Vaticano, 07/02/09 (ACI) - En su mensaje por la 17º Jornada Mundial del Enfermo que se celebra este 11 de febrero, Fiesta de la Virgen de Lourdes, el Papa Benedicto XVI resaltó "la absoluta y suprema dignidad de toda vida humana. No cambia, con el transcurrir del tiempo, la enseñanza que la Iglesia incesantemente proclama: la vida humana es bella y vivida en plenitud incluso cuando es débil y está envuelta en el misterio del sufrimiento".
En el texto dado a conocer hoy, el Papa explicó cómo la Iglesia abre los brazos de manera especial a los niños, como "familia de Dios" que es, principalmente a los que padecen alguna enfermedad; y a los que sufren otro tipo de "enfermedades" como las guerras, la orfandad, la explotación de parte de personas inescrupulosas que roban su inocencia "provocando en ellos una plaga psicológica que los marcará el resto de la vida".
Tras explicar luego cómo la comunidad cristiana se ofrece como familia para los niños enfermos, a ejemplo del Buen Samaritano que ayuda al prójimo herido, Benedicto XVI explica que la compasión del Señor Jesús "por el llanto de la viuda de Nain y la implorante oración de Jairo constituyen, entre otros, algunos útiles puntos de referencia para aprender a compartir los momentos de pena física y moral de tantas familias probadas".
"Todo esto –dice luego el Papa– presupone un amor desinteresado y generoso, reflejo del amor misericordioso de Dios, que nunca abandona a sus hijos en la prueba, pero siempre proporciona adecuados recursos de corazón e inteligencia para estar en capacidad de afrontar apropiadamente las dificultades de la vida".
Luego de precisar que "la dedicación cotidiana y el esfuerzo sin desmayo al servicio de los niños enfermos constituye un elocuente testimonio de amor por la vida humana, en particular por la vida de quien es débil y en todo y para todo depende de otros", el Santo Padre asegura que "es a Jesús hacia quien debemos volver la mirada: muriendo en la cruz ha querido compartir el dolor de toda la humanidad. En su sufrir por amor vemos una suprema co-participación en las penas de los pequeños enfermos y de sus padres".
El Papa luego saluda a las organizaciones "internacionales y nacionales que se ocupan de los niños enfermos, especialmente en los países pobres" y exhorta a los "responsables de las naciones para que "se potencien leyes y provisiones a favor de los niños enfermos y sus familias".
"Siempre –prosigue– y sobre todo cuando está en juego la vid de los niños, la Iglesia por su parte, se hace disponible a ofrecer su cordial colaboración en el intento de transformar toda la civilización humana en 'civilización del amor'".
Seguidamente el Papa saluda a todos cuantos sirven a los niños enfermos y luego se dirige a estos últimos. "Un saludo del todo especial para ustedes, queridos niños enfermos y sufrientes: el Papa os abraza con afecto paterno junto a vuestros padres y familiares y os asegura un especial recuerdo en la oración, invitándoos a confiar en la ayuda maternal de la Inmaculada Virgen María que en la pasada Navidad hemos contemplado una vez más mientras tomaba entre sus brazos con alegría al Hijo de Dios hecho niño".
Finalmente, el Papa concluye invocando "sobre cada uno de ustedes y sobre todo enfermo la materna protección de la Virgen Santa, Salud de los enfermos, y a todos imparto de corazón una especial Bendición Apostólica".