«Dionisio a Novaciano, su hermano, salud: Si, como dices, fuiste llevado contra tu voluntad, lo habrás de probar regresando voluntariamente, porque había que sufrir lo que fuera con tal de no partir en dos la Iglesia de Dios. El testimonio dado por evitar el cisma no era menos glorioso que el que se da por no adorar a los ídolos; para mí, incluso, era mayor, porque en este uno da testimonio por la propia alma sola, mientras que en el otro se da por toda la Iglesia. Pero aun ahora, si logras persuadir o forzar a tus hermanos a volver a la concordia, tu enmienda será más grande que tu caída. Esta no se te tendrá en cuenta, mientras que lo otro se te alabará. Y si no puedes, porque no te obedecen, salva siquiera tu propia alma. Ruego que tengas salud, asido a la paz en el Señor».
«Pero voy a exponerte este solo ejemplo, ocurrido entre nosotros. Había entre nosotros un tal Serapión, anciano ya y creyente. Durante mucho tiempo había vivido irreprochablemente, pero luego, en la prueba, cayó. Él había pedido muchas veces (el perdón), mas nadie le hacía caso, porque incluso había sacrificado [a los ídolos]. Habiendo enfermado, pasó tres días seguidos sin poder hablar e inconsciente. Cuando al cuarto se recuperó un poco, llamó a su nieto y dijo: '¿Hasta cuándo, hijo, me retenéis? Daos prisa, os lo ruego, y soltadme en seguida. Llámame a alguno de los presbíteros'. Y dicho esto, de nuevo se quedó sin voz. Corrió el niño a casa del presbítero, mas era de noche y éste se hallaba enfermo; ir no podía, pero como yo había mandado que a los que iban a partir de esta vida, si pedían perdón, y con mayor razón si ocurría que ya anteriormente lo habían suplicado, se les concediera, para que partieran con buena esperanza, dio al niño una porción de la Eucaristía, y le mandó que la echase en un líquido y la hiciera caer a gotas en la boca del anciano. Regresó el niño con ella y, cuando ya se acercaba, antes que entrase, de nuevo Serapión volvió en sí y dijo: '¿Has llegado ya, hijo? El presbítero no pudo venir, pero tú haz rápido lo que se te ordenó y déjame partir’ . El niño puso en un líquido (la porción de Eucaristía), y a tiempo que la vertía en la boca del anciano, éste tragó un poquito e inmediatamente entregó su espíritu. Ahora bien, ¿no está claro que fue preservado y se mantuvo hasta que fuera absuelto y, borrado el pecado, pudiera ser reconocido por las muchas obras buenas que había hecho?»
«The letters and other and other remais of Dionysius of Alexandria», de CL Feltoe (Cambridge, 1904) contiene en griego todas las cartas y fragmentos conservados, con discusión sobre su textos, fuentes, etc. y del mismo autor hay traducción al inglés.