Roguemos, pues, que nos sean perdonadas cuantas faltas y pecados hayamos cometido seducidos por cualquier aliado del adversario, y aun aquellos que han encabezado sediciones y banderías deben acogerse a nuestra común esperanza. Pues los que, en su conducta, proceden con temor y caridad prefieren sufrir ellos mismos antes que sufran los demás; prefieren que se tenga mala opinión de ellos mismos antes que sea vituperada aquella armonía y concordia que justa y bellamente nos viene de la tradición. Más le vale al hombre confesar sus caídas que endurecer su corazón, como se endureció el corazón de los que acaudillaron la rebelión contra Moisés, el siervo del Señor. Su condenación fue manifiesta, pues bajaron vivos al abismo, y la muerte es su pastor.
El Faraón con todo su ejército y todos los prefectos de Egipto, los carros y sus aurigas, todos quedaron sumergidos en el Mar Rojo y perecieron precisamente porque sus insensatos corazones se habían endurecido no obstante la abundancia de prodigios y milagros que Dios les mostró por mano de Moisés, su siervo.
Hermanos, nada en absoluto necesita el que es Dueño de todas las cosas; nada desea de nadie si no es el sacrificio de nuestra confesión. Dice, en efecto, David, el elegido: Alabaré el nombre de Dios con cantos, y le agradará más que un toro, más que un novillo con cuernos y pezuñas. Y de nuevo dice: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo, e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria. Pues mi sacrificio es un espíritu quebrantado.
Ahora bien, ¿hay entre vosotros alguien que sea generoso?, ¿alguien que sea compasivo?, ¿hay alguno que se sienta lleno de caridad? Pues diga: «Si por mi causa vino la sedición, contienda o escisiones, yo me retiro y voy a donde queráis, y estoy pronto a cumplir lo que la comunidad ordenare, con tal de que el rebaño de Cristo se mantenga en paz con sus ancianos establecidos». El que esto hiciere se adquirirá una grande gloria en Cristo, y todo lugar lo recibirá, pues del Señor es la tierra y cuanto la llena. Así han obrado y así seguirán actuando quienes han llevado un comportamiento digno de Dios, del cual no cabe jamás arrepentirse.