Se descuelgan lentas las palabras por la blanca barba del padre Enrique Trigueros, Abad de la Abadía cisterciense de la Trapa de Dueñas: «No quiero exagerar, pero parece que el sentido cristiano de la Navidad y del Adviento se diluye en muchas personas, hasta en algunos católicos. Cuando sales, ves un consumismo exacerbado. ¿Qué esperan las personas que pasan estos días con esa actitud? ¿Esperan al Señor que nos salva, que ha nacido por mí, que ha estado aquí? ¿Esperan a Dios, o los regalos del día de Reyes? Con lo bonito que es saberte cerca de Dios...»
Desde esta perspectiva, se entiende mucho mejor cómo viven los monjes de esta abadía: celebrando desde la Liturgia, compartiendo en comunidad y orando por quienes están fuera de los muros del convento que acogió a san Rafael Arnáiz. «La vida de un monje -explica el abad- siempre experimenta la presencia de Dios, sobre todo desde la Lectio divina y del trabajo manual. Por eso, los cambios de tiempo litúrgico nos cambian el tono y el ambiente. Cuando vives bien el Adviento, no tienes que hacer mucho esfuerzo».
De ahí que las felicitaciones de Navidad y los adornos luzcan en la abadía sólo desde unos pocos días antes del 24. Eso sí, merece la pena esperar: «Ponemos un belén grande en el refectorio, otro en la iglesia para que lo vea todo el mundo, un Misterio en el noviciado, adornos en la sala capitular y en la enfermería... Eso sí, aquí no entra Papá Noel». Sin embargo, la gran celebración de la Navidad es la litúrgica: «Tenemos una celebración penitencial, para vivir los misterios de la Navidad como Dios manda.
El 25 celebramos la misa a las 8 de la mañana y al mediodía, y, por supuesto, el 24 por la noche, la Misa del Gallo. Cenamos más bien poco, porque nuestra verdadera cena es la Eucaristía: el Señor nace en la Misa de las 12. Cantamos Noche de Paz y otros villancicos con la gente del pueblo que viene a la Misa. Si bebes o cenas demasiado, ¿cómo vas a celebrar después la Eucaristía?» Con la quietud propia de quien tiene su alma volcada en el Sagrario, concluye: «Si alguien quiere vivir estos días con verdadero espíritu navideño, que lo haga a través de la confesión, de la Eucaristía, de la oración, contemplando el belén, como hacemos en esta comunidad. En Navidad hay muchos signos que nos recuerdan que, si nos vamos de viaje en vacaciones, preparamos muchas cosas, pero para el único viaje que todos sabemos que vamos a hacer, el viaje a la Eternidad, a veces no nos preparamos tanto. Si todas las empresas hacen balance al final del año, ¿por qué no hacerlo nosotros sobre nuestra vida de fe?»