Es un poco chocante el uso que se desarrolló en los últimos años de separar en géneros palabras que no hacían distinción de género (hermanos y hermanas, padres y madres, etc...); incluso la Academia de la Lengua desaconseja ese uso.
Pero es algo que forma ya parte de los usos sociales, y si es costumbre en el sitio, no hay nada que objetar. Desde el punto de vista formal, hay que decir que no: no es obligatorio escribir sólo "hermanos", porque no hay nada reglado al respecto. Se siguen los usos de la época y sitio.
Naturalmente hay gente a la que eso le molesta, así como habrá gente a la que le molesta la costumbre contraria: no se puede dar el gusto a todos.
En cualquier caso, siempre hay que tener en cuenta que las moniciones deben estar exentas de todo intento de ideologizar con las palabras en materia política, de género, costumbres, etc. Porque el objeto de la monición es introducir lo que viene después, no sembrar la discordia. Para ello también es muy importante nuestra disposición. Si ya estamos predispuestos y condicionados por el ambiente en que vivimos, podemos caer en el error de juzgar a quien se expresa distinto a como nosotros lo haríamos (a no ser que las palabras que exprese estén claramente enfocadas a un adoctrinamiento ideológico en el sentido antes expresado o a remarcar cosas que para nada son necesarias en una monición, aprovechando la ocasión de que tiene delante mucho público).
Por eso, no podemos dar más importancia de la que tiene a un aspecto así. Si quien lee la monición comienza con "hermanos", entendemos que se dirige a todos porque así lo recoge la RAE y porque así se ha hecho por costumbre, y no tenemos que exigir a nadie que cambie sus costumbres por motivos políticos ni por modas ideológicas. Y si quien lee la monición comienza diciendo "hermanos y hermanas", pues entenderemos que esa persona también se dirige a todos, aunque quiere remarcar una distinción que, aunque innecesaria por redundante, es su forma de ver la realidad.
El problema está en cuando escuchamos las cosas ya tamizándolas con un filtro ideológico que no nos deja pasar de la periferia de lo que se está leyendo. Es decir, que podemos juzgar al lector por leer de una u otra forma y perdernos lo que de verdad importa, que es el mensaje. Cuando esto ocurre, es que nuestra ideología socio-política está por encima de nuestro ser cristiano. Es este un buen termómetro que podemos usar para medir nuestro "ser cristianos", nuestra participación por encima de modas, corrientes, ideologías y demás factores que alteran o pueden alterar nuestra forma de entender el mundo que nos rodea.
En definitiva:
¿Es necesario? No, porque el lenguaje tiene sus reglas claras. Como tampoco es necesario decir los taxistos y las taxistas, los personos y las personas, etc.
¿Está mal hacerlo de uno u otro modo? No. Cada cual debe sentirse libre de hablar como quiera, siempre y cuando lo haga desde el respeto y sin ánimo de adoctrinar o de sentirse moralmente por encima de los demás. De hecho, no solo no está mal hacerlo de una u otra forma, sino que ni siquiera es obligatorio usar correctamente el lenguaje, ni en el ámbito eclesiástico ni el en civil.