
Eliswa de la Santísima Virgen María (en el siglo: Eliswa Vakayil) nació el 15 de octubre de 1831 en Ochanthuruth (Kerala, India), en el seno de una familia acomodada de terratenientes, muy creyentes.
Después de recibir de un preceptor las enseñanzas culturales básicas, a los dieciséis años fue dada en matrimonio a Vatharu Vakayil, un rico hombre de negocios de Koonammavu, con quien tuvo una hija en 1851. Al quedar viuda al año siguiente, eligió una vida de oración y soledad, marcada por la frecuente participación en los sacramentos y el cuidado de los pobres, viviendo en una sencilla cabaña.
En 1862 conoció al carmelita descalzo italiano P. Leopoldo Beccaro y, con su guía espiritual, fundó la primera congregación local de Kerala, la Tercera Orden de las Carmelitas Descalzas (TODC), que más tarde se convirtió en las Hermanas Carmelitas Teresianas. La vida de la nueva familia religiosa combinaba la contemplación con la vida activa en la educación y formación de las niñas pobres y huérfanas, en la asistencia a los abandonados y a los más necesitados.
Seguida por su hija y su hermana menor, vivió inicialmente en una casa construida con cañas de bambú dentro de la propiedad de su hija en Koonammavu, donde más tarde se construyó el convento de Santa Teresa. A las tres mujeres, vinculadas a la Iglesia de rito latino, se unieron otras mujeres de rito siro-malabar. Por ello, durante los primeros veinte años, la Congregación se desarrolló con el doble rito. El 13 de febrero de 1866, las tres mujeres de rito latino (Eliswa, Thresia y Anna) recibieron el escapulario carmelita y, el 6 de julio de 1868, hicieron su profesión religiosa.
Tras la decisión de León XIII de erigir los primeros vicariatos siro-malabar, nacieron dos institutos religiosos femeninos independientes: la Congregación de las Carmelitas Teresianas (CTC) de rito latino y la Congregación de la Madre del Carmelo (CMC) de rito siro-malabar. En estas circunstancias, Madre Eliswa fundó un nuevo convento de San José, con las hermanas de rito latino, en Varapuzha, donde pasó los últimos 23 años de su vida, desempeñando el cargo de priora, maestra de novicias, educadora de niñas y huérfanas.
Murió en el convento de San José en Varapuzha (India) el 18 de julio de 1913.
Madre Eliswa vivió una profunda unión con el Señor, a través de la Santa Comunión y las largas horas ante el Santísimo Sacramento.
Siempre tuvo una gran confianza en Dios y la esperanza de la meta celestial la sostuvo en las dificultades, que afrontaba con serenidad. Su esperanza brilló heroicamente en las dificultades relacionadas con la fundación de la nueva Congregación.
Mostró amor hacia Dios sobre todo por su compromiso con la oración y por la puntualidad con la que cumplía con sus deberes, primero como esposa y madre, luego como monja y fundadora de un instituto religioso. La expresión de su amor hacia Dios se manifestaba en el amor hacia el prójimo, por amor al cual fundó una nueva congregación religiosa para la educación de las niñas pobres u huérfanas, la asistencia a los marginados y a los más necesitados. Con su actividad contribuyó a la promoción humana e intelectual de las mujeres en el complejo contexto social y religioso de la India a caballo entre los siglos XIX y XX.
Su fama de santidad se manifestó durante su vida y después de su muerte, llegando hasta nuestros días.