
José Torres Padilla nació el 25 de agosto de 1811 en San Sebastián de La Gomera (conocido popularmente como La Villa), municipio de las Islas Canarias, en el seno de una familia bastante acomodada, aunque vivió principalmente en Sevilla. Tercero de los cuatro hijos de Francisco de Torres Bauta y María Josefa Padilla y Cabeza, fue bautizado a los seis días de nacer y tuvo una infancia feliz hasta que quedó huérfano de padres en 1821. A partir de entonces, fue acogido con sus hermanos por una tía. En 1827 se trasladó a Tenerife para estudiar en la Universidad de S. Fernando de La Laguna. En 1833 abandonó las Islas Canarias rumbo a la Península Ibérica para continuar sus estudios, ya que la Universidad de La Laguna estaba cerrada. Al no poder desembarcar en Sevilla debido a la gran epidemia de cólera, permaneció un año en Valencia, donde se licenció en Filosofía.
Al año siguiente llegó a Sevilla, donde cursó el tercer año de estudios filosóficos y luego de teología, hasta obtener el grado de bachiller en 1841, ya que el 15 de abril de 1835 había recibido -de un arzobispo canario, confesor del rey Fernando VII, monseñor Cristóbal Bencomo Rodríguez- un legado testamentario que le permitía continuar sus estudios con vistas al sacerdocio. Tras las Órdenes Menores, el subdiaconado y el diaconado, fue ordenado sacerdote el 27 de febrero de 1836 por el Arzobispo de Sevilla, Card. Francisco Javier de Cienfuegos y Jovellanos, y celebró su primera misa el 8 de marzo de 1836. Eran tiempos difíciles para la Iglesia española, que se encontraba en plena persecución religiosa por parte del gobierno liberal.
Tras una breve estancia en Granada, fue nombrado profesor del Seminario Conciliar de Sevilla, donde impartió clases de Teología desde noviembre de 1842, y más tarde de Historia y Disciplina Eclesiástica, así como de Patrología, al tiempo que se encargaba del servicio pastoral de la parroquia de San Marcos.
A finales de 1868 fue nombrado Consultor Pontificio en la Comisión de Disciplina Eclesiástica del Concilio Vaticano I, por lo que residió en Roma entre 1869 y 1870. Pocos meses después de regresar a Sevilla, fue nombrado canónigo de la Catedral (septiembre de 1871), cargo que desempeñó hasta su muerte (23 de abril de 1878). Como canónigo, muy de mañana celebraba la Santa Misa en la capilla de la Catedral conocida como «de los Dolores», e inmediatamente después se dedicaba a confesar en la misma iglesia hasta la hora del coro; a menudo, después de la hora del coro, volvía al confesionario y continuaba confesando durante horas. Guió espiritualmente a muchos religiosos, tanto activos como contemplativos.
Su fama era tan grande en Sevilla que le llamaban el «santero»: se decía que, por ser santo, santificaba a todos los que guiaba. También era requerido para ello por gentes alejadas de Sevilla, como lo prueban las licencias confesionales que obtuvo de varios obispos.
En la ciudad de Sevilla corrió el rumor de su caridad con los pobres, así como de su pobreza y singular desprendimiento de posesiones.
Entre las personas confiadas a su guía, en 1862 encontramos a Ángela Guerrero González, de 16 años, que tres años más tarde le confió su deseo de vivir en religión. Don José ayudó a la futura Santa a elegir una familia religiosa, pero la débil salud de la joven imposibilitó su acogida en el claustro o entre las Hijas de la Caridad. Tras un periodo de maduración espiritual bajo la guía de Don José, en 1875 Santa Ángela fundó, con tres compañeras, la Compañía de la Cruz, dedicada a los pobres más abandonados, por cuyo desarrollo material y espiritual velaría hasta su muerte. Esto permite considerarle cofundador del Instituto.
El P. José dedicó los últimos años de su vida a la formación de las Hermanas de la Cruz, preocupación que le acarreó críticas de quienes no veían con buenos ojos la labor de las religiosas entre los necesitados. Sin embargo, su salud se fue debilitando con el paso de los años. En 1878, la Cuaresma fue muy dolorosa para él y la Semana Santa se convirtió en un verdadero calvario. El 20 de abril, Sábado Santo, se le administró el viático y la unción de los enfermos, y el 23 de abril, martes de la Octava de Pascua, falleció en la paz del Señor. Al recibir la noticia de su muerte, muchas personas acudieron a la Casa de las Hermanas que él había fundado para presentar sus respetos al cadáver, empezando por el Cardenal de Sevilla, los Canónigos y varios sacerdotes, pero también otras muchas personas, entre ellas mucha gente sencilla y muchos pobres. Don José fue enterrado dos días después en una capilla de los Canónigos de la Catedral de Sevilla, en el cementerio de San Sebastián, pero, cinco años más tarde, su cuerpo fue trasladado a la capilla de la Casa Madre de la Compañía de la Cruz, donde se encuentra hoy, no lejos de la de Santa Ángela.
El milagro para la beatificación
Para la beatificación de José Torres Padilla, la postulación presentó a examen del Dicasterio la supuesta curación milagrosa, atribuida a su intercesión, de una monja, religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El 3 de marzo de 2018, la hermana experimentó un dolor muy fuerte en el pecho que la hizo desfallecer y fue ingresada en el hospital 'Virgen del Rocío' de Sevilla con sospecha de infarto de miocardio. Tras el tratamiento necesario, fue dada de alta con el diagnóstico de «cardiopatía hipertensiva con función global conservada y disfunción sistólica». A pesar del tratamiento dirigido, el estado de la paciente empeoró, por lo que fue ingresada de nuevo el 28 de marzo de 2018 con el diagnóstico de 'insuficiencia cardiaca congestiva', a lo que se añadieron episodios recurrentes de bronquitis asmática.
La situación empeoró con la aparición de edema declive, disnea e inestabilidad de la presión. Se realizaron nuevas investigaciones en el hospital y la angiografía por TAC realizada el 11 de abril de 2018 mostró «tromboembolismo masivo e infarto pulmonar». Ese mismo día sufrió una parada cardiorrespiratoria y fue sometida a reanimación cardiopulmonar. Los médicos, que también habían diagnosticado una trombosis venosa profunda en el miembro inferior derecho de la paciente, consideraron que las posibilidades de salvar su vida eran muy escasas, por lo que fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos del hospital universitario 'Virgen Macarena' de Sevilla con pronóstico muy grave. Muchas comunidades de la Congregación de la Cruz, enteradas del estado crítico de la hermana, se unieron en oración para obtener el milagro de la curación por intercesión de José Torres Padilla. El 13 de abril de 2018, la hermana curada, que también se había encomendado a la oración intercesora del Venerable Siervo de Dios, se encontraba en buen estado clínico general, con un corazón rítmico en buena frecuencia y sin edemas. Fue dada de alta el 23 de abril de 2018. El estado de buena salud y la ausencia de síntomas patológicos se confirmaron en posteriores revisiones.