CIUDAD DEL VATICANO, martes, 5 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, al presentar en la tarde de este martes el libro del periodista italiano Andrea Tornielli «Pío XII, Eugenio Pacelli – Un hombre en el trono de Pedro» («Pio XII, Eugenio Pacelli. Un uomo sul trono di Pietro»). Presentamos la primera parte de la intervención.
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1. Una «leyenda negra»
La figura de Eugenio Pacelli, Papa Pío XII, se encuentra ya desde hace décadas en el centro de agudas polémicas. El pontífice romano que guió la Iglesia en los terribles años de la segunda guerra mundial y después en la guerra fría es víctima de una leyenda negra que ha acabado por afirmarse hasta el punto de que es difícil incluso de rasguñar, aunque los documentos y testimonios hayan probado su total inconsistencia.
Uno de los desagradables efectos «secundarios», por llamarlos de algún modo, de esta leyenda negra, que presenta falsamente al Papa Pacelli como indulgente con el nazismo e insensible ante la suerte de las víctimas de la persecución, consiste en haber hecho olvidar totalmente el extraordinario magisterio de este Papa que fue el precursor del Concilio Vaticano II. Como sucedió con las figuras de otros dos Papas del mismo nombre --el beato Pío IX, del que sólo se habla en relación con temas ligados a la política del Resurgimiento italiano; y san Pío X, recordado con frecuencia únicamente por su valiente batalla contra el modernismo--, también se corre el riesgo de reducir todo el pontificado de Pacelli a la cuestión de los presuntos «silencios».
2. La actividad pastoral de Pío XII
Estoy aquí, por tanto, en esta tarde, para ofrecer un breve testimonio de un hombre de Iglesia que, por su santidad personal, resplandece como un luminoso testigo del sacerdocio católico y del supremo pontificado. Ciertamente ya había leído muchos ensayos interesantes sobre la figura y la obra del Papa Pío XII, de las sumamente conocidas «Actes et Documents du Saint Siège», a las biografías de Nazareno Padellaro, de sor Margherita Marchione, del padre Pierre Blet, entre las primeras que se me pasan por la mente. Por no hablar de los «Discursos de guerra» del Papa Pacelli que, si lo desean, están disponibles en formato electrónico, y que me resultan totalmente interesantes también hoy por doctrina, por inspiración pastoral, por finura de lenguaje literario, por fuerza humana y civil.
En definitiva, ya sabía bastante sobre el «Pastor Angelicus et Defensor Civitatis». Sin embargo, hay que dar gracias al señor Andrea Tornielli, pues en esta voluminosa y documentada biografía, recurriendo a muchos escritos inéditos, nos restituye la grandeza de la figura de Pío XII, nos permite profundizar en su humanidad, nos hace redescubrir su magisterio. Nos recuerda, por ejemplo, su encíclica sobre la liturgia, sobre la reforma de los ritos de la Semana Santa, el gran trabajo preparatorio que desembocará en la reforma liturgia conciliar.
Pío XII abre el camino a la aplicación del método histórico-crítico a la Sagrada Escritura, y en la encíclica «Divino afflante Spiritu» establece las normas doctrinales para el estudio de la Sagrada Escritura, subrayando su importancia y papel para la vida cristiana. En la encíclica
«Humani generis» toma en consideración, si bien con cautela, la teoría de la evolución. Pío XII imprime también un notable impulso a la actividad misionera con las encíclicas «Evangelii Praecones» (1951) y «Fidei donum» (1957, de la que se celebra el quincuagésimo año), subrayando el deber de la Iglesia de anunciar el Evangelio a las gentes, como hará después el Concilio Vaticano II. El Papa se niega a hacer coincidir el cristianismo con la cultura occidental, así como con un determinado sistema político.
Pío XII sigue siendo, todavía hoy, el Papa que ha dado más espacio a las mujeres en sus canonizaciones y beatificaciones: el 54,4 por ciento en las canonizaciones, y el 62,5 por ciento en las beatificaciones. De hecho, en varias ocasiones, este pontífice había hablado de los derechos femeninos, afirmando, por ejemplo, en el radiomensaje al Congreso CIF de Loreto de octubre de 1957, que la mujer está llamada a desempeñar «una acción decisiva» también en el campo político y jurídico.
3. Acusaciones injustificadas
No son más que ejemplos que muestran cuánto queda todavía por descubrir, es más, por redescubrir, del magisterio del siervo de Dios Eugenio Pacelli. Me han impresionado, además, muchos detalles del libro de Tornielli de los que emerge tanto la lucidez y sabiduría del futuro pontífice, en los años en los que fue nuncio apostólico en Munich y en Berlín, como muchos rasgos de su humanidad. Gracias al carteo inédito con el hermano Francesco, podemos conocer algunos juicios firmes sobre el naciente movimiento nacionalsocialista, así como el grave drama interior vivido por el pontífice durante el tiempo de la guerra con motivo de la actitud que había que adoptar ante la persecución nazista.
Pío XII habló de ello en varias ocasiones en sus radiomensajes y por tanto está totalmente fuera de lugar acusarle de «silencios», asumiendo sin embargo un tono prudente. Hablando de los silencios, quiero citar un artículo bien documentado del profesor Gian Maria Vian publicado en el año 2004 en la revista «Archivum historiae pontificiae», que lleva por título «El silencio de Pío XII: a los orígenes de la leyenda negra» («Il Silenzio di Pio XII: alle origini della leggenda nera»). Entre otras cosas, dice que el primero que cuestionó los «silencios de Pío XII» fue Emmanuel Mounier, en 1939, pocas semanas después de su elección como sumo pontífice y con motivo de la agresión italiana en Albania. Sobre estos interrogantes se desencadenará a continuación una dura polémica, incluso de origen soviético y comunista, que como veremos sería retomada por exponentes de la Iglesia ortodoxa rusa. Rolf Hocchuth, autor de «El Vicario», la obra teatral que contribuyó a desatar la leyenda «negra» contra Pío XII, en los días pasados definió al Papa Pacelli en una entrevista como «cobarde demoníaco», mientras que hay historiadores que promueven el pensamiento único contra Pío XII y llegan a insultar de «extremista pacelliano» a quienes no piensan como ellos y se atreven a manifestar un punto de vista diferente sobre estas cuestiones. Por tanto, no es posible dejar de denunciar este estrago del sentido común y de la razón perpetrado con frecuencia desde las páginas de los periódicos.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Continuará en el servicio del miércoles]