No, no estás equivocado, efectivamente son construcciones catequéticas, que enseñan verdades fundamentales de la salvación a través de relatos que mezclan, en una proporción imposible de definir, realidades históricas y detalles simbólicos, en gran medida provenientes de relecturas del AT.
Podrían en parte ser caracterizados de "midrashim": el midrash es una técnica narrativa rabínica que consiste en tomar una narración de la Biblia y "actualizarla" extrayendo de ella un sentido para el presente a través de una nueva narración. Sin embargo no todos los relatos de infancia son midrashim, ni toda la técnica utilizada es la propia del midrash.
Contienen referencias históricas, pero no son precisas, y en muchos casos no puede ser determinado con exactitud dónde acaba la referencia histórica y comienza la adaptación simbólica de la historia.
Tomemos por caso la matanza de los inocentes (Mt 2,16-18): desde el punto de vista de la historia que narra, posiblemente se trate de un midrash de la matanza de los niños hebreos de Ex 1,22, al servicio de unas verdades teológicas complejas:
1-Jesús es el nuevo Moisés, y cómo él, tiene que sufrir la persecución del hombre más poderoso de su tierra.
2-La cita de Jeremías es posible que se refiera a los desterrados de Judá (que hacían estación en Ramá antes de partir a Babilonia), en Jesús se recapitula el sufrimiento del pueblo de Judá, que pasará un tiempo de oscuridad hasta que, en la resurrección de Jesús, vuelva a ver la promesa divina.
3-Según una tradición recogida en Gn 35,19 la tumba de Raquel estaba en Belén, de allí que san Mateo haya leído esa cita no sólo como cumplimiento simbólico en el sentido que dije en el punto 2, sino también como un cumplimiento literal de la profecía de Jeremías en la que Raquel (es decir, Belén, en la equivalencia simbólica de la matriarca con su tumba) llora desconsolada.
¿Todo esto requiere que haya habido una matanza literal coincidente con el nacimiento de Jesús? Sí, pero no en el sentido ni en las dimensiones que nosotros lo imaginamos. Los mejores cálculos, basados en densidad de población, y proporción de niños, indican que, de haber habido una "matanza", los niños de Belén de esa edad serían entre 10 y 20. Herodes era un personaje lo suficientemente violento y arbitrario (mató a varios de sus propios hijos por celos de su poder) como para haber ordenado alguna matanza en la región que la tradición cristiana primitiva haya visto conectada con el nacimiento de Jesús; y de allí llegó a Mateo, quien elaboró esa tradición con sentido midráshico y de interpretación profética.
A la realidad de la historia narrada le basta con esto.
Ahora bien, ¿cómo se transmite esto sin ilusionar con que sabemos de la historia lo que no sabemos, ni tampoco llevar a dudar de la verdad del evangelio (que no consiste en su concordancia con esos hechos históricos circunstanciales)?
El problema es bien difícil. Creo que podemos tomar muy bien el ejemplo de las catequesis populares de los papas. Si vas hasta las fechas navideñas, verás que siempre, en el Ángelus dominical o en las audiencias, enseñan sobre estos textos, y nunca cometen dos errores:
-No tratan de desarrollar la narración de los hechos históricos ocurridos tras los relatos evangélicos.
-No dejan de aprovechar el potencial de símbolos utilizados en las narraciones.
Por ejemplo, papa Francisco, en su audiencia del 8 de enero de 2025, trató sobre lo niños, como los "más amados del Padre", en el contexto de unas catequesis dedicadas a los relatos de infancia. En ella retomará con estas pocas palabras el relato de los inocentes:
"Incluso sobre Jesús recién nacido estalla de inmediato la tormenta de la violencia de Herodes, que masacra a los niños de Belén. Un drama oscuro que se repite de otras formas en la historia. Y aquí, para Jesús y sus padres, está la pesadilla de convertirse en refugiados en un país extranjero, como sucede también hoy a tantas personas (cf. Mt 2,13-18)"
Fíjate que no se pone a hablar de los "miles de niños" (que no es ni posible), ni pretende buscar un acontecimiento histórico definido, ni comete ninguno de los errores de la lectura historicista, sino que retoma un aspecto simbólico: el de "drama oscuro muchas veces visto en la historia", y cómo eso se conecta con la realidad de convertirse en refugiados (obviamente ese era un tema central en la predicación de P. Francisco).
Aunque deja bastante en el aire la cuestión de la historicidad del hecho, es interesante ver cómo elabora este pasaje Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) en «La Infancia de Jesús»: "Es cierto que no sabemos nada sobre este hecho por fuentes que no sean bíblicas, pero, teniendo en cuenta tantas crueldades cometidas por Herodes, eso no demuestra que no se hubiera producido el crimen. En este sentido, Rudolf Pesch cita al autor judío Abraham Shalit: "La creencia en la llegada o el nacimiento en un futuro inmediato del rey mesiánico estaba entonces en el ambiente. El déspota suspicaz veía por doquier traición y hostilidad, y una vaga voz que llegaba a sus oídos podía fácilmente haber sugerido a su mente enfermiza la idea de matar a los niños nacidos en el último período. La orden por tanto nada tiene de imposible"". Notarás que tampoco pretende ir más allá de los datos que pueden seriamente apoyarse en Mateo, y a la vez aprovecha todo lo que puede sacarse de potencial simbólico en la escena.
Ese es el camino.
Lo que nunca hay que hacer es tratar de convencer de historicidad cuando la cosa no parece inmediatamente histórica: ponerse a hacer malabares con estrellas para "probar" la realidad de la estrella de Belén, lo único que hace es desprestigiar los evangelios, y desviar las narraciones de su núcleo catequético.
Mientras el niño es niño, no tendrá ningún problema en creer en estrellas viajeras y sueños revelatorios, cuando crece y frunce el ceño, a la primera vez que pregunte si eso es así "de verdad", se le responde con la verdad: son maneras profundas y simbólicas de contar verdades difíciles.
No me ocurre con los relatos de infancia de Jesús, pero sí, continuamente, con el relato de Adán y Eva en la catequesis de niños. Ellos ya escucharon que el hombre "desciende del mono". Por muy confuso que tengan eso (que lo mezclan con los dinosaurios, el bigbang, y un montón de cosas más), es para ellos una verdad incontrovertible. Por supuesto que, aunque la cosa es más complicada, para mí también es una verdad incontrovertible que el ser humano se despliega, por evolución, de formas de vida inferiores. Así que cuando les cuento de Adán y Eva trato de hacerlo en el espíritu del Génesis, es decir, como un bello cuento sobre el significado del ser humano, nunca como un relato historiográfico de cosas sucedidas. En general lo reciben así, sin problemas, pero a veces me preguntan qué relación tiene con los hombres de las cavernas. Y les digo sencillamente que "Adán" y "Eva" son nombres que les da la Biblia a los hombres de las cavernas. Y punto, no es necesario más. Nunca oponer, tampoco nunca hacerles creer que sabemos mágicamente gracias a la Biblia cosas que se estudian en largas investigaciones científicas. La Biblia no es un tratado de historia, ni para explorar los orígenes del universo, ni para develar la dimensión histórica de la vida de Jesús. La clave está en no traicionar el espíritu del texto ni forzar el sentido literal: se puede ser fiel a la Biblia sin caer en fundamentalismos, y fiel a la ciencia sin perder de vista que ella no nos entrega el sentido profundo, trascendente, de las cosas.