En su discurso, el Santo Padre señaló que “todos conocen la sensibilidad de la Iglesia en las cuestiones éticas, pero tal vez no sea igualmente claro para todos que la Iglesia no reclama ningún espacio privilegiado en este campo; al contrario, se siente satisfecha cuando la conciencia cívica, en varios niveles, puede reflexionar, discernir y operar sobre la base de la racionalidad libre y abierta y de los valores fundamentales de la persona y de la sociedad”. Indicó que “esta madurez cívica responsable es una señal de que la siembra del Evangelio - esa sí, revelada y confiada a la Iglesia - ha dado sus frutos, logrando promover la búsqueda de lo verdadero, de lo bueno y de lo hermoso en las complejas cuestiones humanas y éticas”.
Explicó que “sustancialmente se trata de servir a la persona (…) con especial atención y cuidado a los más vulnerables y desfavorecidos”, incluidos aquellos que “ya no pueden hacer que se escuche”. “En este terreno –señaló- la comunidad eclesial y civil, se encuentran y están llamadas a cooperar, de acuerdo con sus distintas y respectivas competencias”.
En ese sentido, se refirió a la labor realizada por este Comité a favor del respeto a la integridad del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural, teniendo en cuenta a la persona siempre como un fin y no como un medio. “Este principio ético es también fundamental por cuanto concierne a las aplicaciones biotecnológicas en el campo médico, que nunca pueden ser utilizadas de una manera que menoscabe la dignidad humana, ni tampoco obedecer únicamente a fines industriales y comerciales”, indicó.
Francisco recordó que “la bioética nació para confrontar, a través de un esfuerzo crítico, las razones y las condiciones derivadas de la dignidad de la persona humana con los progresos de las ciencias y las tecnologías de la biología y la medicina, que, a su ritmo acelerado, corren el riesgo de perder cualquier referencia que no sea la utilidad y el beneficio”.
Ustedes –indicó-, “son conscientes de que esa investigación sobre los complejos problemas bioéticos no es fácil y no siempre llega rápidamente a una conclusión armoniosa; de que siempre requiere humildad y realismo, de que no teme la comparación entre las diferentes posiciones; y de que, finalmente, el testimonio dado a la verdad contribuye a la maduración de la conciencia civil”.
Por ello los animó a continuar su trabajo en tres ámbitos: el análisis interdisciplinario de las causas de la degradación ambiental en el que sería oportuna, “una comparación entre las teorías biocéntricas y las antropocéntricas, para buscar formas que reconozcan la centralidad del ser humano, con el debido respeto por otros seres vivientes y por todo el medio ambiente, también para ayudar a definir las condiciones irrenunciables para la protección las generaciones futuras”.
El segundo ámbito, explicó, es el de la discapacidad y la marginación de las personas vulnerables, especialmente en una sociedad que tiende a la competición y a la aceleración del progreso. “Es el reto de contrastar la cultura del descarte que tiene muchas expresiones, entre las cuales la de tratar a los embriones humanos como material de descarte, al igual que a los ancianos y a las personas que se acercan a la muerte”, expresó.
Por último, el Santo Padre dijo que el tercer ámbito es el esfuerzo cada vez mayor hacia una posible y deseable, aunque compleja, “armonización de las normas y reglas de las actividades biológicas y médicas que reconozcan los valores y los derechos fundamentales” a nivel internacional.
Francisco finalizó dando las gracias al Comité por su intento de “identificar estrategias de sensibilización de la opinión pública, a partir de la escuela, en las cuestiones de bioética, como la comprensión de los avances de la biotecnología”.