En el Museo Nacional Colegio San Gregorio, de Valladolid, se puede visitar, hasta el próximo domingo, la muestra Primitivos. El siglo dorado de la pintura portuguesa. 1450-1550. Una de las pinturas más destacadas de la exposición es El encuentro de San Joaquín y Santa Ana en la Puerta Dorada, obra del taller de Brujas (entorno de Gerard David). Obra señera del arte portugués, fue encargada en 1495 por el obispo Alfonso de Portugal, y forma parte de un enorme retablo de 19 pinturas sobre la vida de la Virgen María y la pasión de Cristo. Destaca su bello colorido y paisaje, en el que se enmarcan varias escenas como la Anunciación del arcángel San Gabriel a la Santísima Virgen.
Otras obras de la exposición son las Tablas de San Vicente, de Nuno Gonçalves, pintor real de estilo flamenco que tuvo un gran prestigio en su época. Gonçalves representa los episodios principales de la vida de san Vicente, mártir. Entre ellos están el Panel de los infantes y el del martirio del santo. El autor quiso imitar el cuidado y la descripción de los antiguos pintores italianos. Las obras se encuentran en el Museo Nacional de Arte Antiga de Lisboa, organizador de la exposición, en el marco del Centenario de la República portuguesa (1911).
La Cena del Señor (1508), obra de Francisco Henríques, formaba parte del retablo de la iglesia de San Francisco, de Évora. Estaba compuesto por 16 tablas, organizadas en cuatro hileras horizontales. La iglesia de San Francisco tenía funciones conventuales y funcionaba como capilla palatina del palacio que se erguía junto al monasterio. Con esta obra, Henríques se convirtió en el pintor preferido del rey. El autor utiliza colores puros y con mucho contraste, y sus figuras son muy expresivas.
El Maestro de Lourinhã está presente en la exposición vallisoletana con su obra Cuerpo de Santiago, llevado al Paço da Rainha Loba (1520), que evoca la traslación del cuerpo de Santiago Apóstol a Galicia por dos toros bravos. La presencia del paisaje domina la pintura, que formaba parte de la capilla mayor de la iglesia de Santiago de Palmela, sede de la Orden de los Santiaguistas.
Aparición de Cristo a la Virgen (1529) era un tema pictórico muy usual hasta el Concilio de Trento. Dividida en dos espacios separados por una columna y una pared con puerta, la escena representa, a la izquierda, a las santas mujeres que llegan a la casa de María; a la derecha, aparecen Cristo resucitado y la Virgen; y detrás, diversos personajes del Antiguo Testamento (Adán y Eva, Abraham…), rescatados por Jesucristo del limbo de los justos. El autor es Fray Carlos, pintor portugués que profesó en el monasterio jerónimo de Nuestra Señora del Espinheiro, cerca de Évora. Allí se encontraba la obra hasta que fue trasladada al Museo Nacional de Arte Antiga.
La Adoración de los pastores se atribuye al pintor real Jorge Afonso (1515). La obra está impregnada de piedad y marcó dicho tema en Portugal, al ser la primera vez en que aparecieron pintadas las figuras del pueblo, bien caracterizadas y llenas de adornos de la vida popular cotidiana. El taller de Afonso jugó un papel crucial en su época.
Finalmente, el Juicio Final (1540), de maestro desconocido, representa el cielo, el purgatorio y el infierno. Los ángeles apuntan los nombres de las almas que entran en el cielo y contabilizan en libros sus acciones. Jesucristo preside la escena, desde un trono gótico, acompañado de cerca por la Virgen María. La inmensa multitud de los salvados y el despoblamiento del Infierno sugiere que la mayoría de los hombres alcanzan la salvación, en consonancia con la cultura renacentista portuguesa dominante en la época.
Enrique García Romero
Imágen : Juicio Final. Anónimo