La imaginación piadosa, unida a tradiciones de corto alcance, pueden llevarnos a exageraciones y confusiones. Por ejemplo, creer que la Virgen entregó a Santo Domingo (1170-1221) un documento autógrafo con un método para rezar el Rosario que ha llegado inalterado hasta nuestros días. Si bien es cierto que Santo Domingo fue el hombre de su época que más contribuyó a la formación y difusión del Rosario –movido por una gracia singular-, esta oración no fue una fórmula precisa y fija que la Virgen le entregara al santo, sino que sufrió cambios con el paso de los siglos. El Rosario, en su forma medieval, era más flexible que en la actual. Recién a finales del siglo XV los dominicos le dieron una estructura similar a la de nuestros días. Pero veamos algunos puntos con un poco más de detalle:
“…Tres son, por tanto, las partes esenciales del Rosario, a saber: los misterios, la oración dominical y la salutación angélica. Sin la meditación de los misterios, aunque se reciten muchas oraciones dominicales y salutaciones angélicas, no hay Rosario, así como tampoco puede llamarse Rosario a la meditación de los misterios sin los padrenuestros y las avemarías… Las preces vocales son en él a modo de materia, a la que sólo la meditación de los misterios puede imprimir la forma y la propia especie… Por lo cual otras preces que se añadan al Rosario antes o después de la enunciación de los misterios no pertenecen a la esencia del Rosario; son como partes libres y variables en conformidad con la costumbre de cada región.” (Alastruey, p. 945).
“Los misterios son ciertos pasajes de la narración evangélica que se refieren a los principales hechos de la vida de Jesús y de María. Son hechos históricos que sucedieron… pero se llaman misterios, porque bajo el velo de la historia contienen verdades incomprensibles a nuestra razón, como la encarnación del Verbo, la maternidad divina, etc., que superan la penetración del entendimiento humano y sólo por la revelación pueden conocerse.” (Alastruey, pp. 945-946).
Es tradicional el número de quince misterios. Pero, ¿cuál es su origen histórico? ¿Se trata de un número fijo revelado por la Virgen a Santo Domingo?
“La meditación de los misterios. Se debe al cartujo Helión Domingo (v.), llamado Domingo de Prusia, quien, hacia mediados del s. XV, fijó 50 para añadirlas a cada una de las 50 «avemarías». En lo sucesivo los misterios fueron aumentándose hasta llegar a 150 (tantos como las «avemarías»). Por razones prácticas, fáciles de comprender, a principios del s. XVI los misterios de meditación se redujeron de 150 a 15” (Roschini, p. 550).
“El avemaria es una oración, así llamada por las dos palabras con que empieza. Se llama también salutación angélica, porque en las primeras expresiones se contiene el saludo del arcángel San Gabriel al anunciar a María el misterio de la encarnación que en ella había de realizarse…” (Alastruey, pp. 946-947)
La salutación angélica no se formó toda a la vez, sino que, partiendo del texto bíblico, con el transcurso de los siglos, se agregaron otros elementos. Por lo que se refiere a la primera parte, en la historia se registran dos adiciones: el nombre de María, que se intercala entre salve y llena de gracia, y el nombre de Jesús, puesto a continuación de las palabras fruto de tu vientre. La segunda parte de la salutación, Santa María, Madre de Dios… se añadió después de muchos siglos.
4.1. ¿Cómo se rezaba el avemaría en tiempos de Santo Domingo?
“En el s. XII, para que el número de las «avemarías» fuese igual al de los salmos (150), se comenzó a rezar la corona de 150 «avemarías», que entonces llegaba hasta el «benedictus fructus ventris tui» [bendito el fruto de tu vientre]..., y por esa razón fue llamado «Psalterium Marianum»” (Roschini, p. 550).
4.2. ¿Cuándo se originó la fórmula actual de avemaría?
“La fórmula completa del avemaría, tal como ahora está en uso, la encontramos, por primera vez, hacia fines del s. XV, en una poesía acróstica del poeta-teólogo Gaspar Borro... El 23 de octubre de 1498 es la fecha del primer texto completo del avemaría. Esta segunda parte aún estaba un poco fluctuante en algunas palabras de más o de menos, hasta que San Pío V, en 1568, con la promulgación del nuevo Breviario Romano, sancionó la fórmula completa, tal como está actualmente en uso... Sin embargo, la disposición pontificia no se hizo universal a toda la Iglesia hasta un siglo después...” (Roschini, p. 76). “Desde el siglo XVIII quedó completamente abolida cualquiera otra fórmula, y en adelante no sufrió mutación ni adición alguna la salutación angélica.” (Alastruey, p. 949)
En esta entrada hay elementos suficientes para que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones tanto sobre la modificación -de uso optativo- que introdujo Juan Pablo II como sobre la "calidad" de algunas críticas a esta decisión.
- Alastruey, G. Tratado de la Virgen Santísima. BAC, Madrid (1956).
- Roschini, G. Diccionario Mariano. Ed. Litúrgica Española, Barcelona (1961).