Mi Paz os dejo
“ Mi Paz, os dejo, mi Paz, os doy, no os la doy, como la da, el mundo, no se turbe vuestro corazón....”. Estas palabras tuyas, Jesús, tantas veces leídas, tantas veces oídas, despertaron ayer, al oír la lectura del Evangelio. Hasta entonces, no había entendido tus palabras. Qué diferencia tu Paz, Jesús, de la paz del mundo. Ayer lo vi: tu Paz es la Paz. Con mayúsculas. Es la Paz del Amor.
Tú no llegas imponiéndote; no dices “vamos a hablar claro: o me aceptas, o te la veras conmigo; no vamos a reñir porque te aplasto”. No, Jesús, tu Paz no es la paz del tirano, que tiene a todo su pueblo “ en paz”, que en realidad es miedo; ni es la paz de las democracias, que suelen ser pequeñas dictaduras; ni es tu Paz la paz de las mayorías que se imponen y hacen callar a los pocos; ni la paz del autoritarismo.
Tú te ofreces, ofreces tu Cuerpo y tu Sangre, ofreces tu Iglesia, que es tu Cuerpo, y me dices, nos dices, si quieres; si queréis aquí estoy, y si no, esperaré hasta que me abras, hasta que me abráis; pero tened cuidado, no sea que las tinieblas os devoren.
Por eso Jesús Tu Paz, no es la paz de los arcos y las flechas, ni de las pistolas, ni de las bombas, ni de los mísiles.
Tu Paz no es la paz de la OTAN, ni la de la ONU.
Tu Paz no se consigue con tratados, que siempre acaban humillando a alguien.
Tu Paz no invade, no acorrala, no hiere la dignidad, no se impone. Se regala, se ofrece, Tu Paz eres Tú mismo.
Tu Paz no esclaviza, no rompe la armonía interior del hombre; la restaura, porque lo libera de sus miedos, porque hace que se cumpla su voluntad, pues la verdadera voluntad del hombre es el querer de Dios. La otra, la que pensamos que es nuestra voluntad, es la voluntad del Mal que anida en nosotros y nos domina.
No nos das tu Paz como la da el mundo, como la dan los poderosos de la tierra... “si quieren paz, han de hacer o dejar de hacer...”. No, Tú das tu Paz y dejas al hombre ser quien es.
Por eso nos dices que no tengamos miedo a tu Paz, que no la das como el mundo; que no es una paz avasalladora, que es una Paz de libertad, que es la Paz del Espíritu.
Por ello, Jesús, es preciso que vengas, y que impongas aunque no te guste la palabra imponer, que impongas, “tu Paz”, esa Paz que no entiende de guerras, ni de sangre, esa Paz regalada, esa Paz que nos ganaste, con tu Resurrección.
Amén.