No parece que este tema sea de excesiva importancia, excepto en sus implicaciones lingüísticas. No obstante, los creyentes de las distintas confesiones cristianas nos las arreglamos para llevar nuestros disensos aún allí donde no debería imperar la decisión religiosa sino la investigación. Y es así como la pronunciación del Tetragrama Sagrado, YHVH, las cuatro letras del nombre de Dios revelado a Moisés en Ex. 3,15, divide las aguas entre católicos y protestantes, y entre estos y algunas de sus derivaciones más modernas (Testigos de Jehová, en particular).
Muchos sabrán que en el hebreo tradicional no existen signos gráficos para las vocales. Por supuesto, éstas igualmente se pronuncian (si no sería imposible hablar), pero se conocen por tradición oral y por analogía idiomática (la composición vocálica de las palabras es mucho más regular que en los idiomas occidentales). Aún hoy se escribe así el hebreo, harto dificultoso para los occidentales.
Con respecto al texto bíblico, hacia el siglo VII de nuestra era, los sabios judíos llamados "Masoretas" (algo así como "Portadores de la Tradición"), temiendo que esa ininterrumpida tradición oral se perdiera, inventaron y adicionaron a manuscritos un conjunto de signos gráficos para representar las vocales, la acentuación, la entonación, junto con notas referidas a otros aspectos textuales de la Biblia; a la versión así transmitida, se la conoce como "texto masorético". Esta es una de las fuentes que se utiliza para conocer la pronunciación del texto. Otra de gran importancia, pero en cuanto a la pronunciación de los nombres propios, es la trasliteración de los mismos que aparece en la versión griega llamada "de los LXX", hecha mucho antes que la masorética, cuando aún estaba viva la tradición fonética palestinense.
Así las cosas, no deberíamos tener problemas para el nombre YHVH. No obstante, los tenemos. En los Masoretas, cuando se escribe el Tetragrama, se vocaliza IEHOVAH o -mucho más raramente- IEHOVIH, mientras que la Biblia griega pone IABÉ (demás está aclarar que translitero fonéticamente los caracteres hebreos y griegos por razones técnicas).
¿De dónde proviene esta diferencia? Al regreso del Destierro de Jerusalem (535 AC), gran parte de la comunidad judía palestinense fue practicando interpretaciones cada vez más rigurosas de las tradiciones hebreas orales y escritas (hasta llegar a extremos que darán lugar mucho más tarde a fuertes críticas hacia los más rigoristas, como algunos fariseos). Este progresivo rigorismo va de la mano con la formación de lo que se conoce como el judaísmo clásico. Entre las interpretaciones que esta tradición va fomentando, se encuentra la impronunciabilidad del nombre divino, una forma de evitar la violación del mandamiento deuteronómico de no tomar falsamente el nombre de Dios (Dt 5,11).
La costumbre fue haciendo que, cada vez que el creyente tenía que decir YHVH, pronunciara ADONAI, que quiere decir El Señor, y a veces, ELOHIM, que quiere decir Dios.
Cuando los masoretas armaron la versión con vocalización escrita, queriendo evitar que el lector distraídamente pecara y pronunciara el Nombre-Que-Está-Sobre-Todo-Nombre, pusieron adrede las vocales de ADONAI, en las consonantes de YHVH, produciendo una palabra inexistente en el idioma: IEHOVAH.
Quisiera remarcar este aspecto, cuando el lector judío encuentra IEHOVAH, no dice ni IEHOVAH ni IAHVEH, sino ADONAI, y cuando encuentra IEHOVIH (consonantes de YHVH con vocales de ELOHIM), pronuncia ELOHIM. Es decir, IEHOVAH no quiere decir, idiomáticamente, nada, es un guiño hecho al lector.
La fuente griega conservó, en este caso, la pronunciación correcta, IABÉ, entre otros motivos por haber surgido en círculos judíos de habla griega con menos rigorismo legal que el judaísmo palestinense.
Cuando Lutero realizó su loable traducción de la Biblia de las lenguas originales al alemán, utilizó los manuscritos de los que disponía: los que seguían la versión masorética, en donde invariablemente se encontró con esa grafía cuya historia era, todavía, desconocida; y creyó haber hallado una forma más auténtica de denominar a YHVH.
Hoy el conocimiento lingüístico (no la religión ni la teología), tanto católico, como luterano y judío, reconocen que, por analogía idiomática, la pronunciación más probable del Tetragrama debiera ser "IAVÉ". Los judíos, naturalmente, continúan diciendo Adonai cuando leen "YHVH" (los judíos ortodoxos de habla española, por ejemplo, no escriben "Dios", sino "D--S"). Los luteranos mantienen el uso de "Jehová" por respetables razones tradicionales, y muchos católicos lo pronunciamos "Yahvé", ya que consideramos que con Jesús cayó -por voluntad del propio Dios- la barrera que hacía por completo incomunicable el mundo de Dios y el del hombre en el Antiguo Testamento.
Pero esto último nos lleva a las puertas de algún otro artículo.