Y así, la Iglesia "goza por la intercesión de los santos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio" al tiempo que "comparte el llanto de quien sufre la separación de las personas queridas" y agradece que Jesucristo "nos haya liberado del dominio del pecado y de la muerte".
"Es bello pensar que la muerte del cuerpo es como un sueño del que Jesús mismo nos despertará", dijo el Papa, que instó a recordar en los cementerios no sólo a nuestros seres queridos, sino "a todos, también a aquellos a quienes nadie recuerda".
"La tradicion de la Iglesia", continuó, "ha exhortado siempre a rezar por los fieles difuntos, ofreciendo por ellos la celebración eucarística, que es la mejor ayuda espiritual que podemos ofrecer a las almas, particularmente a las más abandonadas".
Y añadió: "El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son el testimonio de la confiada esperanza radicada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, porque el hombre está destinado a una vida sin límites que tiene su raíz y su fin en Dios".
E invitó a rezar la siguiente oración:
Dios de infinita misericordia,
confiamos a tu inmensa bondad
a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,
donde tú esperas a toda la humanidad,
redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,
muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor,
tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
con las que nos presentaremos ante el tribunal
para ser juzgados para la felicidad o la condena.
Míranos con la mirada piadosa
que nace de la ternura de tu corazón,
y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,
donde ya no puede haber arrepentimiento.
Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,
y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental
o no han tenido manera de arrepentirse
ni siquiera al final de su vida.
Que nadie tenga el temor de encontrarte
después de la peregrinación terrenal,
en la esperanza de ser acogidos
en los brazos de la infinita misericordia.
La hermana muerte corporal
nos encuentre vigilantes en la oración
y llenos de todo bien,
recogido en nuestra breve o larga existencia.
Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,
sino que en todo nos sostengas
en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.
Amen.