Epifanio de San Macario *
Desde el momento en el que entré al Monasterio de San Macario, aprendí el significado del perdón. Esta es una de las cosas más maravillosas que escuché de los ancianos del monasterio, y especialmente del padre Matta el Meskin, es la exégesis de las palabras del Señor Jesús del Evangelio según Mateo 18, 15-17. Inmediatamente después de haber contado la parábola de la oveja perdida, cómo el pastor deja las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la que estaba perdida, dice el Señor Jesús:
“Si tu hermano llega a pecar, ve y corrígele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si también desoye a la comunidad, considéralo como al pagano y al publicano.” (Mt 18, 15-17)
¿Por qué nuestro Señor Jesús ha unido la oveja perdida al hermano que peca? Habréis notado que nuestro Señor no pide a quien ofendió que se vaya a disculpar, sino al contrario, pide a la parte ofendida tomar la iniciativa de la reconciliación. Si esto no sucede, el ofendido debe pedir ayuda a alguna otra persona a fin de que haga de mediador. Si no, la que debe intervenir es la iglesia. En el caso en el cual todos estos esfuerzos fallaran “sea para ti como el pagano y el publicano”.
Para entender el sentido de “pagano y publicano” debemos hacer referencia a la misma vida de nuestro Señor Jesús que ha sido definido “amigo de publicanos y de pecadores” (Mt 11, 19). Helo aquí ir de prisa a cenar con Zaqueo, el jefe de los publicanos, a su casa. Seguido a este encuentro fue la conversión de Zaqueo quien cree en Cristo, junto con toda su familia (cf. Lc 19, 1-10).
Cuando el Señor Jesús llamó al seguimiento a Mateo el publicano, fue a cenar con él a su casa:
“En cierta ocasión, estando él a la mesa en la casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, dijeron a los discípulos: ¿Es que come con los publicanos y pecadores?” (Mc 2, 15-16)
Una vez más, vemos al Señor alabar la oración del publicano: “Yo os digo: éste, a diferencia del otro, volvió a su casa justificado” (Lc 18,14) y alaba al samaritano diciendo: “No se ha encontrado ninguno que volviese a dar gloria a Dios, fuera de este extranjero” (Lc 17,18).
Llegamos, por tanto, a la conclusión que, si tu hermano no acepta tu iniciativa de reconciliaros, debes considerarlo como un pagano y un publicano, es decir una persona frágil para la cual la salvación de Cristo ha venido y que merece mucho más tu amor.
¿No es pues ésta la historia de toda la creación? Cuando el primer hombre pecó contra Dios, Dios mismo se puso a buscar a la oveja perdida: “Y el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?” (Gen 3,9). Adán acusó a Eva y Eva, a su vez, a la serpiente. Pero Dios envió a los profetas y a los apóstoles de modo que “toda cuestión se decidiera sobre la declaración de dos o tres testigos” (2 Cor 3,1). Luego, envió a la Iglesia bajo la forma de sacrificios, prescripciones y leyes.
Finalmente, después del fallo de estos intentos de reconciliación con la creación extraviada y perdida, el Señor la ha tratado como se trata a un pagano y a un publicano, es decir como una creatura débil que no tiene ninguna capacidad ni de reconciliarse ni de volver por él mismo. Ha estado por esto obligado a bajarse de la espalda a las noventa y nueve ovejas que no se habían extraviado para ir a buscar a la perdida. Con respecto a esto, el padre Matta el Meskin dice:
“Cristo no ha desatendido los sentimientos de la parte que ha sufrido la injusticia, ni ha dado poca importancia a la deslealtad cometida en nuestras relaciones. Pero sus ojos están fijos sobre el amor y sobre la misericordia que todo perdona y todo soporta, a fin de que podamos asemejarnos al Padre que nos trata con mucha delicadeza y nos perdona tantísimas cosas. Por último, Cristo tiene fija la mirada sobre el perdón total que le causará sufrimientos, angustia, la crucifixión, las laceraciones de la propia carne y finalmente la muerte, como precio por nuestros graves pecados.” [1]
También dice:
“La ley del Reino de los cielos, en efecto, es que quien viva será el oprimido y aquel que conquista será el derrotado. Las cosas están invertidas de una manera extraordinaria: “Si uno te da una cachetada sobre la mejilla derecha, tú ponle también la otra” (Mt 5, 39). En otras palabras, a quien me da una cachetada sobre la mejilla derecha yo respondo: “Gracias”, y luego prosigo por mi camino. Este es el camino que lleva al Reino de los cielos. Mi meta es preciosa y mi camino importante. Si me paro a litigar, esto significará para mí el fin.” [2]
En otro lugar escribe
“Con la pluma habría podido fácilmente defenderme y convencer a las personas. Pero en ese mismo momento, habría arrojado de mí el yugo de Cristo y habría vuelto a ser laico. ¡Pero en cambio soy monje! Nosotros debemos soportar las persecuciones y las tribulaciones. Sin la Palabra de Dios, el hombre no dejaría de gritar, lamentarse y llorar. Para mí ha sido un bálsamo, un vendaje y un gran médico que me ha hecho entrar en su consultorio cuando estaba hecho pedazos y me hecho salir sano y recompuesto. He salido más sereno de cuando había entrado. La Palabra de Dios ha sido mi consolación día y noche. Como dice el apóstol Pablo: “Insultados, bendecimos; perseguidos, soportamos” (1 Cor 4,12)” [3]
He aquí una historia extraída del libro El Padre Matta el Meskin y la gracia de la iluminación mediante el santo evangelio:
“El ecónomo del monasterio había maltratado al padre Matta y a sus monjes y le causó la salido del monasterio y la dispersión de ellos. Cuando la conciencia comenzó a carcomerle, y después que Matta el Meskin y su comunidad habían transcurrido muchos años de sufrimiento en el desierto de al-Rayyan, este ecónomo se volvió obispo. Escribió entonces una carta al padre Matta en la cual se disculpaba y se decía disgustado por lo que había hecho en sus confrontaciones, pidiéndoles perdón. Adjuntó también una suma de dinero como gesto para expresar sus disculpas. El Padre Matta, reunió alrededor de él a la comunidad, leyó en voz alta la carta delante de ellos. Hubieron dos opiniones: la primera, rechazar la carta y el dinero, a causa del mal causado a ellos injustamente; la segunda, aceptar las escusas y perdonarlo. El Padre Matta, entonces, les dijo: ‘Escuchad la sentencia de Dios y del evangelio”. Luego comenzó a decirles, en un largo discurso, que el amor es superior a la verdad. Dijo: ‘El amor es un carisma de la Iglesia. Pero no le damos demasiado espacio en nuestra vida, porque hemos sido muchas veces engañados y erigimos barreras entre nosotros y el amor. Os doy el ejemplo de mí mismo. Cuando veo un hermano que hace algo equivocado, me encuentro ante dos posibilidades: o permanezco en silencio, mostrándole así mi amor, semejante a la ternura divina que cubre todos los errores y los pecados. O bien lo enfrento con la verdad, lo reprendo, le muestro su error y lo corrijo. He transcurrido toda mi vida siguiendo este segundo método, hablando de la verdad y poniéndome a la espalda el amor. Pero sólo este año me di cuenta de haber llegado a una situación peligrosa que es capaz de hacerme retroceder, echando a perder la experiencia de una vida. Por esto el amor debe prevalecer”. [4]
En su comentario a la palabra de Jesús en el Evangelio según Marcos: “Cuando os pongáis a orar, si tuvieses algo en contra de alguien, perdonaos” (Mc 11, 25), el padre Matta dice:
“La maravilla del evangelio, aquí alcanza el ápice. Cristo, en efecto, afirma que, para obtener respuesta de Dios, la oración debe brotar de un corazón puro. Y nada hace impuro al corazón si no el odio, la alienación, la ira, el resentimiento y la condena a los otros.” [5]
El Padre Matta entiende el perdón en su sentido más amplio, que significa aceptar al otro, al otro distinto de mí en todo, especialmente en la fe o en la doctrina. Antes de entrar en el monasterio, había encontrado a los responsables del movimiento de la “Escuela dominical” de su tiempo en Egipto. La cuestión planteada fue: ¿los católicos y los protestantes entrarán en el Reino de los cielos? La respuesta obviamente fue: no. El Padre Matta se entristeció mucho porque sabía que esta idea estaba difundida entre muchas figuras destacadas en el interior de la Iglesia.
Pasaron los años y un día el padre Matta debía ir al Cairo para una operación quirúrgica. El presidente de la comunidad evangélica en Egipto fue a agradecerle la visita y le hizo la misma pregunta: ‘¿los protestantes entrarán en el Reino de los Cielos?’ El Padre Matta respondió así: ‘Ni los católicos, ni los protestantes y ni siquiera los ortodoxos entrarán en el Reino de los cielos, sino sólo la nueva creación en Cristo Jesús. Ya que en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la no circuncisión cuentan en algo, sino el ser una nueva creación (Gal 6, 15).
Epifanio de San Macario
El Padre Matta el Meskin: maestro de misericordia.
AA.VV. Misericordia y Perdón.
Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose. Magnano 2016.
Pp. 301-306
http://.theoesis.blogspot.com.es/2017/03/padre-matta-el-meskin-maestro-de.html?m=1
"(...) el sonido del puro silencio". 1 Re 19, 12
Maravilloso.
Dios está siempre delante, ¿por qué lo ponemos a la espalda? ¿por qué como Iglesia le creemos a él cuando dice que es la Verdad, pero no le creemos cuando dice que es el Amor?
Muchas veces siento con muchísima intensidad que traicionamos el mandato de Jesús: acoger a todos, sin ninguna condición, sin ningún mérito, sin pedir cuentas... ¡sin tampoco esperar ningún resultado! simplemente acoger.
Hoy reparé en un adverbio que hay en el evangelio de Juan que leímos en misa. Lo escuché miles de veces, he dado clases sobre el evangelio de Juan, pero nunca había reparado en este adverbio: "Detrás del pan, entró en él Satanás." (Jn 13,27): "Detrás..." es el comer juntos, el compartir el Pan el que revela en quién entra el Espíritu Santo, y en quién Satanás, no al revés.
Jesús vino para una comunión. Una comunión que es a la vez Juicio. Pero para que ese juicio no sea un juicio humano, hecho de miradas exteriores, es necesario que todo el que quiera se acerque a Jesús; Él es quien revela lo que está escondido, y las intenciones ocultas de los corazones, Él es quien envía a los ángeles en la siega escatológica. Él está delante, no detrás.
Y la comunión, a la vez que revela quién entra, también sana el corazón, para que no seamos presa de Satanás, sino cautivos del Espíritu.
Qué maravillosa exégesis de "sea para ti como un publicano o un pagano"... ¡es decir, un privilegiado! en los criterios inversos del Reino.
-----------------
«Busca a Dios, entonces hallarás a Dios y todo lo bueno.» (M. Eckhard)