Malón pertenece al conjunto de los obispos misioneros de las Galias, que no sólo extendieron la fe por todo el centro de Europa, sino que fundaron las que luego serán las grandes sedes episcopales, en torno a las cuales crecieron grandes ciudades, que no eran, en la época de estos santos, más que pequeños villorrios. Naturalmente, las gestas de estos santos están envueltas en la leyenda, muchas veces la tradición oral ha perpetuado uno o dos datos auténticos en un mar de nombres y situaciones convencionales, que se escribían atendiendo a un género muy peculiar y solicitado en el medioevo: las leyendas de santos, que hacía las veces de las actuales novelas "best seller", y por tanto muy poco podemos aceptar como genuino del personaje del que hablaban. Sin embargo, eso poco es muchas veces lo único que tenemos de la memoria auténtica del santo.
Dicho esto, que vale para una gran cantidad de santos antiguos, veamos el caso de san Malón. La leyenda fue escrita en el siglo IX, posiblemente con ocasión de un traslado de reliquias del santo desde Rouen a Pontoise. Los "traslados de reliquias" eran acontecmientos muy solemnes, incluso podian equivaler a una canonización, y para la ocasión (como ocurre ahora con nuestras canonizaciones) solían publicarse escritos sobre la vida del santo.
Toda la narración es muy convencional, prácticamente copia los milagros de los evangelios atribuyéndoselos al santo de Rouen, ¡en definitiva un santo es otro Cristo! pero hay dos datos que quizás ayuden a situarlo: se dice que era soldado, y se convirtió escuchando en Roma la predicación de Esteban I, por tanto hacia el 255, que tuvo un potificado breve (254-257). Fue tal el celo evangélico que desplegó en su vida, que no sólo fue bautizado como cristiano, sino ordenado sacerdote, y luego obispo con mandato misionero, aunque en este caso no se indica por quién, quizás por Sixto II, sucesor de Esteban.
De camino por las Galias va desplegando su poder taumatúrgico, curando ciegos, cojos, paralíticos, resucitando muertos, siguiendo a la vez el curso geográfico y el de la narración evangélica. Llegado a Rotomagus (Rouen) sucede a Nicasio como obispo de Rouen, pero parece que este Nicasio no era obispo sino un simple presbítero a cargo de la vida cristiana en la población, que no era aun sede episcopal. Precisamente Malón será el primer obispo.
Bautizaba a la gente en el manantial local, la actual Héricourt-en-Caix, y allí mismo lo encontró la muerte, y fue enterrado en la iglesia del pequeño lugar, y luego trasladado a Rouen, a la iglesia de San Gervasio, hasta que en el 884 sus restos fueron trasladados, como ya he mencionado, a Pontoise. Allí permanecieron hasta que fueron destruidos por la Revolución Francesa.
Su recuerdo perdura en el nombre de la parroquia de San Malón, en la antigua diócesis de St-Malo (¡este san Maló no es el mismo que el santo que estamos estudiando!). También tiene eco en el nombre de la antigua abadía de Coat-Malouen, que en bretón significa «Bosque de Mallon» y que en latín se llama «Silva Mellonis».
Basado libremente en los artículos de Ökumenisches Heiligenlexikon y el santoral del P. Dries van den Akker s.j., los Bolandistas tratan la historia de San Malón en Acta Sanctorum, Oct IX.