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El Testigo Fiel
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Documentación: Juan Pablo II, papa
En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, papa, que gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor.

Anunciadora de la misericordia de Cristo

fuente: homilía en la canonización de la santa (AAS 92 [2000] 671-672)
Se utiliza en: Santa Faustina Kowalska, virgen (lecc. único) (8/10)

Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.

Jesús dijo a sor Faustina: «La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina». A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el Evangelio de la pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.

Pero, como sucedió con los apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: «Paz a vosotros». Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna.

Cristo nos enseñó que «el hombre no solo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a “usar misericordia” con los demás: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”». Y nos señaló, además, los múltiples caminos de la misericordia, que no solo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales.

Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos los continentes sor Faustina, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: «Cantaré eternamente las misericordias del Señor».

Otras lecturas del mismo autor

María es el espacio físico y espiritual de la Encarnación - [Carta en el séptimo centenario de la Santa Casa de Loreto (Carta a Mons. P. Macchi, 15 de agosto de 1993: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XVI/2, 526-537)]
¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! - [De la Homilía de san Juan Pablo II, papa, en el inicio de su pontificado (22 de octubre 1978: AAS 70 [1978] 945-947)]
La sangre de los mártires da testimonio de la fe cristiana - [De la homilía en la canonización (AAS 92, 2000, 849-850)]
Dios escoge lo débil del mundo para confundir a lo fuerte - [Decreto de canonización (31 de julio de 2002)]
Realizaron el acto más excelente de culto y de amor a Dios con el derramamiento de su propia sangre - [Homilías (Homilía en la beatificación de san Lorenzo Ruiz y compañeros, en Manila el día 18 de febrero de 1981: AAS 73 [1981], 340-342)]
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