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El Testigo Fiel
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Oración:
¿Cómo se reza la Liturgia de las Horas?
Es una pregunta que se repite una y otra vez, en todos aquellos que desearían comprometerse más a fondo en la oración de la Iglesia, pero que al mismo tiempo se sienten confundidos y como rechazados por una serie de textos y de conceptos que a simple vista parece que requiriesen saber demasiado para poder comprenderlos...
"Memoria", "solemnidad", "tiempo", "feria", "propio", "común", "tercera semana"... ¿qué es todo eso?
Comencemos desde el principio más básico: la oración litúrgica de la Iglesia, la oración "oficial", es una oración que se desarrolla de manera continuada a través de un año entero: el «año litúrgico».

El «año litúrgico»

Llamamos así al ciclo completo de celebraciones que comienza a fines de noviembre de un año y termina hacia fines de noviembre del siguiente. Por ejemplo: en este momento, septiembre de 2005, estamos en el año litúrgico 2004/2005, porque el año litúrgico comenzó en noviembre del 2004.
¿Por qué en noviembre y no el 1 de enero?
Porque el año litúrgico no consiste en 365 días todos iguales entre sí, como el año civil, sino en un conjunto de días todos distintos entre sí, que van alternando días "fuertes" y "débiles"(1), "festivos", "conmemorativos", etc, de carácter más alegre, más triste, más sereno, más penitencial, etc. Por eso comienzan con la espera (del nacimiento) del Señor(2), el Adviento ("advenimiento") y se va desarrollando hasta la celebración de "Jesucristo, Rey del universo" (hacia fines de noviembre del siguiente año), pasando por todo el camino de la redención: el Nacimiento, la Pasión, la Resurrección, la venida del Espíritu Santo ... hasta la glorificación definitiva de nuestro Señor (la dicha celebración de Cristo Rey).
El centro del año litúrgico lo constituye el Santo Triduo Pascual, es decir, desde la Cena del Señor (Jueves Santo), la celebración de la Pasión (Viernes Santo), descenso a la muerte (Sábado Santo) y resurrección (Domingo de Resurrección). Esta celebración se rige por el antiguo calendario judío, de origen lunar, que varía cada año respecto del año civil (solar). De esta celebración, la más fuerte del año, hacia atrás, todo tiene carácter de espera, mientras que hacia adelante, todo tiene carácter de realización definitiva.
El año litúrgico puede dividirse en tiempos semifuertes, débiles, fuertes y fortísimos:
Comienza cuatro domingos antes de Navidad (por eso el comienzo varía, porque depende de qué día de la semana caerá la Navidad), con el tiempo de Adviento, un período fuerte, en el que los textos de la liturgia combinan los temas de la espera del nacimiento del Señor, con el tema de la espera de su venida final, con la preparación penitencial al encuentro con el Señor.
Con la Navidad comienza el tiempo de Navidad, que se extiende unas dos semanas, un tiempo semifuerte, con el carácter gozoso propio del nacimiento humano de nuestro Señor. Durante estas dos semanas se suceden varias solemnidades y fiestas, todas ellas ligadas a la vida terrena de Jesús. Culmina con la celebración de la Epifanía (venida de los Reyes Magos)(3)
Terminado este tiempo, comienza el tiempo "débil" llamado Ordinario (TO), que comprende 34 semanas (¡más de la mitad del año!) y se divide en dos partes: las primeras 7 a 9 semanas (dependiendo de la fecha de la Pascua de cada año), antes de la miércoles de Ceniza (comienzo de la Cuaresma, hacia febrero-marzo), y las restantes luego de la Solemnidad de Pentecostés (hacia junio). En el Tiempo Ordinario es donde veremos acumularse la memorias de los santos.
Luego de la primera parte del TO comienza el tiempo fuerte de Cuaresma, tiempo penitencial por excelencia, en el que durante 40 días conmemoramos simbólicamente los 40 años de Israel en el desierto y los 40 días én los que Jesús fue tentado. Todos los textos de este tiempo recuerdan la inminencia de la Pasión. En la catequesis antigua de la Iglesia, este tiempo era también el tiempo de penitencia y purificación de quienes iban a recibir el bautismo en Pascua -no en cualquier otro momento- a lo que se unía en la preparación toda la comunidad creyente.
Terminada la Cuaresma con el Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa, que desemboca en el Santo Triduo Pascual, el tiempo fortísimo, en el que gira como en un eje todo el año litúrgico, de donde saca sus caracteres todo el resto del año: el triple movimiento de dolor (viernes), silencio (sábado), explosiva alegría (domingo), lo veremos aparecer en el resto de los tiempos, y a su vez en el ritmo interno de cada una de las semanas del año.
Con el Domingo de Resurrección comienza el Tiempo de Pascua (TP). Sin embargo, es tan fuerte el gozo de ese domingo, que se extiende durante ocho días enteros, la llamada "Octava de Pascua". Una curiosidad de la Octava es que se reza todos los días lo mismo, como si se tratara siempre del mismo domingo. También las misas de la Octava son siempre la misma misa de Resurrección. Durante esta semana los catecúmenos llevaban su ropa blanca bautismal que se quitaban al domingo siguiente que por esto se lo llamó «in albis» («en -vestiduras- blancas»).
Durante el tiempo Pascual predomina el carácter alegre y festivo (pero si prestamos atención a los textos de cada día, ese carácter alegre se combina con el ritmo semanal de dolor-silencio-gozo ya mencionado). En él se suceden 50 días de recuerdo de la Resurrección, donde al mismo tiempo se va preparando el "fruto" de esa resurrección. A los 50 días, la fiesta de Pentecostés, una antigua fiesta judía que conmemoraba la recolección de los primeros frutos del campo, conmemorará para nosotros los primeros frutos visibles de la Resurrección: la venida del Espíritu Santo, y por lo tanto el impulso misionero de la Iglesia.
Con el domingo de Pentecostés finaliza el TP, aunque su carácter glorioso se extiende unos días más, hasta la celebración del Cuerpo y Sangre del Señor, a partir de la cual se retoma el carácter más neutro del Tiempo Ordinario.
Que el TO sea neutro, o "débil", no implica que no tenga su propio ritmo. Ante todo por ese triple movimiento de cada semana (dolor-silencio-gozo), pero también porque a medida que pasan las semanas los textos van haciendo cada vez más alusión a la Segunda Venida del Señor, que se celebra con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, con la que -como se ha dicho- finaliza el año litúrgico.

¿Dónde se notan estos distintos caracteres de los tiempos litúrgicos?

En los tiempos semifuertes y fuertes, se notan en todos los textos y horas: en los himnos, las antífonas, las lecturas, las preces, etc.
En cambio, en el largo Tiempo Ordinario, estas alusiones a la espera del Señor se ven más en el Oficio de Lecturas, en las oraciones finales de cada Hora y en la antífona del Cántico Evangélico de los domingos, ya que los demás textos están engarzados en un ritmo de cuatro semanas que se repiten cíclicamente.

Las cuatro semanas del Salterio

Además del ritmo anual de los tiempos débiles y fuertes, la Liturgia de las Horas contiene un ritmo mensual de cuatro semanas, que se llaman las "cuatro semanas del Salterio", porque a lo largo de ellas se utilizan todos los salmos (excepto tres y algunos pocos fragmentos), pero que no afecta sólo a los salmos sino a todos los textos: en las cuatro semanas se suceden antífonas, lecturas, preces, etc, que se volverán a repetir cuatro semanas más tarde.
Entonces, cada día será la conjunción de los textos del salterio en cuatro semanas, con los textos del «propio del tiempo», es decir, de los textos que varían a lo largo del año.

El calendario santoral

Junto con el año litúrgico y el salterio mensual, la Liturgia comprende el recuerdo de los santos y de los hechos memorables de la vida del Señor, o de la Virgen, o de la Iglesia.
Estas celebraciones intermedias están siempre sujetas a ser combinadas con el año litúrgico, que es mucho más importante que cualquier otra celebración. Las celebraciones que tienen que ver con el año litúrgico, son las Solemnidades del Señor, mientras que las celebraciones del año santoral sólo excepcionalmente son solemnidades, en general suelen ser fiestas (cuando son muy importantes), memorias obligatorias, memorias libres o simples conmemoraciones.
La memorias (ya sean obligatorias, libres o conmemoriales) son lo más abundante del calendario santoral, su texto principal es la oración final, que recuerda al santo o hecho que se celebra. Los demás textos pueden ser, generalmente, del día que toque en el salterio. La diferencia entre una y otra clase de memoria no está en los textos, sino en que:
-las memorias obligatorias se celebran siempre (¡pero no en los tiempos fuertes, en los que no hay memorias ni obligatorias ni libres!)
-las memorias libres pueden ser rezadas o no, e incluso en un mismo día puede haber para elegir varias memorias libres. Si no se celebra ninguna memoria, se reza el día que toca según el salterio en cuatro semanas y el propio, es decir, la "Feria".
-Las conmemoraciones es un recuerdo de un santo que se hace al final de una celebración de tiempo fuerte, en el que no puede haber memorias, es simplemente el añadido de la oración del santo al final de la Hora.

Resumiendo:

Solemnidades: las celebraciones más importantes, generalmente propias de los tiempos del año litúrgico, que recuerdan los hechos centrales de la Historia de la Salvación.
Fiestas: celebraciones también importantes pero más vinculadas al ritmo del calendario santoral (es decir que coinciden con el año civil).
Memorias (obligatorias y libres): recuerdo de un santo.
Conmemoraciones: lo mismo que lo anterior, pero en tiempos fuertes.
Feria: lo que toca cada día según el salterio en cuatro semanas.
Rezar la "feria del martes de la tercera semana", por ejemplo, significa simplemente que se rezarán los textos correspondientes al martes de la tercera semana del salterio, sin ninguna otra celebración añadida.

La semana litúrgica

Como ya se ha señalado, los textos de dentro de cada semana también tienen su propio ritmo, que va de domingo a sábado (todo tiempo en la liturgia comienza en domingo), así que tendremos:
Domingo: de carácter glorioso siempre, incluso en Cuaresma, en recuerdo de la Santa Resurrección, recuerdo que no debe empañarse con ninguna penitencia ni dolor.
Lunes: los salmos aluden generalmente a las contrariedades de la vida, la persecusión, las dificultades.
Martes: los salmos "responden" con acción de gracias al día anterior por la salvación providencial que Dios nos ofrece.
Miércoles: de carácter semipenitencial.
Jueves: los salmos recuerdan la gloria que nos espera, generalmente aludiendo a Sión, Jerusalén, el Templo, etc.
Viernes: de carácter fuertemente penitencial, aunque a la noche culminan en acción de gracias por el perdón recibido.
Sábado: de espera y silencio, y simultáneamente marianos (lo propio de la Virgen es precisamente su silencio expectante y esperanzado)
Como vemos, recorre esta semana el triple acento en el dolor del pecado, el silencio de la espera y la alegría de la salvación.
Estos caracteres son generales, y no significa que todos los textos hagan inmediata -ni mucho menos exclusiva- mención de cada uno de ellos. En cada día se alude a todo junto, sólo que con un mayor acento en uno u otro aspecto.

Las Horas

Dentro de cada día se suceden las Horas, que se dividen en dos: Mayores y Menores.
Las Horas Mayores son las dos que contienen el Padrenuestro: Laudes y Vísperas, y que junto con la Misa dan su ritmo celebratorio de tres momentos fuertes en cada día.
-Laudes es oración de la mañana, sus textos aluden al día que comienza, con su esperanza y también con su desafío.
-Vísperas es oración del atardecer-noche, sus textos aluden al fin de la jornada activa, en la que hemos visto actuar en nuestra vida al Señor, por lo que hay un fuerte acento en la acción de gracias.
Las Horas Menores son: Oficio de Lecturas, Hora Intermedia y Completas
El Oficio de Lecturas no tiene un momento propio del día, sino que consiste en una meditación en la Biblia y en el pensamiento, la doctrina y la espiritualidad eclesial, que puede realizarse en cualquier ocasión del día. Las lecturas de esta hora son las más ajustadas al tiempo litúrgico, ya que sólo los salmos corresponden al salterio en cuatro semanas, mientras que las lecturas son propias del tiempo.
El Invitatorio: Si comienza el día litúrgico con el Oficio de Lecturas, se antepone una breve introducción (si el día comienza por Laudes es optativa). Consta de un único salmo y una antífona. La antífona varía, pero el salmo es -en principio- siempre el mismo (aunque hay tres más para reemplazarlo, si se desea). El sentido de esta "mini-hora" introductoria es: el primer minuto del día, que sea para el Señor.
Hora Intermedia es una pausa en las actividades, para recordar los hechos centrales de la Pasión, por lo que se suele vincular a las tres horas romanas de Tercia (9/12 hs), Sexta (12/15 hs) o Nona (15/18 hs). No se acostumbra rezar las tres sino sólo una de ellas, ya que comparten entre sí varios textos. Como "santificación del tiempo del día" es semejante a la tradición popular del rezo del Ángelus a mediamañana, a mediodía y a mediatarde.
Las Completas es la oración final del día. Es la única oración de las horas que no sigue el salterio en cuatro semanas sino que tiene su propia distribución, completamente fija, en una única semana, en la que la diferencia entre los tiempos del año sólo se nota en la presencia o ausencia de la aclamación "aleluya". El último minuto del día, como el primero, que sea para el Señor, ése es su carácter. Por eso puede incluso aprenderse de memoria uno sólo de los siete modelos de Completas y utilizarse siempre el mismo.

Quien comienza a rezar las Horas...

Lo primero que debe tener presente el que quiere introducirse en el rezo de las Horas, es que no hará una oración surgida de su propio corazón sino del corazón de toda la Iglesia, menos en sintonía con nuestros sentimientos pasajeros, pero un corazón más sutil y sabio que el nuestro personal, aquilatado y amasado en el lenguaje del propio Dios: la Biblia.
Las Horas son oración bíblica por excelencia, en ella todos los textos son o directamente bíblicos o inspirados en textos bíblicos, por lo que a la vez son una escuela de Biblia para quien se deja guiar por sus resonancias y sus ritmos.
Las Horas son también oración muy estructurada, y en donde cada parte está puesta en fuerte relación con los demás textos. Es una experiencia muy bella ir percibiendo esas relaciones y ritmos, cómo va resonando una acción de gracias junto a un pedido de perdón, cómo se superpone al ruego personal el recuerdo de la Jerusalén que nos espera, etc...
El peligro de esa estructuración, y quien acometa el rezo de las Horas debe evitarlo, es convertirla en una estructura externa, y farisea en definitiva. Por el contrario: el ritmo de las Horas debe impregnar nuestro corazón, pero que sea verdaderamnte el ritmo de las horas el que lo impregne, y no las rúbricas y pequeños "preceptos" de cómo celebrarlas.
Por eso es preferible a quien comienza, ajustarse al ciclo de cuatro semanas hasta haberse empapado de su sentido. Durante un primer tiempo es mejor obviar las memorias, así sean obligatorias, para que lleguemos a sintonizar con la progresión de salmos y otros textos.
Lo mismo, no conviene proponerse en principio más que el rezo de una de las Horas Mayores, y seguir esa Hora hasta que hayamos incorporado su movimiento a nuestra vida cotidiana.
A lo sumo complementar con alguna hora menor si se desea, pero tratando de que el peso de la liturgia lo lleve la Hora Mayor, a la que es bueno dedicarle un tiempo y un espacio propios en nuestro día.
Sólo de a poco ir comenzando a atender al calendario santoral, pero tampoco a todas sus variantes, sino que, cuando toque, rescatar de la memoria de los santos lo esencial: la oración final de las horas.
Sólo cuando ya se maneja bien el rezo de la Liturgia, correspondería ir incorporando las variantes de oración que los diversos calendarios superpuestos aportan.
Quienes tienen la edición manual, verán que a cada santo corresponde un "común" (de la Virgen, de un mártir, de varios mártires, de pastores, de doctores, etc): esos textos complementan los textos propios del santo, y pueden en principio obviarse.
Si queremos rezar las Horas con provecho espiritual, deberíamos comenzar recordando que nuestro Señor dice: "detesto falsedad y solemnidad". Que las Horas no sean nunca una ocasión de sobreponer nuestra palabra a la de Dios, sino, por el contrario, de dirigirnos a él con sus propias palabras.
Todo requiere tiempo, también el comenzar a hacer nuestro un lenguaje que está ajeno a las tensiones y apuros de la vida cotidiana.

(1): A lo largo de este texto utilizaré repetidamente esta contraposición de "fuerte" y "débil"; cabe aclarar que, si bien es habitual llamar a la Cuaresma o al Tiempo Pascual "tiempos fuertes", no lo es el llamar a los otros "débiles" o "semifuertes". Utilizo esos nombres por analogía con la música, para que se perciba el "ritmo" interno del año litúrgico, y no como desvalorización del significado de las celebraciones litúrgicas.
(2): En realidad, el Adviento tiene una doble significación: hasta el 16 de diciembre sus textos hablan de la Segunda Venida del Señor (y en este sentido engarzan con el año litúrgico anterior), pero ya cercano a esa fecha, y decididamente a partir del 17 de diciembre, los textos hablarán de la venida histórica del Señor (la Navidad). La Navidad resulta así no una mera conmemoración de un hecho histórico, sino un punto de la historia que será modelo y anticipo del Advenimiento definitivo de Jesús.
(3): La Epifanía es la manifestación de la gloria del Señor, simbolizada bíblicamente en los reyes de la tierra que vienen a adorarlo. Lamentablemente, la devoción popular ha terminado separando la venida de los Reyes de su sentido bíblico, guardando quizás más el aspecto de "magia" en detrimento de su significación más profunda.