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El Testigo Fiel
formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
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Documentación: Cesáreo de Arlés, obispo
En Arlés, de la Provenza, san Cesáreo, obispo, que, después de haber llevado vida monástica en la isla de Lérins, recibió este episcopado en contra de sus deseos. Preparó y reunió sermones apropiados para las festividades, que los presbíteros debían leer con objeto de instruir al pueblo, y escribió también reglas de vida, tanto para hombres como para religiosas, para dirigir la vida monástica.

Alegrémonos, pues hemos merecido ser templo de Dios

fuente: Sermones (Sermón 229, 2: CCL 104, 905-907)
Se utiliza en: Sábado, XVI semana del Tiempo Ordinario (impar)

El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. La razón de que se construyan estos templos de madera y piedra es para que en ellos puedan reunirse los templos vivos de Dios, y de este modo pasen a formar el único templo de Dios. Un cristiano, un templo de Dios; muchos cristianos, muchos templos de Dios. Ved, pues, hermanos, lo hermoso que es el templo formado por muchos templos; y así como una pluralidad de miembros constituyen un solo cuerpo, así también una multitud de templos forman un único templo.

Ahora bien, estos templos de Cristo, esto es, las almas santas de los cristianos, están esparcidos por todo el mundo: cuando llegue el día del juicio, todos se reunirán y, en la vida eterna, formarán un único templo. Lo mismo que los múltiples miembros de Cristo forman un solo cuerpo y tienen una única cabeza, Cristo, así aquellos templos tendrán un único morador, Cristo, pues él es nuestra cabeza. Así se expresa efectivamente el Apóstol: Que el Padre os conceda por medio de su Espíritu: robusteceros en lo profundo de vuestro ser; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones.

Alegrémonos, porque hemos merecido ser templo de Dios; pero vivamos al mismo tiempo en el temor de destruir con nuestras malas obras el templo de Dios. Temamos lo que dice el Apóstol: Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Pues el Dios que sin trabajo alguno creó el cielo y la tierra con el poder de su Palabra se digna habitar en ti. Debes, en consecuencia, comportarte de modo que no llegues a ofender a tan distinguido huésped. Que Dios no encuentre en ti, es decir, en su templo, nada sórdido, nada tenebroso, nada soberbio: porque en el momento mismo en que allí recibiera la menor ofensa, inmediatamente se marcharía; y si se marchare el redentor, en seguida se acercaría el seductor.

Por tanto, hermanos, ya que Dios ha querido hacer de nosotros su templo, y en nosotros, se ha dignado fijar su morada, tratemos, en la medida de nuestras posibilidades y secundados por su ayuda, de eliminar lo superfluo y atesorar lo que es útil. Si, con la ayuda de Dios, actuamos de esta suerte, hermanos, es como si cursáramos a Dios una invitación para habitar de una manera permanente en el templo de nuestro corazón y de nuestro cuerpo.

Otras lecturas del mismo autor

¿Cómo seguir a Cristo? - [(Sermón 159, 1. 3-6: CCL 104, 650. 652-654)]
El que dé testimonio de la verdad será mártir de Cristo - [(Sermón 225, 1-2: CCL 104, 888-889)]
Todos, por el bautismo, hemos sido hechos templos de Dios - [Sermón 229,1-3 (CCL 104,905-908)]
La sabiduría de Dios en la obra de la redención - [Sermones (Sermón 11, 1. 4. 6: CCL 103, 54. 56-57)]
La misericordia divina y la misericordia humana - [Sermones (Sermón 25,1: CCL 103,111-112)]
El pueblo cristiano, apoyándose en la humildad, se eleva a la cumbre de la virtud - [Sermones (Sermón 90, 4.6: CCL 103, 372.373. 374)]
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