IUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 junio 2007 (ZENIT.org).- En medio del ruido propio de las sociedades contemporáneas, Benedicto XVI lanzó este domingo, día del Cuerpo y de la Sangre de Jesús (Corpus Christi), un llamamiento a redescubrir el silencio del corazón a través la adoración de la Eucaristía.
«En la vida de hoy, con frecuencia ruidosa y dispersiva, es más importante que nunca recuperar la capacidad de silencio interior y de recogimiento», afirmó.
«La adoración eucarística --añadió hablando desde la ventana de su estudio-- permite hacerlo no sólo en torno al “yo”, sino más bien en compañía de ese “Tú” lleno de amor, que es Jesucristo, “el Dios cercano a nosotros”».
Su invitación resonó en la plaza de San Pedro del Vaticano entre los miles de peregrinos que se habían congregado a mediodía para rezar con él la oración mariana del Ángelus.
La adoración del sacramento de la Eucaristía, normalmente se expone en iglesias o capillas el pan transformado en Cuerpo de Cristo, «fuera de la santa misa continúa e intensifica lo que ya ha sucedido en la celebración litúrgica, y hace posible una acogida verdadera y profunda de Cristo», explicó el obispo de Roma.
Por este motivo, aprovechó la oportunidad «para recomendar encarecidamente a los pastores y a todos los fieles la práctica de la adoración eucarística».
«Expreso mi aprecio a los institutos de vida consagrada, así como a las asociaciones y confraternidades que se dedican a ella de manera especial: recuerdan a todos la centralidad de Cristo en nuestra vida personal y eclesial», reconoció.
El sucesor de Pedro confesó además su alegría al constatar «que muchos jóvenes están descubriendo la belleza de la adoración, tanto personal como comunitaria».
Al mismo tiempo, invitó «a los sacerdotes a alentar en esto a los grupos juveniles, pero también a que les sigan para que las formas de la adoración comunitaria sean siempre apropiadas y dignas, con adecuados momentos de silencio y de escucha de la Palabra de Dios».