Lo primero que debe señalarse es que en realidad la fórmula "por vosotros y por muchos", que es la que utiliza actualmente la liturgia en todas sus plegarias eucarísticas, es traducción literal de la fórmula más tradicional, que acompañó la misa durante siglos ("qui pro vobis et pro multis", decía el Canon Romano anterior a la reforma litúrgica). Esa fórmula es una amalgama de la fórmula que traen Mateo y Marcos ("que es derramada por muchos", Mt 26,28; Mc 14,24) y Lucas y Pablo ("por vosotros", Lc 22,19.20; 1Cor 11,24). En ninguno de los cuatro casos dice "por todos".
La pregunta debería ser, entonces, de dónde sale que nosotros dijéramos, por cerca de 50 años, como palabra de Jesús algo que no es la palabra de Jesús.
Lo explica magníficamente el Papa Benedicto XVI en una carta al presidente de la Conferencia Episcopal alemana, de 2012, en la que le urge a aplicar en Alemania la decisión que ya se había tomado en Roma en 2006 de volver a poner en el canon las palabras bíblicas. Simplemente resumiré aquí el argumento del Papa, pero no está de más ir a leer el propio documento original.
En la época del Concilio Vaticano II había un cierto consenso exegético de que esas palabras de la consagración hacían alusión a Is 53,11 ("mi siervo justificará a muchos"), y que a su vez la expresión hebrea "muchos", o incluso "los muchos", en realidad implica la idea de totalidad. Se pensaba, y esta interpretación era prácticamente unánime, que Marcos y Mateo habían recogido este semitismo, que por tanto era necesario "traducir" como "todos".
Pongo "traducir" entre comillas, porque el paso de "muchos" a "todos" no es propiamente una traducción sino una traducción con interpretación. Es posible continuar entendiendo que el trasfondo del "muchos" mateomarcano es Is 53,11 y el sentido es universalista, pero no representa un consenso total en la actualidad, y no corresponde privar al creyente de las palabras de Jesús para imponer por vía de la traducción unos textos que pueden leerse de otras maneras o con otros acentos.
Por otra parte en la época del Concilio confiábamos, quizás excesivamente, en que la interpretación de las palabras leídas en sustitucion de las palabras bíblicas iban a "acercar al pueblo" con más facilidad el distante mensaje bíblico. Lo cierto es que si bien la interpretación actualizadora es absolutamente necesaria, no puede usarse en sustitución del texto bíblico. El respeto a la Palabra exige que nuestras interpretaciones (aunque fueran las más correctas) queden siempre en un plano de acercamiento a la Palabra, y no pretendan confundirse con ella.
Ahora bien, cuando yo escucho una y otra vez, en cada misa, que Jesús derramó su sangre "por muchos", ¿debo entender que lo hizo por todos o solo por algunos?
Estas palabras no dejan de contemplar el destino de la sangre de Jesús como un misterio que se desplegará a lo largo de la historia. Por supuesto que implican una universalidad, es por todos, pero esa universalidad nunca es un supuesto que debamos recibirlo como algo obvio y evidente: ni todos han nacido aun, ni todos aceptarán esa redención. A la universalidad intencional de la redención le sale al encuentro el doble misterio: el del tiempo del hombre y el de su libertad.
Por eso el "por muchos" resulta ser no sólo más apegado al texto bíblico, al ser simple traducción no interpretada de las palabras usadas por Marcos y Mateo, sino también más convocantes, porque nos invitan a colaborar a que ese muchos llegue a ser en algún momento y realmente todos, algo que se pone en marcha precisamente cada vez que celebramos la Eucaristía.