Antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo, que vino en la humildad de la carne, hubo justos que creyeron en el que había de venir, lo mismo que nosotros creemos en el que ya vino. Han variado los tiempos, no la fe. Y aunque las mismas palabras varían con las varias inflexiones de la conjugación -no es lo mismo decir «vendré» que «vino»-, sin embargo, una misma fe une tanto a los que creyeron en él futuro, como los que creen en él presente. Aunque en épocas diversas, vemos que todos entraron por la misma puerta de la fe, que es Cristo.
Nosotros creemos que nuestro Señor Jesucristo nació de la Virgen, se encarnó, padeció, resucitó y subió al cielo: todo esto lo consideramos como algo ya cumplido, como lo indican los verbos conjugados en pretérito. En idéntica comunión de fe están nuestros padres que creyeron que el Mesías había de nacer de la Virgen, tenía que padecer, resucitar y subir a los cielos. A ellos alude el Apóstol cuando dice: Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos.
El profeta había dicho: Creí, por eso hablé; y el Apóstol replica: También nosotros creemos y por eso hablamos. Y para que sepas que una misma es la fe, óyele decir: Teniendo el mismo espíritu de fe, también nosotros creemos. Y en otro lugar: No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual.
El Mar Rojo es figura del bautismo; Moisés que conduce a Israel a través del Mar Rojo, es figura de Cristo; el pueblo que pasa significa a los fieles; la muerte de los egipcios significa la abolición de los pecados. La misma fe se expresa en signos diversos: en signos diversos lo mismo que en palabras diversas, que cambian de sonido según el tiempo gramatical. Pues bien: signos y palabras son la misma realidad. Son palabras porque son significativas: quítale a la palabra su significado y queda convertida en un puro sonido no significativo. Pues el significado lo es todo.
¿Es que no creían lo mismo quienes suministraban estos signos, quienes profetizaron lo mismo que nosotros creemos? Cierto que lo creían: ellos lo creían como futuro, nosotros, como ya realizado. Por eso dice así: Bebieron la misma bebida espiritual. Espiritualmente la misma, corporalmente diversa. Porque ¿qué bebían ellos? Bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.
Ahí tenéis: los signos han variado, invariada la fe. Allí la roca era Cristo, para nosotros Cristo es lo que se inmola sobre el altar de Dios. Ellos, como beneficiarios de un gran sacramento del mismo Cristo, bebieron el agua que brotaba de la roca; lo que nosotros bebemos es bien conocido de los fieles. Si te fijas en la apariencia visible, son cosas distintas; si consideras el significado inteligible, bebieron la misma bebida espiritual. Por tanto, cuantos en aquel tiempo dieron fe a Abrahán, a Isaac, a Jacob, a Moisés y a los demás patriarcas, así como a los profetas que anunciaban a Cristo, eran ovejas y escuchaban la voz de Cristo; no escucharon la voz de extraños, sino la del mismo Cristo.