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El Testigo Fiel
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Descendió a los infiernos

por Lic. Abel Della Costa
Nació en Buenos Aires en 1963. Realizó la licenciatura en teología en Buenos Aires, y completó la especialización en Biblia en Valencia.
Desde 1988 hasta 2003 fue profesor de Antropología Teológica y Antropología Filosófica en en la Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales.
En esos mismos años dictó cursos de Biblia en seminarios de teología para laicos, especialmente en el de Nuestra Señora de Guadalupe, de Buenos Aires.
En 2003 fundó el portal El Testigo Fiel.
6 de abril de 2012
De los tres días santos, el sábado santo es el más olvidado por la reflexión cristiana.

El sábado santo es el intermedio entre el viernes y el domingo, entre la muerte y la resurrección. Cuando hablamos de «Triduo Pascual», los tres días más santos de entre los días santos del año, nos referimos a tres días que comienzan la víspera del viernes, el propio viernes, el sábado y el domingo; sin embargo, la imagen de tres días santos nos hace quizás pensar espontáneamente en el jueves santo, el viernes santo y la resurrección... pasamos orondamente por sobre el sábado santo, dado que allí no ocurre nada, no hay procesiones ni actos públicos... ¡ni siquiera se celebra misa!

Esta cualidad de ser el único día del año sin misa (en realidad el viernes santo tampoco hay misa, pero porque rememoramos el propio sacrificio cruento en la cruz, celebramos el significado de la misa) puede dejarlo en la nebulosa de esos días con los que no se sabe qué hacer, o puede llevarnos a pensar y hacernos preguntas. El credo largo, o «Credo Niceno», dice en este punto: «...y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras...». No hay ninguna mención del intermedio de los tres días; sólo el llamado «Credo apostólico» o credo corto, y no en sus versiones más antiguas sino precisamente la más reciente (de hacia el siglo IV) trae algo entre muerte y resurrección: «...fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos...».

El descenso a los infiernos -¡suena tan mítico!- es una respuesta poético dogmática a la natural pregunta sobre qué hizo Jesús entre la muerte y la resurrección. En tanto la fe en el carácter divino de Jesús va inundando e iluminando cada aspecto de la fe de la Iglesia (proceso que llevó su tiempo), va surgiendo la convicción de que un Dios que es vida, tenía que estar -incluso como muerto- dando vida. El Credo se hace eco de un punto de la Escritura, pero que no está en los evangelios, sino en la primera carta de Pedro: 

«...Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua;...» (1P 3,18-20)

No parece en este contexto que esa «predicación» a los espíritus encarcelados cumpla más que la función de satisfacer la curiosidad de enterarse de lo que un Dios ultraactivo podía estar haciendo en un día que para los cristianos es nada. Sin embargo, poco más adelante, cuando habla del libertinaje y el olvido de Dios que reinan en el mundo, la misma carta agrega: 

«Darán cuenta a quien está pronto para juzgar a vivos y muertos. Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en espíritu según Dios. El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración.» (1P 4,5-7)

No se trata de satisfacer una mera curiosidad, sino que, con un lenguaje poético y simbólico, el «descenso a los infiernos» habla de la universalidad del mensaje de Jesús. En una Iglesia que estaba asumiendo que debía el mensaje de Jesús no sólo a los judíos, sino también a los paganos, es decir, la universalidad en el espacio, la reflexión lleva necesariamente a meditar sobre la universalidad en el tiempo. El descenso a los infiernos es la realización en el plano supraterrenal de la misión terrena de la Iglesia: llegar a los confines. «Descendió a los infiernos» lleva la misión de la Iglesia al tiempo, a todo tiempo, al tiempo pasado, de los «espíritus encarcelados» que no pudieron en su propio tiempo conocer a Cristo: él mismo se les revela. De allí que haya sido natural para las representaciones pictóricas posteriores de este punto de la fe, mostrar que Jesús no desciende a los infiernos como muerto, sino como el Resucitado: con la bandera de la resurrección en la mano. No es un mero bajar a donde bajan los muertos, sino que es ir, acercarse allí, al último confín. 

Hay en esto, por supuesto, una paradoja: la resurrección de Jesús será celebrada a la madrugada del sábado al domingo, sin embargo fue como Resucitado a predicar a los espíritus encarcelados, a anunciarles la Buena Nueva de la Resurrección. Esto es sólo paradójico para quien no penetra en el carácter peculiar del tiempo litúrgico, que tiene su mayor realización en la semana santa. La liturgia no es mera representación de los acontecimientos centrales de la vida de Jesús conforme los puede recordar la memoria histórica. No, más bien a cada punto está presente el final de todo ello, que es la resurrección, El propio Jesús celebra antes de su muerte el sacrificio pascual con sus discípulos, celebra el hecho antes de que haya hecho. Y conforme a ello, la Iglesia comparte el Pan del Cielo incluso en el momento en que está enterrando a Cristo muerto. No, no se trata de una película, donde no tengamos que saber el final, por el contrario, en la liturgia se empieza por el final, por el Pan del Cielo, y se termina también por el final, la resurrección: el tiempo de la liturgia va hacia adelante, de un viernes a un domingo, de una muerte hacia una resurrección, pero no va ni sólo hacia adelante, ni hacia atrás, ni es circular, sino que su movimiento fundamental es vertical, de la tierra al cielo.

Por eso el sábado tiene ese carácter temporalmente problemático, ¿qué es? ¿un mero intermedio? Si la Iglesia puede repartir el Pan del Cielo incluso el viernes, cuando no hay cielo porque Cristo está muerto, ¿por qué no hay eucaristía el sábado santo? El sábado evoca poéticamente, como hemos visto, el descenso a los infiernos, pero como nos mostraba la carta de Pedro, la predicación a los espíritus encarcelados tiene una doble misión, un doble sentido: por un lado es oferta de salvación para los que la acogen, pero al mismo tiempo es juicio, juicio de aquello que no acepta salir a la luz de la fe ni quedar iluminado por ella. El sábado santo, entonces, no es un compás de espera vacío, no es una mera nada, es el día del mundo: es la representación plástica, en la temporalidad propia de la liturgia, a la vez lineal y vertical, de la esencia del «mundo»: su ausencia de Dios, su tiempo vacío. El sábado santo es juicio del mundo y su esencial tiniebla, que a la vez prepara el gran lucernario de la resurrección, en la que sin embargo, como creyentes, no hemos dejado de estar todo este tiempo.

Comentarios
por Horacio (i) (190.230.81.---) - sb , 07-abr-2012, 14:00:07

Muy bueno el comentario Abel, sería lindo ver que podemos hacer para llenar este vacío o hueco liturgico desde la Litugia misma; que nuevas significaciones representacionales damos en la Liturgia para hacer algo en el día sábado, y no solamente "esperar" a la Misa de Vigilia de Pascua. Saludos, bendiciones y Feliz Pascua!

por Ecazes (201.209.142.---) - sb , 07-abr-2012, 15:52:15

Es un silencio raro el de ese Sábado.
Como una cosa contenida.
Que lo contiene Todo

por Rosy (189.164.197.---) - lun , 09-abr-2012, 05:09:24

Abel Abel algo teologica esta reflexión tuya y hay que adentrarse en las Escrituras y estudiar y conocer y entender ese descenso y predicación anuncio de la Buena Nueva y (condenados) en carne según los hombres vivan en Espíritu según Dios .

Jesús no desciende a los infiernos como muerto sino como el Resucitado
"Darán cuenta a quien está pronto y juzgar a vivos y muertos" . Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva . Sed, pues sensatos y sobrios para daros a la oración (1P 4,5-7)

Que palabras y precioso y bellísimo entender estos tres días de la muerte de Jesús sería del Jueves a su resucitación? Gracias Dios te bendiga Abel

por Guillermo (i) (201.191.254.---) - mi , 08-jun-2022, 21:50:18

El Sábado Santo NO es un día litúrgicamente vacío. La Iglesia ha establecido, para él, el rezo de las Horas Canónicas o Liturgia de las Horas: Oficio de Lectura, Laudes, Horas Intermedias, Vísperas, Completas. Como vemos, HAY BASTANTE QUE "HACER" EN ESE DIA. Por dicha ya, en muchos lugares y Parroquias, se va extendiendo la costumbre de celebrar la Liturgia de las Horas, de este día, de manera solemne, presidida por el Ministro Sagrado y con la presencia y participación de la Comunidad Creyente.

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