El salmo 84 es la oración de los repatriados de Babilonia, que durante los largos años del destierro habían suspirado por el retorno que ahora Dios les ha concedido. Su plegaria es, ante todo, un canto de acción de gracias [...]
al Dios que los ha salvado: Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob. Pero el retorno no ha sido tan glorioso como se habían imaginado durante los días del destierro: la ciudad está en ruinas, la sequía malogra los campos, los pueblos vecinos hostiles dificultan la reedificación del templo y de las murallas. Por ello a la acción de gracias por la libertad obtenida hay que añadir una súplica pidiendo una restauración más plena: Restáuranos, Dios salvador nuestro, es decir, devuélvenos aquella gloria de la antigua Jerusalén y muéstranos tu misericordia, como lo hiciste antaño con nuestros padres. La contemplación de la libertad lograda y el deseo de una restauración más plena lleva al salmista a un tercer sentimiento: la esperanza en las promesas de Dios. La pequeña restauración lograda es sólo presagio e inicio de la salvación escatológica que Dios prepara para su pueblo. Hay que abrirse a la esperanza: Voy a escuchar lo que dice el Señor: "Dios anuncia la paz"; la salvación está ya cerca de sus fieles.
Las tres ideas clave del salmo 84 son hoy, oportunamente, fundamento de nuestra oración cristiana, sobre todo en el momento de Laudes, hora de la resurrección del Señor. Por la resurrección de Cristo, Dios ha restaurado la suerte de su pueblo, ha perdonado su culpa, ha sepultado todos sus pecados. Pero, como en el caso de los repatriados de Babilonia, también nuestra salvación está sólo incoada: la resurrección de Jesús, cabeza del cuerpo de la Iglesia, es sólo el inicio de nuestra salvación, pues el cuerpo de la Iglesia vive aún sumergido en numerosas dificultades. Que nuestra plegaria, en esta hora de la resurrección del Señor, sea una oración de alabanza por lo que Dios nos ha dado ya; pero que, a esta acción de gracias, se añada nuestra súplica por una salvación más total: Restáuranos, Dios salvador nuestro, como restauraste el cuerpo de tu Hijo. Y que esta súplica nos abra también a la esperanza: Voy a escuchar lo que dice el Señor: La salvación está ya cerca de sus fieles.
En la celebración comunitaria, si no es posible cantar la antífona propia, este salmo se puede acompañar cantando alguna antífona de acción de gracias o de petición o esperanza de los bienes escatológicos, por ejemplo: "En Dios pongo mi esperanza" (MD 704), "Te damos gracias, Señor" (MD 833) o bien "Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándonos".
Oración I: Muéstranos, Señor, tu misericordia y, ya que confesamos y reconocemos nuestra miseria, no permitas que nuestra carne, tierra en la que habita tu gloria, sea esclava de las concupiscencias y del pecado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración II: Señor y Padre nuestro, tú que, en la muerte de Jesucristo, has sepultado todos nuestros pecados y, en su gloriosa resurrección, te has mostrado bueno con tu tierra, restáuranos plenamente mostrándonos tu misericordia y devolviéndonos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo y nuestra tierra dé su fruto, resucitando como Cristo en gloria y santidad. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
[Pedro Farnés]