Jaja cierto, se me había olvidado esa parte. De hecho estaba al norte, en unos pueblecitos de Misiones, en el verano de aquí (callá hacía frío) y todo el mundo se pasaba el día tomando mate caliente, y a fuerza (y digo a fuerza) de convidarme y convidarme, me hice adicto.
Que raro, por lo general no gusta, porque como todo es un hábito adquirido con el tiempo.
Se ve que te hiciste amigo. Bien, eso te sube unos puntos.... http://.eduardoaranda.com/wp-content/uploads/2010/07/NOVEDADES_FOTONOTICIA_mate1.jpg"/>
Los que siembran con lágrimas, cosecharán entre cantos
jajajaja, muero de risa con este hilo. Y sí, a veces hay cosas increibles en el sitio del Vaticano, en cuanto a documentos importantes que no están traducidos y otros que dices "y esto pa' qué".
Yo pienso que es más descuido que otra cosa. Descuidos por falta de alguien que ponga un criterio de publicación y verifique que ese criterio se vaya cumpliendo.
Un ejemplo:
Todas las noches, cuando hago el santoral, me pongo de los nervios de la cantidad de errores que tiene la edición litúrgica oficial de la CEE; errores de toda clase, sintácticos, históricos, geográficos, etc. incluyendo muchos errores de traducción del latín al castellano. A veces son tonterías, pero que en cada página haya al menos una tontería, hace casi mil tonterías en un mismo libro. Además hay criterios de publicación muy discutibles, pero no me refiero a ellos sino a errores: una ciudad de un país localizada en otro, una fecha imposible, una construcción gramatical anómala, repeticiones de palabras en la misma línea, etc.
La edición de un libro litúrgico no es una edición común: se parte de la "editio typica" latina, y de allí el o los traductores vernáculos hacen una primera versión; se supone que si fueron varios se unificó el estilo (pero eso falla siempre, y comparando textos de la misa, por ejemplo, se nota bastante), luego se manda todo a Roma, donde la Congregación correspondiente verifica la fidelidad de la traducción, vuelve, se corrige lo que se haya observado, y recién después se puede editar el libro. O sea que un mismo texto pasó de manera necesaria por muchos ojos, ¿por qué tantos fallos? Si a mí, que lo leo una sola vez, me saltan a la vista esos errores, ¿por qué a los revisores no?
Mi respuesta es que no lo revisan quienes lo deben revisar. Ponen el sello y ya está. Y sospecho que con el sitio de internet debe pasar otro tanto: quienes deben establecer criterios no lo hacen, y queda lo que la buena fortuna va dejando que quede.
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«La adversidad es el anillo espiritual que sella los esponsales con Dios» (Gertrudis la Magna)
O sea que un mismo texto pasó de manera necesaria por muchos ojos, ¿por qué tantos fallos? Si a mí, que lo leo una sola vez, me saltan a la vista esos errores, ¿por qué a los revisores no?
La solución es bien sencilla: Húngaro, nuevo idioma de la Iglesia católica. Törvény ima felel meg, a törvény a hívő. Todos de rito húngaro, y a correr.
Los idiomas oficiales de la iglesia y del vaticano son: alemán, francés, italiano y latín.