En una célebre carta de Plinio, gobernador de una de las provincias romanas, al emperador Trajano, se describe a los cristianos como un grupo de hombres que, "en un día determinado, se reúnen y entonan un himno a Cristo, como [...]
a su Dios". De hecho, en los libros del Nuevo Testamento encontramos algunos fragmentos que, muy probablemente, son los himnos a los que se refería Plinio. San Pablo, en más de una ocasión, exhorta a los fieles a que, además de los salmos, entonen "himnos espirituales" a Dios. Uno de estos "cantos" es, sin duda, el presente fragmento de la carta a los Efesios.
Nuestro "himno espiritual", que, como quiere el Apóstol, vamos a añadir a los salmos que hemos cantado, contiene cuatro bendiciones o alabanzas a Dios Padre, porque:
1) Ya antes de crear el mundo, nos ha bendecido, contemplándonos como formando un solo cuerpo en la persona de Cristo.
2) Porque esta predestinación se ha realizado de una manera admirable: ha hecho de nosotros hijos suyos.
3) Porque esto es consecuencia de su sabiduría y prudencia infinitas: es por la sangre de Cristo que nos ha perdonado nuestros pecados.
4) Porque, finalmente, por esta su intervención, Dios nos ha revelado el plan de salvación oculto al principio: recapitular en Cristo, a través de su infinita perfección, todas las deficiencias que, por culpa nuestra, pudieran tener los hombres y toda la creación.
Que los sentimientos de gratitud expresados en este himno sean, pues, el tema de nuestra alabanza y que, por nuestra fidelidad a la Iglesia, contribuyamos también nosotros al pleno cumplimiento de la obra de Cristo.
Oración I: Te bendecimos, Señor Jesucristo, porque has querido que, por el bautismo, incorporados a ti, tuviéramos parte en tu santidad y obtuviésemos el perdón de nuestros pecados; haz que todos los hombres y la creación entera lleguen a someterse a tu poder y sean recapitulados en ti, según el plan de Dios, tu Padre. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Oración II: Padre, lleno de amor, que en Cristo, tu Hijo, nos has dado a conocer el plan oculto desde la creación del mundo y que habías proyectado realizar cuando llegase el momento culminante: ser tus hijos por la sangre de Cristo, haz que creamos en tu amor para con nosotros y que nuestra vida toda redunde en alabanza de la gloria de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. [Pedro Farnés]