
No sabemos con certeza ni el año del inicio de su pontificado. Pudo ser el 316, ya que su antecesor participó en el concilio de Arles del 314, y si es cierta la duración de doce años que la tradición milanesa atribuye a su pontificado, pudo haber muerto hacia el 328.
Tradicionalmente se lo situaba en la persecusión de Domiciano, pero en realidad pertenece a un período un poco posterior, de pacificación y reorganización de la Iglesia
Fue el séptimo obispo de Milán y muy probablemente le debemos la basílica de los santos Nabor y Félix, que mandó construir para albergar los cuerpos de los santos. El traslado de Nabor y Félix parece deberse a una mujer "piadosa y religiosa", Sabina, que -según un relato del siglo V- convenció al obispo Materno -y tal vez se los entregó- para que acogiera a los dos mártires en el "seno materno" de la Iglesia de Milán, para que aquí "les diera a luz la resurrección de la vida eterna". El juego de palabras (materno es el vientre de la Iglesia como el nombre de su obispo) en el relato antiguo nos permite pensar tanto que la devoción de Materno por los mártires era bien conocida, como que tal era su estilo de gobierno.
El rostro de San Materno se conserva en un espléndido mosaico (que reproducimos aquí) de San Vittore in Ciel d'oro, en la basílica de San Ambrosio, aunque no está representado como obispo, sino con dalmática. Su cuerpo está enterrado bajo el altar de la capilla de Santa Sabina, de la misma basílica.
Basado, pero no literalmente, en un artículo de Ennio Apetici.