que dijo: "Como un hombre alimenta un retoño lozano de olivo" (Ilíada, XVII,53), y lo que sigue, literalmente trasladado desde Orfeo en La desaparición de Dionisio.
26.2. En la Teogonía, Orfeo, sobre Cronos, versificó: "Yacía reclinado con el fuerte cuello de lado, y el sueño, que todo lo domina, lo vencía" (Fragmentos, 149); éstos (versos son) los que Homero trasladó al Cíclope (cf. Odisea, IX,372-373).
26.3. Hesíodo versificó sobre Melampo: "Pero es grato también aprender cuanto los inmortales han hecho por los mortales; clara señal de miserables y de buenos" (Fragmentos, 164), y lo que sigue, tomándolo textualmente del poeta Museo.
26.4. El cómico Aristófanes, en las primeras Tesmoforías, trasladó versos de Los quemados de Cratino.
26.5. Y el cómico Platón y Aristófanes en el Dédalo, se plagian el uno al otro.
26.6. Ciertamente el Cócalo, compuesto por Áraros, hijo de Aristófanes, (fue trasladado), aunque cambiado, por el cómico Filemón en la comedia El supuesto.
26.7. Los historiadores Eumelo y Acusilao cambiaron a prosa relatos de Hesíodo, y los presentaron como propios.
26.8. De Meleságoras robaron los historiadores Gorgias de Leontino y Eudemo de Naxo, y además de esos Bión de Proconeso, quien también transcribió (la historia) de Cadmos el Anciano resumiéndola; y también Anfíloco, Aristocles, Leandrio, Anaxímenes, Helánico, Hecateo, Androción y Filócoro; Dieuquidas de Megara cambió el principio de su obra respecto de la Deucalionía de Helánico.
Conclusión del capítulo segundo
27.1. Y guardo silencio sobre Heráclito de Éfeso, que tomó gran parte de Orfeo.
27.2. Y Platón también sacó la doctrina de la inmortalidad del alma de Pitágoras, y éste (la tomó) de los egipcios.
27.3. Muchos (autores) de la escuela platónica han compuesto escritos donde se demuestra que la mayor parte y los más importantes doctrinas tanto de los estoicos, como dijimos al principio (cf. VI,5,1; VI,26,8), y de Aristóteles las han tomado de Platón.
27.4. Pero también Epicuro elaboró sus principales doctrinas a partir de Demócrito.
27.5. Quede esto así. Porque faltaría vida si pretendiera recorrer, refutando uno a uno individualmente, el hurto egoísta de los griegos, y cómo usurpan para sí el hallazgo de sus mejores doctrinas, (pero) que han tomado de nosotros.
Capítulo III: Plagios de los griegos a los textos bíblicos
Introducción
28.1. Pero ya no sólo son acusados de haber sustraído sus doctrinas de los bárbaros, sino también de haber imitado además las maravillas realizadas para nuestra conversión desde lo alto (lit.: arriba), por divino poder, mediante los que han vivido santamente, contando cosas extrañas en [su] mitología griega.
28.2. Así también nosotros les preguntaremos si esas cosas que ellos relatan son verdaderas o falsas. Pero no dirán que son falsas -porque así voluntariamente se condenarán a sí mismos al escribir falsedades, lo que (sería) la mayor necedad-; pero confesarán necesariamente que son verdaderas.
28.3. Y entonces, ¿cómo les puede parecer todavía increíble lo mostrado prodigiosamente por Moisés y los otros profetas? Porque Dios omnipotente, que cuida de todos los hombres, les conduce a la salvación a unos con mandamientos y a otros con amenazas, a unos con señales prodigiosas y a algunos con buenas promesas.
28.4. Ahora bien, se dice que, sobreviniendo en cierta ocasión una prolongada sequía extrema, arruinó la Hélade y persistiendo la esterilidad de los árboles frutales (lit.: la agonía de los frutos), los hambrientos griegos que sobrevivieron fueron suplicantes a Delfos y preguntaron a la Pitia cómo podrían liberarse del castigo.
28.5. Ella les respondió que sólo había un remedio para la desgracia: acudir a las oraciones de Eaco (= dios de la mitología griega). Se dejó persuadir por ellos Eaco, subió al monte Helénico, extendió sus manos puras hacia el cielo, invocó al dios padre de todos y le suplicó que tuviera piedad de la agotada Hélade.
28.6. Tan pronto como hubo rezado, resonó un trueno extraordinario y todo el aire en torno se cubrió de nubes; y cayeron torrenciales y continuas lluvias, que inundaron toda la región. Como consecuencia llegó una abundancia de frutos (para la tierra), fecundada por las oraciones de Eaco.
La Sagrada Escritura nos enseña cómo Dios escucha a quienes creen en Él
29.1. Dice [la Escritura]: Samuel llamó al Señor, y en día de recolección el Señor le dio truenos y lluvia" (1 S 2,18).
29.2. ¿Ves cómo hay un solo Dios, "que hace llover sobre justos e injustos" (Mt 5,45) mediante los poderes que le están sometidos?
29.3. Y toda nuestra Escritura (está) llena de cómo Dios escucha las oraciones de los justos y cumple una a una las peticiones de los que suplican.
29.4. También los griegos cuentan que una vez, habiendo cesado los vientos etesios, Aristeo (= divinidad mitólogica de los griegos) ofreció un sacrificio a Zeus Icmeo en Ceos. Porque la calamidad era grande, puesto que todo ardía por el ardor del sol y además porque no soplaban los vientos que de ordinario refrescaban los frutos; pero (Zeus) llamándolos (los hizo retornar) fácilmente.
29.5. Y cuando Jerjes marchaba sobre la Hélade, la Pitia anunció a los délficos: "¡Oh délficos, rueguen a los vientos y les irá mejor!" (Oráculos de Delfos, fragmentos, 113); ellos hicieron un altar y un sacrificio a los vientos y éstos les socorrieron. Porque soplando fuertemente alrededor del cabo (o: promontorio) Sepíade hicieron añicos toda la escuadra naval del [rey] Persa.
Los griegos tomaron de la Biblia la convicción de que los justos obran maravillas
30.1. Empédocles de Agrigento fue llamado el que detiene los vientos. En efecto, se dice que soplando desde las montañas de Agrigento un viento abrumador y pestilente para los habitantes, y que además era causa de esterilidad para sus mujeres, [Empédocles] hizo que cesara el viento.
30.2. Por eso él mismo también escribe en sus poesías: "Calmarás el ardor de los vientos infatigables que, levándose sobre la tierra, devastan los sembrados de los mortales; y de nuevo, si quieres, establecerás su soplar binhechor" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 111,3-5).
30.3. Y decía que le acompañaban "unos necesitados de adivinaciones y otros que estaban afligidos durante mucho tiempo por penosas enfermedades" (Empédocles, Fragmentos, 31 B 112,10. 12).
30.4. Sin duda, [los griegos] han creído, por nuestras Escrituras, que los justos realizaban curaciones, prodigios y milagros. Porque si algunos poderes son capaces de remover los vientos y distribuir las lluvias, no obstante escuchen lo del Salmo: "¡Cuán amables son tus moradas, Señor de los ejércitos!" (Sal 83 [84],2).
30.5. Éste es el Señor de los ejércitos, de los principados y de las potestades, sobre el que Moisés dice, para que permanezcamos unidos a Él: "Circunciden la dureza de su corazón y no endurezcan más su cuello; porque el Señor su Dios, Él es Señor de los señores, Dios de los dioses, el Dios grande y fuerte" (Dt 10,16-17), y lo que sigue a eso.
30.6. E Isaías dice: "Alcen a lo alto sus ojos y miren: ¿Quién ha manifestado todo eso?" (Is 40,26).
Las intervenciones divinas en los fenómenos naturales
31.1. Pero algunos dicen que las pestes, granizadas, tormentas y cosas semejantes suelen acontecer no sólo por las perturbaciones de la materia, sino también por la ira de algunos seres divinos (lit.: demonios) o también de ángeles no buenos.
31.2. Así, se dice que en Cleonas (= ciudad de Grecia) los magos examinando los fenómenos celestiales de las nubes a punto de granizar, apartaron con cantos (lit.: odas) y sacrificios la amenaza de la ira.
31.3. Y si por algún motivo les faltaban víctimas, se hacían sacar sangre del dedo y así mantenían el sacrificio.
31.4. Con los sacrificios que los atenienses habían ofrecido antes de la peste, Diótirna de Mantinea (= sacerdotisa ateniense) difirió la epidemia diez años, al igual que los sacrificios de Epimémdes de Creta les valieron a los atenienses para retrasar por igual período de tiempo la guerra persa. Y piensan que no (hay) diferencia en llamar dioses o ángeles a estas personas (lit.: almas).
31.5. Ahora bien, los expertos en la materia, al edificar han colocado en muchos templos, y aún en casi todos, monumentos de los muertos; llamando daímones a sus almas, y enseñando que deben recibir honores divinos por parte de los hombres, ya que por la integridad de su vida han obtenido por divina providencia el poder de recorrer la tierra en torno para servicio de los hombres. Porque sabían que algunas almas estaban naturalmente dominadas en el cuerpo.
Demócrito. La epifanía del monte Sinaí
32.1. Pero sobre estas cuestiones trataremos en el momento oportuno, en el tratado sobre los ángeles (= obra desconocida), siguiendo nuestros escritos.
32.2. Demócrito, por las muchas predicciones que hizo a partir de la observación de los fenómenos atmosféricos, fue apodado "Sabiduría". Una vez recibido con benevolencia por el hermano Dámaso y haciendo conjeturas [por la posición] de los astros, le predijo que habría un gran diluvio. Así, los que confiaron en él recogieron los frutos -puesto que era verano, y estaban aún en el campo (lit.: en las eras)-; pero los otros lo perdieron todo, porque se desencadenó una lluvia imprevista y torrencial.
32.3. ¿Cómo, entonces, los griegos no creerán en la epifanía divina del monte Sinaí, cuando el fuego ardía sin consumir ningún arbusto de los que crecen en la montaña (cf. Ex 3,2), y se difundía un sonido de trompetas sin que nadie soplase instrumento alguno (cf. Ex 19,18-19)?
32.4. Porque, según se dice, aquella denominada bajada de Dios sobre el monte es una manifestación del poder divino que inunda todo el mundo y proclama la luz inaccesible (cf. 1 Tm 6,16). Porque ésa (es) la alegoría de la Escritura.
32.5. Pero, como dice Aristóbulo: "Veían el fuego, y toda la multitud, no menos de un millón de personas sin (contar a) los niños, se reunía alrededor del monte; y se necesitaban no menos de cinco días para recorrer el perímetro de la montaña" (Aristóbulo, Fragmentos, 2; citado por Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, VIII,10,12-17).
Relatos de los griegos semejantes a los de la epifanía del Sinaí
33.1. "Y se veía, arder el fuego en todos los sitios de la aparición y por todos los que estaban alrededor, como si estuvieran acampados, y su descendimiento no estuvo limitado a un solo lugar, puesto que Dios está en todas partes" (Aristóbulo, Fragmentos, 2; citado por Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, VIII,10,12-17).
33.2. Los que componen historias dicen que en la costa de la isla Británica existe una cueva a los pies de un monte y una abertura sobre la cima. Cuando el viento penetra por la cueva y choca contra las paredes de la cavidad, se oye una resonancia de címbalos golpeados armoniosamente.
33.3. Muchas veces también en los bosques, cuando los arbustos son movidos por repetidas ráfagas de viento: se oye un sonido semejante a un canto de pájaros.
33.4. También los que han compuesto [la historia de] los "Persas" refieren que en los lugares más altos de la región de los Magos (= Capadocia) hay tres montes seguidos, en una gran llanura. Los que atraviesan ese lugar, cuando llegan al primer monte, oyen una voz confusa, como de varios miles de personas que gritan igual que (un escuadrón) en orden de batalla. Y alcanzada la cima [del monte] del medio, oyen también un estrépito más fuerte y a la vez más claro. Y sobre el final sienten cantar como cantos de fiesta de vencedores.
33.5. Pienso que la causa de todos esos sonidos es la llanura del lugar y las concavidades (de allí). Por eso el viento que entra choca dentro y (es) rechazado de nuevo al mismo lugar, resonando con mayor fuerza.
Conclusión del capítulo tercero
34.1. Las cosas son así. Pero Dios todopoderoso, también sin soporte alguno, puede producir sonidos y representaciones auditivas, cuando desea mostrar su grandeza más allá de cuanto se suele confiar al orden físico, con miras a la conversión del alma que todavía no cree a la recepción del mandamiento dado.
34.2. Existiendo una nube y un monte elevado, ¿cómo no era posible escuchar diversos sonidos, al levantarse (lit.: moverse) el viento por la causa que lo produce? Por eso también dice el profeta: "Ustedes oyeron voces de palabras, y no vieron imagen de rostro" (Dt 4,12; lit.: no vieron la semejanza; cf. Jb 28,22).
34.3. Mira cómo la voz del Señor (es) el Verbo sin figura; porque el poder del Verbo (es) la palabra luminosa del Señor, la verdad que ha descendido desde lo alto del cielo sobre la reunión (o: asamblea) de la Iglesia, actuando mediante el servicio directo y luminoso.
Capítulo IV: Plagios de los griegos a los egipcios y a los habitantes de la India
Introducción. Las procesiones de los egipcios
35.1. Encontramos también otro testimonio corroborando que los más excelentes de los filósofos usurparon de nosotros las más hermosas doctrinas y se vanagloriaron (de ellas) como propias; y de los otros bárbaros tomaron ciertas flores que inspiraban a algunas de las escuelas, principalmente la de los egipcios; entre otras, también la doctrina sobre la transmigración del alma en los cuerpos.
35.2. Porque los egipcios van detrás de una filosofía propia; así lo demuestra ante todo su venerable práctica religiosa.
35.3. Porque en primer lugar avanza delante el cantor, llevando alguno de los símbolos de la música. Dicen que éste debe llevar dos libros de Hermes, uno de los cuales contiene himnos de los dioses, y el otro un cómputo de la vida del rey.
35.4. Después del cantor (va) el astrólogo que lleva los signos de la astrología en la mano: un reloj y una palma. Éste debe tener siempre en la boca los tratados de astrología de los libros de Hermes, que son cuatro en número: sobre las disposiciones de las estrellas que aparecen fijas; sobre el curso del sol, de la luna y de los cinco planetas; sobre los eclipses (o: conjunciones) e iluminaciones del sol y de la luna; y el último, sobre los nacimientos (de los mismos).
Las procesiones de los egipcios (continuación)
36.1. Sigue después el escriba sagrado, llevando plumas sobre la cabeza, un libro en la mano y un cesto, que contiene la tinta de escribir y el junco con el que escriben. Debe conocer los llamados jeroglíficos, lo relativo a la cosmografía y la geografía del curso del sol, de la luna y de los cinco planetas, la topografía de Egipto y el plano del Nilo, la catalogación de los objetos sagrados y la de los lugares en que ellos consagran con sus medidas y de todo lo que se utiliza para el culto sagrado.
36.2. Detrás de los arriba mencionados viene el encargado del vestuario, llevando la balanza de la justicia y (el vaso) a las libaciones. Éste conoce todo lo referente a la disciplina y a lo que se denomina "moschosphragistika" (= el arte de preparar los sacrificios). Y diez [libros] son los que se refieren al culto de sus dioses y abarcan toda la piedad de los egipcios: lo relativo a sacrificios, primicias, himnos, oraciones, fiestas y cosas semejantes.
Las procesiones de los egipcios (conclusión)
37.1. Al final de todos viene el profeta que aprieta contra el pecho visible a la hidria (= vaso agujereado que representaba en Egipto al dios del agua), al que siguen los encargados de llevar los panes.
37.2. Éste, como superintendente del templo, aprende los diez libros llamados sacerdotales -que tratan sobre las leyes, los dioses y todo lo relativo a la educación de los sacerdotes-. Porque entre los egipcios el profeta es también el encargado de la distribución de los tributos.
37.3. Así entonces, los libros de Hermes son cuarenta y dos, y totalmente necesarios. De ellos, los mencionados (funcionarios) se aprenden de memoria treinta y seis, que contienen toda la filosofía de los egipcios; y los restantes seis (competen) a los "pastóforos" (= los que llevaban la estatua de un dios en una urna), y tratan sobre la medicina: sobre la condición del cuerpo, las enfermedades, los instrumentos, las medicinas, las afecciones de los ojos y, por último, sobre la ginecología.
La sabiduría de la India
38.1. Tratando de ser breve, esto es lo que se refiere a los egipcios. Pero también la filosofía de los indios ha sido muy consolidada por ellos.
38.2. Alejandro de Macedonia capturó diez gimnosofistas de la India, los que parecían mejores y más concisos en los discursos, a quienes propuso unas cuestiones (lit.: problemas), con la amenaza de que mataría a quien no respondiera atinadamente, y ordenó al más anciano de ellos que fuera juez al respecto.
38.3. El primero, preguntado si pensaba que eran más los vivos que los muertos, respondió que eran los vivos; porque los muertos no existen.
38.4. Al segundo se le preguntó si era la tierra o el mar lo que produce animales más grandes, y respondió que la tierra; puesto que efectivamente el mar es parte de ella.
38.5. Al tercero, cuál es el más astuto de los seres vivos que todavía no ha sido completamente conocido, y dijo que el hombre.
38.6. El cuarto, preguntado por qué razón habían incitado a sublevarse a Sabbas, siendo su jefe, respondió: "Queríamos que él viviese o muriese con honor (lit.: bien, hermosamente)".
38.7. Interrogado el quinto sobre quién había nacido antes, el día o la noche, respondió: "La noche un día antes. Porque de preguntas insolubles (o: imposibles) es necesario que sean insolubles también las respuestas".
38.8. Preguntado el sexto cómo (un hombre) podría hacerse amar más, dijo: "Si es el más fuerte, no haciéndose más temible".
38.9. Preguntado el séptimo sobre cómo un hombre puede devenir un dios, respondió: "Si hiciera lo que para un hombre no es posible".
38.10. Interrogado el octavo si es más fuerte la vida que la muerte, respondió que la vida, porque trae muchos males.
38.11. El noveno, interrogado respecto de hasta cuándo es viva, dijo que hasta que no piense que es mejor morir que vivir.
38.12. Y cuando Alejandro ordenó al décimo que hablara, porque era el juez, dijo: "Cada uno ha respondido peor que el otro". Y dijo Alejandro: "Entonces, ¿no deberías morir tú el primero, si juzgas así?". Y aquél respondió: "¿Cómo puede ser verdad, oh rey, si has dicho que matarías primero al que hubiera respondido peor?"(1).
(1) "Lógicamente debería morir el segundo sabio en primer lugar, puesto que es el primero en responder peor que el precedente. Condenando al más anciano, Alejandro no respeta los términos de la prueba. Por tanto, todos debían salvarse" (SCh 446, p. 139, nota 1).
Capítulo V: La universalidad de la salvación
La veneración de Dios
39.1. Y que ciertamente los griegos son convictos de robar toda la Escritura, se ha demostrado suficientemente, pienso yo, mediante numerosas pruebas. Por otra parte, los griegos más notables no conocen a Dios con conocimiento cierto (o: profundo; cf. Rm 10,2), sino según circunlocución (o: perífrasis); lo dice Pedro, en el Kerigma (= escrito apócrifo):
39.2. "Sepan que hay solo Dios, que hizo (o: creó) el principio de todas las cosas, y tiene la potestad de (su) fin.
39.3. Él es [el Dios] invisible, el que lo ve todo; no tiene lugar y Él lo contiene todo; no necesita de nada y de Él tienen necesidad todos los seres y por Él existen; inefable (o: inasible, incomprensible), eterno, incorruptible, increado, que todo lo ha hecho con la palabra de su poder" (Kerigma Petri, 2; cf. Hb 1,3; 1 Co 1,24), de la Escritura gnóstica, esto es, del Hijo (o: [lo que designa] al Hijo en la Escritura [comprendida] gnósticamente).
39.4. Después añade: "Veneren a ese Dios, pero no como los griegos" (Kerigma Petri, 3); porque evidentemente nosotros damos culto al mismo Dios que los sabios griegos, pero [éstos] no con un conocimiento profundo, completo, que no han aprendido mediante la tradición del Hijo.
39.5. Ciertamente no dice: "No veneren al Dios que veneran los griegos, sino no como los griegos"; (desea) cambiar el modo del culto a Dios, pero no proclamar otro [Dios].
El culto de los paganos no es auténtico
40.1. Qué es ese "no como los griegos" lo esclarece el mismo Pedro al agregar: "Porque se dejan llevar por la ignorancia y no conocen a Dios como nosotros, según la perfecta gnosis de las cosas que Él había puesto a su disposición, para su uso -maderas y piedras, bronce, hierro, oro y plata-, de materia puesta para su servicio, (sino que) han elevado la materia, venerándola;
40.2. también veneran a los animales que Dios les había dado como alimento: las aves del cielo, los peces del mar, los reptiles de la tierra y las fieras salvajes, juntamente con los ganados cuadrúpedos del campo (cf. Gn 1,26), las comadrejas, ratones, gatos, perros y monos; y les ofrecen como sacrificio los alimentos propios de los mortales, y presentan como ofrenda cadáveres a cadáveres (o: muertos a muertos), como a dioses; ingratos para con Dios, porque mediante estas cosas niegan que Él exista" (Kerigma Petri, 3).
Tampoco el culto de los judíos es auténtico
41.1. Y puesto que se dice que tanto los griegos como nosotros mismos reconocemos al mismo Dios, aunque no del mismo modo, por eso añade de nuevo poco después:
41.2. "Tampoco den culto como los judíos; porque también ellos, pensando que son los únicos que conocen a Dios, no lo conocen, porque dan culto a ángeles y arcángeles, a los meses y a la luna.
41.3. Y si la luna no sale, no celebran el sábado, llamado el primero; tampoco celebran el novilunio, ni los ácimos, ni la fiesta (de los tabernáculos), ni el gran día [de la expiación]" (Kerigma Petri, 4).
41.4. Después añade el colofón a su investigación: "Por tanto, también ustedes aprendan con santidad y justicia lo que les transmitimos, custódienlo y den culto a Dios de forma nueva por medio de Cristo.
41.5. Porque en las Escrituras encontramos lo mismo que el Señor dice: "He aquí que les entrego una nueva alianza, no como la transmitida a sus padres en el monte Horeb" (Jr 38 [31 hebr.],31-32).
41.6. Él ha establecido con nosotros una [alianza] nueva; porque las [establecidas] con los griegos y los judíos son anticuadas, y nosotros, los cristianos de la tercera generación, damos culto a Dios de una manera nueva" (Kerigma Petri, 5).
41.7. Porque me parece que [Pedro] demostró con claridad que el solo y único Dios es conocido por los griegos de forma pagana, por los judíos en forma judía, y por nosotros de una forma nueva y espiritual.
Dios les regaló a los griegos la filosofía
42.1. Y también sugirió que el mismo Dios es el autor (lit.: chorégos: jefe del coro) de los dos Testamentos, y dio a los griegos la filosofía helénica, por la cual el Todopoderoso es glorificado entre los griegos. Y esto también (es) claro por lo que sigue.
42.2. En efecto, los que (proceden) de la cultura (paideía) griega, como los que (vienen) del linaje de la Ley (y) los que acceden a la fe, están reunidos en el pueblo que se salva, y no son tres pueblos diferenciados (o: divididos) en el tiempo, para que se deba pensar que sus naturalezas son tres [distintas], sino que son educados con diversas alianzas por el único Señor, (y) existen por la palabra de un único Señor.
42.3. De la misma manera que Dios quiso salvar a los judíos dándoles los profetas, así también suscitó entre los más ilustres griegos profetas en su propia lengua, al estar (en condiciones) de recibir la acción benéfica de Dios, distinguiéndoles del resto de los hombres del vulgo, como lo demostrará, además de la "Predicación de Pedro", el apóstol Pablo diciendo:
Una sola salvación y un solo Dios
43.1. "Tomen también los libros griegos. Conozcan a la. Sibila, cómo manifiesta que hay un solo Dios y los acontecimientos futuros, y tomando a Histaspes (= sabio persa), reconocerán y encontrarán que está descrito de manera muy luminosa y clarísima el Hijo de Dios, y cómo muchos reyes se levantarán en orden batalla contra Cristo, porque le odian a Él y a quienes llevan su nombre, a, los que le creen, a su paciencia y a su venida" (cita de origen incierto, ¿procede de los Acta Pauli?).
43.2. Después con una palabra nos pregunta: "¿Pero todo el mundo y lo que (hay) en el mundo de quién (es) ¿No es de Dios?" (cita de origen incierto, ¿procede de los Acta Pauli?).
43.3. Por eso Pedro afirma que el Señor había dicho a los apóstoles: "Si alguno de Israel quisiera arrepentirse y creer en Dios por mi nombre, se le perdonarán los pecados. Después de doce años salgan por el mundo. Que nadie diga: "No hemos oído"" (Kerigma Petri, 2).
Capítulo VI: La universalidad de la salvación
Testimonio del profeta Isaías
44.1. Al igual que ahora, a su tiempo, ha llegado la predicación [del Evangelio], así a su tiempo fueron dados la Ley y los profetas a los bárbaros, y a los griegos la filosofía, habituando los oídos para la predicación.
44.2. "Así dice el Señor que salvó a Israel: En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayude y te puse como alianza de Los pueblos para ocupar la tierra y para heredar la herencia del desierto, diciendo a los que están prisioneros: "Salgan"; y a los que están en la tiniebla: "Vengan a la luz"" (Is 49,7-9).
44.3. Porque si los prisioneros (son) ciertamente los judíos, de los que el Señor también dijo: "Salgan de las cárceles los que quieran" (Agraphon, n. 88), hablando de los que estaban voluntariamente encadenados y "que se habían colocado encima pesos insoportables" (Mt 23,4; Lc 11,46) [dice] por una inútil imposición humana, es evidente que "los que están en las tinieblas" serán los que tienen sepultada en la idolatría la parte del alma que hace de guía (hegemonikón; cf. Platón, República, VII,533 D).
44.4. Porque a los justos según la Ley todavía les faltaba (cf. Lc 18,22) la fe en el Señor; y por eso, a los que curaba, el Señor les decía: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48; 17,19; 18,42); pero a los justos según la filosofía no sólo les faltaba la fe en el Señor, sino también el abandono de la idolatría.
44.5. Ahora, revelada la verdad, también ellos se arrepintieron de lo realizado anteriormente. Por eso el Señor también evangelizó a los que se encontraban en el Hades (cf. 1 P 3,19).
Resumen del libro segundo de los "Stromata"
45.1. Así dice la Escritura: "Llama el Hades a la perdición: "Su belleza no la vimos, pero oímos su voz"" (Jb 28,22; Dt 5,24).
45.2. Y no fue el lugar el que al captar la voz dijo lo anteriormente escrito, sino los que habían bajado al Hades, y que se entregaron a sí mismos a la perdición, como arrojados voluntariamente de una nave al mar; ésos son los que sintieron la voz y el poder divinos.
45.3. En efecto, ¿quién estando cuerdo juzgaría que las almas de los justos y las de los pecadores merecen la misma condena, insinuando que la Providencia es injusta?
45.4. ¿Y qué? ¿No muestran [las Escrituras] que el Señor evangelizó a los que murieron en el diluvio (lit.: cataclismo; cf. Gn 7,21), y sobre todo a los encadenados (cf. 1 P 3,19-20) y a los retenidos con custodia y guardia?
45.5. Ya se ha demostrado en el [libro] segundo de los "Stromata" (II,44,1-3) que los apóstoles, siguiendo al Señor, evangelizaron también a los que se encontraban en el Hades. Porque era necesario, creo yo, que al igual que aquí (en la tierra), también allí los mejores de los discípulos fueron imitadores del Maestro (cf. Mt 10,25); para que al igual que Él (lo hizo) con los hebreos, así también aquellos [apóstoles] condujeran a convertirse a los gentiles, es decir, a aquellos que permanecían en justicia según la Ley y la filosofía, pero no habían vivido de modo perfecto, sino que habían pasado la vida en pecado.
45.6. Porque convenía a la divina economía que los que tenían más méritos en la justicia y que habían permanecido preferentemente (en ella), y se habían convertido de sus faltas, aunque se encontraran en otro lugar (= el Hades) para confesarlo, estando entre aquellos que pertenecen al todopoderoso Dios (cf. Lc 1,49), pudieran salvarse cada uno según la propia gnosis.
Testimonio de "El Pastor" de Hermas
46.1. El Salvador actúa, pienso yo, puesto que su obra es salvar (cf. Jn 3,17; 5,17; 9,4). Y eso, pues, es lo que hizo: atrajo hacia la salvación (cf. Jn 6,44) a los que quisieron creer en Él mediante la predicación, en cualquier lugar que se encontraran.
46.2. Por eso, si el Señor no descendió al Hades sino para evangelizar, como (efectivamente) descendió, o evangelizó a todos o sólo a los hebreos.
46.3. Ciertamente si [evangelizó] a todos, entonces se salvarían todos los que creyeran, aunque provinieran de los gentiles, puesto que allí abajo confesaron la fe; además, los castigos salvadores y educativos de Dios conducen a la conversión, y prefieren más el arrepentimiento del pecador que la muerte (cf. Ez 18,23; 33,11; 1 Tm 2,4); y por ello, cuando las almas están liberadas de los cuerpos, pueden ver con mayor pureza, y aunque estén oscurecidas por las pasiones, ya no están adheridas a la carne.
46.4. Pero si [el Señor] evangelizó sólo a los judíos, a quienes faltaba el pleno conocimiento y la fe mediante el Salvador, entonces es evidente que, no teniendo Dios acepción de personas (cf. Hch 10,34; Rm 2,11; 1 P 1,17), también los apóstoles, como aquí, también allí evangelizaron a los gentiles dispuestos a la conversión, y así se dice bellamente en "El Pastor" [de Hermas]:
46.5. "Descendieron, por tanto, con ellos al agua, pero éstos descendieron vivos y subieron vivos; pero aquellos que permanecían dormidos en la muerte descendieron muertos y subieron vivos" (Hermas, El Pastor, Sim., IX,16,6).
La omnipresencia de Dios
47.1. Pero también dice el Evangelio que ciertamente resucitarán muchos cuerpos de los que habían dormido (cf. Mt 27,52); claramente pasarán así a un mejor estado. Se ha producido un movimiento universal y un cambio según la economía del Salvador.
47.2. Así, entonces, un justo en cuanto justo no difiere de otro justo, aunque pertenezca a la Ley o sea griego, porque Dios no es sólo Señor de los judíos, sino de todos los hombres (cf. Rm 3,29; 10,12), pero más inmediatamente (es) Padre de los que le reconocen (cf. Jn 17,25).
47.3. Si, por tanto, vivir rectamente también es vivir conforme a la Ley (cf. Rm 7,21), y si vivir razonablemente es vivir conforme a la Ley, los que vivieron rectamente antes de la Ley fueron contados entre los creyentes y juzgados justos (cf. Gn 15,6; Rm 4,3; 9,30), porque es claro que también los que estaban fuera de la Ley y gracias a la naturaleza peculiar de su alma vivieron rectamente, aunque se encontraran en el Hades y bajo custodia, y al escuchar la voz del Señor, bien la auténtica bien aquella otra que actuaba por medio de los apóstoles, se convirtieron rápidamente y creyeron. Porque recordamos que el Señor es poder de Dios (cf. 1 Co 1,24), y ese poder jamás se debilitará.
47.4. Así, me parece, se demuestra que Dios es bueno y que el Señor es poderoso para salvar con justicia y equidad a los que se convierten aquí o en otro lugar. Porque no sólo aquí [en la tierra] se muestra el poder que actúa, sino que se está por todas partes y actúa siempre (cf. Jn 5,17).
Testimonio del "Kerigma Petri"
48.1. En la "Predicación de Pedro", el Señor dice a los discípulos después de la resurrección:
48.2. "Los he elegido a ustedes doce, (porque) los he juzgado discípulos dignos de mí -los que el Señor prefirió-, y los he estimado apóstoles fieles, para enviarlos por el mundo a evangelizar a los hombres de todo el universo, para que conozcan que hay un solo Dios, y manifestar las cosas futuras por la fe en mí, el Cristo, a fin de que los que escuchen y crean se salven, pero los que, habiendo escuchado, no crean darán testimonio también, porque no podrán excusarse diciendo: "No hemos oído"" (Kerigma Petri, 7).
48.3. ¿Y qué? ¿No ha habido también en el Hades la misma economía? Allí también las almas todas que escucharen la predicación mostrarán el arrepentimiento o confesarán que es justo el castigo por no haber creído.
48.4. Sería un acto de clara iniquidad que los que han partido antes de la venida del Señor, sin haber sido evangelizados, y, por ello, sin tener responsabilidad alguna en creer o no creer, tuvieran salvación o castigo.
48.5. Porque no es justo que ésos sean condenados sin juicio, y que sólo gocen de la justicia divina los que han existido después de la venida [de Cristo].
48.6. A todas las almas dotadas de razón se les ha dicho desde lo alto: "Todo lo que cada uno de ustedes haya realizado en [estado de] ignorancia, y no haya conocido claramente a Dios, si, una vez reconocido, se arrepiente, a ese le serán perdonados todos los pecados" (Kerigma Petri, 8).
48.7. "Miren dice [la Escritura]: He puesto ante ustedes la muerte y la vida para que elijan la vida" (Dt 30,15. 19); Dios dice que les han sido puestas para comparar y elegir, no que las haya hecho a las dos.
Testimonio de la Escritura
49.1. Y en otro pasaje de la Escritura dice: "Si me escuchan y quieren, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan ni quieren, una espada los devorará, puesto que lo ha dicho la boca del Señor" (Is 1,19-20).
49.2. Nuevamente y con claridad David, o mejor el Señor en la persona del santo -puesto que es uno mismo desde la fundación del mundo, todo ha sido salvado por la fe y será salvado en las diversas épocas-:
49.3. "Exultó mi corazón y se alegró mi lengua. Incluso también mi carne descansará en esperanza, dice, porque no abandonarás mi alma, en el Hades, ni permitirás que tu fiel vea la corrupción. Tú me has hecho conocer el camino de la vida; me llenarás de alegría, tu presencia" (Sal 15 [16],11; cf. Hch 2,26-28).
"De fieras a hombres de Dios"
50.1. Lo mismo que el pueblo era apreciado para el Señor (cf. Ex 19,5), así todo el pueblo santo se halla (lit.: está con) con el judío, y el convertido de los gentiles, el que fue profetizado como el prosélito (= extranjero; cf. Is 14,1; 43,12; 56,3. 6; 60,10; 61,5; Dt 28,43).
50.2. Por eso dice justamente la Escritura que el buey y la osa pacerán juntos (cf. Is 11,7). Se llama buey al judío (por semejanza) con el animal uncido en el yugo de la Ley; (también) es juzgado puro, porque el buey tiene la pezuña hendida y rumia (cf. Lv 11,3).
50.3. Pero (el pueblo) gentil es representado por la osa, animal impuro y salvaje. Engendra la cría como una carne informe, y con la lengua va dando figura hasta darle semejanza de animal. Porque el gentil que se convierte (de la gentilidad) es formado por el Verbo hasta abandonar la vida animal, y una vez domesticado también él se santifica como el buey.
50.4. He aquí lo que dice el profeta: "Me bendecirán las sirenas y las hijas de las avestruces y todas las fieras del campo" (Is 43,20).
50.5. Hay que re conocer que las fieras del campo -es decir del mundo- es (lo propio) de los animales impuros; llama fieras a los salvajes respecto a la fe, groseros en cuanto a la vida y no purifica dos en la justicia según la Ley.
50.6. Ahora bien, de fieras pasan a ser hombres de Dios por la fe en el Señor; desde su deseo inicial de cambiarse progresan hasta devenir [otros].
50.7. Porque el Señor ciertamente exhorta a unos, pero a los que ya están dispuestos a actuar les tiende la mano y los lleva hacia arriba (cf. Jn 6,44), "porque el Señor de todos no se somete a nadie ni se inmuta ante poder [alguno], puesto que Él ha hecho al pequeño y al grande, y provee a todos de igual manera" (Sb 6,7).
El Señor es justo y ama la justicia
51.1. Y David dice: aunque también "cayeron las gentes en la perdición que habían preparado, y enredaron sus pies en la red oculta que se tendieron" (Sal 9,16), sin embargo "el Señor es refugio para el oprimido, auxilio en el momento oportuno y en la tribulación" (Sal 9,10).
51.2. En efecto, los que estaban en tribulación fueron evangelizados oportunamente. Por eso también dice: "Evangelicen entre los pueblos sus proezas" (Sal 9,12), para que no sean juzgados injustamente.
51.3. Si evangelizó a los que todavía (permanecían) en la carne, para que no fueran condenados injustamente, ¿como no iba a evangelizar también por la misma causa a cuantos habían salido de la vida [terrena] antes de su venida?
51.4. "Porque el Señor es justo y ha amado la justicia, su rostro ha contemplado la rectitud" (Sal 10 [11],7). "Pero el que ama la injusticia odia, su propia alma" (Sal 10 [11],5).
Dios quiere educar y salvar al ser humano
52.1. Por tanto, si en el diluvio (lit.: cataclismo) pereció toda carne pecadora (cf. Gn 7,21), estando el castigo enderezado a la corrección de aquellos, en primer lugar hay que creer que la voluntad de Dios (es) educadora y una fuerza capaz de salvar a los que se convierten; y en seguida, también el alma, la parte más sutil, no (podría) sufrir nada grave por parte del agua, que (es) más densa; tampoco podría ser vencida mediante la sutileza y simplicidad por las que es calificada (como) incorpórea.
52.2. Por otra parte, si fuera pesada, permaneciendo pesada por el pecado, sería arrojada juntamente con el espíritu carnal que alimenta deseos contra el alma (cf. Ga 5,17).
52.3. Y también Valentín, el corifeo de quienes recomiendan la vida en comunidad, escribe textualmente en la homilía "Sobre los amigos":
52.4. "Mucho de lo que se ha escrito en los libros públicos se encuentra escrito en la Iglesia de Dios; porque las cosas comunes son las palabras del corazón, la ley escrita en el corazón (cf. Jr 38,33 [hebr. 31,33]). Éste es el pueblo del amado, el amado [por Él] y el que le ama" (Valentín, Fragmentos, 4; se trata del maestro del gnosticismo heterodoxo).
Testimonio del gnóstico Isidoro
53.1. Porque llama libros públicos tanto a las Escrituras judías como a las de los filósofos: (ambas) dan a conocer la verdad.
53.2. Isidoro, hijo y a la vez discípulo de Basílides, en el libro primero de las "Exegéticas del profeta Parcor" escribe textualmente:
53.3. Los áticos afirman que a Sócrates le fueron mostradas cosas, porque le acompañaba, un daímon; y Aristóteles dice que todos los hombres tienen necesidad de los daímones, que les acompañan durante el tiempo de su entrada en los cuerpos; tomó esta enseñanza profética y la incluyó entre sus libros, sin confesar de dónde había tomado esa idea" (Isidoro, Fragmentos, 8).
53.4. Y de nuevo en el libro segundo de la misma obra escribe así: "Y no piense nadie que cuanto decimos como propio de los elegidos, haya sido dicho eso mismo antes por algunos filósofos. Porque no se trata de una invención de éstos, sino que, apropiándoselo de los profetas, lo atribuyen a alguno que según ellos mismos no era sabio" (Isidoro, Fragmentos, 9).
53.5. De nuevo, en el mismo (libro) [dice]: "Porque también me parece que los que pretenden filosofar tienen que aprender lo que es la encina alada y el manto policromado que lo recubre; cosas todas que teologizó Ferecides con alegorías, tomando como hipótesis la profecía de Cam" (Isidoro, Fragmentos, 10; cf. Gn 9,20-22, Ferecides de Siros, Fragmentos, 2 D-K; Stromata, V,9,4).
Capítulo VII: La verdadera filosofía
Definición de la verdadera filosofía
54.1. Como hace tiempo hemos indicado (cf. Stromata, I,24,1--25,5; 37,1; 117,1; VI,5,1,), no hablamos de la actividad de cada escuela, sino de lo que realmente es filosofía, una sabiduría exactamente técnica que procura la experiencia sobre las cosas de la vida; y [hablamos] de la sabiduría que es un conocimiento firme de las cosas divinas y humanas, (y) de una comprensión segura y constante que abarca lo que es, lo que ha sido y lo que será (cf. Sb 7,18; 8,8); lo que nos enseñó el Señor por medio su venida y por medio de los profetas. ¿Y es constante (por obra) del Verbo o transmitida por sí misma?
54.2. Aquella (= la comprensión) también es totalmente verdadera, por voluntad [divina], como conocida mediante el Hijo (cf. Col 2,3).
54.3. Aquélla es eterna, pero ésta sólo conveniente en el tiempo; aquélla una e idéntica, las demás muchas y distintas; y aquélla prescinde de cualquier movimiento pasional, pero la otra (está unida) al apetito pasional; aquélla (es) perfecta, la otra necesitada.
Los verdaderos filósofos
55.1. La filosofía desea aquella sabiduría, de la rectitud del alma y de la razón, y de la pureza de vida; la que se esfuerza amorosa y amigablemente hacia la sabiduría y hace todo lo necesario para obtenerla.
55.2. Y entre nosotros llamamos filósofos a los enamorados de la sabiduría del Creador y Maestro de todos, es decir, de la gnosis del Hijo de Dios; pero entre los griegos (son filósofos) los que se ocupan en discusiones sobre la virtud.
55.3. (Serían), por tanto, filosofía las doctrinas irreprochables de cada una de las escuelas -digo a las filosóficas-, de acuerdo con la vida que confiesan, y reunidas mediante una selección.
55.4. Y esas mismas (doctrinas), sustraídas a la gracia divina (cf. Rm 12,3. 6) concedida a los bárbaros, han sido adornadas con palabra griega. Porque unas las robaron, otras incluso las entendieron mal. En otros casos las expresaron moviendo ideas, pero no lo realizaron con perfección; y algunas otras (las han expresado) mediante conjetura y cálculo humano, y también en eso se equivocan. Ellos mismos están ilusionados de haber alcanzado perfectamente la verdad. Pero [sólo la alcanzan] parcialmente, como nosotros lo hemos comprendido.
El orgullo: causa de todos los pecados
56.1. Así, ni siquiera conocen mejor este mundo. Y, en efecto, como la geometría se ocupa de las medidas, magnitudes y figuras mediante el dibujo en las superficies, o que la pintura muestra toda la perspectiva (lit.: óptica) de un lugar mediante lo representado (lit.: escenografía), pero engañando con ella la vista al utilizar, según (las reglas) del arte, signos en perspectiva de los contornos ópticos que describe -así se recuerdan (o: conservan) superficies, bajorrelieves, objetos a plena luz, y mientras unas cosas parecen sobresalir, otras se hunden, y el resto se lo imaginan de otra manera en la superficie plana y lisa-; y así también los filósofos, a manera de pintura, imitan la verdad.
56.2. Y el orgullo es en cada caso y para cada uno la causa de todos los pecados (cf. Si 10,12. 15; St 4,6). Por ello no hay que ambicionar la gloria (siendo) orgulloso ante los hombres (cf. Mt 6,2), sino amante de Dios para devenir realmente "santo con prudencia" (Platón, Teeteto, 176 B).
Todo ser creado necesita un maestro para aprender
57.1. Por tanto, si tal vez uno acepta lo que es particular como universal, y estima lo servil como señor y principal, se engaña sobre la verdad sin comprender lo que dice David a manera de confesión: "Comía tierra y ceniza como si fuera pan" (Sal 101 [102],10).
57.2. La soberbia y la presunción son para él tierra y error. Pero, si esto es así, la gnosis y la ciencia (provienen) del aprendizaje. Y si existe aprendizaje, es necesario buscar al maestro.
57.3. Porque ciertamente, Cleantes inscribe [como maestro suyo] a Zenón, Teofrasto a Aristóteles, Metrodoro a Epicuro y Platón a Sócrates. Pero también si me remontara yo a Pitágoras, Ferecides, Tales y a los primeros sabios, me detendría buscando a sus maestros; y si mencionas a los egipcios, a los indios, a los babilonios, y a los mismos magos, no cesaré de reclamar a sus maestros; y te llevaré también hasta la primera generación de los hombres, y allí comenzaré a preguntar: ¿Quién fue el maestro?
57.4. Ningún hombre, en efecto, porque ninguno había aprendido; ni si quiera un ángel (cf. Hch 7,53; Ga 3,19; Hb 2,2), porque los ángeles, en cuanto ángeles, no hablan a la manera como oyen los hombres, ni tienen lengua ni orejas como nosotros. Y si nadie puede otorgar a los ángeles órganos de voz, quiero decir labios y las partes adyacentes, y faringe, tráquea, caja torácica (o: pulmón), aliento y vibración (lit.: golpear) del aire.
57.5. Mucho menos que Dios necesite gritar, en su inaccesible (cf. 1 Tm 6,16) santidad y separado de los arcángeles mismos. Pero sabemos que tanto los ángeles como sus príncipes han aprendido la verdad; porque han sido engendrados.
Cristo es el maestro de todos los seres engendrados
58.1. Ahora bien, falta que ascendamos poco a poco para desear al maestro de éstos. Y puesto que uno es el Ingénito, Dios todopoderoso, y uno es el Primogénito, por el que "todo fue hecho y sin Él nada, se hizo" (Jn 1,3) -"porque Dios es realmente uno, quien ha creado el principio de todo" (Kerigma Petri, 2), escribe Pedro, revelándonos al Hijo Primogénito, porque comprende con exactitud la expresión: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1)-; y puesto que Él es llamado sabiduría por todos los profetas, Él mismo es el maestro de todos los engendrados, el consejero de Dios que conocía de antemano todas las cosas (cf. Rm 8,29; Is 40,13; Rm 11,34).
58.2. Él es el que desde el principio de la creación del mundo (cf. Ef 1,4), "muchas veces y de muchas maneras" (Hb 1,1) [nos] ha educado y perfeccionado. Por eso con razón se ha dicho: "No les llamen maestro sobre la tierra" (Mt 23,8-9). Mira, entonces, dónde tiene el asidero la verdadera filosofía.
58.3. Aunque la Ley fue imagen y sombra de la verdad (cf. Hb 8,5; 10,1; Col 2,17), al menos la Ley fue sombra de la verdad; pero el orgullo de los griegos proclama maestros a algunos hombres.
El Señor enseña a obrar bien
59.1. Ciertamente, como toda paternidad (cf. Ef 3,15; Col 1,15) se remonta al Dios creador, así también [se remonta] al Señor la enseñanza del bien, que también justifica, conduce hacia él y ayuda a conseguirlo.
59.2. Y si al recibir las semillas de la verdad de una forma o de otra algunos no las hicieron productivas, sino que, al entregarlas a una tierra estéril y sin agua, siendo ahogadas por las hierbas salvajes (cf. Mt 13,3-7), se apartaron, al igual que los fariseos, de la Ley introduciendo furtivamente enseñanzas humanas (cf. Is 29,13; Mt 15,9), de ello no tiene culpa el Maestro, sino quienes prefirieron entender mal.
59.3. Pero quienes de ellos están convencidos de la venida del Señor y de la claridad de las Escrituras, alcanzan el conocimiento perfecto de la Ley; al igual también que (los que provienen) de la filosofía, mediante la enseñanza del Señor, se encuentran establecidos en el conocimiento de la verdadera filosofía.
59.4. "Porque las palabras del Señor son palabras santas, son plata depurada en el crisol, siete veces purificada de tierra" (Sal 11 [12],7).
El verdadero gnóstico debe ser purificado
60.1. Ciertamente el justo es purificado, como plata, varias veces puesto a prueba, hasta devenir moneda del Señor, mostrando el sello real (cf. 2 Co 1,22; Ef 1,13; 4,30); o, como también Salomón dice que "la lengua del justo es como plata acrisolada al fuego" (Pr 10,20), mostrando que la enseñanza probada y sabia es digna de elogio y aceptable, cuando esté muy bien purificada de la tierra, o sea, cuando el alma gnóstica sea santificada de múltiples modos (cf. Hb 1,1) absteniéndose de los ardores terrenos.
60.2. Y también es santificado el cuerpo en el que ella mora apropiándoselo, consagrado a la pureza (como) un templo santo (cf. 1 Co 3,16-17). Pero la primera purificación del alma es en el cuerpo, (es) abstenerse del mal, y que algunos consideran como la perfección; también es la propia del creyente sencillo, sea judío o griego: la perfección misma.
60.3. Pero la justicia del gnóstico, además de la perfección que otros reconocen, avanza hacia la practica del bien; y en él progresa la tensión a la justicia, hacia el bien obrar, y la perfección permanece en él como estado inmutable de bien obrar a semejanza de Dios. Porque quienes (son) descendencia de Abrahán, todavía siervos de Dios, ésos son los llamados; en cambio los hijos de Jacob (son) sus elegidos (cf. Mt 22,14; 20,16), los que golpearon en el talón a la fuerza del mal (cf. Gn 25,26; 27,36).
La meta del sabio es la contemplación
61.1. Si a Cristo mismo le llamamos sabiduría (cf. 1 Co 1,24. 30) y a su fuerza [desplegada] por medio de los profetas, y por la que se aprende la tradición gnóstica, como Él mismo enseñó a los santos apóstoles durante su venida, entonces la gnosis es sabiduría, ciencia y comprensión segura e inequívoca del presente, del futuro y del pasado, como que ha sido transmitida y revelada por el Hijo de Dios.
61.2. Y también si la finalidad del sabio es la contemplación, el que aún (se encuentra) entre los filósofos trata de alcanzar la ciencia divina, pero todavía no la alcanza. No [consigue] la voz profética aclarada para él con la enseñanza recibida, mediante la cual encuentra lo presente, lo futuro y lo pasado, tal como sucede, sucederá o ha sucedido.
61.3. Pero esta misma gnosis, transmitida por sucesión desde los apóstoles, ha llegado a unos pocos sin escritura. Entonces es necesario practicar la gnosis o sabiduría, hasta [alcanzar] un estado eterno e invariable de contemplación.
Capítulo VIII: El gnóstico y el estudio
Testimonio de san Pablo sobre el valor de la filosofía
62.1. En las cartas Pablo no censura abiertamente la filosofía, sino que pretende que quien ha alcanzado la altura del gnóstico no conviene que retorne ya más a la filosofía griega, llamándola alegóricamente "elementos del mundo" (Ga 4,3; Col 2,8), porque es algo elemental e instrucción preliminar de la verdad.
62.2. Por es cuando también escribe a los hebreos que desde la fe se pasaban a la Ley, dice: "Nuevamente necesitan que se les enseñe cuáles son los elementos del comienzo de los oráculos de Dios, y han llegado a tener necesidad de leche, no de alimento sólido" (Hb 5,12). E igualmente a los colosenses que se convertían desde el helenismo:
62.3. "Miren que no los esté robando el saqueador mediante la filosofía y el vacío engaño conforme a la tradición de los hombres, según los elementos de este mundo y no según Cristo" (Col 2,8), seduciéndoos con halagos para que vuelvan de nuevo a la filosofía, la enseñanza elemental.
62.4. Y si alguien dijere que la filosofía ha sido .descubierta para (o: por) los griegos con la inteligencia humana, yo encuentro, no obstante, en las Escrituras la afirmación de que la inteligencia es un regalo de Dios.
Testimonios bíblicos sobre la filosofía
63.1. El salmista, por ejemplo, piensa que la inteligencia es un gran regalo, y suplica diciendo: "Yo soy tu siervo; hazme comprender" (Sal 118 [119],125).
63.2. Y David, no pidiendo la amplia experiencia de la gnosis, escribe: "Enséñame bondad, educación y gnosis, porque he creído en tus mandamientos" (Sal 118 [119],66).
63.3. Confiesa que los testamentos tienen autoridad (divina) y son concedidos a los más dignos.
63.4. Por eso nuevamente el salmo dice sobre Dios: "No hizo así a ningún pueblo, ni les manifestó sus juicios" (Sal 147 [148],20). Con (las palabras) "no hizo así" (quiere decir) que "hizo", pero no "así". Ahora bien, el "así" estableció una comparación con la supremacía a nosotros reservada. Y, sin duda, el profeta podía haber dicho simplemente "no hizo", sin la añadidura de "así".
63.5. También Pedro, en los "Hechos [de los apóstoles]", dice: "Comprendo ciertamente que Dios no tiene acepción de personas, sino que en toda nación es aceptado por Él quien lo teme y practica la justicia" (Hch 10,34-35).
Dios es bueno
64.1. La no acepción de personas de Dios no reside en el tiempo, sino que es eterna; ni su beneficencia ha tenido jamás comienzo, ni tampoco está circunscrita a lugar alguno o a personas determinadas; porque tampoco su propensión a la beneficencia (es) parcial.
64.2. "Ábranme las puertas de la justicia -dice- y al entrar por ellas confesaré al Señor. Ésta es la puerta del Señor; los justos entrarán por ella" (Sal 117 [118],19-20).
64.3. Explicando el dicho del profeta, Bernabé añade: "De las muchas puertas que están abiertas, la misma que está en la justicia está en Cristo; bienaventurados todos los que por ella entran" (no Seudo Bernabé, sino Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 48,4).
64.4. De este mismo pensamiento se ocupa aquel otro dicho profético: "El Señor (está) sobre la inmensidad de las aguas" (Sal 28 [29],3), no sólo de los distintos testamentos, sino también de los diversos modos de enseñanza que tanto entre los griegos como entre los bárbaros conducen hacia la justicia.
64.5. Y David, dando también un claro testimonio con la verdad (cf. Jn 18,37), canta (lit.: salmodia): "¡Que se vuelvan los pecadores al Hades!, todas las naciones que se olvidan de Dios" (Sal 9,18).
64.6. Y ciertamente se olvidan los que anteriormente recordaban, y desdeñan al que conocían antes de olvidarlo. Entonces existía un confuso conocimiento de Dios también entre los gentiles.
El gnóstico debe estudiar
65.1. Demos también por finalizado este argumento. Pero es necesario que el gnóstico sea de gran saber y, puesto que los griegos, con Protágoras al frente, dicen que todo argumento tiene su contrario, conviene que se hable de cómo hay que prepararse frente a esos mismos argumentos.
65.2. Porque la Escritura dice: "Quien mucho habla, también tendrá que escuchar" (Jb 11,2). "¿Quién va a entender la parábola del Señor sino el sabio, el inteligente y el que ama a su Señor?" (Seudo Bernabé, Epístola, 6,10).
65.3. (Y) ese mismo "sea fiel, sea capaz de exponer la gnosis, sea sabio en la distinción de razonamientos, sea impetuoso en acciones, sea puro. Porque debe ser tanto más humilde cuanto parece ser mayor", dice Clemente en la "Carta a los Corintios" (48,5-6).
65.4. Ese tal deberá obedecer aquel mandato: "Y arrebaten a aquellos del fuego, pero compadezcan a los que dudan" (Judas 23. 22).
65.5. Sin duda, la podadera (o: la hoz) ha sido hecha fundamentalmente para podar, pero también con ella desenredamos los sarmientos cuando están enredados y cortamos los espinos, cuyo contacto no es fácil, cuando crecen junto a las vides. Todas estas cosas tienen relación con la poda.
65.6. También el hombre ha nacido esencialmente para [tener] un conocimiento (profundo) de Dios, aunque también sea agricultor, geómetra y filósofo (cosas que sirven) para vivir, otra para vivir bien, y la tercera para generar los argumentos probatorios.
La filosofía no procede del diablo ni es falsa
66.1. Pero los que dicen que la filosofía ha salido del diablo, sepan que, porque lo dice la Escritura, el diablo se transforma en "ángel de luz" (2 Co 11,4), y ¿para qué lo hace? Muy claramente para profetizar.
66.2. Y si profetiza como "ángel de luz", por consiguiente dirá la verdad. Si ha de profetizar cosas angélicas, luminosas y cosas útiles, si se transformara conforme a semejanza de la actividad [del profeta], aun (cuando es) en verdad otro, según el fundamento de la apostasía.
66.3. ¿Cómo podría engañar a alguien, si no engañase mediante cosas verdaderas al amante del saber haciéndoselo familiar y así más tarde arrastrarlo a la mentira?
66.4. Precisamente también se descubrirá que es conocedor de la verdad, y si no comprensivamente (o: completamente), sin embargo no es un ignorante de la misma.
66.5. Por tanto, la filosofía no (es) falsa, puesto que el ladrón y el mentiroso (cf. Jn 10,1; 8,44), disfrazándose (lit.: transformándose) de su actividad, dice cosas verdaderas; ciertamente, puesto que no se debe condenar previamente con ignorancia lo que se dice a causa del que habla, ni tampoco se debe estar en guardia respecto a los que se dicen profetas ahora; sino que se ha de examinar lo que dicen, (por) si contiene algo de verdad.
La filosofía les fue dada a los griegos como alianza
67.1. Y no erramos, hablando en general, si decimos que todo lo necesario y útil para la vida nos viene de Dios, y que la filosofía también fue dada a los griegos como una alianza propia para ellos, constituyendo la base de la filosofía según Cristo, aunque los filósofos griegos se hagan los sordos ante la verdad, desdeñando la voz de los bárbaros o temiendo también el peligro de muerte que pende sobre el que es fiel, según las leyes políticas.
67.2. E igual que en la filosofía bárbara, así también en la griega fue sembrada la cizaña por el propio agricultor de la cizaña (cf. Mt 13,24-39). De ahí que entre nosotros hayan crecido las herejías junto con el trigo legítimo; (y) los que esparcieron la impiedad y el placer de Epicuro, y todas las otras cosas proclamadas en la filosofía griega al margen de la recta razón, son los que constituyen los frutos espurios de la siembra (o: agricultura) regalada por Dios a los griegos.
La ciencia perfecta
68.1. A esa [filosofía] voluptuosa y egoísta (es) a la que el Apóstol llama "sabiduría de este mundo" (1 Co 2,6), como si sólo enseñara lo que (es) de este mundo y lo que se refiere a él, dependiendo consecuentemente de los poderes que dominan aquí abajo. Por eso también esta filosofía parcial es algo elemental, mientras que la ciencia verdaderamente perfecta va más allá del mundo y se refiere a las realidades inteligibles e incluso más espirituales que éstas, "las que ni ojo vio, ni oído oyó, ni subió al corazón de los hombres" (1 Co 2,9), hasta que el Maestro nos iluminó la razón de todo ello, revelándonos lo santo de los santos y lo que en la escala ascensional es más santo aún, a los herederos legítimos, no falsos, de la adopción divina del Señor.
68.2. Porque también nosotros nos atrevemos a decir -puesto que aquí está la fe gnóstica- que el gnóstico es en realidad conocedor de todo y el que lo comprende todo, sirviéndose de una comprensión segura incluso de las cosas para nosotros inexplicables (o: imposibles); así (eran) Santiago, Pedro, Juan, Pablo y los demás apóstoles.
68.3. Porque la profecía está llena de gnosis, en cuanto dada por el Señor e iluminada también por el Señor a los apóstoles. Y ciertamente la gnosis es una propiedad del alma racional que se ejercita para ser inscrita en la inmortalidad precisamente por medio de la gnosis. Porque ambas, la gnosis como su impulso son fuerzas del alma.
Sobre la gnosis
69.1. Pero encontramos que el impulso es un una movimiento después de un consentimiento. Porque quien ha tomado impulso para alguna acción tiene antes la gnosis de lo que ha de hacer, y después el impulso.
69.2. Pero reflexionemos ahora sobre esto: puesto que el aprender es anterior al obrar -porque naturalmente quien realiza lo que quiere hacer, lo conoce con anterioridad-, y la gnosis ciertamente (procede) del aprendizaje, el actuar (deriva) del impulso, lo mismo que la gnosis del aprender; así se deduce que a la ciencia sigue el impulso y después viene la acción. La gnosis es principio y creadora (demiurga) de toda acción racional; por eso es lógico que la característica específica del alma racional sea caracterizada sólo (por la gnosis).
69.3. Porque en realidad, el impulso, como la gnosis, es un movimiento frente a las cosas, pero la gnosis, concretamente, es una visión del alma respecto de un ser o de algunos; pero cuando es perfecta, lo (es) de todos en conjunto.
"El discípulo de la Sabiduría"
70.1. En verdad, algunos dicen que el hombre sabio está persuadido de que hay algunas cosas incomprensibles, como que también tiene cierta comprensión de esas cosas, porque comprende que las cosas incomprensibles permanecen incomprensibles.
70.2. Lo cual es común en las personas que pueden ver poco ante sí (o: poco perspicaces); cualquiera de ellas podría afirmar que existen cosas incomprensibles. Pero aquel gnóstico sobre el que hablo, él mismo comprende las cosas que a los otros parecen incomprensibles, porque cree que nada es incomprensible para el Hijo de Dios, y por ello, nada que no se pueda enseñar. Puesto que quien padeció por amor nuestro no ocultaría nada relativo a la enseñanza de la gnosis.
70.3. Esta fe, por tanto, genera una demostración segura, porque la verdad va unida a las cosas transmitidas por Dios.
70.4. "Pero si también alguno desea una rica experiencia, [ella] conoce el pasado y conjetura el porvenir, reconoce las falacias de los discursos y las soluciones de los enigmas, interpreta los signos y prodigios, y los resultados de las estaciones y de los tiempos" (Sb 8,8), tal es el discípulo de la Sabiduría.
Capítulo IX: La purificación del gnóstico
Cualidades del gnóstico
71.1. En efecto, el gnóstico (es) ese que se somete (o: se inclina) a las únicas pasiones originadas para la permanencia del cuerpo, como el hambre, la sed y otras semejantes.
71.2. Pero respecto al Salvador sería ridículo pensar que el cuerpo, en cuanto cuerpo, reclamase los necesarios servicios para [su] permanencia; (sería) ridículo que comiese por causa del cuerpo, porque era sostenido por un poder santo; sino para que no se les ocurriera a los acompañantes pensar equivocadamente respecto de Él (cf. Jn 21,1-14), como sucedió después a algunos que pensaron que Él se manifestó sólo en apariencia. Pero Él en general era impasible (apathes), ningún movimiento pasional se introducía furtivamente en Él, ni placer ni dolor.
71.3. Y los apóstoles, dominando gnósticamente por la enseñanza del Señor la ira, el miedo y la concupiscencia, y los movimientos .pasionales que parecen buenos, como el coraje, la emulación, el gozo, la confianza, tampoco se ataron a ellos, sino que, por la firme disposición de la intención, permanecieron siempre inalterables; al contrario, se mantuvieron inmutables en un estado de ascesis después de la resurrección del Señor.
71.4. Porque si alguien aceptara que las mencionadas (pasiones) son buenas, aunque lo sean por razón del fin, pero no es admisible para el [hombre] perfecto, que no tiene que ser atrevido -porque ni se encuentra en peligro, ni considera peligroso nada (de lo que hay) en la vida ni nada de ella le puede separar del amor a Dios (cf. Rm 8,38-39)-, ni está necesitado de confianza -porque no cae en el dolor, persuadido de que todo sucede para bien-, y tampoco se irrita -puesto que nada hay que lo mueva hacia la irritación, amando siempre a Dios y dedicado totalmente a Él solo, y por eso tampoco odia a ninguna de las criaturas de Dios-.
71.5. Pero tampoco tiene envidia -porque nada necesita para la semejanza con el que es Bello y el Bueno-. Y, en efecto, no ama a nadie con una amistad común, sino que ama al Creador por medio de las criaturas.
Cualidades del gnóstico (continuación)
72.1. Y no está afectado por la concupiscencia o el deseo, ni está necesitado de otras cosas respecto del alma, puesto que por el amor está ya con el Amado, con quien ha llegado a una intimidad por su elección, y por la práctica de la ascesis se acerca a Él cada vez con mayor intimidad, feliz por la abundancia de bienes; de modo que por todas esas cosas se esfuerza en asemejarse al Maestro hacia la ausencia de pasiones (impasibilidad, apatheia).
72.2. El Verbo de Dios (es) inteligente, gracias a Él sólo en el hombre puede verse la imagen de la Inteligencia, y por la cual el varón bueno tiene forma y semejanza divinas en el alma, y a su vez Dios tiene forma humana (cf. Gn 1,26). Porque la manera de ser de cada uno (es) la inteligencia, por la que nos caracterizamos. Por ello también quienes pecan contra el hombre (son) sacrílegos e impíos.
72.3. Puesto que también es una tontería afirmar que el gnóstico y el perfecto no deben apartarse de la ira o de la insolencia, como si no fuera capaz, sin ellas, de enfrentarse a las adversidades ni soportar los peligros.
El amor en la vida del gnóstico
73.1. Pero si también le quitásemos la confianza, como totalmente trastornado por las aflicciones, también por ello debe morir de la forma más miserable. Y si además no tuviese (espíritu) de emulación, como enseñó alguno, no aspiraría a hacer lo que es propio de personas buenas y rectas.
73.2. Ahora bien, si toda la familiaridad con lo bueno se consigue mediante un deseo, ¿cómo puede permanecer impasible, afirman, quien tiende al bien?
73.3. Pero ésos [hombres] no conocen, según parece, lo que el amor (tiene) de divino (cf. 1 Jn 4,8; Ef 3,19; 1 Co 13,13). En efecto, el amor no es ya un deseo del que ama, sino una familiaridad del amante, que restituye al gnóstico "en la unidad de la fe" (Ef 4,13), sin que tenga ya necesidad de tiempo ni de lugar.
73.4. Porque el que ya está, por el amor, donde ha de estar, poseyendo la esperanza mediante la gnosis, no desea nada, como teniendo aquello mismo que desea.
73.5. Con razón quien ama gnósticamente permanece en el único estado inmutable, y no deseará jamás parecerse a la belleza, poseyendo por el amor la Belleza (o: no deseará entonces parecerse a [los hombres] buenos, poseyendo por el amor la Bondad).
73.6. Y además, ¿qué necesidad tiene él de valor o de deseo, si ha conseguido la familiaridad, proveniente del amor, con el Dios impasible, y se encuentra inscrito él mismo entre los amigos por el amor?
"La gnosis produce ascesis"
74.1. Así, entonces, debemos apartar al gnóstico y perfecto de toda pasión del alma. Porque la gnosis (produce) ascesis, la ascesis (produce) hábito y disposición, pero el modo de ser (o: carácter) produce impasibilidad (apatheia), no sólo moderación en las pasiones. Puesto que la amputación de toda concupiscencia tiene como fruto la impasibilidad.
74.2. Pero el gnóstico ni siquiera participa de aquellos clamorosos bienes, es decir, de los bienes sensibles relacionados con las pasiones; digo al de la alegría -relacionada con en el placer-, al de la tristeza -unida al pesar-, al de la cautela (o: temor) -sometida al miedo-, y ni siquiera al del valor -que toca la ira-; aunque algunos digan que éstos nunca son males, sino precisamente bienes.
Las verdaderas alegrías del gnóstico
75.1. Porque es imposible que quien ha sido perfeccionado una vez por el amor y ha banqueteado eternamente e insaciablemente con la imperecedera alegría de la contemplación (cf. Hb 6,4), todavía se deleite en las cosas pequeñas y terrenas.
75.2. ¿Qué causa razonable le queda aún para volverse hacia los bienes mundanos, a aquel que ha recibido "la luz inaccesible" (1 Tm 6,16), y no según el tiempo y el lugar, sino por aquel amor gnóstico al que sigue la herencia y la reintegración completa (apokastástasis), ya que el Remunerador (cf. Hb 11,6) le confirma aquello que el gnóstico, por causa de su elección hecha gnósticamente, se ha asegurado por el amor?
75.3. ¿No es cierto que ausentándose para (estar) con el Señor (cf. 2 Co 5,8) por su amor hacia Él, aunque su habitáculo (cf. Sb 9,15; 2 Co 5,1. 4) se vea en la tierra, no se sale él mismo de la vida -porque no le ha sido concedido-, y en vida, tras dar muerte a las concupiscencias (cf. Col 3,5), y sin servirse ya más del cuerpo, sólo le permite usar lo indispensable, para no ofrecerle la causa de su disolución?
El gnóstico no puede dejarse arrastrar por las concupiscencias
76.1. ¿Cómo, por tanto, va a tener necesidad de valor, no habiendo peligro para el que no se encuentra presente, sino que está ya por completo junto al amado?
76.2. ¿Quién tiene necesidad de templanza si no va a usar de ella? Porque tener tales deseos, como el necesitar de la templanza para tener el dominio de esos deseos es propio de quien no está todavía limpio, sino sujeto a pasiones, porque el valor se asocia al miedo y a la cobardía.
76.3. Porque no es decoroso que el que es ya amigo de Dios, al que Dios predestinó antes de la creación del mundo para ser inscrito en la suma adopción filial (cf. Ef 1,4-5), caiga en los placeres o temores y se encuentre ocupado en la contención de pasiones.
76.4. Porque me atrevería a decir que, de igual manera que ya está predestinado por lo que realiza y cuándo lo alcanzará, así también él mismo, porque está predestinado, posee al que ha amado mediante el conocimiento, no teniendo que conjeturar con dificultad el futuro, como la mayoría, viviendo entre conjeturas, sino habiendo recibido mediante la fe gnóstica lo que para los demás es incierto.
El Señor no defraudará al gnóstico
77.1. Así, mediante el amor él tiene presente ya el futuro. Porque él ha creído, tanto por la profecía como por la venida [del Señor], al Dios que no miente (cf. Tt 1,2) y quien ha creído tiene y es dueño de la promesa -y el que ha prometido es la Verdad (cf. Jn 14,6; Hb 10,23; 11,11)-, y ha recibido firmemente, por ciencia, el cumplimiento de la promesa por la fidelidad de quien lo ha prometido.
77.2. Y sabiendo él que donde se encuentra es comprensión segura del futuro, por el amor se adelanta al futuro.
77.3. Así, no suplica obtener los bienes de aquí abajo el que está persuadido de obtener los bienes de verdad, sino que está siempre asido a la fe que alcanza su objeto y es feliz.
77.4. Además de esas cosas pedirá que muchas personas lleguen a ser lo más parecidas a él, para gloria de Dios (cf. Flp 3,17); (gloria) que tiene su perfección según el conocimiento perfecto.
77.5. Porque (es) salvador quien se parece al Salvador, en cuanto la ley de la naturaleza humana permita la imagen, manteniendo inviolablemente lo que concierne a los mandamientos; así, uno da culto a Dios mediante la verdadera justicia con obras y gnosis.
"El gnóstico ha alcanzado la gnosis de todas las cosas"
78.1. Por eso Señor no espera la voz del gnóstico en la oración, sino que dice: "Pide y [te] haré; piensa y [te] daré" (Mt 7,7; Jn 14,13-14).
78.2. Por lo general, es imposible que lo inmutable encuentre solidez y estabilidad en lo que cambia; y siendo inestable la parte hegemónica (del alma), en una continua mutación no se salva la fuerza del hábito.
78.3. Porque lo que siempre cambia por las circunstancias que atacan y asaltan desde fuera, ¿cómo podrá estar alguna vez en un estado constante y, resumiendo, en posesión de ciencia? Incluso los filósofos sostienen, que las virtudes (son) hábitos, disposiciones y ciencias.
78.4. Pero como la gnosis no es connatural a los hombres, sino adquirida, y, al principio, su aprendizaje requiere atención, educación y crecimiento, y después con el ejercicio continuo se convierte en hábito, de esta manera, perfecta en el hábito místico, permanece inmutable por el amor.
78.5. Porque no sólo habrá comprendido la causa primera y la causa generada por ella misma, y posee seguridad sobre ello, al haber adquirido establemente pensamientos estables, inmutables e inalterables, sino también sobre el bien y el mal, sobre la génesis de todo y, resumiendo, posee la verdad más exacta sobre lo que ha dicho el Señor desde la fundación del mundo hasta el fin (cf. Ef 1,4), aprendiéndolo de la Verdad misma; no porque algo parezca convincente o necesario según la expresión griega lo va a anteponer a la Verdad misma, sino que recibe exacta y claramente lo dicho por el Señor.
78.6. Y si para otros todavía (algo) permanece escondido, el [gnóstico] ha alcanzado ya la gnosis sobre las cosas. Y las palabras que se nos han profetizado (hablan) sobre las cosas presentes tal como son, de las futuras tal como acontecerán, y sobre las pasadas tal como han sucedido.
El gnóstico sabe obrar adecuadamente
79.1. Sobre las cosas científicas él solo, dotado de ciencia, esclarecerá y dominará lo relativo al bien, consagrado siempre a lo inteligible, derivando de aquellos arquetipos (superiores) el gobierno de sí mismo en las cosas humanas, al igual que los marineros también dirigen la nave observando la estrella; estando disponible para realizar con prontitud todo lo que conviene; acostumbrado a despreciar todas las molestias y peligros, cuando haya que soportarlos; no hará nunca nada precipitadamente o a destiempo, ni para sí mismo ni para el bien común; inflexible a los placeres ya en vigilia, ya en sueños.
79.2. Habituado por la templanza a un régimen de vida sencillo y suficiente, se presenta ágil y a la vez digno; sin ocuparse de las cosas superfluas, sólo necesita pocas cosas, indispensables para vivir, y tampoco las estima como importantes, sino como necesarias para la vida normal en la permanencia de la carne, tal como se necesita. Porque lo importante para él es la gnosis.
LIBRO SEXTOCapítulo X: El gnóstico y las ciencias
Lo que el gnóstico aprende de cada ciencia
80.1. Y en consecuencia, él se consagra a lo que lo ejercita para la gnosis, tomando de cada disciplina su contribución a la verdad.
80.2. Así, persigue la proporción (lit.: analogía) en las armonizaciones de la música; en la aritmética observa los aumentos y disminuciones de los números, las disposiciones entre unos y otros y cómo la mayoría de las cosas se encuentran sometidas a cierta proporción aritmética (o: numérica); en la geometría contempla la esencia misma en cuanto tal, y se acostumbra a concebir una distancia ininterrumpida (o: un espacio continuo) y una esencia inmutable, distinta de la de los cuerpos de aquí abajo.80.3. Por otra parte, desde la astronomía, levantándose de la tierra con el entendimiento se eleva al cielo y gira al mismo tiempo alrededor de la bóveda celestial, descubriendo siempre las cosas divinas y la sinfonía entre ellas; desde estas cosas partió Abrahán para remontarse hacia la gnosis del Creador (cf. Gn 15,5).
80.4. Pero también el gnósticose servirá de la dialéctica, apropiándose de la distinción de los géneros en especies y alcanzará la diferenciación de los seres. Hasta tocar lo primero y simple.
80.5. Pero muchos temen a la filosofía griega como los niños ante los espantajos, no sea que les engañe.La alegría de buscar al Señor
81.1. Pero si así es para ellos la fe -porque no la llamaré gnosis-, que se disuelve ante un lenguaje persuasivo, ¡que desaparezca!; con ello confiesan sobre todo que no poseen la verdad. Puesto que la verdad, se dice, es invencible (cf. Estobeo, Antología, V,105); sólo la falsa opinión se diluye. En efecto, nosotros distinguimos una púrpura de otra púrpura comparándolas.
81.2. Por tanto, si alguien confiesa no tener el corazón bien articulado, tampoco tiene la mesa del cambista ni criterio (acerca) de las ideas. Porque, ¿cómo puede considerarse banquero quien no puede valorar y distinguir la moneda auténtica de la falsa? (cf. Mt 12,45-51; Lc 16,1-8; 1 Ts 5,21).
81.3. Pero David gritó: "Porque el justo jamás vacilará" (Sal 111 [112],6); ni por un discurso engañoso, ni por un placer seductor, ni tampoco será desbancado de su propia herencia.
81.4. "No temerá oír algo malo" (Sal 111 [112],7). Ni por una vana calumnia, ni por la falsa opinión sobre él mismo; tampoco tendrá temor a los discursos malvados el que puede discernirlos para preguntar y responder correctamente. Porque la dialéctica es como una cerca para que los sofistas no pisoteen la verdad.
81.5. Puesto que es necesario a los celebrados en el nombre santo del Señor, según el profeta, regocijarse en el corazón buscando al Señor.
81.6. "Búsquenle, por tanto, y serán fortalecidos; busquen siempre su rostro" (Sal 104 [105],3-4), de cualquier modo. Porque Él ha hablado "muchas veces y de diversas formas" (Hb 1,1), no se le conoce de una manera sola.
El gnóstico sabe utilizar correctamente sus conocimientos
82.1. Ciertamente nuestro gnósticono estará muy instruido utilizando esas [ciencias] como virtudes, sino como colaboradoras; y al distinguir lo común y lo propio aceptará la verdad. Porque es causa de todo error y falsa opinión no poder discernir cómo se relacionan unos seres con otros y de que modo se diferencian.
82.2. Y si no argumenta uno el discurso según las distinciones, confundirá sin darse cuenta lo general y lo específico; y cuando sucede esto, cae necesariamente en la desviación (lit.: un camino intransitable) y en el error.
82.3. Pero la distinción de los nombres y de las cosas, incluso en las Escrituras mismas, hace nacer una gran luz en las almas. Es necesario, por tanto, comprender los muchos significados de los vocablos y a lo que eventualmente tienen de semejantes. Por lo cual se conseguirá responder correctamente.
82.4. Por lo cual hay que rehuir la excesiva inutilidad, distraída en lo que no conviene; pero el gnóstico aprovecha (sus) conocimientos, aprendidos como ejercicios preparatorios, que contribuyen a la tradición exacta y sólida de la verdad, en cuanto se puede alcanzar, y a prevenir las malas artes de los argumentos que mutilan la verdad.
La verdad en su sentido pleno conduce a la virtud83.1. [El gnóstico], en efecto, no se quedará detrás de quienes hacen progresos respecto a las ciencias cíclicas (= curso completo de los estudios en las escuelas griegas) y a la filosofía griega, pero no en virtud de una causa superior, y aunque necesaria, secundaria y circunstancial. Porque lo que utilizan de forma perversa quienes trabajan para las herejías, el gnósticopor el contrario lo utilizará como es debido.
83.2. Mientras la verdad que nos manifiesta la filosofía griega es parcial, la verdad en sentido pleno hace ver toda seductora argumentación sofística; como el sol pone al descubierto, irradiándolos, los colores: el blanco y el negro, tal y como es cada uno de ellos.
83.3. Con razón, entonces, también dijeron antes los griegos: "¡Oh Verdad soberana, principio de una gran virtud!" (Píndaro, Fragmentos, 205,1-2).
Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)
La aritmética. El ejemplo de Abraham
84.1. Lo mismo que tenemos a Abrahán como modelo respecto a la astronomía, igualmente sobre la aritmética [tenemos] al mismo Abrahán.
84.2. Porque cuando escuchó que Lot había sido hecho prisionero, alistó a trescientos domésticos suyos y atacando se apoderó de un gran número de enemigos (cf. Gn 14,14-15).
84.3. Ahora bien, dicen que la letra que significa trescientos es, en cuanto a su forma, tipo del signo del Señor (= la cruz), y la iota y la eta significan el nombre del Salvador(1).
(1) La letra tau equivale a 300, unida a las vocales iota y eta, que equivalen a 18, suman 318. Además, la tau simboliza la cruz de Cristo, y las vocales iota y eta son las dos primeras letras del nombre "Iesoys".
84.4. Así se indica que (los hombres) de la casa de Abrahán estaban en relación con la salvación, porque habiendo recurrido signo y al nombre [del Señor], devendrían señores de los prisioneros y de la multitud de gentes infieles que les seguían.
84.5. Además, el número trescientos es una tríada de centenas; el (número) diez es reconocido como absolutamente perfecto.
84.6. El ocho, el primer cubo, es la igualdad en todas las dimensiones: longitud, anchura y altura (= 2x2x2).
84.7. "Los días de los hombres serán ciento veinte años" (Gn 6,3), dice [la Escritura]. Y esta cifra es la suma desde el uno al quince; y la luna llega al plenilunio el día décimo quinto [del mes].
Sobre el número ciento veinte
85.1. El número ciento veinte, llamado también número triangular, resulta igualmente de otra forma: del número par de cifras que sumadas forman el número sesenta y cuatro, cuyas sumas parciales generan los cuadrados: uno, tres, cinco, siete, nueve, once, trece y quince; y de la desigualdad de cincuenta y seis, siete (números) pares a partir del dos, (son) los que engendran los no cuadrados: dos, cuatro, seis, ocho, diez, doce y catorce.
85.2. Porque según otra interpretación, el número ciento veinte se forma con cuatro números: primero, el triangular, el quince; segundo, el cuadrado, el veinticinco; tercero, el pentágono, el treinta y cinco; y cuarto, el hexágono, el cuarenta y cinco.
85.3. Puesto que el cinco es empleado según la misma proporción (lit.: analogía) en cada serie (lit.: especie o forma); porque el quince es el quinto de los triangulares a partir del uno (lt.: mónada), el veinticinco es el quinto de los cuadrados; y análogamente el resto.
85.4. Ahora bien, el número veinticinco, que es el quinto a partir de la mónada, se dice que es símbolo de la tribu de Leví (cf. Nm 8,24); y el treinta y cinco se obtiene de la progresión (lit.: diagrama) aritmética, geométrica y armónica de los números dobles: seis, ocho, nueve y doce, cuya síntesis genera el treinta y cinco. En estos días dicen los judíos que se forman los fetos sietemesinos. El cuarenta y cinco (está) en la progresión de los números triples: seis, nueve, doce y dieciocho, cuya síntesis da cuarenta y cinco; también durante esos [días] dicen que se forman los fetos de nueve meses.
Sobre la geometría
86.1. Esto es un ejemplo sacado de la aritmética. Pero sobre la geometría, valga como testimonio la construcción de la tienda (cf. Ex 26,1-37; 36,8-38) y la fabricación del arca (cf.. Gn 6,14-16), construidas con unas proporciones (lit.: analogías) muy lógicas (o: racionales), con ideas divinas, según un don de la inteligencia que nos transporta desde las cosas sensibles a las inteligibles, o mejor, de éstas a las cosas santas y al Santo de los santos.
86.2. Porque "las tablas cuadradas" (cf. Gn 6,14-16) indican la solidez, puesto que la forma cuadrada, de ángulos rectos, ha sido establecida por todos lados en todos los sentidos. La longitud de la construcción (era) de trescientos codos, la anchura de cincuenta y la altura de treinta (cf. Gn 6,15); el arca iba estrechándose desde la base plana hasta terminar arriba en un codo (de largo), a modo de pirámide, símbolo de los que están purificados y probados con el fuego (cf. Gn 6,16; 1 P 1,7).
86.3. Esta misma proporción geométrica es ofrecida para llevarnos a aquellas sagradas moradas, cuyas diferencias se encuentran indicados por los diferentes números que las sustentan.
La mesa del santuario
87.1. Y las razones semejantes son séxtuplos, como trescientos respecto a cincuenta; décuplos, como trescientos respecto de treinta: diez veces treinta; y de un entero y dos tercios: como cincuenta respecto de uno y dos tercios con treinta.
87.2. Hay quienes dicen que los trescientos codos son símbolo del signo del Señor (= la cruz), y que los cincuenta son símbolo de la esperanza y del perdón que se da en Pentecostés (cf. Jn 20,23), y los treinta o los doce, como algunos (manuscritos) refieren, indican la predicación, porque el Señor comenzó a predicar a partir de los treinta años (cf. Lc 3,23), y doce eran los apóstoles; la construcción terminaba por un codo, porque el progresivo avance del justo termina en una unidad, "en la unidad (mónada) de la fe" (Ef 4,13).
87.3. Y la mesa en el templo era de seis codos, las cuatro patas de un codo y medio (cf. Ex 25,23-30; 37,10-16). Así suman en total doce codos, en sintonía según el ciclo anual con la rotación de los doce meses, durante los cuales la tierra, acomodada a las cuatro estaciones, produce todo y lo lleva hasta su madurez.
87.4. A mi parecer, la mesa representa una imagen de la tierra, porque se apoya sobre cuatro patas: verano, otoño, primavera e invierno, a través de las cuales transcurre el año. Por eso dice [Moisés] también que la mesa tiene unas ondulaciones redondeadas (cf. Ex 25.24; 37,11), bien porque todo gira circularmente en unos periodos de tiempo, o también, quizás, para indicar que la tierra está bañada (o: circundada) por un océano.
Sobre la música
88.1. Todavía (como) paradigma de la música hay que proponer a David, que salmodiaba y a la vez profetizaba, (cantando) armoniosamente himnos a Dios. El género enarmónico (= gama de acorde perfecto) combina muy bien con la armonía dórica, y el diatónico con la frigia, como dice Aristógenes (cf. Fragmentos, 84).
88.2. Ahora bien, la armonía del salterio bárbaro, que se manifiesta por la nobleza de la melodía que se tiene como antiquísima, es el mejor ejemplo para Terpandro que celebra con himnos (lit.: himnodia) a Zeus conforme a la armonía dórica, de esta forma: "Zeus es principio de todo y guía de todo; Zeus, a ti te dirijo este inicio de los himnos" (Terpandro, Fragmentos, 1 D).
88.3. Si el salmista tuviera una cítara (cf. Sal 56 [57],8) que encerrara una alegoría, en primer lugar, sería señalado el Señor; y en segundo lugar, los que afinadamente pulsan las almas (bajo la dirección) del Señor, jefe de las Musas.
88.4. También si el pueblo salvado es llamado cítara, es porque, pulsado para la fe en el Verbo, se escucha musicalmente cuando da gloria según la inspiración del Verbo y el conocimiento de Dios.
88.5. Pero también de otra forma podrías tomar por música la sinfonía eclesial al mismo tiempo de Ley, profetas y apóstoles con el Evangelio, y, en un modo secundario, el canto simultáneo de cada profeta según los cambios de personas.
Importancia de la música en la formación del ser humano
89.1. Pero, según parece, la mayoría de los inscritos con el nombre [de cristianos], al igual que los compañeros de Ulises (lit.: Odiseo; cf. Homero, Odisea, XII,165-167), van en busca del Verbo rústicamente; pasando por alto no las sirenas, sino también el ritmo y la melodía, tapándose los oídos por ignorancia (cf. Sal 57 [58],5), puesto que saben que, una vez que han dado oídos a las ciencias griegas, no se puede regresar.
89.2. Pero para quien recoge lo necesario para provecho de los catecúmenos, y especialmente si son griegos -"del Señor es la tierra y su plenitud" (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26)-, no debe abstenerse del amor al saber, a la manera de los animales irracionales, sino sobre todo debe recoger lo que más puede ayudar a los oyentes.
89.3. Además, no se debe ocupar en ello, sino únicamente en cuanto sea útil para aquellos (= catecúmenos u oyentes), de manera que, recogiéndolo y apropiándoselo, pueda retornar a casa, a la verdadera filosofía, procurando a su alma una convicción firme (y) estable que (saca) de todas partes.
89.4. Por tanto, es necesario (ocuparse) de la música para ordenar y afinar el carácter.
Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)
Sobre la astronomía
90.1. Ciertamente también en los banquetes bebemos a la salud unos con otros salmodiando; ensordeciendo nuestra concupiscencia y glorificando a Dios por el abundante regalo de las delicias humanas, y de los alimentos suministrados eternamente para el crecimiento tanto del cuerpo como del alma.
90.2. Pero hay que rechazar la música sobreabundante, que debilita las almas y las precipita en una variedad (de emociones) tanto dolientes, como licenciosas y voluptuosas, que la hacen agitarse y enloquecer.
90.3. El mismo razonamiento vale también respecto de la astronomía. Porque ésta, después de la información sobre que está en el cielo (y) sobre la configuración de todo [el universo], el curso del cielo y el movimiento de los astros, haciendo al alma más próxima al poder creador, enseña a tener facilidad de comprensión del ciclo de las estaciones, del cambio del aire y de la salida de los astros. Además, también de esta ciencia sacan mucha utilidad la navegación y la agricultura; lo mismo que de la geometría, la arquitectura y la construcción.
90.4. Este estudio confiere al alma mucho entendimiento, la capacidad de percibir lo verdadero y discernir lo falso, el ingenio para las semejanzas y analogías, hasta el punto de cazar la semejanza en lo diferente; y nos induce a descubrir una longitud sin anchura, una superficie sin profundidad, un punto sin partes, y nos traslada de las cosas inteligibles a las sensibles.
Filosofía y ciencias
91.1. Las ciencias son, por tanto, colaboradoras de la filosofía, y la filosofía misma discurre sobre la verdad. Por ejemplo, un vestido (lit.: clámide) primero era lana, después de cardada devino hilo y trama; más tarde tejido.
91.2. Así, en efecto, es necesario preparar el alma y trabajarla de varias formas, si ha de quedar muy bien establecida; porque la verdad está en el conocimiento (lit.: lo gnóstico) y en la acción, pero fluye de la contemplación; se necesita ejercicio, mucha práctica y experiencia.
91.3. Pero también la contemplación es algo relativo a los demás y algo relativo a uno mismo. De ahí que sea también necesario a la educación prepararse y ajustar ambos aspectos.
91.4. En efecto, quien haya aprendido suficientemente el conjunto de lo que conduce a la gnosis, (puede) permanecer por lo que resta descansando tranquilamente, enderezando las acciones a la contemplación.
91.5. Pero respecto al provecho de los prójimos, de los que se dedican a la Escritura (lit.: de los que vienen sobre las Escrituras) y de los que se preparan para transmitir al Verbo, es útil la cultura en general, (y es) necesaria la lectura de las Escrituras del Señor para demostrar lo que se dice, y principalmente si los oyentes provienen de la cultura griega.
El gnóstico debe asimilar cosas antiguas y nuevas
92.1. Esta es la Iglesia que describe David: "La reina se presentó a tu derecha, con vestido de oro, ataviada con múltiples brocados" (Sal 44 [45],10), con los griegos y los demás;"con flecos de oro, ataviada con múltiples brocados" (Sal 44 [45],14). "La verdad (viene) a través del Señor" (Jn 1,17).
92.2. "Porque, dice [la Escritura], ¿quién conocerá tu voluntad, si Tú no le das sabiduría y no ha sido enviado tu santo Espíritu desde las alturas? Así fueron enderezados los senderos de los que están sobre la tierra y los hombres fueron enseñados en las cosas que a Ti te agradan y por la Sabiduría fueron salvados" (Sb 9,17-18).
92.3. Porque el gnóstico, según la Escritura, "asimila lo antiguo y el futuro, conoce los giros de las palabras y la resolución de los enigmas, prevé los signos y prodigios, y el desenlace de las épocas y los tiempos" (Sb 8,8), como ya hemos indicado (cf. VI,70,4).
Sobre la utilidad del conocimiento
93.1. ¿Ves cómo la fuente de las ciencias mana de la Sabiduría (cf. Jr 2,13)? Pero a los que replican: "¿Qué utilidad trae el conocer, dímelo, las causas de cómo se mueve el sol y los restantes astros, o indagar los teoremas geométricos, los dialécticos o cualquiera de las restantes ciencias, porque de nada sirven esas cosas para explicar (o: enseñar) lo conveniente, esas cosas no ayudan nada (y) la filosofía griega es conocimiento humano, puesto que no es capaz de enseñar la Verdad?". A éstos hay que decirles en primer lugar que se equivocan sobre lo más importante, es decir, en la facultad de elegir del espíritu [humano].
93.2. Porque dice [la Escritura], "quienes guardan santamente lo santo, se santificarán; y quienes han aprendido esas cosas encontrarán una defensa" (Sb 6,10). Puesto que únicamente el gnóstico, como es lógico, realizará santamente todo lo que se debe hacer, como ha aprendido según la enseñanza del Señor, transmitida por medio de hombres.
93.3. De nuevo también se puede escuchar: "Porque en su mano (estamos), es decir, en el poder y sabiduría (cf. 1 Co 1,24), y también nuestras palabras y toda prudencia y ciencia de las cosas prácticas" (Sb 7,16). "Porque, nada ama el Señor, excepto al que convive con la sabiduría" (Sb 7,28).
93.4. Porque [ésos] no han leído lo dicho por Salomón. Al tratar sobre la construcción de una nave dice claramente: "La sabiduría de un técnico la ha construido; pero tu providencia, Padre, es la que la gobierna" (Sb 14,2-3).
El verdadero valor de la filosofía
94.1. Y, ¿cómo no (será) ilógico pensar que la filosofía es inferior que el arte del carpintero (o: del arquitecto) y el de construir naves?
94.2. Quizás también cuando el Señor sació a aquella gran muchedumbre recostada (cf. Lc 9,14; mismo vocablo griego) sobre la hierba frente al lago Tiberíades con dos peces y cinco panes de cebada (cf. Jn 6,9-13), aludía a la enseñanza preliminar de los griegos y de los judíos, antes del divino trigo, el alimento cultivado según la Ley.
94.3. Porque la cebada es más temprana que el trigo en el tiempo de la cosecha. Pero los peces indican la filosofía griega, nacida y llevada arriba de la ola pagana, siendo dados en copioso alimento a los que todavía estaban recostados en el suelo.
94.4. Aunque no aumentaron como los trozos de los panes, sin embargo, participando de la bendición del Señor (cf. Jn 6,11), (aprendieron) por inspiración la resurrección (cf. Mt 22,23: anástasis) de la divinidad por el poder del Verbo.
94.5. Pero si también eres amigo de inquirir, tienes que aceptar que uno de los dos peces significa la enseñanza cíclica, y el otro aquella filosofía que la trasciende; ambas en verdad son compañeras del Verbo del Señor: "El coro de los peces mudos resonaba" (Sófocles, Fragmentos inciertos, 695), ha dicho alguna vez la musa de la tragedia.
94.6. "Es necesario que yo disminuya, para crecer" (Jn 3,30), y de ahora en adelante sólo [en] el Verbo del Señor, en quien se completa la Ley (cf. Rm 10,4), dijo el profeta Juan [el Bautista].
Cristo es "la piedra angular"
95.1. Entiéndeme ya el misterio de la verdad, disculpándome, si voy más allá de lo pretendido, al proclamar tan sólo esto: "Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3).
95.2. Ciertamente es llamado "piedra angular, en la que todo el edificio bien conjuntado crece hasta (ser) templo santo de Dios" (Ef 2,20-21), según el divino Apóstol.
95.3. Callaré ahora la parábola evangélica que dice: "El reino de los cielos es semejante a un hombre que arrojó al mar una red e hizo una selección de los mejores peces capturados" (Mt 13,47-48).
95.4. Pero nuestra sabiduría también pregona abiertamente las cuatro virtudes, de manera que también su fuente la han recibido los griegos de los hebreos. Así se puede aprender por lo que sigue: "Y si alguien ama la justicia, sus penas son las virtudes: porque ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza; nada hay más útil que ellas en la vida para los hombres" (Sb 8,7).
95.5. Por encima de todo es necesario que ellos sepan que por naturaleza hemos nacido para la virtud; no ciertamente que la tengamos de nacimiento, sino (como) aptos para adquirirla.
Capítulo XII: El ser humano puede adquirir la virtud
Dios quiere la salvación de los hombres
96.1. Con este razonamiento se resuelve la dificultad que nos lanzan los herejes: ¿Adán fue plasmado perfecto o imperfecto? Ahora bien, si imperfecto, ¿cómo va a ser imperfecta la obra de un Dios perfecto, y sobre todo el hombre? Pero si (fue creado) perfecto, ¿cómo transgredió los mandatos?
96.2. Escuchen también de nosotros que no fue hecho constitutivamente perfecto, sino apto para recibir la virtud. Porque hay mucha diferencia en ser apto para la virtud hasta su posesión. Pero [Dios] quiere que seamos salvados desde nosotros mismos. En efecto, la naturaleza del alma (es) a partir de sí misma que saca el anhelo. Además, siendo nosotros racionales, y siendo racional la filosofía, tenemos una cierta afinidad con ella. Y la aptitud es propensión hacia la virtud, pero no la virtud.
96.3. Ahora bien, como ya he dicho, todos han nacido para la adquisición de la virtud; pero hay quien avanza más y otro menos, tanto en el aprendizaje como en la ascesis (cf. Platón, Protágoras, 323 D); y por lo cual algunos se han ejercitado hasta la virtud perfecta, otros han llegado hasta un cierto punto, e incluso otros, descuidándose, se han desviado en dirección opuesta, aunque hayan sido bien dotados por la naturaleza.
96.4. Y mucho más difícil de adquirir es la gnosis, que sobrepasa a todas las ciencias en grandeza y verdad, y se obtiene con un gran esfuerzo.
Sobre la metánoia
97.1. Pero, según parece, "no conocieron los misterios de Dios, puesto que Dios creó al hombre para la incorruptibilidad y lo hizo a imagen de su propia identidad" (Sb 2,22-23); y conforme a la identidad del que lo conoce todo, el gnóstico, "justo y santo y con prudencia" (Platón, Teeteto, 176 B), se esfuerza por alcanzar la medida de la edad perfecta (cf. Ef 4,13).
97.2. Pero puesto que para el gnóstico no sólo son puras (o: se purifican) las acciones y los pensamientos, sino también las palabras, dice (la Escritura): "Apreciaste mi corazón y me visitaste de noche; me pasaste por el fuego y no se encontró en mí injusticia, puesto que mi boca no ha hablado las obras de los hombres" (Sal 16 [17],3-4).
97.3. Y ¿qué significa "las obras de los hombres"? Reconoce el pecado mismo, no el referido al arrepentimiento -porque ese [reconocimiento] también es común en los otros fieles-, sino lo que es pecado. Puesto que no condena el [pecado] de uno, sino sencillamente a todo pecado; ni tampoco la maldad que alguno ha hecho, sino lo que no debe hacerse.
97.4. Y de esto se deduce un doble arrepentimiento: uno general, por la falta cometida; otro el que, conocida la naturaleza del pecado, persuade a abstenerse de pecar por una razón superior, a lo que sigue el no pecar.
Los verdaderos bienes
98.1. No se diga, por tanto, que el que comete injusticia y peca comete una falta por incitación de los demonios para así ser inocente; sino que cuando elige el pecar lo mismo que los demonios, también el hombre se hace demoníaco: inestable, voluble e inconstante en los deseos; como los demonios.
98.2. En efecto, ciertamente, el malo por naturaleza, está inclinado a pecar por maldad, se ha inclinado a lo vil, teniendo la maldad que ha elegido espontáneamente. Y al estar inclinado al pecado, peca también en lo que hace. Por el contrario, el que es bueno obra rectamente (cf. Sal 111 [112],5).
98.3. Por eso, nosotros llamamos bienes no sólo a las virtudes, sino también a las acciones buenas; y sabemos que algunos bienes son elegibles por sí mismos, como la gnosis -porque no perseguimos de ella, una vez en su presencia, otra cosa que su presencia misma, y nosotros estamos en una contemplación ininterrumpida y luchamos en pos de ella y a causa de ella-; pero otros [bienes son elegibles] por otras (razones), como la fe, por la que se evita el castigo y se obtiene el beneficio de la recompensa [divina]. Porque el temor es para la mayoría una causa para no pecar; y la promesa es el punto de partida para observar la obediencia, por la cual tiene lugar la salvación.
La alegría del gnóstico
99.1. Así entonces, la gnosis, el bien más perfecto, es elegible por sí misma; y también, en consecuencia, los bienes que se derivan de ella.
99.2. Y el castigo para el que es sancionado es causa de corrección, pero para los que pueden verlo de lejos deviene un ejemplo, por el cual se libran de caer en las mismas penas.
99.3. Recibamos, por tanto, la gnosis no desando los bienes que trae, sino abrazándola por el hecho mismo de conocer. Porque el primer beneficio (es) el estado gnóstico, que procura placeres sin peligro y con gozo, ahora y para después.
99.4. Se dice que el gozo es alegría, teniendo conciencia (o: reflexión) de la virtud según la verdad mediante algún festín y esparcimiento del alma.
99.5. Y las obras que participan de la gnosis son las acciones buenas y honestas (lit.: hermosas). Porque la verdadera riqueza es la superabundancia de acciones conformes a la virtud; pero la miseria (o: indigencia, pobreza) es la carencia de deseos prudentes.
99.6. Porque la cualidad de la posesión y el uso de las cosas necesarias no encierran perjuicio, sino la medida sin medida.
El gnóstico aspira a la perfección en Dios
100.1. Por eso el gnóstico delimita los deseos respecto a la posesión y a la utilización, no sobrepasando el límite de lo necesario.
100.2. En efecto, considerando necesaria la vida aquí (abajo) para acrecentar la ciencia y adquirir la gnosis, lo que más desea no (es sólo) de vivir, sino vivir según lo mejor; sin preferir hijos, ni matrimonio, ni padres, al amor a Dios y a la justicia en esta vida.
100.3. Y para él la esposa, una vez nacidos los hijos, es considerada (lit.: juzgada) una hermana, y como nacida del mismo padre; y ella se acuerda del marido sólo cuando mira a los hijos, (puesto que) en realidad será como una hermana después del abandono de la carne, que divide y diferencia la gnosis de los espirituales por la propiedades de las formas corporales. Porque las almas en sí mismas son iguales; las almas no tienen sexo (lit.: de género neutro), no son masculinas ni femeninas (cf. Ga 3,28), cuando ni toman esposa ni son dadas en matrimonio (cf. ; Lc 20,34-35; Mc 12,25; Mt 22,30). Así, quizás, la mujer se transformará en varón, porque perdiendo su femineidad deviene igualmente varonil y perfecta.
Sobre Abraham, Sara y Ana, madre de Samuel
101.1. Esto (significaba) entonces la risa de Sara cuando le fue dada la buena noticia del nacimiento de un hijo (cf. Gn 18,12); ella no sólo no creyó al ángel, me parece a mí, sino que se avergonzó [de tener] nuevamente aquella relación por la que devendría madre de un hijo.
101.2. Y tal vez desde entonces, Abrahán, cuando a causa de la belleza de Sara corría peligro ante el rey de Egipto, la llamó propiamente hermana, e hija del mismo padre, aunque no de la misma madre (cf. Gn 12,10-20; 20,1-13).
101.3. En efecto, a los que se han convertido de los pecados pero no han creído firmemente, Dios les concede lo que necesitan por las peticiones; pero a quienes viven sin pecado y gnósticamente, sólo con pensarlo se lo concederá.
101.4. Por ejemplo, a Ana, con sólo pensar en un hijo, se le concedió la concepción de Samuel (cf. 1 S 1,9-20). Dice la Escritura: "Pide y lo haré. Piénsalo y te lo daré" (cf. Mt 7,7).
101.5. Porque se nos ha transmitido que Dios es "conocedor de los corazones" (Hch 1,24; 15,8; Ap 2,23), no que conjeture por un movimiento del alma, como nosotros, los hombres, ni tampoco por lo que acontece -puesto que (sería) ridículo pensarlo- ni, como el arquitecto alaba la obra hecha, y tampoco Dios, cuando hizo la luz, dijo que era bella (cf. Gn 1,3-4) después de haberla visto.
101.6. Él, incluso antes de haberla hecho, la alabó, porque sabía cómo iba a ser. Y lo que iba a ser bueno (o: bello) por el poder del que lo hizo, desde el principio fue hecho bueno (o: bello) por la acción (del Hacedor), mediante su designio eterno.
101.7. Por tanto, lo que habría de ser ya lo había predicho como bueno, aunque ocultara la verdad por la inversión (hipérbaton) de la frase.
Orar en todo momento. El ayuno
102.1. El gnóstico, por tanto, reza también a toda hora (cf. Lc 18,1; Ef 5,20) con el pensamiento, familiarizado con Dios por el amor. En primer lugar pedirá para sí mismo el perdón de los pecados; después, el no pecar jamás; en seguida, poder hacer el bien y comprender toda la creación y la economía [salvífica] según el Señor;
102.2. para llegar a ser limpio de corazón (Mt 5,8; cf. Sal 23 [24],4), y mediante el reconocimiento del Hijo de Dios, ser iniciado en la bienaventurada contemplación "cara a cara" (1 Co 13,12; cf. Gn 32,31; Ex 33,11), escuchando a la Escritura, que dice: "El ayuno con la oración es bueno" (Tb 12,8; cf. Mc 9,28).
102.3. Los ayunos indican la abstención de todos los males en general: de obra, palabra y del pensamiento mismo.
102.4. Como se ve, entonces, la justicia es cuadrada, igual por todas partes y adecuada en palabra, en obra, en abstención del mal, en hacer bien, en perfección gnóstica; de ninguna manera cojea por ninguna parte, para no aparecer injusta e inicua.
102.5. Cuando uno es justo, también (es) totalmente fiel; pero si (es) fiel no por ello (es) también justo, y digo la que progresa y se hace perfecta, por la que el gnóstico es llamado justo.
El ejemplo del teñido de la lana
103.1. Por ejemplo, Abrahán, porque se hizo fiel, "le fue reconocido como justicia" (Gn 15,6; Rm 4,3), porque había progresado hacia lo mejor y más perfecto que la fe.
103.2. Porque no es justo quien sólo porque se abstiene de la mala acción, si no añade el bien obrar y el conocer por qué causa hay que evitar ciertas cosas y hacer otras.
103.3. El Apóstol dice que el justo es conducido hacia la suma cumbre "mediante las armas de la justicia de derecha e izquierda" (2 Co 6,7), defendido por unas, pero también usando otras.
103.4. Porque no basta la protección de la armadura, y la abstención de los pecados no es suficiente para alcanzar la perfección, si no asume también la tarea de la justicia, la práctica de hacer el bien.
103.5. Entonces sí, nuestro hábil (lit.: ambidextro) gnóstico se manifiesta en la justicia cuando ya ha sido glorificado en este mundo como Moisés [manifiesta] en el rostro (cf. Ex 34,29-35; 2 Co 3,7-18) del alma; lo cual, ya lo hemos dicho antes (cf. IV,117,1), es una característica propia del alma justa.
103.6. Porque como al fijarse la tintura en la lana, permaneciendo (ésta invariable), le procura una característica y una diferencia respecto al resto de las lanas, así también sobre el alma, el esfuerzo pasa, pero permanece la hermosura y deja lo agradable, mas se limpia lo vergonzoso.
103.7. Éstas son las cualidades características de cada una de las almas, por las que una es reconocida glorificada y otra, en cambio, condenada.
El gnóstico por acción de la gracia deviene "portador de Dios"
104.1. Ciertamente, como en Moisés, que por su justa conducta y por su continuo diálogo con Dios que le hablaba (cf. Ex 33,11; 34,29), se fijó en su rostro un brillo de gloria, así también el alma justa, alguna fuerza divina de bondad, ungiéndola por una visita (o: solicitud), por la profecía y por la actividad de gobierno, deja impreso cual un resplandor intelectual, mostrando algo como el calor del sol, un magnífico (epifánico) "sello de justicia" (Rm 4,11), una luz que se une al alma por un amor continuo, portador de Dios y llevado por Dios.
104.2. En este punto aparece para el gnóstico la semejanza con Dios Salvador y, en cuanto le (es) permitido a la naturaleza humana, deviene perfecto, "como el Padre que está en los cielos" (Mt 5,48), dice (la Escritura).
104.3. Él mismo es el que ha afirmado: "Hijitos, todavía estoy un poco con ustedes" (Jn 13,33), porque también Dios, no porque sea bueno por naturaleza, permanece bienaventurado e incorruptible, "no sin hacer nada y sin condescender con nadie" (Epicuro, Sentencias, 1), sino haciendo el bien que lo caracteriza, siendo realmente Dios y Padre bueno, también (se manifiesta) en el incesante hacer el bien, y permaneciendo inmutable en la identidad de su bondad. Porque, ¿para qué sirve un bien, si no actúa y no beneficia?
Capítulo XIII: El gnóstico aspira a la perfección
El gnóstico "se apresura hacia la santa morada"
105.1. Quien ha moderado primeramente sus pasiones, practicando la impasibilidad y creciendo en la caridad de la perfección gnóstica, [ése] (es) "como un ángel" (Lc 20,36) ciertamente ya aquí mismo. Luminoso y brillante como el sol (cf. Mt 13,43) por su acción caritativa, se apresura con la justa gnosis, mediante el amor de Dios, hacia la santa morada, como los apóstoles; y llegaron a ser apóstoles, porque fueron elegidos, no por una característica extraordinaria (o: superior) de su naturaleza, ya que también Judas fue elegido junto con ellos (cf. Mt 10,4), sino que llegaron a ser apóstoles, porque fueron elegidos por el que prevé también el final.
105.2. Así Matías, que no fue elegido juntamente con ellos, mostrándose digno de ser apóstol, será puesto en lugar de Judas (cf. Hch 1,23. 26).
El auténtico presbítero
106.1. Ciertamente, también hoy es posible estar inscrito entre los apóstoles, a los que han practicado los mandamientos del Señor, viviendo perfecta y gnósticamente según el Evangelio (cf. Mt 5,19; Hch 1,1).
106.2. Y es realmente presbítero de la Iglesia y verdadero ministro de la voluntad de Dios el que hace y enseña las cosas del Señor (cf. Mt 5,19); no es elegido por mano humana ni considerado justo por ser presbítero (cf. Hch 14,23), sino que, por ser justo, es elegido por el consejo de los presbíteros. Y aunque aquí sobre la tierra no sea estimado para una el primer lugar (cf. Mt 23,6; Mc 12,39; Lc 11,43; 20,46), se sentará, para juzgar al pueblo, sobre uno de los veinticuatro tronos, como dice Juan en el "Apocalipsis" (cf. Ap 4,4; Mt 19,28; Lc 22,30).
106.3. Porque en realidad uno solo es el testamento salvador que se ha venido hasta nosotros desde el principio del mundo (cf. Ef 1,4), aunque su regalo se haya interpretado según la diversidad de generaciones y de épocas.
106.4. Porque, consecuentemente, es uno solo e inmutable el regalo de la salvación (cf. Rm 11,29) por parte del único Dios, mediante un único Señor, [regalo] que "de muchas maneras" (Hb 1,1) fue provechoso; por cuya causa es suprimido el "muro medianero" (Ef 2,14) que separa al griego del judío en aras de un pueblo elegido.
Quien aspira a la perfección camina tras las huellas de los apóstoles
107.1. Y de esta manera ambos llegan "a la unidad de la fe" (Ef 4,13), y de los dos (resulta) una única elección.
107.2. Y entre los elegidos, dice (el Señor [cf. Mt 19,28; Lc 22,30]), son más selectos los que según la perfecta gnosis han sido considerados como flores de la Iglesia misma, y han sido honrados con la más espléndida gloria; procediendo igualmente de griegos como de judíos, son jueces y administradores (cf. 1 P 4,10), los veinticuatro (cf. Ap 4,4), la gracia por duplicado (cf. Rm 5,15. 20). Además, también en la Iglesia de aquí abajo los grados progresivos de obispos, presbíteros y diáconos, alcanzan -pienso yo- las imitaciones de aquella gloria angélica de la economía [salvífica] de la que hablan las Escrituras, esperando a cuantos han marchado (o: se han mantenido) tras las huellas de los apóstoles, en justa perfección, según el Evangelio.
107.3. El Apóstol escribe que éstos, elevados "en las nubes" (1 Ts 4,17), en primer lugar serán diáconos, luego serán inscritos en el presbiterio, según los grados ascendentes de gloria -puesto que una gloria difiere de otra (cf. 1 Co 15,41)-, y crecerán "hasta el varón perfecto" (Ef 4,13).
Capítulo XIV: El gnóstico aspira a la perfección (continuación)
Los puros de corazón son los verdaderos israelitas
108.1. Esos tales, según David, "descansarán en el monte santo de Dios" (Sal 14 [15],1; cf. 23 [24],3), en la Iglesia de lo alto (o: del cielo), donde se reúnen los filósofos (= cristianos auténticos) de Dios, los verdaderos israelitas, "los limpios de corazón" (Mt 5,8), en los que no hay engaño (cf. Jn 1,47); éstos no permanecen en el descanso del día séptimo (cf. Gn 2,2; Ex 20,8), sino que asimilados a Dios por una buena conducta son elevados a la heredad benéfica del día octavo, elevándose a la pura contemplación de una visión insaciable.
108.2. "Pero hay otras ovejas -dice el Señor- que no son de este redil" (Jn 10,16), retenidas (dignas) de otro redil y de otra (lit.: análoga) morada (según la medida) de (su) fe.
108.3. "Pero mis ovejas oyen mi voz" (Jn 10,27), comprendiendo gnósticamente los mandamientos; pero se deben entender elevada y dignamente, con la retribución de las obras y con la recíproca consecuencia.
108.4. Lo mismo que cuando escuchamos las palabras: "Tu fe te ha salvado" (Mt 9,22; cf. Mc 5,34; 10,52; Lc 7,50; 17,19; 18,42), no entendemos que Él dice simplemente que los que crean de cualquier modo serán salvados, a no ser que también sigan las obras correspondientes.
108.5. Precisamente (Él) dijo esa frase sólo a los judíos que habían caminado bajo la Ley irreprensiblemente, faltándoles sólo la fe en el Señor.
"Buena es la justicia de Dios y justa es su bondad"
109.1. Ahora bien, si uno no es creyente por su intemperancia, y no ha abandonado la carne, debe liberarse de las pasiones, para poder ir hacia la morada propia.
109.2. Es mejor tener gnosis que fe, al igual que es mejor ser tenido digno de la estima más alta, una vez salvados, que el hecho mismo de ser salvados.
109.3. Nuestro creyente, por tanto, despojándose de las pasiones mediante una larga educación, pasa a una morada mejor que la precedente, sufriendo un gravísimo castigo, característico del arrepentimiento (metanoia), por lo que ha pecado después del bautismo.
109.4. Así, también le aflige más el no haber conseguido ya, o jamás en absoluto, lo que ve que los otros han alcanzado.
109.5. Pero también se avergüenza de las faltas, que son el mayor castigo para el creyente. Porque buena es la justicia de Dios y justa es su bondad.
109.6. Y aunque luego cesen los castigos, de alguna manera, con la satisfacción de la pena y la purificación por cada una [de las prevaricaciones], los encontrados dignos de otro redil llevan una más grande aflicción sobre sí, al no encontrarse juntamente con los glorificados por la justicia (cf. Rm 8,30).
Dios es previsor
110.1. Precisamente Salomón dice que el gnóstico (es) sabio respecto a cuantos admiran la excelencia de su morada: "Porque verán el fin del sabio y no comprenderán lo que el Señor ha querido de él, ni para qué lo ha guardado" (Sb 4,17).
110.2. (Y) sobre su gloria: "Dirán: "Éste era al que alguna vez tomamos a risa y como ejemplo (parábola) de nuestro escarnio (o: insulto), [nosotros] los insensatos. Nosotros juzgamos su vida como locura, y su final como deshonra. ¿Por qué es contado entre los hijos de Dios y su heredad está entre los santos?"" (Sb 5,3-5).
110.3. No sólo el creyente, sino también el gentil es juzgado con toda justicia. Puesto que Dios, previsor como es, ya sabía que éste [gentil] no creería; de todos modos, para que alcanzara al menos su propia perfección, le concedió por un lado la filosofía antes que la fe, y por otro lado le concedió el sol, la luna, y los astros para adorar a la divinidad; Dios hizo estas cosas para los gentiles, dice la Ley (cf. Dt 4,19), para que no fueran por siempre ateos y para que no perecieran totalmente.
110.4. Pero ellos, mostrándose (lit.: deviniendo) ignorantes a este mandato, volviéndose hacia ídolos esculpidos (cf. Dt 4,16), no se arrepintieron, siendo juzgados; unos, ciertamente, porque pudiendo, no quisieron creer en Dios; pero otros también porque, queriendo, no se esforzaron lo suficiente por ser creyentes.
Las acciones del gnóstico
111.1. Sí, ciertamente aquellos, por la veneración de los astros, no se remontaron hasta su Hacedor. Porque éste era el camino concedido a los gentiles para elevarse hacia Dios mediante la veneración a los astros.
111.2. Pero ellos, no quisieron (lit.: queriendo) atenerse a los astros que se les concedía, sino que también se volvieron hacia piedras y maderos (cf. Jr 2,27), y "fueron estimados -dice [la Escritura]- como polvo" (Sal 1,4) y "como gota de cántaro" (Is 40,15), inservibles respecto (o: para) a la salvación, expulsados del cuerpo (=del cuerpo que forman los cristianos).
111.3. Como el salvar simplemente es (propio) de las cosas intermedias, sin embargo (el salvar) recta y convenientemente es una buena acción, así también toda acción del gnóstico es una acción perfecta; pero la del simple creyente hay que llamarla una acción intermedia: todavía no está realizada según la razón, ni es conducida rectamente con reflexión. Pero toda (acción) del gentil es pecaminosa (cf. Rm 14,23). Porque las Escrituras instan no a realizar simplemente el bien, sino a hacer las acciones con un fin determinado y a realizar lo que conviene conforme a la razón.
Los peligros de la ignorancia
112.1. Así como los inexpertos en tocar la lira no (deben) tocarla, tampoco ciertamente los inexpertos (deben) tocar la flauta, así en modo alguno (deben) ocuparse en (ciertas) cuestiones quienes no poseen la gnosis y no saben en absoluto cómo usar de ellas durante toda la vida.
112.2. Ahora bien, los atletas de la guerra no sólo pelean la lucha de la libertad en los campos de batalla (cf. 1 Co 9,25), sino que también los ungidos por el Verbo [pelean] en las reuniones (simposios), en el lecho y en los tribunales (dicasterios), avergonzándose de devenir prisioneros del placer: "No, jamás cambiaré la virtud por una ganancia injusta" (Anónimo, Fragmentos, 104 B; cf. Píndaro, Pítica, IV,140).
112.3. Y ganancia injusta (son) claramente el placer y el dolor, la codicia (lit.: el deseo), el miedo y, por decirlo resumidamente, las pasiones del alma, siendo (su) gozo inmediato dolor para el futuro. Dice (el Señor): "¿Qué aprovecha que ganes el mundo, si pierdes el alma?" (Mt 16,26; Mc 8,36; Lc 9,25).
112.4. Es claro que quienes no realizan obras buenas no conocen lo que les aprovecha. Y si eso (es) así, esos tales no piden rectamente para recibir de Dios los bienes (cf. Lc 11,13), ignorando (cuáles son) los verdaderos bienes; y una vez recibidos, tampoco se darán cuenta del don, (y) tampoco disfrutarán dignamente de lo que no han conocido; (y) por la inexperiencia del buen uso de lo que se les regala, lo mismo que por su gran ignorancia, ésos jamás conocen cómo utilizar los regalos divinos. Además, la falta de cultura (o: la falta de instrucción) [es] causa de ignorancia.
No hay peor mal que la ignorancia, y ésta es causa del pecado
113.1. También me parece a mí [noble] orgullo de un alma exultante, pero de buena (o: pura) conciencia (cf. 1 Tm 1,5. 19; 1 P 3,16. 21), el declarar en las circunstancias que acontezcan: "Que maquinen contra esto lo que quieran, porque el bien está conmigo y lo que es justo será mi aliado, y tampoco seré vencido jamás si actúo bien" (Eurípides, Fragmentos, 918,1. 3-5).
113.2. Y esta buena conciencia deja a salvo lo que es santo sobre Dios y lo que es justo respecto a los hombres; guarda limpia el alma con pensamientos dignos, con palabras castas y con obras justas.
113.3. De esta manera, recibiendo el poder del Señor, el alma se ejercita para ser dios (cf. Sal 81 [82],6; 2 P 1,4), entendiendo que no hay peor mal que la ignorancia y la acción no conforme a la recta razón; y en cualquier circunstancia siempre da gracias a Dios (cf. Ef 5,20), por la escucha de la justicia, por la divina lectura, por la búsqueda de la verdad, por una santa ofrenda, por la oración bienaventurada, alabando, cantando (himnodiando), bendiciendo y salmodiando. Esa alma en ningún tiempo se separa de Dios por ninguna circunstancia.
113.4. Con razón, por tanto, se ha dicho: "Y los que confían en Él entenderán la verdad, y los creyentes en el amor permanecerán en Él" (Sb 3,9). Ves lo que dice la Sabiduría sobre los gnósticos.
Las moradas eternas y el gnóstico
114.1. Entonces (hay) diferentes moradas que correspondientes (análogas) a la dignidad de los creyentes. Así (dice) Salomón: "Porque se le dará la gracia selecta de la fe y una herencia más agradable en el Templo del Señor" (Sb 3,14).
114.2. Porque la comparación indica ciertamente lo inferior en el templo de Dios, que es toda la Iglesia, pero permite pensar también en lo de más arriba, donde está el Señor.
114.3. A estas tres moradas elegidas aluden en el Evangelio los números treinta, sesenta y cien (cf. Mt 13,8).
114.4. Y ciertamente la herencia perfecta (es) de quienes alcanzan el estado "del varón perfecto" (Ef 4,13) a imagen del Señor; pero "la semejanza" (Gn 1,26) no es, como algunos (pretenden), por la forma humana (o: por constitución natural) -porque es una afirmación impía- ni ciertamente en cuanto a la virtud, por [semejanza] con la causa primera.
114.5. Porque también es impía la interpretación de quienes suponen que la virtud del hombre y la de Dios omnipotente es la misma. "Has supuesto, dice [la Escritura], una iniquidad: que yo sea igual a ti" (Sal 49 [50],21). Pero "al discípulo le basta llegar a ser como el maestro" (Mt 10,25), dice el Maestro.
114.6. Así, sobre la semejanza con Dios, quien ha sido dispuesto para la adopción filial (cf. Ef 1,5) y la amistad de Dios deviene coheredero de señores y dioses (cf. Rm 8,15-17), si es perfecto según el Evangelio, como el Señor mismo enseñó (cf. Mt 5,48).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura
El gnóstico debe oír y comprender rectamente
115.1. El gnóstico, entonces, plasma (en sí mismo) la más cercana semejanza [con el Señor], la idea del Maestro; él ha comprendido, como quiso el que la enseñó, la idea que Aquél mandó, expresó y aconsejó (cf. Jn 13,15) a los sensatos y prudentes; y [el gnóstico] en particular recibe (lit.: recibiendo) este magnífico pensamiento enseñándolo dignamente "sobre los tejados" (Mt 10,27; Lc 12,3) a quienes pueden ser edificados con altura (cf. Ef 2,22), pero comenzando a actuar por la fuerza (o: energía) de lo que dice según el ejemplo de su conducta.
115.2. Porque mandó cosas posibles, y quien es de estirpe real y cristiano (cf. Ap 1,6; 1 P 2,9) realmente debe ser apto para mandar y hegemónico; y no sólo se nos ha ordenado dominar a las fieras de fuera (cf. Gn 1,26), sino también a las pasiones salvajes dentro de nosotros mismos.
115.3. Ahora bien, como se ve, el gnóstico se salva conforme a la atención de la mala y de la buena vida, comprendiendo y realizando "más que los escribas y fariseos" (Mt 5,20).
115.4. David escribe: "Tensa, avanza y reina mediante la verdad, la humildad (o: mansedumbre) y la justicia, y te conducirá maravillosamente tu diestra" (Sal 44 [45],5), es decir, el Señor.
115.5. "Así, por tanto, ¿qué sabio entiende también estas cosas? ¿El inteligente también las conocerá? Porque los caminos de Señor (son) rectos" (Os 14,10), dice el profeta, indicando que sólo el gnóstico podrá comprender y explicar claramente lo dicho por el Espíritu (cf. 2 P 1,20-21) de forma velada.
115.6. Y "el que entienda, en aquel tiempo callará" (Am 5,13), dice la Escritura; refiriéndose evidentemente a los indignos, porque dice el Señor: "El que tenga oídos para entender, que oiga" (Mt 11,15; Lc 8,8; 14,35), diciendo que no es de todos el oír y comprender.
La palabra de Dios exige preparación adecuada para ser rectamente comprendida
116.1. Precisamente escribe David: "Agua obscura en las nubes de los aires; del resplandor que le precedía las nubes pasaron, granizos y carbones de fuego" (Sal 17 [18],12-13), enseñando que las palabras sagradas son obscuras.
116.2. Y en cambio recuerda que para los gnósticos lo enviado desde arriba (lit.: venido de los dioses) (es) trnasparente y luminoso, como un granizo inocuo, pero oscuro para los demás, como los carbones apagados del fuego, que, si alguien no los vuelve a encender o reaviva, no arderán ni iluminarán.
116.3. "El Señor -dice también- me da una lengua educada para conocer, en el tiempo oportuno, cuándo se debe decir una palabra" (Is 50,4), no sólo sobre el martirio, sino también, en efecto, respecto a preguntas y respuestas;"y la educación del Señor abre mi boca" (Is 50,5; el texto de la LXX dice: oído). Así, entonces, el gnóstico también sabe cuándo, cómo y con quién debe utilizar de la palabra.
La diferencia de producción entre lo silvestre y lo cultivado
117.1. En efecto, también el Apóstol, cuando dice "según los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2,8), transmite que la enseñanza de los griegos es elemental, pero es perfecta la "según Cristo", como hemos indicado más arriba (cf. VI,61-62; 57,2--58,3).
117.2. Precisamente, el olivo silvestre está injertado en la fecundidad (o: en el patrón del olivo), y ciertamente también nace igualmente con los olivos cultivados (cf. Rm 11,17 ss.); lo injertado necesita, en vez de tierra, del árbol en el que ha sido injertado.
117.3. Y todas las plantas han germinado por igual a partir del mandato divino (cf. Gn 1,11). Por eso, aunque el acebuche ha venido a ser un olivo silvestre, sin embargo le ha tocado en suerte coronar a los vencedores en los juegos olímpicos; y el olmo enseña a la vid fecunda a trepar (lit.: subir) hacia arriba.
117.4. Pero vemos que los árboles silvestres asimilan mejor el alimento abundante, porque no son capaces de producir. Así, lo silvestre es menos asimilador que lo cultivado, y la causa de ser silvestre es precisamente la privación misma de la fuerza asimiladora.
"El injerto hace nobles a las plantas inútiles"
118.1. Ciertamente, el olivo injertado recibe más alimento, creciendo merced al silvestre; y entonces éste se acostumbra a asimilar el alimento, asemejándose a la fecundidad del cultivado; así también el filósofo (= hombre que busca la verdad), comparado con el olivo salvaje, teniendo mucho que no asimila, por ser apto para indagar, capaz de entender y deseoso de la fecundidad de la verdad, si recibe la divina fuerza mediante la fe, plantado en la gnosis buena y cultivada, como el olivo silvestre injertado en el Verbo verdaderamente hermoso (o: bueno) y misericordioso, asimila el alimento transmitido y deviene un buen olivo (cf. Rm 11,24).
118.2. Porque el injerto hace nobles a las (plantas) inútiles y a las estériles las obliga a devenir productivas con el arte agrícola y la ciencia gnóstica.
Sobre las diversas clases de injertos
119.1. Pero se dice que el injerto se realiza de cuatro maneras. Según la primera es necesario ajustar lo injertado entre el tronco y la corteza; como son catequizados los gentiles ignorantes, porque reciben superficialmente la palabra.
119.2. Otra manera (es) cuando, hendiendo el tronco, se hace entrar en él la planta más noble (o: mejor), que es lo que sucede en los filósofos: porque seccionadas sus doctrinas, sobreviene el conocimiento profundo de la verdad. Como así también en los judíos, abierta (o: destapada; lit.: terminada) la antigua Escritura, se injerta la nueva y noble planta del olivo.
119.3. La tercera clase se refiere (o: ajusta) al injerto de las (plantas) salvajes y de los herejes que son transportados con violencia a la verdad. Porque, raspando cada una de las ramas [del injerto] con un cuchillo (lit.: hoz) aguzado hasta dejar desnudo el interior (de las plantas), pero sin herirlas, atan una con la otra.
119.4. Y la cuarta clase de injerto es la llamada inoculación, porque se quita de un tallo noble un botón (lit.: ojo), rodeado de corteza en extensión menor a un palmo (= 7,4 cms.); después se raspa el tronco en idéntica proporción del botón y se le aplica, se le ata con una cuerda y se le unta de arcilla, cuidando que el botón no quede lastimado o manchado. Esta (es) la forma (propia) de la enseñanza gnóstica, que puede examinar atentamente los acontecimientos; y este género [de injerto] (es) el más útil para los árboles cultivados.
La fe debe injertarse en el alma creyente
120.1. Pero el injerto del que habla el Apóstol (cf. Rm 11,24) puede ser el buen olivo, Cristo mismo, (porque) desde la naturaleza salvaje e incrédula es trasplantado en Cristo, como (es el caso) de los que creen en Cristo; pero (es) mejor que la fe de cada uno se encuentre injertada en el alma misma.
120.2. Porque también el Espíritu Santo se trasplanta en ella y se difunde sin circunscribirse según la individualidad de cada uno.
120.3. Hablando sobre la gnosis, dice Salomón: "La sabiduría es luminosa e inmarcesible y fácilmente es contemplada por quienes la aman; se adelanta para darse a conocer a quienes la desean. El que por ella madruga no se cansará; porque pensar en ella es sabiduría perfecta, y quien se desvela por ella rápidamente estará libre de cuidados; porque ella buscando rodeará a los que son dignos de ella -porque no todos poseen la gnosis- y se muestra favorable en sus caminos" (Sb 6,12-16). "Los caminos" son el modo de vida y la diversidad según los [dos] Testamentos.
Hay que buscar la gnosis
121.1. A continuación añade: "Y en todo pensamiento se encuentra con ellos" (Sb 6,16), (porque) se deja contemplar de varios modos, evidentemente a través de toda educación.
121.2. Después añade, ofreciendo el amor que perfecciona, y aportando así además, en cierto modo, una demostración también verdadera por medio de un razonamiento silogístico y de premisas verdaderas: "Porque principio de ella es el genuino deseo de educación -es decir, de la gnosis- y el deseo profundo de educación (es) amor; amor (es) la observancia de sus leyes, y la obediencia a sus leyes es certeza de incorruptibilidad; y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios. Así, el deseo de sabiduría conduce al reino" (Sb 6,17-20).
121.3. Porque enseña -pienso- cómo la verdadera educación es un cierto deseo de gnosis, y el ejercicio de educación se hace por amor de la gnosis; y ciertamente el amor es observancia de los mandamientos (cf. Jn 15,10) que conducen hacia la gnosis y la observancia de los mandamientos (es) su misma seguridad, de la cual proviene (o: sobreviene) la incorruptibilidad: "Y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios" (Sb 6,19). Por eso, si el amor de la gnosis hace incorruptible y lleva al de estirpe regia a estar cerca de Dios rey, es necesario buscar la gnosis hasta encontrarla.
121.4. Y la investigación es un impulso para conseguir y descubrir el fundamento mediante algunas señales; el descubrimiento (es) el fin y el descanso de la investigación que deviene comprensión, que eso es la gnosis. También la gnosis es el descubrimiento mismo, la comprensión que se encuentra en una investigación. Pero se dice que un indicio (o: una señal) es lo que precede, acompaña o sigue (cf. Aristóteles, Analytica priora, II,27,70 a 7-10).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura (continuación)
El Hijo de Dios, Cristo, es el principio de toda auténtica enseñanza
122.1. El descubrimiento sobre la investigación de Dios es, en efecto, la enseñanza mediante el Hijo, y señal de que nuestro Salvador (es) ese Hijo de Dios, las profecías anteriores a su venida lo proclaman, y también los testimonios contemporáneos a su nacimiento sensible, y además las proclamaciones después de su ascensión y las demostraciones visibles de su poder.
122.2. Así, una señal de que tenemos la verdad es el que el mismo Hijo de Dios lo ha enseñado. Porque, si sobre toda investigación se encuentran estas cosas universales (lit.: católicas), la persona y el hecho, la verdad real se manifiesta sólo a nosotros, porque la persona de la verdad demostrada (es) el Hijo de Dios, y el hecho es el poder de la fe que está por encima de todo obstáculo que se presente y de la oposición del mundo entero.
122.3. Pero -ya que está demostrado (lit.: reconocido, probado) lo que ha sido confirmado con obras y palabras eternas: todo el que considera que no hay Providencia y es realmente ateo, aparece ya totalmente digno de castigo, no de refutación-, y es preferible para nosotros saber lo que hay que hacer y cómo debemos vivir para llegar al conocimiento profundo de Dios omnipotente, y cómo debemos honrar a la divinidad para devenir nosotros mismos causa de salvación; y trataremos de hacer lo justo y lo santo (cf. Lc 1,75) conociendo y aprendiendo lo que le complace, no de los sofistas sino de Dios mismo.
122.4. Y lo que le complace es que nos hayamos salvado (cf. 1 Tm 2,4), y la salvación sobreviene por medio del bien hacer y de la gnosis; de ambas cosas es maestro el Señor.
La verdad la hemos aprendido por medio del Hijo de Dios
123.1. Si, por tanto, según Platón (cf. Timeo, 40 D-E) sólo se puede aprender lo verdadero de parte de Dios o de los descendientes de Dios, con razón, al elegir los testimonios de las palabras divinas, nos jactaremos de haber aprendido la verdad por medio del Hijo de Dios; en efecto, primeramente fueron profetizadas, más tarde también demostradas. Y las cosas que colaboran al descubrimiento de la verdad no son falsas.
123.2. Así, cuando la filosofía proclama la Providencia, la recompensa de la vida bienaventurada y el castigo de la [vida] de condenación (lit.: desgraciada), teologiza comprensivamente, pero con exactitud no salva ni lo mínimo (lit.: lo que hay en parte). Porque no trata como nosotros ni sobre el Hijo de Dios ni sobre la economía [salvífica] de la Providencia. Puesto que [la filosofía] no conoce el culto según Dios.
123.3. Por eso precisamente, las herejías de la filosofía bárbara (= cristianismo), aunque afirman que Dios es uno y cantan himnos a Cristo, hablan según una comprensión (superficial), no mediante la verdad. Porque inventan otro dios y comprenden a Cristo no como lo transmiten las profecías. Pero además sus falsas doctrinas están contra nosotros, oponiéndose a la norma de conducta de la verdad.
La verdadera tradición es la apostólica
124.1. Así Pablo circuncidó a Timoteo en razón de los creyentes (que provenían) de los judíos (cf. Hch 16,3), prefiriendo disolver él mismo (las prescripciones) demasiado carnales de la Ley, no apostataran de la fe los catecúmenos (provenientes) de la Ley, aunque sabía perfectamente que la circuncisión no justifica (cf. 1 Co 7,19). Él confiesa "hacerse todo con todos para ganar a todos" (1 Co 9,22; cf. 9,19), salvando condescendientemente lo principal de las verdades.
124.2. Y Daniel llevó encima el collar de oro por causa del rey de los persas, para que el pueblo despreciado no fuera oprimido (cf. Dn 5,7. 29; 9,4-19).
124.3. Así, por tanto, no engañan en realidad los que tratan de adaptarse en virtud de la economía de la salvación, ni los que resbalaron en una cosa mínima, sino los que se apartan de las [verdades] más importantes y ciertamente rechazan por poco que sea al Señor, y expolian la verdadera enseñanza del Señor; ellos no exponen ni transmiten las Escrituras conforme a la dignidad de Dios y del Señor.
124.4. Porque la comprensión y el ejercicio de la piadosa tradición de la enseñanza del Señor por medio de sus apóstoles es un depósito que hay que restituir a Dios (cf. 1 Tm 6,20).
124.5. Dice [la Escritura]: "Lo que oyen al oído -claro está, de modo oculto y en forma misteriosa, porque eso significa alegóricamente hablar al oído- anúncienlo sobre los tejados" (Mt 10,27; cf. Lc 12,3); recibiendo noblemente (o: con grandeza) las Escrituras, transmitiéndolas con orgullo y explicándolas según el canon de la verdad.
124.6. Porque ni la profecía, ni el Salvador mismo explicaron los divinos misterios de un modo tan fácil como para que uno cualquiera los alcanzase, sino hablaban en parábolas (cf. Is 6,9-10; Mt 13,10-17).
La justicia cristiana consiste en el amor a Dios. El canon eclesiástico
125.1. Incluso los apóstoles dicen sobre el Señor que "habló todo en parábolas y no decía nada sin parábolas" (Mt 13,34).
125.2. Pero si "todo fue hecho por medio de Él y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), y la profecía y la Ley fueron hechas por Él, y fueron dichas en parábolas por medio de Él. Y "todas las cosas son claras para los entendidos" (Pr 8,9), dice la Escritura; es decir, para cuantos reciben conservando según el canon eclesiástico la exégesis de las Escrituras explicada (o: aclarada) por Él.
125.3. Y canon eclesiástico es el acuerdo y sinfonía de la Ley y de los profetas con el Testamento transmitido por la venida del Señor.
125.4. Ciertamente, a la gnosis sigue la prudencia, y a la prudencia la templanza. Porque hay que decir que la prudencia es una gnosis divina y (que se encuentra) en los divinizados, y que la templanza es mortal y está en los hombres que filosofan, aunque todavía no (sean) sabios.
125.5. Precisamente, si la virtud es divina, también su gnosis; pero la templanza es como una prudencia imperfecta, saliendo ciertamente de la prudencia, pero fatigosamente laboriosa (o: activa) y no teorética; sin duda conforme a la justicia común, que siendo humana, sin embargo, sirve de base a la santidad, que es justicia divina.
125.6. Porque para el perfecto la justicia no (está) en los contratos de los ciudadanos (lit.: políticos) ni en las prohibiciones de la Ley, sino en la acción personal (ideopragía: acción de obras para sí mismo) y en el amor a Dios.
Interpretar rectamente "las expresiones salvíficas del Espíritu Santo"
126.1. Las Escrituras, ciertamente, ocultan su pensamiento por muchas causas; en primer lugar, para que nos dediquemos a investigar y siempre estemos vigilantes para descubrir las palabras que salvan; después, porque no a todos convenía el comprenderlas, para que, al interpretar erróneamente las expresiones salvíficas del Espíritu Santo, no hicieran ningún daño.
126.2. Así, los santos misterios de las profecías se mantienen velados entre parábolas para los hombres elegidos y admitidos por su fe a la gnosis.
126.3. En efecto, el carácter de las Escrituras es parabólico, porque también el Señor, sin ser del mundo (cf. Jn 8,23; 17,14), aparece entre los hombres como (si fuera) del mundo (lit.: mundano). Y porque llevó en sí toda la virtud, destinando al hombre, compañero del mundo, a lo inteligible y principal por medio del conocimiento, para que pasara de un mundo [terreno] al mundo [celestial].
126.4. También ha utilizado la escritura metafórica, porque eso (es) la parábola: un dicho que a partir de algo no propio ciertamente, pero semejante a lo propio, conduce al que entiende a lo verdadero y propio, o, como dicen algunos, un estilo de hablar que mediante diversos términos, sugiere con eficacia lo dicho con propiedad.
Quienes proclaman a Cristo son perseguidos
127.1. Toda la economía [salvífica] profetizada sobre el Señor es una parábola, como verdaderamente se manifiesta en los que no han conocido [la verdad]; así alguno dirá y otros oirán que el Hijo de Dios creador de todas las cosas asumió una carne y fue concebido en un seno virginal, de manera que así se formó su carne visible y que, en consecuencia, luego de engendrado padeció y resucitó;"escándalo para los judíos y necedad para los griegos" (1 Co 1,23), como dice el Apóstol.
127.2. Pero las Escrituras han sido abiertas y manifiestan a quienes tienen oídos (cf. Mt 11,15) que aquello es verdadero (cf. Lc 24,32), que sufrió la carne asumida por el Señor, y proclaman que (es) "poder y sabiduría de Dios" (1 Co 1,24).
127.3. Además, el género parabólico de la Escritura, siendo el más antiguo, como hemos señalado (cf. V,19,3-4), ciertamente abundó muchísimo entre los profetas, para que el Espíritu Santo demostrase que tanto los filósofos griegos como los sabios de los otros [pueblos] bárbaros habían ignorado la futura venida del Señor y que la mística enseñanza sería transmitida por Él.
127.4. Con razón, en efecto, la profecía, al anunciar al Señor, como para no parecer a algunos blasfema al contradecir las opiniones de la mayoría, configuró (lit.: esquematizó) lo que significaba con expresiones que también podían conducir a otras interpretaciones.
127.5. Así todos los profetas que habían profetizado la venida del Señor y con ella los santos misterios, fueron perseguidos, matados, como el mismo Señor (cf. Mt 23,31-37; Hb 11,37), lo que dan a conocer de forma manifiesta sus Escrituras; y sus discípulos, los que proclamaron al Verbo de igual manera después de Él, expusieron la vida.
Testimonio del "Kerigma Petri"
128.1. De ahí que también Pedro en "La predicación", cuando habla sobre los apóstoles dice: "Nosotros hemos abierto los libros que tenemos de los profetas, quienes señalan a (lit.: designan a) Jesucristo, mediante parábolas y enigmas, o bien auténtica y textualmente; y encontramos su venida, la muerte, la crucifixión y todos los demás tormentos que le infligieron los judíos, y la resurrección y la ascensión a los cielos, antes que fuera fundada Jerusalén (cf. Ap 21,1; 10,2; 2 P 3,13); tal como había sido escrito todo aquello que Él debía padecer (cf. Lc 24,26; 1 P 1,11) y lo que habría de suceder después de Él.
128.2. Reconociendo todo eso creímos en Dios mediante lo que había sido escrito sobre Él" (Kerigma Petri, fragmento 9).
128.3. Y poco después añade, sosteniendo de nuevo que por divina providencia se han cumplido las profecías, así: "Porque supimos que Dios había dispuesto realmente esas cosas, y no decimos nada sin la Escritura" (Kerigma Petri, fragmento 10).
Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura (conclusión)
Indagar por amor a la verdad
129.1. Ahora bien, el dialecto (o: lengua) hebreo tiene también algunas otras peculiaridades, como asimismo cada uno de los restantes, conteniendo algunas palabras que manifiestan un carácter étnico. Así definen dialecto al lenguaje realizado con un carácter étnico.
129.2. Pero la profecía no viene a ser familiar a aquellos otros dialectos. Porque en los [dialectos] griegos se practican intencionadamente los llamados cambios de los tropos (= cambios de metáforas) que construyen las ocultaciones, a imagen de nuestras profecías, excepto que se demuestra la desviación voluntaria más allá de lo correcto (lit.: recto), hecha en la expresión métrica (o: poética) o en la improvisada.
129.3. El tropo es, por tanto, una expresión sacada de lo que es importante a lo que no (es) importante por causa del artificio y para dar mayor gracia (o: eficacia) a una frase en el discurso.
129.4. Pero la profecía, en general, no cuida las figuras del lenguaje para embellecer la frase, con la que, al no ser la verdad patrimonio de todos (cf. 1 Co 8,7), la oculta de diversas maneras, haciendo salir la luz sólo para los que están iniciados en la gnosis, para los que buscan por amor la verdad.
Aprender a reflexionar
130.1. Y se dice que el proverbio es una forma de profecía según la filosofía bárbara, y entre algunos se habla asimismo de parábola y de enigma (cf. Si 39,2-3). Pero también se llama ciertamente sabiduría, y como distinta de ella educación, lo mismo que las palabras de prudencia, argucia (lit.: que se mueve circularmente) de palabras, justicia verdadera, enseñanza para enderezar el juicio y astucia para los sencillos obtenida por la educación, y sentido y reflexión (o: comprensión; cf. Pr 1,1-4) para el que ha devenido neocatecúmeno.
130.2. "El sabio que escucha a los profetas, dice [la Escritura], será más sabio, y el que sabe reflexionar (o: el inteligente) adquirirá el arte de administrar y comprenderá la parábola, la palabra oscura y las máximas y enigmas de los sabios" (Pr 1,5-6).
130.3. Pero si sucedió que los dialectos helénicos han derivado su nombre de Heleno hijo de Zeus, de sobrenombre Deucalión, según los tiempos que hemos expuesto con anterioridad (cf. I,102,3; 103,2; 136,4), es fácil entender en cuántas generaciones los dialectos griegos son posteriores al lenguaje hebreo.
Dios escribe en nuestros corazones
131.1. Y expondremos, con el progreso de nuestro escrito, los mencionados tropos del profeta indicándolos según cada perícopa, y demostrando debidamente (lit.: con gusto) el modo de vida gnóstico según el canon de la verdad.
131.2. Porque, ¿acaso en la visión de Hermas el poder que se le apareció en el tipo de la Iglesia no le dio para su transcripción el libro que quería fuese anunciado a los elegidos? Y él lo transcribió, dice, "letra a letra" (Hermas, El Pastor, II,1. 3-4), no encontrando el modo de acabar las sílabas.
131.3. Y así mostraba que la Escritura es manifiesta a todos, comprensible por la sola lectura, y que ésta es la fe tenida como disposición elemental, y por eso se alegoriza la lectura letra a letra; pero una vez que se ha avanzado en la fe, se pone de manifiesto que se posee la explicación gnóstica de las Escrituras, según la lectura de las sílabas.
131.4. En cambio, también al profeta Isaías se le ordena tomar un libro nuevo para escribir alguna cosa (cf. Is 8,1-2); así el Espíritu profetizaba que la gnosis santa existiría después mediante la exégesis de la Escritura, que por aquel tiempo no estaba escrita, porque todavía no era conocida; porque sólo se había dicho desde el principio a quienes podían comprender (o: a los entendidos).
131.5. Inmediatamente después que el Señor enseñó [la interpretación] a los apóstoles, también a nosotros se nos entrega sin escritura la tradición de lo escrito, porque el poder de Dios, renovando continuamente el libro [de la Escritura], lo escribe en (nuestros) corazones (cf. 2 Co 3,3).
Reconocemos al Hijo de Dios por el poder del Padre
132.1. Así, los más elocuentes de entre los griegos consagran el fruto del granado a Hermes, al que llaman palabra, por causa de la explicación; porque la palabra esconde muchas cosas.
132.2. Con razón, entonces, también Jesús, hijo de Navé, vio de dos maneras a Moisés, cuando era elevado: una junto a los ángeles, y otra siendo objeto de honras fúnebres sobre la montaña, junto al precipicio (o: acantilado).
132.3. Y Jesús vio esta visión abajo, porque fue elevado (o: colocado) en espíritu junto también con Caleb, pero ambos no vieron del mismo modo, sino que uno descendió más rápido, porque era mucho el peso que llevaba consigo; pero el otro [Jesús], descendiendo después, refirió la gloria que había contemplado, al haber podido observar mejor que el otro, por estar también más purificado. La historia muestra, pienso yo, que la gnosis no es de todos (cf. 1 Co 8,7), porque unos ciertamente consideran el cuerpo de las Escrituras, las expresiones y los nombres, como el cuerpo de Moisés, pero otros, ocupándose mucho de Moisés entre los ángeles, distinguen los pensamientos y lo que se manifiesta bajo los nombres.
132.4. Sin duda, también muchos de los que gritaban al Señor decían: "Hijo de David, ten compasión de mí" (Mc 10,40; Lc 18,38), pero unos pocos reconocían al Hijo de Dios, como Pedro, al que también [Jesús] estimó bienaventurado, porque ni la carne ni la sangre le habían revelado la verdad, sino que fue su Padre de los cielos (cf. Mt 16,17), demostrando que el gnóstico reconoce al Hijo del Omnipotente (Pantocrátor), no mediante su carne concebida, sino por el poder mismo del Padre (cf. Jn 6,44).
132.5. Ahora bien, la adquisición de la verdad no sólo (es) difícil para los menos favorecidos (dyskolos), sino también para los que tienen familiaridad con la ciencia; (y) según enseña la historia de Moisés ni siquiera a los que se les ha concedido de una vez la contemplación, hasta teniendo como los hebreos una visión cara a cara de la gloria de Moisés (cf. Ex 34,29-35) y los santos de Israel sobre las visiones de los ángeles (cf. Gn 18,2; 28,10-12; Dn 10,17), así también nosotros podamos mirar de frente los destellos de la verdad.
Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo
"El decálogo natural"
133.1. Como ejemplo propongamos recorrer el decálogo para una explicación gnóstica. Y es superfluo decir aquí que el número diez es sagrado. Pero si las tablas escritas son "obra de Dios" (Ex 32,16), se mostrará que se refieren a una creación natural. Porque "el dedo de Dios" (Ex 31,18) se entiende (como) el poder de Dios (cf. 1 Co 1,24), mediante el cual se perfecciona la creación del cielo y de la tierra, de los que las dos tablas se comprende que son símbolos.
133.2. Porque ciertamente escritura de Dios (cf. Ex 32,16) y arte del dibujo, que se encuentran en la tabla, son la creación del mundo.
133.3. Y el decálogo, según una imagen celestial, comprende sol, luna, astros, nube, luz, viento, agua, aire, tiniebla y fuego. Éste (es) el decálogo natural del cielo (cf. Gn 2,4).
133.4. Pero la imagen de la tierra comprende hombres, ganado, reptiles, fieras, y de los acuáticos peces y cetáceos, y también igualmente de entre los volátiles las (aves) carnívoras y las que utilizan alimento cultivado, de entre las plantas igualmente las fructíferas y las que no dan fruto. Este es el decálogo natural de la tierra.
133.5. Pero también el arca que contenía aquello (cf. Gn 6,18-19; 7,7-10; Ex 25,16) sería gnosis y sabiduría de las cosas divinas y humanas. Y probablemente esas mismas dos tablas sean profecía de los dos Testamentos.
Los mandamientos son para el género humano
134.1. En efecto, fueron renovadas místicamente (cf. Ex 34,1-4), cuando sobreabundó la ignorancia y el pecado (cf. Ef 4,18-19). Y los mandamientos, al parecer, están escritos de doble manera, para dos espíritus, para el que guía y para el que está sometido, "porque la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne" (Ga 5,17).
134.2. Y hay, además, una década en el hombre mismo: los cinco sentidos, el habla, la fecundidad, lo octavo es el elemento espiritual conforme a la plasmación, lo noveno es la parte del alma que guía (hegemonikón), y en décimo lugar la propiedad característica del Espíritu Santo que se añade mediante la fe.
134.3. Además de esto, el código de las leyes parece mandar diez elementos en algunos hombres: la vista, el oído, el olfato, el tacto, el gusto y los órganos que sirven a esos (sentidos y) que son dobles: manos y pies; porque ésta (es) la plasmación del hombre.
El "hegemonikón"
135.1. Y el alma es añadida y antes es introducida a lo que tiene función hegemónica (o: a lo que guía), por lo que razonamos, no engendrado por la eyaculación del esperma, como para añadir, sin el concurso de ésta, el número diez [de las partes humanas], mediante las cuales se realiza toda la actividad del hombre. Hecho el hombre inmediatamente en esa disposición, toma el principio de la vida desde (o: a partir) las experiencias sensibles.
135.2. Ahora bien, nosotros decimos que lo racional y lo que tiene función de guía es para el ser viviente causa de la constitución, pero también la parte está animada y es parte del alma.
135.3. En seguida, la fuerza vital, que abarca la nutrición, el crecimiento y en general todo movimiento, corresponde al espíritu carnal, que se mueve rápidamente, (y está) en todo por medio de los sentidos y el resto del cuerpo, haciendo pasar el primer impulso de las pasiones por medio del cuerpo.
135.4. Pero el hegemonikón posee el poder de decidir, alrededor del cual se encuentran la investigación, el aprendizaje y la gnosis. No obstante, todas las cosas se refieren y se ordenan hacia el hegemonikón, y por eso el hombre vive de una manera determinada.
Los dos espíritus
136.1. En efecto, el hombre siente por medio del espíritu corpóreo, (y) desea, goza, se enoja, se alimenta y crece; y precisamente por él conduce las acciones relativas al pensamiento y a la inteligencia, y una vez dominadas las pasiones, reina lo que tienen función hegemónica.
136.2. Así, el "no desearás" (Ex 20,17) significa no te esclavizarás al espíritu carnal, sino que debes dominarlo, porque "la carne desea contra el espíritu" (Ga 5,17) y se subleva para no ser disciplinado respecto a la naturaleza, y "el espíritu contra la carne" (Ga 5,17) domina para que en el curso de la vida del hombre sea conforme a la naturaleza.
136.3. Con razón, por tanto, se dice correctamente que el hombre ha sido hecho "a imagen de Dios" (Gn 1,27), no según la forma de su constitución natural, sino porque Dios crea todo con el Verbo, y el hombre que deviene gnóstico realiza las buenas acciones con lo lógico (= facultad racional).
136.4. Con razón se ha dicho en otro sitio (cf. VI,134,1) que las dos tablas indican los mandamientos, transmitidos antes de la Ley, y dados a los dos espíritus, al que ha sido plasmado y al que tiene función de guía (hegemonikón).
136.5. Y los movimientos de los sentidos, modelados en la mente, se manifiestan en la actividad (o: energía) del cuerpo; porque de ambos [deriva] la percepción (o: comprensión).
Significado espiritual de los tres primeros mandamientos del decálogo
137.1. Y de nuevo, lo mismo que una sensación está relacionada con lo sensible, así también una intelección con lo inteligible. Y también las acciones son dobles: unas según el pensamiento, pero otras según la energía.
137.2. Y ciertamente el primer mandamiento del decálogo (cf. Ex 20,2; Dt 5,6) establece que hay un solo Dios omnipotente, que llevó (lit.: transportó o transfirió) al pueblo desde Egipto por el desierto hacia la tierra de (sus) padres (o: patria), para que mediante las obras de Dios aceptaran, en la medida de lo posible, su poder y se abstuvieran de la idolatría de las cosas creadas, poniendo toda la esperanza en el verdadero Dios.
137.3. El segundo mandamiento (cf. Ex 20,7; Dt 5,11) significaba que no es necesario asumir ni invocar el gran poder de Dios -o sea, su nombre (cf. 1 R 8,16; Hch 3,16); porque sólo ese nombre podían aprender, como también ahora hace la mayoría-, ni aplicar su denominación sobre las cosas engendradas y vanas. Éstas son las que han realizado los artistas humanos, y entre ellas no se coloca "El que es" (Ex 3,14), porque "El que es" (está) solo en la identidad inengendrada.
137.4. El tercer mandamiento (lit.: palabra; cf. Ex 20,8; Dt 5,12) es el que indica que el mundo ha sido hecho por Dios y que nos ha regalado el séptimo día como descanso por los sufrimientos de la vida. Porque Dios es infatigable (o: inconmovible), impasible y se basta a sí mismo, pero nosotros que somos portadores de carne (sarkóphoros) tenemos necesidad de descanso.
Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo (continuación)
El día de descanso
138.1. El séptimo día es, por tanto, proclamado [día] de descanso (cf. Gn 2,2), preparando con la abstinencia del mal el día principal, el de nuestro verdadero descanso, que es también en verdad el primer nacimiento de la luz (cf. Gn 1,3-5), en el que se contempla todo y todo se recibe en herencia.
138.2. Desde ese día brilla para nosotros la primera sabiduría y la gnosis; porque la luz de la verdad (es) luz verdadera, sin sombra, espíritu del Señor se distribuye sin división entre los santificados mediante la fe, asumiendo función (o: el lugar) de lámpara para el conocimiento de los seres.
138.3. Ahora bien, siguiéndolo toda la vida nos hacemos impasibles, y (eso) es descanso.
138.4. Por eso también Salomón dice que, antes del cielo, de la tierra y de todas las cosas, fue creada por el Omnipotente la sabiduría (cf. Pr 8,22-25), cuya participación -digo según poder no según sustancia- enseña a conocer catalépticamente (= de manera comprensiva; facultad de comprender por la inteligencia) lo divino y de lo humano.
138.5. Llegando a este punto también hay que recordar otras cosas, porque el discurso ha venido sobre la hebdómada y a la ogdóada. Porque la ogdóada puede ser principalmente una hebdómada, y la hebdómada una héxada según la apariencia; también ésta [ogdóada] podría ser realmente sábado, pero la hebdómada está [caracterizada] por los trabajos.
138.6. Porque la creación del mundo (lit.: cosmogonía) es terminada en seis días; el movimiento del sol de una vuelta a otra se completa en seis meses, (y) durante uno de estos períodos caen las hojas, pero en el otro germinan las plantas y las semillas alcanzan la perfección.
Sobre el número seis
139.1. Y también dicen que el embrión se perfecciona exactamente en el sexto mes, es decir, a los ciento ochenta y dos días y medio, como refiere el médico Polibio en el [libro] "Sobre (los fetos) de ocho meses", y el filósofo Aristóteles en el [tratado] "Sobre la Naturaleza".
139.2. Así, los pitagóricos, pienso yo, a partir del origen del mundo según el profeta, consideran perfecto el número seis, y lo llaman el número mediano y matrimonio (= por ser generado), por estar en medio de lo recto, es decir, del diez y del dos; porque aparece alejado de ambos.
139.3. Como el matrimonio entre varón y mujer engendra, así el seis es engendrado del impar tres, llamado número varón, y del par dos, considerado como mujer; porque dos por tres generan el seis.
139.4. Por otra parte, éstos son los movimientos más generales, por los que se produce toda la generación, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, adelante y atrás.
Sobre el número seis (continuación)
140.1. Por la misma razón también piensan [los pitagóricos] que el número siete no tiene madre y (es) estéril, interpretando así el sábado y alegorizando la idea del descanso, durante el cual "ni ellos tomarán mujer ni ellas marido" (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35). Puesto que el siete no es producto (lit.: no recibe generación) de ningún número por otro, ni combinado con otro resulta un número dentro de la década.
140.2. A la ogdóada la llaman cubo, al añadir a la esfera inmóvil las siete (esferas) de los siete planetas, mediante los cuales tiene lugar el gran año, un determinado periodo para el cumplimiento de las promesas (cf. Is 61,1-2; Lc 4,19).
140.3. De esta manera el Señor, habiendo subido cuatro al monte (= el Señor y tres apóstoles; cf. Mt 17,1-8), llega a ser sexto (= los anteriores más Moisés y Elías), y es rodeado con una luz espiritual, manifestando su poder en la medida que podían verlo los elegidos, cuando la voz, séptima, lo proclama Hijo de Dios, para que los convencidos por Él encuentren descanso (cf. Lc 9,32), y Él, que es insigne (epísemon), mediante la generación revelada por la héxada, aparece en realidad ogdóada: Dios que revela (su) poder en (una pobre carne), contado como hombre, pero oculto en lo que realmente era.
140.4. Porque en la serie de los números está clasificado también el seis, pero la clasificación sucesiva de las letras lo considera insigne y no (se usa) en la escritura.
Dios nunca cesa de hacer el bien
141.1. Sobre los números mismos se salva en el orden cada unidad incluso la hebdómada y también la ogdóada; pero respecto al número de las letras la sexta es la zeta y la séptima la eta.
141.2. Ahora bien, intercalado, no sé cómo, la letra (o: grafía) del insigne [epísemos], si seguimos así [la numeración], el siete viene a ser la sexta [letra] y el ocho la séptima.
141.3. Por eso, también se dice que el hombre fue hecho en el sexto día (cf. Gn 1,27. 31), deviniendo fiel al que es signado (epísemos; marcado con una señal distintiva), como (si) en seguida recibiera el descanso de la heredad del Señor.
141.4. Algo semejante muestra también la hora sexta de la economía del Salvador, por la que el hombre ha sido perfeccionado (hora sexta: cf. Mt 27,45; Mc 15,33; Lc 23,44; todo se ha cumplido: cf. Jn 19,30).
141.5. Ciertamente, siete son los espacios en una serie de ocho, y seis los intervalos que aparecen en una serie de siete.
141.6. Porque también (existe) aquella otra expresión, cuando la hebdómada glorifica a la ogdóada y "los cielos trasmiten a los cielos la gloria de Dios" (Sal 18 [19],2). Los tipos [= las figuras visibles] (de los cielos) son los sonidos (o: palabras; elementos fonéticos) de nuestras letras.
141.7. Así también el mismo Señor es llamado "alfa y omega, principio y fin" (Ap 21,6);"por quien todo fue hecho y sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3). Por tanto, el descanso de Dios no es, como algunos conciben (= los gnósticos valentinianos), que Dios dejara de obrar. Porque, siendo bueno, si cesara alguna vez de hacer el bien, cesaría también de ser Dios, lo cual no está permitido decirlo.
El orden de la creación
142.1. Y permanecer en descanso (cf. Gn 2,2) es disponer que el orden de los seres se conserve inalterable durante todo el tiempo, y que cada una de las criaturas ponga término al antiguo desorden.
142.2. Puesto que las creaciones en los distintos días se sucedieron con perfecto orden, como si todos los seres hubieran de recibir la dignidad del creado anteriormente, (porque) creados al juntos por el pensamiento, no tienen sin embargo la misma dignidad. A pesar de que el génesis de cada cosa se hace visible con (un sonido) de voz, la creación mencionada se ha hecho [toda] al mismo tiempo. Porque había que nombrar algo en primer lugar.
142.3. Por eso se profetizaron unas cosas primero y después otras segundas, cuando todas las cosas habían nacido a la vez de una sola sustancia semejante y por un solo poder. Yo pienso, en efecto, que (uno) es el querer de Dios en unidad de identidad.
142.4. ¿Y cómo podría hacerse en el tiempo la creación, cuando también el tiempo fue hecho juntamente con las cosas?
Y también el universo entero de todos los animales y plantas se mueve asimismo en hebdómadas.
Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo (conclusión)
Sobre los astros
143.1. Siete son los arcángeles (cf. Tb 12,15; Ap 8,2) creados en primer lugar que tienen el máximo poder; y siete son también, según dicen los entendidos, los planetas (lit.: estrellas) errantes que ordenan la administración terrestre, bajo (cuyo influjo), por comunidad de sentimientos (lit.: simpatía), los caldeos piensan que se produce todo lo que sucede en la vida mortal, y sobre esto dicen cosas que deben suceder; de (las estrellas) fijas, siete (son) las Pléyades y las Osas de siete estrellas, mediante las cuales se realizan las tareas agrícolas y las navegaciones; la luna cambia las fases cada siete días.
143.2. En la primera hebdómada deviene media luna, en la segunda luna llena, en la tercera después de luna menguante de nuevo luna media, en la cuarta desaparece.
143.3. Pero también, como enseña el matemático Seleuco, ella misma se transforma siete veces. Porque de oscura (o: sin luz) deviene en forma de media luna (o: luneiforme; menoidés), después cuarto creciente, luego cuarto menguante y luna llena; y, según el menguante, de nuevo cuarto creciente, cuarto menguante, media luna y nuevamente luneiforme.
Las edades del hombre
144.1. "Haremos resonar nuevos himnos con la cítara de siete tonos" (Terpandro, Fragmentos, 4,4), escribe cierto poeta no desconocido y que enseña que siete son las cuerdas de la antigua lira.
144.2. Siete son también los órganos sensoriales dispuestos en nuestro rostro: dos ojos, dos conductos de los oídos, dos de la nariz, y el séptimo el de la boca.
144.3. Las elegías de Solón demuestran que los cambios de las edades [del hombre] transcurren según la hebdómada de la siguiente manera: "En efecto, un niño impúber pierde el cerco de los dientes, que despuntaban en la infancia, por primera vez a los siete años. Cuando Dios le permite cumplir otros siete años, muestra las señales de la incipiente juventud. Y a los siete años siguientes, mientras el cuerpo crece, el mentón se cubre de vello y la piel cambia de color.
144.5. En el cuarto septenio todo (hombre) alcanza su mayor fuerza, que los varones tienen como signo de valor (o: virtud). En el quinto [septenio] es el momento en que el varón piensa en el matrimonio y procura engendrar hijos para el futuro. En el sexto la mente del varón se desarrolla para cualquier tarea, y no quiere realizar acciones inconsideradas como antes.
144.6. Y en el séptimo y octavo septenio es muy hábil de mente y de lengua; catorce años duran ambos. En el noveno todavía tiene fuerza, pero su cuerpo y vigor (son) más débiles para la virtud mayor (o: el valor mayor). Pero si Dios le permite cumplir los siete años del décimo [septenio], ciertamente no tendrá inseguro el destino de la muerte" (Solón, Fragmentos, 19).
El decálogo y la creación por medio del Verbo
145.1. De nuevo en las enfermedades el séptimo y el decimocuarto son (días) críticos, alrededor de los cuales la naturaleza lucha contra las causas de las enfermedades.
145.2. También Hermipo de Berito, sacarlizando el número [siete], eneseña muchos más ejemplos en el libro "Sobre la hebdómada".
145.3. Y el bienaventurado David transmite con claridad a quienes conocen el discurso místico sobre la hebdómada y la ogdóada, cuando salmodia de la siguiente manera: "Ocupaba mis años como la araña. Los días de nuestros años (son) setenta años, y si se (cuentan) los de la dinastía (o: soberanía), ochenta años" (Sal 89 [90],9-10). ¡Ojalá se nos conceda reinar!
145.4. Para que aprendamos que el mundo ha sido creado (o: generado), pero no pensemos que Dios lo ha hecho en el tiempo (= es decir, que el tiempo sea anterior al mundo sensible), añadió la profecía: "Este (es) el libro del Génesis y de las cosas que contiene, cuando fueron hechas: en el día en el que Dios hizo el cielo y la tierra" (Gn 2,4).
145.5. Porque "cuando fueron hechas" revela una producción indefinida y atemporal, pero "en el día en el que Dios hizo", o sea, en el cual y mediante el cual hizo todas las cosas y "sin Él no se hizo nada" (Jn 1,3), muestra la actividad a través del Hijo, sobre el que dice David: "Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en el" (Sal 117 [118],24), es decir, celebremos el divino banquete conforme a la gnosis que se nos ha dado.
145.6. Porque llama día al Verbo que ilumina las cosas ocultas y por medio del cual vinieron a la luz y al nacimiento cada una de las cosas creadas (cf. Jn 1,3. 9; 1 Co 4,5).
145.7. En resumen, el decálogo, por medio de la letra iota (= diez), significa el bienaventurado nombre que confirma que Jesús es el Verbo.
Los mandamientos quinto y sexto del decálogo
146.1. El siguiente mandamiento, el quinto, es sobre honrar padre y madre (cf. Ex 20,12; Dt 5,16). Y también llama claramente Padre y Señor a Dios.
146.2. Por eso a los que le reconocen los proclama hijos y dioses (cf. Sal 81 [82],6). Señor y Padre es, por tanto, el Creador de todo; pero no es madre la sustancia de la que hemos sido hechos, como algunos (pretenden), ni, como otros explican, la Iglesia, sino la gnosis y sabiduría divina, como dice Salomón al llamar a la Sabiduría madre de los justos (cf. Si 3,1; Pr 1,8; 31,1). También ésta es elegible por sí misma. (Y) todo lo que es bello (o: bueno) y augusto de parte de Dios se reconoce mediante el Hijo.
146.3. A éste sigue el mandamiento sobre el adulterio (cf. Ex 20,13; Dt 5,18). Adulterio es, si alguien, abandonando la verdadera gnosis eclesiástica y el discernimiento acerca de Dios, va a la opinión falsa y no conveniente, bien divinizando algo engendrado o también convirtiendo en ídolo lo que no existe hasta sobrepasar los límites, o mejor saliéndose fuera de la gnosis. La opinión falsa es tan extraña al gnóstico como la verdadera le es familiar y conyugal.
Sobre los mandamientos octavo y noveno del decálogo
141.1. Por eso, también el noble Apóstol llama a la idolatría como una forma de prostitución (cf. Col 3,5; Ga 5,20; Ef 5,5), siguiendo a lo que dice el profeta: "Prostituyó al leño y a la piedra" (Jr 3,). "Al leño le dijo: "Tú serás mi padre", y a la piedra: "Tú me engendraste"" (Jr 2,27).
147.2. A continuación prosigue sobre el mandamiento relativo al homicidio (cf. Ex 20,13; Dt 5,17). Y el homicidio es una eliminación violenta. Ahora bien, es el [hombre] más funesto quien quiere eliminar el verdadero discurso sobre Dios y (su) eternidad, para admitir la mentira, diciendo que todo es impremeditado (o: sin providencia) o que el universo no es creado o respecto de las cosas firmes (o: realidades firmes) según la verdadera doctrina (o: enseñanza).
147.3. Después de ese está el mandamiento sobre el robo (cf. Ex 20,15; Dt 5,19). Como el que hurta las posesiones ajenas comete una grave injusticia, incurriendo justamente en los merecidos males (o: castigos), así también el que mediante técnicas (u: obras) plásticas o gráficas usurpa lo divino y dice que él mismo es creador de los animales y de las plantas; e igualmente los que sacan provecho de copiar a la verdadera filosofía son unos ladrones (cf. Jn 10,8).
147.4. Si uno es agricultor o es padre de un hijo, es servidor de la siembra de las semillas, pero Dios, procurando el crecimiento y la perfección de todas las cosas, es el que desarrolla lo que nace conforme a la naturaleza (cf. 1 Co 3,5-7).
El décimo mandamiento
148.1. La mayoría (de la gente), juntamente también con los filósofos, atribuyen principalmente a los astros, como prerrogativa principal, los crecimientos y las evoluciones, privando en lo que pueden al poder infatigable del Padre del universo (lit.: de todas las cosas).
148.2. Pero los elementos y los astros (cf. Gn 1,14-19), es decir los poderes administradores [del universo] fueron encargados de cumplir la voluntad de la economía [divina], y ellos obedecen, siendo conducidos por quienes les han sido impuestos, en el modo como los conduce (o: guía) la palabra del Señor, puesto que el poder divino ha hecho nacer ocultamente a todos para que obren.
148.3. Por tanto, quien dice haber engendrado o hecho algo relativo a la creación (demioyrgían), deberá rendir cuentas de su impía audacia.
148.4. Y el décimo mandamiento se refiere a todos los deseos (cf. Ex 20,17; Dt 5,21). Puesto que el que desea lo ilícito (debe) dar cuentas, (y) del mismo modo no está permitido desear cosas falsas, ni pensar que entre los seres creados los animados puedan salvarse o condenarse por sí mismos los animados, y que los inanimados no lo puedan hacer. Y si alguien dijera que el antídoto no puede curar y la cicuta matar, hace un sofisma sin darse cuenta.
148.5. Porque ninguna de esas cosas obra sin aquel que aplica la hierba o el fármaco, como el hacha no [obra] sin el que corta, ni la sierra sin el que asierra (cf. Is 10,15).
148.6. Y como esos (instrumentos) no actúan por sí mismos, sino que tienen algunas cualidades físicas, que utilizadas por la acción del operario realizan (su) obra, así (también) por la universal providencia de Dios la energía operativa se transmite gradualmente hasta en los detalles por medio de los seres que son movidos continuamente.
Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía
La fe en Cristo nos impulsa a ser buenos y honestos
149.1. Pero, según parece, los filósofos griegos, mencionando a Dios, no lo conocen, porque no veneran a Dios como Dios (cf. Rm 1,21). Sus proposiciones filosóficas, según Empédocles, "como derramadas pasando tontamente por lengua de muchas bocas, perciben un poco del Todo" (Fragmentos, 31 B, 2-3).
149.2. Porque como la técnica sabe convertir en fuego la luz solar haciéndola pasar a través de un recipiente de cristal lleno de agua, así también la filosofía, tomando de la divina Escritura la chispa (o: el fuego), se hace visible en pocos [hombres].
149.3. También, como todos los seres vivos respiran el mismo aire, pero de manera distinta y de diversa forma, así también la mayoría persigue la verdad, o mejor el discurso sobre la verdad.
149.4. Porque no dicen cosa alguna acerca Dios, sino que explican sus pasiones atribuyéndolas a Dios. En efecto, pasan la vida buscando lo que persuade, no lo verdadero; pero la verdad no se enseña por imitación, sino más bien mediante aprendizaje.
149.5. Porque para que no aparentemos ser honestos por creer en Cristo, tampoco salimos al sol únicamente para que nos vean expuestos al sol, sino que lo estamos para calentarnos; así también nos esforzamos por ser cristianos buenos y honestos (o: auténticos), porque sobre todo "el reino (de los cielos) es de los violentos" (Mt 11,12), alcanzando el fruto del reino por la búsqueda, el estudio y el perfecto ejercicio en común.
El gnóstico anhela imitar al Señor
150.1. Porque quien imita la apariencia engaña también la noción preconcebida (prólepsis). Pero al tomar alguien una chispa de la realidad, la enciende dentro del alma con deseo y aprendizaje, (y) mueve todas las cosas para lograr conocer.
150.2. Porque quien no se inquieta por alguna (cosa), no la desea, ni recibe con afecto su utilidad.
150.3. Así, el gnóstico después imita al Señor hasta la perfección de la felicidad, tal como les es accesible a los seres humanos, consiguiendo cierta cualidad del Señor en aras a la semejanza de Dios. Pero los que no conocen la gnosis tampoco pueden precisar la verdad.
150.4. No es posible, por tanto, participar de las contemplaciones gnósticas, si nosotros mismos no nos vaciamos de los pensamientos anteriores. Porque precisamente se llama comúnmente verdad a toda cosa inteligible o sensible.
150.5. Así es posible examinar la verdad de una pintura, respecto de otra vulgar, y la dignidad de una música, respecto de otra licenciosa. Y hay una verdad de la filosofía, distinta entre los distintos filósofos, y una belleza verdadera distinta de la falsificada.
150.6. No es necesario, por tanto, empeñarse nunca en las verdades parciales, como si ellas traicionaran la verdad, sino que hay que preocuparse por la verdad en sí misma, sin buscar aprender nombres.
150.7. La realidad sobre Dios no es una cosa sola, sino innumerables; es distinto buscar [directamente] a Dios que lo relativo a Dios. Y por lo general, hay que distinguir en cada cosa lo que se dice respecto a la realidad de la naturaleza y a los accidentes.
Las dos naturalezas de Cristo
151.1. Para mí es suficiente decir que Dios es el Señor de todo. Y digo el Señor de todo absolutamente, sin dejar nada a la excepción.
151.2. Puesto que hay dos tipos de verdad, los nombres y la realidad, algunos se refieren a los nombres, los filósofos griegos que se ocupan de la belleza de los discursos, pero nosotros, los bárbaros, poseemos la realidad.
151.3. Ahora bien, el Señor no sin razón quiso revestirse de una forma corporal de bajo precio (cf. Is 53,2-3), para que nadie, alabando la hermosura y admirando la belleza (física), se apartase de sus palabras, y fijándose en lo que se abandona descartara (o: separara) lo inteligible.
151.4. Por eso no hay que fijarse en la expresión, sino en los significados. Ahora bien, a los que buscan captar el sonido de las palabras y no se mueven hacia la gnosis no se les confía el Verbo, puesto que también los cuervos imitan las voces humanas sin comprender la realidad de la que hablan, pero la comprensión contiene la inteligencia de la fe.
151.5. Así también Homero dijo: "Padre de los hombres y de los dioses" (Ilíada, I,544), sin saber quién es el Padre y cómo es el Padre.
¡Dios es bueno!
152.1. Y de igual manera que para quien tiene manos es según la naturaleza el aferrar y para quien posee ojos sanos el ver la luz, así también pertenece naturalmente para el que ha adquirido la fe participar de la gnosis, si trabaja más y sobreedifica con oro, plata y piedras preciosas sobre el cimiento ya asentado (cf. 1 Co 3,12).
152.2. Ahora bien, no promete querer participar (de la gnosis), sino que comienza; tampoco debe diferir el ser (de estirpe) real, luminosa y gnóstica, sino que lo sea ya, y no sólo quiera tocar nominalmente la realidad, sino de hecho.
152.3. Porque al ser Dios bueno para con lo hegemónico de toda la creación (y) queriendo salvarlo (cf. 1 Tm 2,4; Jn 3,16), se dispuso hacer también a los otros seres, otorgándoles desde el principio ese primer beneficio: el existir; porque es mucho mejor ser que no ser: todos estarán de acuerdo. Además, conforme a la capacidad natural de cada uno de los seres, ha progresado y progresa hacia lo que es mejor para sí mismo.
La maravillosa Providencia de Dios
153.1. De modo que no es extraño que también la filosofía sea concedida por la divina providencia (como) propedéutica hacia la perfección por medio de Cristo, (si) la filosofía no se avergüenza de aprender a progresar hacia la verdad con la gnosis bárbara.
153.2. Pero [si hasta] "han sido contados los cabellos" (Lc 12,7) y los movimientos vulgares, ¿cómo la filosofía no es tenida en cuenta?
153.3. En verdad también en Sansón residía la fuerza en los cabellos (cf. Jc 16,17), para que no se piense que las artes despreciables de la vida, las que yacen y permanecen en la tierra después de la salida del alma, son concedidas sin el poder divino.
153.4. Precisamente, dice [la Escritura], la Providencia llega (o: viene) a todos desde lo alto, desde lo más importante, como de una cabeza, "como el ungüento, dice, que desciende hasta la barba de Aarón, y hasta la orla de su vestido" (Sal 132 [133],2) -es decir [el vestido] del Sumo Sacerdote (cf. Hb 5,4-5), "por el cual todo fue hecho y sin él no se hizo nada" (Jn 1,3)-; no para el adorno del cuerpo, puesto que la filosofía exterior al pueblo [de Isarel] es como un vestido.
Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía (conclusión)
La inefable bondad de Dios
154.1. Los filósofos que se ejercitan conjuntamente con espíritu sensible para (obtener) la percepción simultánea que los caracteriza, cuando se ocupan con cuidado no de una parte de la filosofía, sino la filosofía por completo, también dan testimonio, con amor hacia la verdad y sin orgullo, de la verdad misma, aunque sea dicha bellamente entre los heterodoxos, progresando en comprensión, según la divina disposición, de la inefable verdad (o: bondad) que en cada circunstancia la naturaleza de los seres conduce hacia lo mejor según los límites de sus posibilidades.
154.2. Luego, familiarizándose no sólo con los griegos, sino también con los bárbaros, se dejan conducir sobre la fe que proviene de la práctica en común con ellos hacia la inteligencia propia de cada uno.
154.3. Una vez que han recibido el fundamento de la verdad, se apoderan de una fuerza para proseguir otra vez en la investigación, y de ahí que amen el devenir discípulos, y ávidos de gnosis se apresuran hacia la salvación.
154.4. Por eso dice la Escritura que Dios concedió a los artífices "un espíritu de conocimiento" (Ex 28,3), que no es sino una prudencia, una fuerza del alma para contemplar los seres, discernir y comparar lo semejante con lo desemejante que los acompaña, ordenar, prohibir y conjeturar el futuro. Y atañe no sólo a las artes, sino también a la filosofía misma.
La prudencia
155.1. ¿Por qué, si no, fue llamada también ·prudente" (Gn 3,1) la serpiente? Hasta en los maleficios cabe hallar una cierta consecuencia lógica, una decisión, una síntesis y una conjetura de lo futuro.
155.2. Y por eso la mayor parte de las injusticias permanecen ocultas, porque los malvados se construyen para sí el esquivar los castigos de todos los modos y por completo.
155.3. Y la prudencia (es) polivalente, se encuentra expandida por el mundo entero, por medio de todas las cosas humanas, cambiando de nombre en cada uno de ellos, y cuando se aplica a las causas primeras es llamada inteligencia; y cuando se confirma esta (inteligencia) con un argumento apodíctico, es denominada gnosis, sabiduría y ciencia; pero cuando está entre los que tienden con fuerza hacia la piedad y recibe sin indagación contemplativa la doctrina de las causas primeras según la observancia de la función activa (que hay) en ella misma, se llama fe; y si [se encuentra] en las cosas sensibles hace digna de fe la apariencia, como lo más verdadero que (hay) en ellas, y [se denomina] recta opinión; por el contrario, [se denomina] arte respecto a la actividad manual; cuando sin tener la contemplación de las causas primeras, por observar sólo cosas semejantes y aplicarlas de unas a otras, obra un cierto impulso y se consolida en él, se llama experiencia.
155.4. Y le es propio eso, también realmente señorial y hegemónico, (y) el que ha creído, una vez consolidada la fe, sobre todo recibe por disposición [divina] al Espíritu Santo.
Dios lo sabe todo
156.1. Así, por tanto, la filosofía, al estar dotada de una comprensión diferente (o: especial), como se ha manifestado por lo dicho anteriormente, participa de la prudencia.
156.2. Por ejemplo, sobre la evolución lógica respecto de lo que es percibido [mediante la inteligencia] hasta la elección y el asentimiento se llama dialéctica, y confirma mediante demostración lo que se dice sobre la verdad, y soluciona las dificultades (lit.: aporías) que sobrevengan.
156.3. Por tanto, los que afirman que la filosofía no ha descendido a este mundo desde Dios, corren el peligro de decir que es imposible que Dios (pueda) conocer las cosas particulares, siendo la causa de todos los bienes, puesto que cada uno de esos (bienes) forma parte de las cosas particulares.
156.4. Nada de lo que existe tendría principio sin la voluntad de Dios, y la filosofía, porque Él lo ha querido, viene de Dios, que la ha querido tal cual es por causa de quienes de ninguna otra manera podrían apartarse del mal.
156.5. Porque Dios lo sabe todo, no sólo las cosas que existen, sino también las que existirán y cómo será cada una; y previendo los movimientos particulares, "lo ve todo y lo entiende todo" (Homero, Ilíada, III,277; Platón, Gorgias, 523 D-E), viendo el alma desnuda por dentro.
156.6. Y desde la eternidad tiene un proyecto para cada cosa en particular. Y como sucede en los teatros sobre cada uno de los detalles, según se mira el interior y el exterior y el conjunto, eso es lo que sucede en Dios.
156.7. Porque de una sola vez, Él abarca todas las cosas y a cada una (en particular), pero no todo conforme a la atención preeminente.
Los ángeles: divinos liturgos
157.1. Ciertamente hay muchas cosas en la vida que tienen origen en algún razonamiento humano, aunque han recibido de Dios el estímulo.
157.2. Por ejemplo, la salud se origina y se realiza mediante la medicina; la buena complexión, por la gimnasia; y la riqueza, mediante el arte de negociar, según la providencia divina, pero con la cooperación humana.
157.3. Y también de Dios proviene la inteligencia. Por ejemplo, la predilección de los varones buenos obedece principalmente a la bondad de Dios. Por eso aunque muchos privilegios (o: éxitos, ventajas, victorias) sean comunes a los hombres buenos y a los malos (cf. Mt 5,45), no obstante son útiles sólo a los buenos y diligentes (o: virtuosos), en virtud de los cuales Dios hizo esas cosas; porque el poder de los dones divinos está dispuesto naturalmente para utilidad de los varones buenos.
157.4. Pero también los pensamientos de los hombres virtuosos se originan por inspiración divina, puesto que de alguna manera el alma está ordenada de una determinada forma (y) la voluntad divina se transmite en las almas humanas por los divinos ministros (liturgos) que están dispuestos para esos servicios.
157.5. Porque según las jerarquías de los ángeles han sido distribuidos los pueblos y las ciudades (cf. Dt 32,8; Hb 1,14), quizás también hayan sido asignados algunos para (actividades) particulares.
Dios quiere el bien de toda la humanidad
158.1. Ciertamente, también el pastor cuida de cada uno de sus rebaños (cf. Jn 10,11), y sobre todo está atento a aquellos de naturaleza más insigne y más capaces de ir en ayuda de mayor cantidad (de gente).
158.2. Y éstos son los aptos para mandar y educar; mediante ellos se manifiesta clarísimamente la fuerza de la providencia, cuando Dios quiere hacer bien a los hombres a través de la educación o una orden y gobierno. Y siempre quiere.
158.3. Por eso mueve a los [hombres] convenientes en orden a la provechosa ejecución de lo que se dirige constantemente a la virtud, a la paz y a la beneficencia.
158.4. Todo lo virtuoso procede (lit.: es) de la virtud y retorna a la virtud; también se da para llegar a ser diligentes (o: virtuosos), o para que los que ya lo son utilicen las ventajas naturales, puesto que coopera tanto en el conjunto como en lo particular.
La filosofía no proviene del maligno
159.1. ¿Cómo, por tanto, no es absurdo, si se atribuye el desorden y la injusticia al diablo, hacerle dador de algo virtuoso, la filosofía?
159.2. Porque es peligroso para los griegos el hacer más benévolo [al demonio] que a la providencia y a la inteligencia divina el hacer varones buenos.
159.3. Al contrario, yo creo que es propio de ley y de toda recta razón dar a cada uno lo conveniente, le es propio y le atañe.
159.4. Como la lira (es) propia al citarista y la flauta al flautista, así también los méritos superiores son propiedad de los varones buenos; lo mismo que la naturaleza del benefactor es hacer el bien, como la del fuego calentar y la de la luz el iluminar.
159.5. El bueno no hará nunca el mal, como la luz nunca (engendrará) tinieblas, ni el fuego el frío.
159.6. La maldad (o: el vicio) no producirá nada virtuoso, porque su función (lit.: energía) es hacer el mal, como la tiniebla el trastornar la vista. La filosofía, por tanto, no es obra del mal, ya que hace personas virtuosas.
159.7. Queda, en consecuencia, que provenga de Dios, cuya obra es únicamente el hacer el bien, y todo lo que es dado por Dios es dado y recibido perfectamente.
159.8. Ciertamente, la práctica de la filosofía no es de hombres malos. Más bien, si ha sido dada a los mejores de los griegos, también es evidente de dónde proviene: con toda claridad de la providencia, que concede a cada uno según su dignidad.
159.9. Lo mismo que a los judíos [se les ha concedido] la Ley, también a los griegos la filosofía, hasta la venida [del Señor]. Desde entonces existe la llamada universal, para un pueblo sobreabundante de justicia (cf. Ex 19,5; Tt 2,14), según la enseñanza de la fe, conduciendo juntamente el único Señor del único Dios a ambos pueblos, griegos y bárbaros, y mejor, a todo el género humano.
Los tres modos de contribución entre los seres humanos
160.1. Muchas veces hemos denominado filosofía a lo que acierta filosóficamente (respecto) de la verdad, aunque sea de modo parcial. Y también los bienes que hay en las artes, en cuanto artes, tienen el principio a partir de Dios.
160.2. Porque como el hacer algo con arte está implícito en las reglas (teoremas) del arte, así también el actuar con prudencia está ordenado a la prudencia. Pero la prudencia es una virtud, y su propiedad es conocer otras cosas y sobre todo las que se refieren a ella misma; así, la sabiduría, que (es) una facultad (cf. 1 Co 1,24), no es otra cosa que el conocimiento de los bienes divinos y humanos.
160.3. "De Dios es la tierra y lo que la llena" (Sal 23 [24],1), dice la Escritura, para enseñar que los bienes llegan a los hombres desde Dios, por poder divino y en virtud de la distribución voluntaria para socorro humano.
160.4. Ahora bien, tres son los modos de toda utilidad y de contribución de uno para con otro: uno es por acompañamiento, como el maestro de gimnasia que forma al niño; otro es por emulación, como quien estimula a otro hacia el progreso perfeccionándose antes (lit.: dando antes), y, ciertamente, uno coopera con el que aprende, y el otro viene en ayuda del que recibe. Y hay una tercera manera, por mandato, cuando el maestro de gimnasia, no tratando de formar al que aprende, ni mostrando al niño el arte de luchar para que lo imite, sino que, ya ejercitado, le ordena verbalmente (mantener) la lucha.
Dios es el salvador de todos los seres humanos
161.1. Ahora bien, el gnóstico, que ha recibido de Dios el poder ayudar, favorece a unos formándolos con el acompañamiento, a otros estimulándolos con la imitación, y a otros educando y enseñando mediante el mandato. Sin duda, también él mismo ha sido ayudado por el Señor de igual modo.
161.2. Así, por ende, también se establece la ayuda de Dios que se extiende hacia los hombres, con el acompañamiento de los ángeles; porque también el divino poder ofrece los bienes por medio de los ángeles, bien sean visibles o no lo sean. Este fue el modo en la manifestación del Señor.
161.3. Y a veces también el poder [de Dios] inspira, según los pensamientos y los razonamientos humanos, e inserta en el corazón fuerza y percepción más precisa, procurando valor y ardor del alma para las investigaciones y las obras.
161.4. Pero igualmente para imitación y asimilación nuestra (están) los ejemplos de virtud, en realidad maravillosos y santos, mediante las acciones consignadas por escrito.
161.5. También en cuanto a la forma del mandato es clarísimo: mediante los dos Testamentos del Señor, mediante las leyes de los griegos, pero también por las exhortaciones respecto a la filosofía.
161.6. Y, en resumen, mostrando la razón más alta, toda ayuda útil para nuestra vida se pone en obra a partir de Dios omnipotente, Padre que lo preside todo mediante el Hijo, que por eso es "Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes" (1 Tm 4,10), dice el Apóstol; pero teniendo en cuenta lo más cercano, [se realiza] por los más allegados a cada uno, según la disposición y el mandato del Señor, que (está) más próximo a la Causa primera.
Capítulo XVIII: Conclusiones
El gnóstico debe filosofar
162.1. Entre nosotros el gnóstico se ocupa siempre de las cosas más importantes. Y si en algún momento (tiene) tiempo de descanso y de expansión respecto de lo apremiante, en lugar de otro descanso también se apodera de la filosofía griega, como si comiera un plato de postre después de la cena; no despreocupándose de las cosas más importantes, sino añadiéndolas, tal como conviene, y por las causas que he mencionado.
162.2. Pero quienes desean lo que no es necesario y superfluo (o: desmesurado) de la filosofía y se aplican sólo a los sofismas controvertidos, rechazando lo más necesario e importante, siendo sencillamente los que persiguen las sombras de las palabras.
162.3. Ciertamente es bueno saber de todo; pero el que tiene el alma débil para el conocimiento de muchas cosas, tendrá que elegir únicamente las cosas principales y mejores.
162.4. Porque la verdadera ciencia, que decimos posee sólo el gnóstico, es una comprensión segura mediante argumentos verdaderos y sólidos (o: mejores) que lleva a la gnosis de la causa, y quien conoce lo verdadero sobre una cosa, también inmediatamente es conocedor de lo falso sobre lo mismo.
162.5. Porque también me parece que se muestra bien aquel razonamiento: si hay que filosofar, es ya filosofar; puesto que eso es algo consecuente a sí mismo; pero también si no hay que filosofar, pero uno no puede condenar alguna cosa sin haberla conocido antes. Por tanto, hay que filosofar.
Los cristianos no veneran ídolos
163.1. Siendo las cosas así, es necesario que los griegos aprendan mediante la Ley y los profetas a dar culto al único Dios, al que es realmente Omnipotente, (y) luego, a dejarse enseñar mediante lo que enseña el Apóstol: "Para nosotros no existe ídolo en el mundo" (1 Co 8,4), puesto que no existe imagen semejante de Dios en las cosas creadas, y deben aprender como tampoco las estatuas pueden ser imágenes de ninguno de los seres que veneran, porque la figura natural de las almas no (es) nunca como las estatuas que los griegos modelan.
163.2. Porque ciertamente las almas son invisibles; no sólo las racionales, sino también las de los animales irracionales; y sus cuerpos no son nunca partes de sus [almas], sino órganos de aquellas y que sirven a unas de asiento y a otras de vehículo; de una u otra forma.
La función hegemónica de la gnosis
164.1. Pero la imágenes de esos órganos no pueden ser reproducidas con fidelidad, por ejemplo, ¡que alguien plasme el sol, (tal) como se le ve, y represente el arco iris con sus colores!
164.2. Cuando hayan abandonado los ídolos, entonces escucharán de la Escritura: Si la justicia de ustedes no supera en mucho la de los escribas y fariseos" (Mt 5,20), que se tienen por justificados en razón de la abstención del mal, juntamente con la perfección en todo (cf. Mt 5,48), el amor al prójimo y haciéndose capaces de ayudarlo (cf. Lv 19,15), no serán regios (cf. St 2,8). Porque la intensidad de la justicia conforme a la ley muestra al gnóstico.
164.3. Así, el que ordena la parte hegemónica de su propio cuerpo, la cabeza, alcanzando la excelencia de la fe, la gnosis misma, sobre la cual están todos las facultades de percepción, adquirirá de igual manera la herencia suprema.
164.4. El Apóstol muestra claramente a quienes pueden examinar cuidadosamente la función hegemónica de la gnosis, escribiendo a aquellos griegos de Corinto así: "Y teniendo la esperanza de que, con el crecimiento de la fe de ustedes, seamos engrandecidos entre ustedes en abundancia, conforme a norma de nosotros, para evangelizar las regiones que están más allá de la de ustedes" (1 Co 8,4).
Los límites del lenguaje humano para hablar sobre Dios
165.1. Sin hablar de una extensión de la predicación según el territorio -porque también él mismo dice que la fe había progresado en Acaya (cf. 2 Co 9,2); y en los "Hechos de los apóstoles" se dice que había predicado también la palabra en Atenas (cf. Hch 17,16-34)-; sino que enseña que la gnosis, siendo la perfección de la fe, excede más allá de la catequesis según la grandeza de la enseñanza del Señor y el canon eclesiástico.
165.2. Por eso, un poco más abajo añade: "Y si (soy) mediocre en la palabra, no lo (soy) en la gnosis" (2 Co 11,6). Por lo demás, los griegos, que se vanaglorian de haber alcanzado la verdad, que nos digan de quiénes han aprendido a jactarse así.
165.3. Porque ellos no dirán que de Dios, sino que confesarán que de los hombres.
165.4. Y si fuera así, o la han aprendido ciertamente tarde por ellos mismos, como sin duda también se jactan algunos de ellos, llenos orgullo, o bien por otros semejantes a ellos.
165.5. Pero los hombres, en cuanto hombres, no son maestros fidedignos hablando de Dios, porque ser hombre no es suficiente para hablar la verdad sobre Dios; el [hombre] débil y mortal [no puede hablar] sobre el Inengendrado e Incorruptible, [como] la obra sobre el que la ha hecho.
La sabiduría cristiana procede de Dios
166.1. Si uno no puede decir la verdad sobre sí mismo, ¿no (es) cierto que será mucho menos creíble cuando (habla) sobre Dios (cf. Sb 9,16)? Porque cuanto falta al hombre el poder de Dios, así también es más débil su palabra, aunque no (hable) de Dios, sino sobre lo divino y el Verbo de Dios.
166.2. La palabra humana (es) débil por naturaleza e incapaz de expresar (o. explicar) a Dios, no digo el nombre -porque es común que lo nombren no sólo los filósofos, sino también los poetas-, ni a la esencia -cosa imposible-, sino al poder y a las obras de Dios.
166.3. E incluso los que inscriben a Dios como maestro, apenas llegan a la comprensión de Dios, una vez recibida la gracia que posibilita a un cierto conocimiento profundo, y una vez acostumbrados por la voluntad a (contemplar) la voluntad, y por el Espíritu Santo a contemplar el Espíritu Santo (cf. Rm 8,16), "porque el Espíritu escruta las profundidades de Dios, pero el hombre psíquico no alcanza lo que es del Espíritu" (1 Co 2,10 y 14).
166.4. Por tanto, nuestra sabiduría es la única enseñada por Dios, de la cual dependen todas las fuentes de la sabiduría, que tiende a la verdad.
166.5. Ciertamente, respecto a la venida del Señor hacia los hombres como nuestro maestro, son innumerables los que la anuncian (preparan), los anunciadores, los preparadores, los precursores desde la fundación del mundo, indicando previamente por medio de obras y palabras, profetizando que habría de venir, dónde y cómo, y con algunas señales.
Las persecuciones contra la fe cristiana
167.1. Ciertamente la Ley y la profecía lo preludian desde hace largo tiempo; luego, el precursor (= Juan Bautista; cf. Mt 11,11; Jn 1,36) lo muestra ya presente, (y) después de él los predicadores manifiestan mediante su enseñanza el poder de la manifestación.
167.2. Los filósofos sólo aceptaron (a los [filósofos] griegos) [texto conjetural por una laguna], y no a todos, sino Sócrates por Platón y Platón por Jenócrates; Aristóteles por Teofrasto y Zenón por Cleantes, los cuales convencieron únicamente a sus propios discípulos.
167.3. Pero la palabra de nuestro Maestro no permaneció sólo en Judea, como la filosofía en Grecia, sino que se difundió por todo el mundo habitado, convenciendo por igual a griegos y a bárbaros, de toda raza, pueblo y ciudad, familias enteras, y también a cada uno de los oyentes, y de éstos cambió a la verdad a no pocos de los filósofos.
167.4. Y también la filosofía griega moriría rápidamente, si la impidiera el magistrado de turno; pero nuestra enseñanza (o: doctrina) desde el primer anuncio ha sido perseguida al mismo tiempo por reyes, tiranos, magistrados, gobernadores (arcontes) con (sus) funcionarios, jefes (militares) con todos (sus) mercenarios y también por innumerables hombres, haciendo la guerra contra nosotros y esforzándose tanto como pueden para extirparla (o: cortarla, amputarla).
167.5. Pero nuestra doctrina florece cada vez más; porque no muere como enseñanza humana, ni se debilita (o: consume) como frágil don -puesto que ningún don de Dios es frágil-, sino que permanece libre, aunque profetizada, siendo perseguida hasta el final (cf. Mt 10,17).
Conclusión del libro sexto
168.1. Además, Platón escribe sobre la poesía: "El poeta (es) algo delicado y sagrado, y no puede hacer precisamente eso (= poetizar) si antes no se endiosa y desatina" (Platón, Ion, 534 B).
168.2. Y Demócrito de igual manera: "Todo lo que un poeta escribe con arrebato divino (lit.: entusiasmo) y espíritu sagrado es muy bello" (Fragmentos, 68 B 18).
168.3. Y sabemos lo que dicen los poetas. Pero, ¿no habrá alguno que se atemorice ante los profetas de Dios omnipotente, que son órganos de la voz divina?
168.4. Así como hemos modelado (o: plasmado) la estatua del gnóstico, también hemos demostrado cuál es, mostrando como en un esbozo la elevación y la belleza de su carácter. Porque cuál sea (su actitud) respecto a la contemplación se verá (en seguida) en la física, cuando comencemos a tratar sobre el origen (o: la génesis) del mundo.