Una decisión con escasos precedentes en la época moderna, ya que el único anterior fue hace 600 años. Sin embargo, no faltan renuncias al solio pontificio. El primero que se considera que renunció fue San Clemente, cuarto Pontífice romano, quien estando arrestado y exiliado indicó que su sucesor fuera Evaristo, para que los fieles no se quedaran sin pastor. Aunque propiamente no se sabe si Evaristo comenzó a gobernar la sede petrina ya desde esa elección.
Más adelante en la historia hubo otros renunciantes, como Gregorio XII en 1415 (el último en renunciar antes de Benedicto XVI), para pacificar la Iglesia en el convulso período del cisma de Occidente; anterior a él Celestino V, considerado santo, y cuya historia es más bien trágica; los tres horribles papados de Benedicto IX (el último período hasta el 1248) acabaron en dimisión, el primero porque lo echaron, el segundo porque vendió el cargo, según se dice, para casarse, y el tercero nuevamente porque lo echaron, afortunadamente para siempre... Juan XVIII (papa hasta el año 1009) también dimitió, aunque se desconocen los motivos.