El tercer cántico del Siervo introduce de lleno la cuestión del sufrimiento; estaba ya en los dos anteriores, pero ahora se hace del todo explícita y domina todo el poema. Es curioso el modo como aparece:
«Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.»
Parece que estamos en plena literatura sapiencial; no están lejos estos versos de los de, por ejemplo, Eclesiástico (Ben Sirá):
«Si quieres, hijo, serás adoctrinado,
si te aplicas bien, entenderás de todo.
Si te gusta escuchar, aprenderás,
si inclinas tu oído, serás sabio.
Acude a la reunión de los ancianos;
¿que hay un sabio?, júntate a él.
Anhela escuchar todo discurso que venga de Dios,
que no se te escapen los proverbios agudos.» (Sir 6,32-35)
Sólo que la sabiduría de la que hablan uno y otro es diversa. Segundo Isaías continúa:
«El Señor me abrió el oído; yo no resistí
ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban...»
No se trata de "proverbios agudos" sino del dolor que hace sabio, del sufrimiento que enseña.
Ahora bien, eso que es sufrimiento en el Siervo, es palabra de aliento y consuelo en aquel a quien se dirige. Y esta relación entre un sufrimiento, que al sufrir consuela a los demás, no lo podemos razonar con facilidad, pero lo podemos saber no sólo porque el poema lo establece, sino por la experiencia de tantos santos, que mientras padecían en ellos el peor de los sufrimientos, de la lejanía divina, del sentimiento del abandono de Dios y la oscuridad, irradiaban a su alrededor, a los demás, la luz del consuelo divino. Y no por lo que dijeran (porque bien podría ser que nos estuvieran mintiendo), sino por su vida, y el consolador contacto de cada uno con ella.
A menudo no nos enteramos más que indirectamente y con posterioridad que ese santo que conocimos, con quien estuvimos cerca o seguimos su curso vital, estaba siendo probado en el sufrimiento y la soledad.
Cuando se ofrecen "razones de la fe" no hay que olvidar esta fundamental: la fe no es una verdad sabida, sino una verdad vivida, ¿qué verdad podría tener el anoticiarnos de la cruz de Cristo, si no pudiésemos experimentar nosotros mismos esa cruz, como discípulos que dejan que sus oídos se abran?
Tiene razón el Eclesiástico: "si inclinas tu oído, serás sabio". Pero inclinar el oído tiene, en la economía del Siervo sufriente, un significado muy concreto: implica ofrecer la espalda a los que golpean, y las mejillas a los que mesan la barba.
En estas épocas de sufrimiento y dolores de parto de la fe, pienso en cuán lejos estamos los cristianos de entender que Dios está salvando al mundo por medio de las tensiones de la fe; qué escasísimo favor le hacemos a la fe "defendiéndola" con la defensa naturalista del que se pone a la misma altura de los que la atacann, y no ofrece más bien la espalda para ser golpeada. Imagino a Jesús haciéndole un juicio a uno porque ofendió públicamente a la fe, o a Jesús haciendo un boicot a una empresa porque es pecadora (proabortista, prolobbygay, etc etc etc), y pienso que no sólo eso no forma parte de la economía de la fe, ¡sino que de ese modo impedimos la tarea salvadora de Dios!
El tercer cántico nos aporta un elemento enteramente nuevo: al sufrimiento redentor que Dios ofrece, hay que responder con un "sí, quiero", Dios no redime "en automático" ni por el hecho de que sufrimos, sino porque aceptamos decididamente que ese sufrimiento sea redentor: "ofrecí mi espalda". Lo que nos abre un poco más la comprensión de la enigmática y vapuleada frase de Jesús: "al que te pegue en una mejilla, ofrécele la otra" (Mt 5,39).
Dios mío, Abel, muchísimas gracias.
Me quedo con la frase "Dios no redime en automático"; porque a veces hacemos del dolor un ídolo, o un espectáculo, que no sé que es peor, y, estoy pensando en los flagelantes de las procesiones, en los empalados de no sé que sitio que van en la procesión, y, que son ya un atractivo turístico. y, aquí me resuena también una frase de Jesús. "ya recibieron su premio"
y, pienso en tantas personas en mi familia, y fuera de ella que asumieron el dolor con dolor pero sin desesperarse ni desesperar a otros, luchando contra él, con una sonrisa en los labios. por ejemplo una señora viuda, con un hijo alpinista que se mato en una escalada, dejándola sola de todo, encima su salud no era para echar cohetes, pero siempre estaba de buenas, y, un día que le pregunto un sacerdote por su alegría, le respondió. "Vera padre, yo la corona de espinas, y, la cruz los dejo cuando salgo a la calle, detrás de la puerta, que el mundo precisa alegría, cuando vuelvo a casa los vuelvo cargar"
Pues sí, es el ejemplo de tantos santos, que ofrecen una y otra vez su mejilla sin alardes, y con una sonrisa serena.
Abel muchas gracias es importante saber que tenemos que acudir y meditar mas responsablemente nuestra Fe y paraa ello yo creo que tenemos que recurrir mas frecuentemente al amtiguo testamento porque Jesus lo dijo NO VINE A CAMBIAR L ALEY SINO A QUE SE CUMPLA pero es mas facil decir no lo entiendo que trar de entender y preguntarnos que mensaje tiene para mi .Gracias y que lastima que nos queden pocos dias de su sabiduria.
Gracias Abel por su artículo, es verdad, así lo pienso yo también la fe no hay que defenderla, sino vivirla.