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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
Miércoles, XXVIII semana del Tiempo Ordinario, feria
Salterio: miércoles de la cuarta semana
Oficio de Lecturas
Inicio

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
[Salmo 94] [Salmo 94] [Salmo 99] [Salmo 99] [Salmo 23] [Salmo 23] [Salmo 66] [Salmo 66] [quitar]
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

-se repite la antífona

Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

-se repite la antífona

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

-se repite la antífona

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

-se repite la antífona

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

-se repite la antífona

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

-se repite la antífona

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio. Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno
(Del himnario latino: O Sator rerum, Reparator aevi):

Oh Principio de todo, Redentor del mundo
Cristo, Rey de reyes, Juez temible,
las preces y también las alabanzas,
escucha clemente.

A través de la noche con himnos te cantamos,
sé Tú mismo quien los haga gratos;
restáuranos con tu eterna melodía,
Autor de la luz.

Danos días dichosos de vida honesta
alcanzando tu vida a los muertos,
y que siempre resplandezca en nuestros actos
tu gloria eterna.

Enciende nuestro pecho, oh Piadoso
quema nuestra vida y haznos vigilantes,
para que siempre llevemos encendidas
nuestras lámparas.

Celebremos al Padre omnipotente,
y, con el mismo honor incesante, a ti,
Salvador nuestro, Rey por siempre;
que el mundo entero resuene con la gloria
del Espíritu Santo. Amén.
Primer Salmo
Salmo 102-I: Himno a la misericordia de Dios
Ant: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto (Lc 1,78)
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
Él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
Él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Segundo Salmo
Salmo 102-II:
Ant: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
Tercer Salmo
Salmo 102-III:
Ant: Bendecid al Señor, todas sus obras.
Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendecid al Señor, todas sus obras.
Lectura Bíblica
V/. Instrúyeme, Señor, en el camino de tus decretos.
R/. Y meditaré tus maravillas.

Promesas hechas al jefe Zorobabel y al sacerdote Josué
Lectura del libro del profeta Zacarías
Za 3,1-4,14 (del lecc. único)
En aquellos días, el Señor me enseñó al sumo sacerdote, Josué, de pie ante el ángel del Señor. A su derecha estaba el Satán acusándolo. El Señor dijo a Satán:
«El Señor te llama al orden, Satán, el Señor que ha escogido a Jerusalén te llama al orden. ¿No es ése un tizón sacado del fuego?»
Josué estaba vestido con un traje sucio, en pie delante del ángel. Éste dijo a los que estaban allí delante: «Quitadle el traje sucio.»
Y a él le dijo:
«Mira, aparto de ti la culpa y te visto de fiesta.»
Y añadió:
«Ponedle en la cabeza una diadema limpia.»
Le pusieron la diadema limpia y lo revistieron. El ángel del Señor asistía y dijo a Josué:
«Así dice el Señor: Si sigues mi camino y guardas mis mandamientos, también administrarás mi templo y guardarás mis atrios, y te dejaré acercarte con esos que están ahí. Escucha, pues, Josué, sumo sacerdote, tú y los compañeros que se sientan en tu presencia: Son figuras proféticas; mirad, yo enviaré mi siervo Germen; la piedra que coloqué ante Josué -sobre una piedra, siete ojos--, en ella grabo una inscripción -oráculo del Señor de los ejércitos-: en un solo día destruiré la culpa de esta tierra. Aquel día -oráculo del Señor de los ejércitos-, se invitarán uno a otro bajo la parra y la higuera.»
Volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó como se despierta a uno del sueño, y me dijo:
«¿Qué ves?»
«Veo un candelabro de oro macizo con un cuenco en la punta, siete lámparas y siete tubos que enlazan con la punta. Y dos olivos junto a él, a derecha e izquierda.»
Pregunté al ángel que hablaba conmigo:
«¿Qué significan, señor?»
El ángel que hablaba conmigo contestó:
«Pero ¿no sabes lo que significan?»
Repuse:
«No, señor.»
Entonces él me explicó:
«Esas siete lámparas representan los ojos del Señor, que se pasean por toda la tierra.»
Entonces yo pregunté:
«¿Y qué significan esos dos olivos a derecha e izquierda del candelabro?»
Insistí:
«¿Qué significan los dos plantones de olivo junto a los dos tubos de oro que conducen el aceite?»
Me dijo:
«Pero ¿no lo sabes?»
Respondí:
«No, señor.»
Y me dijo:
«Son los dos ungidos que sirven al Dueño de todo el mundo.»
R/. Éstos son los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra.
V/. El Señor hará que sus dos testigos profeticen.
R/. Que están en la presencia del Señor de la tierra.
Lectura Patrística
La luz que alumbra a todo hombre
San Máximo Confesor
Cuestión 63, a Talasio
La lámpara colocada sobre el candelero, de la que habla la Escritura, es nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera del Padre, que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre; al tomar nuestra carne, el Señor se ha convertido en lámpara y por esto es llamado «luz», es decir, Sabiduría y Palabra del Padre y de su misma naturaleza. Como tal es proclamado en la Iglesia por la fe y por la piedad de los fieles. Glorificado y manifestado ante las naciones por su vida santa y por la observancia de los mandamientos, alumbra a todos los que están en la casa (es decir, en este mundo), tal como lo afirma en cierto lugar esta misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para meterla debajo el celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Se llama a sí mismo claramente lámpara, como quiera que, siendo Dios por naturaleza, quiso hacerse hombre por una dignación de su amor.
Según mi parecer, también el gran David se refiere a esto cuando, hablando del Señor, dice: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Con razón, pues, la Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal.
Él, en efecto, al disipar, a semejanza de una lámpara, la oscuridad de nuestra ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado, ha venido a ser como un camino de salvación para todos los hombres: con la fuerza que comunica y con el conocimiento que otorga, el Señor conduce hacia el Padre a quienes con él quieren avanzar por el camino de la justicia y seguir la senda de los mandatos divinos. En cuanto al candelero, hay que decir que significa la santa Iglesia, la cual, con su predicación, hace que la palabra luminosa de Dios brille e ilumine a los hombres del mundo entero, como si fueran los moradores de la casa, y sean llevados de este modo al conocimiento de Dios con los fulgores de la verdad.
La palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar oculta bajo el celemín; al contrario, debe ser colocada en lo más alto de la Iglesia, como el mejor de sus adornos. Si la palabra quedara disimulada bajo la letra de la ley, como bajo un celemín, dejaría de iluminar con su luz eterna a los hombres. Escondida bajo el celemín, la palabra ya no sería fuente de contemplación espiritual para los que desean librarse de la seducción de los sentidos, que, con su engaño, nos inclinan a captar solamente las cosas pasajeras y materiales; puesta, en cambio, sobre el candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por el culto en espíritu y verdad, la palabra de Dios ilumina a todos los hombres.
La letra, en efecto, si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor que el sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras, sin que el alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.
No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros pensamientos racionales, la lámpara encendida (es decir, la palabra que ilumina la inteligencia), a fin de que no se nos pueda culpar de haber colocado bajo la materialidad de la letra la fuerza incomprensible de la sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el candelero (es decir, sobre la interpretación que le da la Iglesia), en lo más elevado de la genuina contemplación; así iluminará a todos los hombres con los fulgores de la revelación divina.
R/. Caminad mientras tenéis luz, antes que os sorprendan las tinieblas. Mientras hay luz, fiaos de la luz, para que seáis hijos de la luz.
V/. Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean.
R/. Mientras hay luz, fiaos de la luz, para que seáis hijos de la luz.
Final

Oremos:

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
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