En 1130, un monje benedictino de Egmond, Holanda, llamado Fredericus, puso por escrito una biografía de San Adelberto y San Ierón o Jeroen. Es decir, casi 300 años después de la supuesta fecha de la muerte de este último. El monje se basó probablemente en los documentos de que disponía, en la tradición oral y en las imágenes ideales de un santo de su época. Para ello, se basó en vidas de santos anteriores y, por supuesto, en la Biblia, especialmente en los relatos sobre Jesús. Al fin y al cabo, un santo tenía que ser un reflejo de Jesús: un "otro Cristo".
Si las indicaciones temporales de Fredericus son en algo correctas, podemos deducir que Jeroen debió de nacer antes del 825. Ya que llegó en el 847 a ser sacerdote, y podemos suponer que no fue ordenado como tal antes de los 20/22 años. Fredericus nos dice que Jeroen era hijo único de un noble del pueblo de los escoceses; pero debemos recordar que en aquella época también la actual Irlanda se contaba entre los "Scoti". Tras formarse como sacerdote, decidió imitar a grandes santos como Willibrordo y Bonifacio y cruzar a tierra firme para predicar el Evangelio a los frisones y germanos, tal y como ellos habían hecho.
Habría desembarcado en 847 en el mismo lugar que Willibrordo un siglo y medio antes, es decir, en la desembocadura del Viejo Rin en el Mar del Norte. Allí se presentó al obispo de Utrecht, que debió de ser san Hunguero, pues fue obispo de Utrecht entre 845 y 851 (aunque otras cronologías lo retrasan unos años). Éste envió al nuevo sacerdote a Northgo (la actual Noordwijk). Se dice que Jeroen fundó allí la primera pequeña iglesia, en 851, dedicada a San Martín.
Era época de invasiones, y el 16 de agosto de 856 barcos vikingos desembarcaron en la playa de Noordwijk. Recorrieron la zona, saquearon los recintos de los habitantes y tomaron prisionero al sacerdote Jeroen. Al día siguiente, su jefe le obligó a sacrificar a sus dioses, pero Jeroen se negó. Los normandos tenían fama de crueles y se complacían en humillar y atemorizar a personas especialmente respetadas. El capitán normando se enfureció y quiso probar su caso por la fuerza. Ordenó a sus hombres que arrastraran a Jeroen y lo ejecutaran. Cuando los vikingos se alejaron, los habitantes acudieron a enterrar el cadáver y marcaron su tumba con guijarros, pero esa tumba estuvo perdida por un siglo.
Una leyenda posterior cuenta que sus restos fueron encontrados gracias a unos caballos perdidos a los que la gente de la aldea salió a buscar, y terminaron, gracias a un sueño, encontrando no solo los caballos sino también aquella tumba marcada de Jeroen. De allí que para las tradciones locales es el santo de los objetos perdidos, como en otras tradiciones lo es san Antonio de Padua (o muchos otros santos). Jeroen fue enterrado en la abadía benedictina de Egmond, junto a los restos de su fundador, san Adelberto, de allí que la Vita escrita por Fredericus los haya tenido a los dos como protagonistas. Las reliquias fueron donadas en 1892 a la parroquia de Noordwijk.
Traducido con cambios del artículo del P. Dries van der Akker, SJ, quien se basa en W. van Hilten 'Noordwijk as a place of pilgrimage', Noordwijk, Van der Meer, 1983.