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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
3 de enero, feria
Salterio: 3 de enero
Oficio de Lecturas
Inicio

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo Salmo 23: Entrada solemne de Dios en su templo Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
[Salmo 94] [Salmo 94] [Salmo 99] [Salmo 99] [Salmo 23] [Salmo 23] [Salmo 66] [Salmo 66] [quitar]
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

-se repite la antífona

Sabed que el Señor es Dios:
que Él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

-se repite la antífona

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

-se repite la antífona

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

-se repite la antífona

- ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

-se repite la antífona

- El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

-se repite la antífona

- Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

-se repite la antífona

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

- ¿Quién es ese Rey de la gloria?
- El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Sabed que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

-se repite la antífona

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

-se repite la antífona

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio. Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno
Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal
y ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!

Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!

Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un cielo en la tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo! Amén.
Primer Salmo
Salmo 36 - I: La verdadera y la falsa felicidad
Ant: Encomienda tu camino al Señor, y Él actuará.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5,4)
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y Él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en Él, y Él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en Él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

Cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Encomienda tu camino al Señor, y Él actuará.
Segundo Salmo
Salmo 36 - II:
Ant: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia.
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambres se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Apártate del mal y haz el bien, porque el Señor ama la justicia.
Tercer Salmo
Salmo 36 - III:
Ant: Confía en el Señor y sigue su camino.
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Confía en el Señor y sigue su camino.
Lectura Bíblica
V/. El Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia.
R/. Para que conozcamos al Verdadero.

Vida del hombre renovado en Cristo
Lectura de la carta a los Colosenses
Col 3,5-16 (del lecc. único)
Hermanos: Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes. Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.
Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
R/. Los que nos hemos incorporado a Cristo por el bautismo, nos hemos revestido de Cristo. Porque todos somos uno en Cristo Jesús, Señor nuestro.
V/. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres.
R/. Porque todos somos uno en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Lectura Patrística
El doble precepto de la caridad
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de san Juan 17,7-9
Vino el Señor mismo, como doctor en caridad, rebosante de ella, compendiando, como de él se predijo, la palabra sobre la tierra, y puso de manifiesto que tanto la ley como los profetas radican en los dos preceptos de la caridad.
Recordad conmigo, hermanos, aquellos dos preceptos. Pues, en efecto, tienen que seros en extremo familiares, y no sólo veniros a la memoria cuando ahora os los recordamos, sino que deben permanecer siempre grabados en vuestros corazones. Nunca olvidéis que hay que amar a Dios y al prójimo: a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser; y al prójimo como a sí mismo.
He aquí lo que hay que pensar y meditar, lo que hay que mantener vivo en el pensamiento y en la acción, lo que hay que llevar hasta el fin. El amor de Dios es el primero en la jerarquía del precepto, pero el amor del prójimo es el primero en el rango de la acción. Pues el que te puso este amor en dos preceptos no había de proponer primero al prójimo y luego a Dios, sino al revés, a Dios primero y al prójimo después.
Pero tú, que todavía no ves a Dios, amando al prójimo haces méritos para verlo; con el amor al prójimo aclaras tu pupila para mirar a Dios, como sin lugar a dudas dice Juan: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Que no es más que una manera de decirte: Ama a Dios. Y si me dices: «Señálame a quién he de amar», ¿qué otra cosa he de responderte sino lo que dice el mismo Juan: A Dios nadie lo ha visto jamás? Y para que no se te ocurra creerte totalmente ajeno a la visión de Dios: Dios, dice, es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios. Ama por tanto al prójimo, y trata de averiguar dentro de ti el origen de ese amor; en él verás, tal y como ahora te es posible, al mismo Dios.
Comienza, pues, por amar al prójimo. Parte tu pan con el hambriento, y hospeda a los pobres sin techo; viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne.
¿Qué será lo que consigas si haces esto? Entonces romperá tu luz como la aurora. Tu luz, que es tu Dios, tu aurora, que vendrá hacia ti tras la noche de este mundo; pues Dios ni surge ni se pone, sino que siempre permanece.
Al amar a tu prójimo y cuidarte de él, vas haciendo tu camino. ¿Y hacia dónde caminas sino hacia el Señor Dios, el mismo a quien tenemos que amar con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser? Es verdad que no hemos llegado todavía hasta nuestro Señor, pero sí que tenemos con nosotros al prójimo. Ayuda, por tanto, a aquel con quien caminas, para que llegues hasta aquel con quien deseas quedarte para siempre.
R/. Dios nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
V/. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
R/. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Final

Oremos:

Dios Todopoderoso, tú has dispuesto que por el nacimiento virginal de tu Hijo, su humanidad no quedará sometida a la herencia del pecado: por este admirable misterio, humildemente te rogamos que cuantos hemos renacido en Cristo a una vida nueva, no volvamos otra vez a la vida caduca de la que nos sacaste. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
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