También en las misas de niños se debe guardar el debido decoro y respeto a la liturgia.
Dicho esto, no hay nada que impida que el evangelio se represente para o con los niños, mientras el momento esté correctamente integrado en la liturgia, y no se convierta en una ocasión para romper con el ritmo propio de la celebración. El «Directorio Litúrgico para la celebración de la misa con niños» no indica nada al respecto, pero subraya (n. 35) que «nunca la Liturgia aparezca como una cosa árida y que sólo perteneciera al pensamiento.»
Aunque la dramatización es un buen recurso pedagógico y pastoral (yo como catequista lo utilizo mucho en mis grupos), personalmente creo (es sólo mi opinión) que lo mejor es ubicar la representación al final (como "resumen-apropiación" de lo celebrado), o al principio (como preparación a lo que van a oír), y dejar el espacio tras la lectura del evangelio para una muy breve homilía (obviamente, si hubo o va a haber representación, la homilía debería ser más bien brevísima, para no fatigar.
Nuevamente me permito compartir mi opinión: no estoy muy de acuerdo con misas de niños que rompen por completo con el modo de celebrar de los adultos, porque en definitiva en algún momento deberán hacer el salto y seguir comprendiendo y viviendo la celebración.
Aquí puede buscarse el documento mencionado.