Disculpen el atrevimiento, pero Dios no es inmutable, los escolásticos estaban un poco pasados de sobriedad... (o más bien yo entiendo mal la inmutabilidad.. que creo es el caso)
Si Cristo es Dios, y Cristo cambia de "estado de ánimo"... si Cristo es "afectado" entonces Dios tiene estados de animo y es afectado.
Si Dios fuera inmutable entonces ¿la oración de que sirve? a El le da igual que se ore por alguien o no.
¿O quizá la inmutabilidad es solo con respecto a su naturaleza, no su accionar?
:)
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Sí, se produce una mezcla de perspectivas: entre una filosofía que concibe la perfección del ser como inmutabilidad, y una fe religiosa que habla de una "relación" con Dios. Y donde hay relación hay influencia recíproca, y cambio en los dos.
Provisoriamente la teología clásica deja en la humanidad de Cristo todo lo que es afección en el ser. Sin embargo, la propia humanidad de Cristo queda como absorbida y en los hechos abolida por la inmutabilidad divina (la gran dificultad que tenemos para explicar, por ejemplo, que Jesús aprendió cosas, y que lo que no aprendió no lo sabía...).
Esta es una paradoja que la teología de fundamento filosófico griego no puede resolver, porque depende de una concepción estática del ser que es previa, que incluso nace (en el siglo VI-V en Grecia, con Heráclito y Parménides) en medio de una fuerte polémica hacia la imagen religiosa del mundo. Esa filosofía nació para suplir a la caduca religión griega ("si los caballos pudieran hablar, harían sus dioses con forma de caballos", dice Heráclito... ¡casi Feuerbach o Engels!).
"Un solo camino como via queda: Es", dice Parménides. No es posible concebir una realidad que sea a la vez verdadera y cambiante. El propio Heráaclito concibe la completa mutabilidad de todo ("no nos bañamos dos veces en un mismo río") a condición de que algo, que puede y no puede ser llamado Dios, porque está por encima de los dioses, sea el que dice su "Logos", la razón eterna e inmutable de toda mutación...
La teología cristiana inicial, cuando pisa el mundo de la razón griega, se alía con esta representación filosófica, para luchar contra el paganismo: precisamente porque esta filosofía es profundamente antireligiosa, y el cristianismo lo era también, el cristinaismo venía a romper la imagen religiosa del mundo: Dios no necesita ser buscado porque salió al encuentro, no necesita nuestros sacrificios porque nos ofreció el suyo, no es ya lo Otro, porque es Emmanú-El, Dios con nosotros, no necesita nuestras oraciones, porque nos enseñó una oración nueva, que habla su propio lenguaje...
Pero claro, quien se acuesta con bebés amanece meado, así que si haces alianza con la razón griega, ¿cómo te libras luego de su búsqueda de la autonomía total del hombre, que implica el rechazo de toda dependencia, incluyendo la dependencia religiosa?
En algún momento (siglo IV, de nuestra era, claro), la fe cristiana se institucionalizó, se convirtió en una religión: había destronado a las otras religiones, pero en vez de abolirlas, las suplantó, y entonces ya la fiosofía griega resulta incómoda. La transición resulta ser un platonismo (mal entendido) que permite volver a poner a Dios en lo alto del cielo, en la inmutabilidad de su satisfacción de sí y en sí, y al hombre en la provisoriedad de su ser, que le hará exclamar mucho más tarde a Nietzsche que el cristianismo no es más que platonismo para el pueblo. En lo cual tiene algo de razón: el cristianismo devenido religión se reconcilión con su alianza anterior antireligiosa a cambio de pactar con el platonismo la división del mundo en dos: uno inmutable y eterno, y otro mudable y provisorio, sin valor ni sentido por sí mismo.
La entrada del mundo aristotélico al pensamiento cristiano, hacia el siglo XI rompe la armonía provisoria de esta religión filosófica. El aristotelismo implica la más cruda crítica a esa forma de idealismo platónico, a la alianza de la razón con la religión. Ese es el tiempo en que la escolástica, de manera muy vacilante, vuelve a tratar de encontrar un equilibrio entre el mundo de Dios y el mundo del hombre.
El que pierde es nuevamente el Evangelio y su mensaje de liberación de toda forma de dependencia, comenzando con la dependencia religiosa respecto de una divinidad ciega y lejana.
Hubo que esperar al destronamiento de la religión -bárbaro y brutal- de la revolución francesa y de toda la revolucionariedad moderna para volver a encontrar que Dios puede ser mudable, puede abajarse a escuchar el clamor del hombre, y puede venir y liberarlo, puede moverse, puede cambiar. La revolución francesa fue un ejemplo de eso: fue la vara escogida por Dios para dar en la espalda a los suyos, que lo habíamos sujetado nuevamente a un trono del cual él había conseguido salir en Cristo. La moraleja es que cuando Dios no puede recurrir a los suyos, se alía con extraños. Es un buen guerrero, por eso gana todas las batallas.
Me fui de hilo, pero no me fui del todo, creo yo.
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«Busca a Dios, entonces hallarás a Dios y todo lo bueno.» (M. Eckhard)